(InfoCatólica) En la Víspera de la Solemnidad de la Anunciación, el Pontífice reflexiona sobre la oración, esta vez, considerándola en comunión con María: «María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. ¿Por qué? Porque ella es nuestra Madre».
En su catequesis ha querido volver a incidir en la no corredención de la Virgen María reduciéndola a una piadosa «cosa bonita» pero exagerada:
Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz. Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales. También la primera antífona latina – Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genitrix: la Virgen que, como Madre a la cual Jesús nos ha encomendado, envuelve a todos nosotros; pero como Madre, no como diosa, no como corredentora: como Madre. Es verdad que la piedad cristiana siempre le da bonitos títulos, como un hijo a la madre: ¡cuántas cosas bonitas dice un hijo a la madre a la que quiere! Pero estemos atentos: las cosas bonitas que la Iglesia y los Santos dicen de María no quita nada a la unicidad redentora de Cristo. Él es el único Redentor. Son expresiones de amor como la de un hijo a su madre –algunas veces exageradas–. Pero el amor, nosotros lo sabemos, siempre nos hace hacer cosas exageradas, pero con amor.
No es la primera vez que se refiere a la Corredención de Santa María, en su homilía del pasado Viernes de Dolor, afirmó que:
La Virgen nunca pidió nada para sí misma, nunca. Sí, para los demás: pensemos en Caná, cuando va a hablar con Jesús. Nunca ha dicho: «Soy la Madre, mírenme: soy la Reina Madre. Ella nunca dijo eso. […] Nuestra Señora no quiso quitarle ningún título a Jesús; recibió el don de ser su Madre y el deber de acompañarnos como Madre, de ser nuestra Madre. No pidió para sí misma ser cuasi-redentora o una co-redentora: no. El Redentor es uno solo y este título no se duplica. Sólo discípula y madre.
Y en la fiesta de Guadalupe de 2019 se refirió al mismo tema, de un modo que muchos católicos sintieron algo despectivo, diciendo que:
Fiel a su Maestro, que es su Hijo, el único Redentor, jamás quiso para sí tomar algo de su Hijo. Jamás se presentó como co-redentora. No, discípula. […
Cuando nos vengan con historias de que había que declararla esto, o hacer este otro dogma o esto, no nos perdamos en tonteras: María es mujer, es Nuestra Señora, María es Madre de su Hijo y de la Santa Madre Iglesia jerárquica y María es mestiza, mujer de nuestros pueblos, pero que mestizó a Dios.]
María corredentora y San Juan Pablo II
San Juan Pablo II, Papa, se ha referido en repetidas ocasiones a la Virgen María como corredentora:
En el saludo que dirigió a los enfermos después de su audiencia general el 8 de septiembre de 1982, el papa dijo:
«Maria, aunque concebida y nacida sin mancha de pecado, participó de una manera maravillosa en los sufrimientos de su divino Hijo, para poder ser la Corredentora de la humanidad».
En ocasión de la fiesta de san Carlos Borromeo, en 1984, el papa polaco dijo en el Angelus celebrado en Arona:
«A la Virgen ―la Corredentora― se dirigió San Carlos con acentos especialmente reveladores. »
Lo dijo en su discurso en el Santuario de Nuestra Señora de la Alborada en Guayaquil, el 31 de enero 1985:
«Los evangelios no nos hablan de una aparición de Jesús resucitado a María. De todos modos, como Ella estuvo de manera especialmente cercana a la cruz del Hijo, hubo de tener también una experiencia privilegiada de su resurrección. Efectivamente, el papel corredentor de María no cesó con la glorificación del Hijo».
El 31 de marzo de 1985, domingo de Ramos y día mundial de la Juventud, el Papa dijo:
«Al deseo del Redentor corresponda generosamente nuestro deseo, con la ayuda de María la Corredentora, a la que elevamos con todo ardor nuestra oración.».
El 24 de marzo de 1990, San Juan Pablo II se dirigió a los participantes voluntarios de una peregrinación de la Alianza Confederada del Transporte de Enfermos a Lourdes (OFTAL), así como a los enfermos que atienden, con estas palabras:
«¡Que María Santísima, Corredentora de la raza humana junto con su Hijo, les otorgue siempre fortaleza y confianza!».
