(ACIPrensa/InfoCatólica) En enero del presente año, en el país de Colombia, dos enfermos no terminales acabaron con su vida a través de la práctica de la eutanasia utilizando el reciente fallo de la Corte Constitucional que legaliza estas acciones en el país.
Frente a esto, la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) compartió un documento llamado «La vida humana, entre alegrías y adversidades: un don para agradecer».
El principal objetivo de dicho documento, según explica la CEC, consiste en «motivar la comprensión de la vida como un regalo del Creador y acompañar a las familias en el discernimiento del dolor como parte de la existencia, ocasión para practicar el cuidado amoroso y oportunidad para predicar el valor salvífico del sufrimiento».
El documento consiste en un texto de naturaleza pedagógica elaborado por las comisiones episcopales de doctrina y de promoción y defensa de la vida y es una continuación de una serie que lleva por nombre «Para que tengamos vida en abundancia».
El documento fue publicado durante la Jornada Mundial del Enfermo celebrada por la iglesia colombiana el 10 de febrero, fecha que coincide con la víspera de la fiesta de la Virgen de Lourdes.
Los pacientes no terminales que recibieron la muerte por eutanasia fueron dos colombianos de edad media. Uno de ellos tenía 60 años, un hombre llamado Víctor Escobar que padecía de enfermedad pulmonar obstructiva (EPOC) y falleció el 8 de enero de 2022; el otro paciente era una mujer de 51 años llamada Martha Sepúlveda, quien sufría de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA).
El documento en cuestión cuenta con una carta destinada a los enfermos, otra a sus familias, una para los voluntarios y el personal médico y sanitario, un epílogo, entre otros. De este modo, está dividido en 6 partes, las cuales son: «1. ¿Qué sentido tiene vivir? 2. ¿Por qué el sufrimiento? 3. ¿Tiene límites mi libertad y autonomía? 4. ¿Hay enfermedades incurables? 5. ¿No hay nada qué hacer? 6. ¿Qué es, en verdad, morir dignamente?».
Los obispos de Colombia denuncian «el subjetivismo y el relativismo moral imperantes», y afirman que «en el país se ha abierto paso la equivocada idea de que el sufrimiento del enfermo es una «amenaza insoportable, de la que es preciso librarse a toda costa» y, por ello, diversas sentencias de la Corte Constitucional junto a resoluciones del Ministerio de Salud y Protección Social no dejan de promover la cultura de la muerte y la mentalidad eficientista a través de la eutanasia».
En la carta de los obispos a los enfermos, les recuerdan que «el dolor es ocasión para madurar, para concentrarse en lo verdaderamente esencial, para reconocer que somos seres limitados y que, por ello, hemos de ver en cada circunstancia una oportunidad para ser más humanos».
«Asumir el dolor físico o moral, en lugar de renegar por él, nos hace ‘‘otros Cristos’’predicando el ‘‘Evangelio del sufrimiento’’ que es una llamada al valor y a la fortaleza, a la madurez interior y a la grandeza espiritual que es una digna cátedra para esta humanidad cada vez más superficial», agregan.
«En nombre de Cristo, el Buen Samaritano, les agradecemos por su generosidad, por su servicio incondicional, por hacer vivo y actual el mandato del amor. Todos sus esfuerzos se verán recompensados y cuando sea el momento oportuno podrán ofrecer sus manos llenas de frutos de bondad que son los que hacen la diferencia».
A los voluntarios y personal sanitario, los obispos alientan a «que sigan siendo instrumentos de servicio para que, a través suyo, las personas que sufren sientan cercano el amor de Dios y el consuelo de sentirse, no una carga, sino personas con dignidad».
Al final del texto se encuentra disponible un modelo para todos aquellos que deseen exponer firmemente su oposición a la eutanasia en caso de sufrir alguna enfermedad grave o terminal.
El texto en cuestión trata la necesidad de administrar «los cuidados básicos y los tratamientos adecuados para paliar el dolor y el sufrimiento; que no se me aplique la prestación de ayuda a morir en ninguna de sus formas, sea la eutanasia o el ‘suicidio médicamente asistido’, ni que se me prolongue abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte».
Y agrega: «Pido igualmente ayuda para asumir cristiana y humanamente mi propia muerte y para ello solicito la presencia de un sacerdote católico y que se me administren los sacramentos pertinentes».
Si deseas leer el documento en defensa de la vida de la Conferencia Episcopal Colombiana, puedes hacerlo en este enlace.