(Zenit/InfoCatólica) El cardenal explica que no hay nada en el texto constitucional que prohíba la presencia de símbolos religiosos en los espacios estatales. "Entendamos bien la laicidad del Estado: se trata de la clara separación entre Estado e Iglesia, al contrario de lo que estaba en vigor antes de la República, cuando Brasil consideraba el cristianismo como su religión 'oficial'", observó.
El Estado brasileño "no tiene una religión oficial, sino que las respeta a todas y deja al ciudadano la libertad de elegir, respetando también la libertad de tener o no tener una religión. La Iglesia católica lo acepta sin problemas".
Por otro lado, prosigue el cardenal, "la laicidad del Estado significa también que éste no interfiere en las Iglesias y en las religiones de modo indebido, respetando su autonomía interna para organizarse, salvando los principios constitucionales".
Según monseñor Scherer, "la laicidad del Estado se invoca demasiado a menudo y con demasiada facilidad, y de modo equivocado".
"Seguramente no autoriza la represión de ideas o manifestaciones religiosas, a menos que no sean claramente criminales, como en el caso de la incitación a la violencia o de la promoción de actos deshonestos".
"No podría tampoco promover la discriminación de los ciudadanos que profesan una religión, negándoles el libre acceso a las funciones públicas o a su ejercicio; como tampoco autoriza la desaprobación preconcebida de las posturas o de las ideas de los ciudadanos por el hecho de ser miembros de una u otra religión; ni podría invocarse para imponer a toda la sociedad una especie de 'pensamiento oficial' como único válido".
Según el arzobispo de São Paulo, la presencia de símbolos religiosos en espacios públicos "forma parte de la historia y de la cultura del pueblo y de sus libres manifestaciones: hasta ahora no ha sido visto como un desprecio u ofensa de la libertad religiosa".
"Al contrario, su exclusión forzosa de los espacios públicos del Estado de un momento a otro podría, esto sí, suscitar en muchos brasileños, y no sólo católicos, quejas y una sensación de falta de respeto".
Además, añade el cardenal, "como la experiencia ha demostrado en más de cien años de República, el mantenimiento de los símbolos religiosos en los espacios públicos no ha llevado a Brasil a tener una religión oficial. Falta preguntarse si Brasil sería mejor si se eliminaran los símbolos religiosos".