Asimismo, al conmemorar el sexto centenario de la canonización de Santa Brígida de Suecia, el 6 de octubre de 1991, dijo:
«Brígida miró a María como a modelo y amparo en los diferentes momentos de su existencia, proclamó con vigor el privilegio divino de su Inmaculada Concepción; y contempló su misión sorprendente de Madre del Salvador. La invocó como Inmaculada, Dolorosa y Corredentora, exaltando su papel singular en la historia de la salvación y en la vida del pueblo cristiano»
Muchas referencias en el Magisterio
En cuanto a Magisterio previo:
En tiempos de san Pío X, el 22 de enero de 1914, un siglo bien cumplido, la Sagrada Congregación del Santo Oficio, hoy de la Doctrina de a Fe, promulgó un decreto concediendo indulgencias a una oración a la Virgen Santísima en la que se dice:
Oh Virgen bendita, Madre de Dios, desde Vuestro trono celestial donde reináis, dirigid Vuestra mirada misericordiosa sobre mí, miserable pecador, indigno servidor Vuestro. Aunque bien sé mi propia indignidad, deseo reparar por las ofensas cometidas contra Vos por lenguas impías y blasfemas, y desde lo más profundo de mi corazón, Os alabo y exalto como a la creatura más pura, más perfecta, más santa, de entre todas las obras de las manos de Dios. Bendigo Vuestro santo Nombre, Os alabo por el exaltado privilegio de ser verdaderamente la Madre de Dios, siempre Virgen, concebida sin mancha de pecado, Corredentora de la raza humana.
Este es el primer documento magisterial de la Iglesia en el que aparece el término Corredentora.
El día 30 de noviembre de 1933, fue Pio XI el primer Papa que usó ese adjetivo, en unas palabras que dirigió a peregrinos llegados a Roma desde Vicenza:
«Por la naturaleza de su obra, el Redentor debía asociar a su Madre con su obra. Por esta razón, Nosotros la invocamos bajo el título de Corredentora. Ella nos dio al Salvador, lo acompañó en la obra de redención hasta la cruz, compartiendo con Él los sufrimientos, la agonía y la muerte en los que Jesús dio cumplimiento cabal a la redención humana».
En ningún documento del Concilio Vaticano II se recoge la palabra, aunque sí figuró en los escritos preparatorios.
Pablo VI, en el Credo del Pueblo de Dios, del 30 de junio de 1968, hace referencia a María, como «asociada del Redentor» y nueva Eva, al hablar de la creencia de la Iglesia.
También así lo han enseñado muchos Papas. Pío XI afirmó que «la Virgen Dolorosa compartió con Jesucristo la obra de la Redención» (Carta apostólica Explorata Res, 1923). Benedicto XV: «Mientras sufría y casi moría junto con su Hijo sufriente y agonizante, renunció a sus derechos maternos sobre su Hijo para la salvación del hombre, y, para satisfacer la justicia de Dios, lo inmoló hasta donde le fue posible, de modo que podemos correctamente decir que ella redimió al género humano junto con Cristo» (Carta apostólica Inter Sodalicia, 1918). León XIII: «Es imposible pensar en nadie que haya hecho o vaya a hacer en el futuro tanto como ella para reconciliar a los hombres con Dios» (Carta encíclica Fidentem, 1896). Pío XII: «Libre de todo pecado, original y personal, y siempre unida intimísimamente a su Hijo, como nueva Eva lo ofreció en el Gólgota al Padre Eterno por todos los hijos de Adán, manchados por el pecado tras su caída. Sus derechos de madre y su amor de madre se incluyeron en el holocausto […] Al haber soportado con valor y confianza la tremenda carga de sus dolores y su desolación, es verdaderamente la Reina de los Mártires y, más que todos los fieles, completó ‘lo que le falta a la pasión de Cristo’» (Carta encíclica Mystici Corporis, 1943).
Pueden añadirse santos como el Cardenal Newman, San Josemaría, Santa Edith Stein, Santa teresa de Calcuta, San Pio da Pietrelcina o San Maximiliano Kolbe, entre otros.