(Die Tagespot/InfoCatólica) «Sí, lo políticamente correcto es una nueva religión», afirma Père Danziec, «y entre sus profetas hay algunos que llevan alzacuello romano». ¿Dónde están los «verdaderos centinelas ante el derrumbe de los muros de contención de la sociedad occidental y cristiana?», se pregunta el autor. Demasiados clérigos «dan la impresión de ser pasivos. Un gran número de ellos opta por negar el desastre, mientras que otros se unen a la banda de destructores.
«¿Un momento único de hermandad?»
El 6 de febrero, en San Sulpicio -la segunda iglesia más grande de la capital francesa después de Notre-Dame- tuvo lugar un encuentro entre católicos y musulmanes en el marco de un diálogo interreligioso. Aparentemente, según Père Danziec, se trataba de un «momento único de fraternidad»: «Orar juntos, juntarnos y dialogar».
En realidad, sin embargo, se colocó un cartel en el edificio sagrado para los musulmanes, que señalaba que se les proporcionaba un lugar (temporal) que garantizaba «un lugar de silencio para la oración musulmana». En el ambón se realizaron «lecturas del Corán y recitaciones de suras». El «encuentro islámico-cristiano» terminó con una danza alrededor del altar, acompañada de cánticos y aplausos, con las jóvenes vestidas con niqabs (el velo islámico que oculta el rostro) en el coro de la iglesia.
«¿Quién puede quedar fascinado por un diálogo interreligioso tan vivido?», pregunta Père Danziec. Dejando de lado el hecho innegable de que «ninguna autoridad musulmana permitiría que los cristianos cantaran el evangelio en una mezquita, uno siente la estafa de tal evento», afirma.
El importante documento «Dominus Iesus», que fue dirigido por el futuro Papa Benedicto XVI, escrito en el año 2000, enfatizó acertadamente el «discernimiento cuidadoso» que deben presentar los encuentros entre las comunidades católicas y otras tradiciones religiosas. Pero en el evento de San Sulpicio, con el pretexto de «abrir las puertas, se derrumbó el marco dogmático y los cimientos de la fe», dice Père Danziec.
Ingenuidad y falta de autocrítica
El autor cita a Chesterton diciendo: «Lo que amarga al mundo no es el exceso de crítica, sino la falta de autocrítica». Los videoclips del evento en Saint-Sulpice disponibles en Internet son «absolutamente sorprendentes por su ingenuidad», escribe Père Danziec, y lamenta que a consecuencia de ello las iglesias se están vaciando.
Continúa diciendo que los musulmanes (como los sintoístas, los zulúes o los agnósticos) «tienen derecho a escuchar claramente el mensaje de la tradición eclesiástica. Y los bautizados tienen el deber de proclamar el mensaje único y salvífico de Cristo. La declaración Dominus Iesus citada recuerda la importancia de la Iglesia para continuar el anuncio del evangelio de Cristo, sea oportuno o inoportuno: Al final del segundo milenio cristiano, esta misión aún está lejos de completarse. Por eso, hoy más que nunca, cobra actualidad la exhortación de san Pablo sobre la llamada misionera de todo bautizado: «Porque si anuncio el Evangelio, no puedo gloriarme en él; porque una compulsión recae sobre mí. ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!» (1 Cor 9, 16).