(Aica/InfoCatólica) El purpurado porteño indicó que todos los credos del mundo acuden al ayuno, que es una forma de oración. Y señaló que al privarnos de los alimentos ofreciéndolo a Dios, Padre de todos, le pedimos su fortaleza para vivir la fraternidad.
Asimismo, señaló que los santos ayunaron mucho y subrayó que la oración, el ayuno, la caridad no se contraponen sino que se potencian. Tras contraponerlos a un mundo consumista, recordó la condición humana:
«Sabemos que somos peregrinos, necesitamos privarnos de alimento para encontrarnos con el otro; el ayuno nos hace pensar en los demás».
Frente al egoísmo, invitó a «no creernos más de lo que somos, a tener conciencia de nuestra fragilidad». Agradeció haber sido invitado a compartir ese momento y concluyó diciendo: «Que Dios los bendiga».
La reunión fue organizada por el Centro de Diálogo Intercultural Alba, de la Fundación de la Amistad Argentino Turca, que se inspira en el pensamiento del maestro musulmán Fethulla Gülen. Hubo un centenar y medio de asistentes.
Entre ellos, el director de Entidades y Cultos porteño, Federico Pugliese, quien dio un saludo y valoró el trabajo mancomunado de las religiones, que buscan el bien de la sociedad a partir de su testimonio de fe.
Entre otras personas que pudieron verse a través de la plataforma zoom, estaban Gloria Williams de Padilla y Florencia Uriburu, directora ejecutiva y colaboradora de la Comisión Episcopal para el Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones (Ceerjir), respectivamente; el clérigo anglicano David George; Fernando Flores, del Foro Ecuménico Social; Marita Grandoli, de la Confraternidad Argentina Judeo Cristiana; Celina Lértora Mendoza, de la Fundación para el Estudio del Pensamiento Argentino e Iberoamericano (Fepai); Alberto Zimmerman, referente de medios judíos, y Jorge Sánchez, director general de Cultos del municipio de José C. Paz.
Condujo el acto la joven directora del Centro Cultural Alba, Sumeyra Korkut, y al final saludó desde Roma la exdirectora de ese centro, Nancy Falcón, argentina que está viviendo en Italia, quien dijo «Salam Aleikum» y reconoció que extrañaba el país. Asimismo, señaló el valor del ayuno no solamente de alimentos sino de hablar alterados, de afectar al otro, en quien debemos ver lo sagrado. Destacó el valor de la oración, que debe traducirse en la acción: «Orar pero también trabajar».
Hubo otros oradores, todos breves y concretos. Cecilia di Lascio, del Movimiento de los Focolares, quien subrayó que Dios es amor, y el rabino Ernesto Yattah, del Seminario Rabínico Latinoamericano, quien se mostró contento por tener una ocasión de «conocernos, de compartir momentos». Recordó el ayuno de Moisés antes de subir al monte Sinaí a encontrarse con Dios y recibir la Torá (la Ley). Al mencionar la experiencia del exilio, dijo que constatamos «la presencia de Dios en este mundo» y la «posibilidad de santificar nuestra búsqueda en el tiempo». Al reiterar su alegría por el encuentro dijo: «Nos presentamos ante Dios como hermanos que somos».
Al final, prácticamente terminado el encuentro, se proyectó un largo canto en árabe –con traducción escrita al castellano-, mostrando como fondo escenas de desierto. Incluía numerosas invocaciones a Dios misericordioso, menciones a Zacarías y al nacimiento de Juan el Bautista, a Abraham, a los profetas, llamando al arrepentimiento. Asimismo se refería a Satanás, el ángel rebelde ante el Misericordioso. Nombraba despaciosamente con ternura y elogios a María, afirmando su virginidad. Y también hablaba de la resurrección, pero al buscar exaltar la figura de Jesús lo mencionaba como «mensajero de Dios» o «siervo de Dios», no como el Hijo de Dios hecho hombre.
Al comienzo del acto se mostró por escrito un pensamiento de Fethulla Gülen, maestro y pensador turco, residente desde hace años en los Estados Unidos, que afirmaba que no debemos alegrarnos del mal ni de quienes nos han herido o maltratado. En la invitación a esta reunión se decía que «el ser humano es mucho más que sus necesidades, solo quien sabe renunciar a éstas es capaz de gozar noblemente, ya sea de cada bocado de comida, de cada sorbo de bebida o del placer. De ahí el valor del ayuno»