(Asia News/InfoCatólica) Cristiano perseguido originario de Pakistán, fue durante años obispo anglicano en Gran Bretaña y desde el año pasado es sacerdote de la Iglesia católica para el Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham, la prelatura personal que acoge a los londinenses que vuelven a la comunión con Roma. En la reciente asamblea de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC), que tuvo lugar en octubre en Bangkok, el prelado anglo-pakistaní Michael Nazir-Ali, de 73 años, pronunció un discurso muy valorado por los obispos de todo el continente.
Nazir Ali nació en Karachi en 1949, y fue ordenado (*) obispo en Pakistán, en la diócesis de Raiwind, West Punjab, en 1984: en ese momento era el obispo más joven de la Comunión Anglicana. Dos años más tarde, sin embargo, el entonces arzobispo de Canterbury, Robert Runcie, lo sacó de su país porque había sido seriamente amenazado por extremistas islámicos. En Gran Bretaña fue secretario de la Christian Missionary Society y durante 15 años obispo de Rochester. Hasta que en 2021, personalmente cada vez más alejado de las posiciones de Lambeth Palace, decidió unirse al Ordinariato. «Hoy enseño en Oxford, junto con colegas laicos -dice-. Pero también estoy empezando un curso sobre el anglicanismo en Roma. Intento ayudar en todo lo que puedo«.
Usted es originario de Pakistán, un lugar donde hoy los cristianos padecen muchos sufrimientos.
Lamentablemente en Pakistán hemos comprobado que, incluso un pequeño número de personas, cuando se ponen de acuerdo pueden transformar las relaciones entre personas de diferentes religiones de bastante buenas a muy tensas. Mi compromiso siempre estuvo dirigido a la opinión pública musulmana moderada, para que haya una mayor libertad para todos y para que esta voz sea escuchada. Porque, sobre todo en la prensa, los extremistas tienen una posición dominante.
¿Y cuando estas relaciones se convierten a una verdadera persecución?
Yo mismo lo he experimentado, pero no ocurre solo en Asia. Siempre digo que la persecución comienza con la discriminación y la exclusión. Y ahora también está ocurriendo en Europa. Acabo de escribir el prólogo para el libro de una enfermera católica de Gran Bretaña que habla de las limitadas oportunidades que tienen los católicos practicantes en el mundo de la medicina. La gente dice: »No es lo mismo que en Irán o Pakistán. Eso es cierto, pero allá también empezó así: con discriminación y exclusión.
¿Cómo hay que actuar frente a los extremistas?
Hay distintas maneras. Está la batalla contra las leyes injustas, como la ley de la blasfemia. Algunos de mis amigos musulmanes me contaron que, cuando el Profeta fue insultado, perdonó a las personas que lo habían hecho. Tenemos que asegurarnos de que las personas sean escuchadas en los tribunales. Pero, más en general, tiene que haber un clima de libertad. También les digo a las personas de otras religiones: si alguien dice algo sobre tu fe, dale una respuesta. Por provocativo que sea, no trates de hacerlo callar, dale una respuesta. Es el camino de los que dan razón de su fe y de su esperanza.
Con respecto a los que sufren concretamente la persecución, el primer paso es sumar la voz para que su grito sea escuchado en los tribunales internacionales y por los líderes políticos. Y acudir personalmente: no se puede estar cerca desde la distancia. Y luego acoger a las personas que vienen a Europa en busca de libertad. También vienen a renovar nuestras iglesias. Quizás eso forma parte de los planes de la Divina Providencia. Sabemos por la Biblia que la Iglesia siempre ha crecido con el testimonio de personas que huyen de las persecuciones.
El Papa Francisco insiste mucho en el tema de la sinodalidad. ¿Qué puede sugerir su experiencia en la Iglesia Anglicana en este proceso?
Sinodalidad significa simplemente caminar juntos y es bueno que también se consulte a los laicos. Pero la experiencia de las iglesias anglicanas y protestantes enseña que debemos tener cuidado con los grupos de presión externos a la Iglesia, que pueden ser muy activos y bien organizados. Incluso pocas personas pueden hacer mucho ruido.
En segundo lugar, hay que sopesar las opiniones de los consultados, a veces incluso evangelizar. No se puede decir simplemente: esta es la voz del pueblo de Dios, puede serlo o no; debemos desarrollar un sentido crítico al respecto, especialmente cuando Dios les ha dado a algunas personas el ministerio de conducir la Iglesia.
En tercer lugar, el sensum fidelium no es sólo la opinión de la gente de hoy: es el sentido de la fe a lo largo de los siglos, tiene un aspecto tanto diacrónico como sincrónico. No es la primera vez que la gente se expresa; en la Iglesia primitiva había muchas grandes manifestaciones fuera de las residencias de los obispos. Y también por fuera de los concilios había gente que decía que quería que la Bienaventurada Virgen María fuera llamada theotokos, madre de Dios.
¿Qué piensa sobre la situación actual del camino ecuménico?
La Iglesia debe comprometerse con el ecumenismo porque vemos que hay muchos elementos de verdad presentes en las diferentes comunidades cristianas. Y eso es lo que debe movernos hacia una mayor unidad. Tiene que ser un principio, no puede ser sólo un sentimiento o una sensación; tiene que estar basado en nuestro aprecio por la verdad histórica. Por ejemplo, con respecto a la naturaleza de la Eucaristía, es posible, como decía Pablo VI, expresar su verdad de diferentes maneras. La misma verdad. Las Iglesias orientales, por ejemplo, tienen un tipo de lenguaje particular respecto de las Iglesias occidentales. Las personas pueden aprender unas de otras.
¿Cómo se puede transformar el ecumenismo en un testimonio común en un continente como Asia, donde los cristianos son una pequeña comunidad?
El impacto que tienen los cristianos en Asia y África no es proporcional al número de personas: su servicio en la educación, la salud y en muchos otros campos es fundamental. Debemos buscar una combinación de diálogo, testimonio y servicio. Por medio del diálogo, aprendemos, con el testimonio decimos algo nosotros mismos y en el servicio llevamos a Cristo a las personas. Creo que este es el camino que debemos hacer juntos día a día.
(*) Las ordenaciones anglicanas no son válidas.