(InfoCatólica) Entrevista al P. Doñoro:
Padre Ignacio María, acaba de salir su segundo libro, «El secreto es Jesús». ¿Nos puede contar, sin desvelar demasiado el contenido, el porqué de ese título?
No hay otra razón que esta: Jesús es el gran secreto de mi vida. Él es por quien lo he dejado todo y nada me importa fuera de Él.
Si existe el Hogar Nazaret es para atender un grito de Jesús, que dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos». El Señor, que está vivo en la Eucaristía, está vivo también en los que sufren. Yo le busco y le encuentro en ellos.
En uno de los capítulos dice que, si se hubiera puesto a calcular riesgos, no habría hecho nada. ¿A qué se refiere?
Vivir en la selva no es fácil. En el libro «El fuego de María» cuento todas las dificultades a las que tuve que enfrentarme para crear el Hogar Nazaret en Perú, primero en Puerto Maldonado, donde fui atacado por las mafias y me propinaron tal paliza que me dieron por muerto, y ahora en la región de San Martín.
Pero poco a poco el Señor te va guiando. Y aunque nada es fácil aquí, porque hay que luchar contra viento y marea, el mayor riesgo es tener a Cristo en tus manos y fallarle. Contra eso lucho cada día, desde que me levanto hasta que me acuesto. Eso es lo único verdaderamente importante.
¿Qué objetivos, a corto y medio plazo, tiene el Hogar Nazaret?
Por encima de todo, el primer proyecto es centrarnos cada vez más en la Eucaristía, en la devoción a la Virgen María, y en devolver a los niños y a las niñas los derechos que les han sido arrancados.
Además, estamos terminando la escuela de fútbol y tenemos el gran sueño de crear una escuela de ingenieros agropecuarios. Ahora mismo estamos aprendiendo a gestionar una explotación agrícola de setenta hectáreas que genere suficientes beneficios como para sacar la casa adelante. Porque tenemos trescientos niños, lo que supone un gasto inmenso…
Asimismo, tenemos otros frentes abiertos. Recientemente hemos adquirido una propiedad de nueve mil metros cuadrados para ampliar la casa de los niños y adolescentes de Carhuapoma, porque son tantos que ya no caben. Al mismo tiempo estamos terminando El Rocío, un complejo de ocho mil metros cuadrados para acoger a más niñas y chicas adolescentes. Paralelamente, hemos creado un colegio para niños del propio Hogar Nazaret, el colegio del Corazón Inmaculado de María, y estamos en la fase de creación de un segundo colegio para las niñas. De esta manera habrá unos años en Secundaria en los que podremos asegurar que tengan una buena educación.
Pero más importante que la expansión de los edificios del Hogar Nazaret es que tanto los niños como las niñas van haciéndose mayores y asumiendo funciones. Estoy disfrutando mucho de ver cómo crecen en responsabilidad. Ahora mismo tenemos varios chicos en la universidad y a un chico en el seminario…
¿Por qué le atraen tanto los más rotos?
Me atraen como un imán los niños que llegan desfigurados, completamente rotos por fuera y todavía más por dentro, porque es Jesús quien está en ellos, quien se pone una careta –pero se la pone muy mal–, y dice: «Lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis».
La portada del libro, que está gustando mucho, está basada en algo que me ocurrió en Beira, en Mozambique, y que me sigue ocurriendo hoy en el Amazonas. En Beira cuidamos de unos niños que habían nacido con el VIH porque sus madres eran seropositivas y, al no nacer por cesárea, lo habían contraído en el parto. Tenían una vida muy cortita y a mí eso se me clavaba en el alma. Pero ellos eran felices. Se subían sobre nuestros hombros y jugábamos con ellos. Nos tapaban los ojos y nos decían por dónde teníamos que ir. A veces nos chocaban contra la pared y se partían de risa…
Yo veo claramente que esa es la imagen de la fe. Es Jesús el que está sobre mis hombros pero es Él quien está cargando todo el dolor, y no yo, porque es Él el que ha muerto en la cruz por mí. Es Jesús quien, como el niño de la foto de la portada, me lleva por donde quiere y se ríe de las situaciones que a mí me parecen complejas.
Saber que por encima de todo el sufrimiento Jesús ríe y es feliz, como yo intentaba que lo fueran los niños de Mozambique, y como a día de hoy intento que lo sean los niños del Hogar Nazaret, es lo que me da fuerzas para seguir amando cada día.
Por último, ¿qué significa en el Hogar Nazaret que «la pobreza termina a los pies del altar»?
Esta frase es de san Francisco. Durante muchos años he procurado restaurar sagrarios, regalar cálices, etc., porque el más pobre de los pobres es el que más da y el que menos recibe, y ese es Jesús en la Eucaristía, que se nos da totalmente y espera nuestro amor.
El verano pasado unos amigos de la Orden de Malta doraron con pan de oro una columna salomónica que está en la capilla del Hogar Nazaret. Encima de esa columna hay un sagrario espectacular de madera de caoba con un Corazón de Jesús de plata. Un amigo orfebre nos ha regalado una cruz de plata para poner encima del sagrario, y en este viaje voy a aprovechar para recoger esa cruz, que estamos esperando con mucha ilusión en el Hogar Nazaret. Todo esto contrasta con la austeridad de nuestro día a día, donde andamos muy justitos en muchas cosas: en ropa, en comida, en evitar los gastos extraordinarios… Pero cuando se trata de Jesús, queremos manifestar que Él es el Rey de reyes, y que a Él sea toda la gloria y todo el honor, y el máximo de los respetos.
¿Cómo se puede colaborar con el Hogar Nazaret?
Cualquiera puede participar en esta obra amando y dando vida a los demás. Aunque no todos podamos ir a Perú, hoy en día no hay fronteras y se puede ayudar al Hogar Nazaret con pequeñas donaciones y aportaciones en la página web www.hogarnazaret.es
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