(ACI Prensa/InfoCatólica) En Faisalabad, provincia de Punjab (Pakistán) durante las protestas causadas por la muerte de un cristiano según la ley de antiblasfemia, Shafique Masih fue acusado injustamente de insultar al islam y fue privado de su libertad.
Masih es católico y padre de tres hijos y cuatros hijas, después de haber sido absuelto en el año 2021 (cosa que es muy difícil de conseguir), ha vivido oculto con su familia en un hogar de acogida de la Iglesia Católica en Pakistán.
La casa de acogida fue construida por la Comisión Nacional de Justicia y Paz (CNJP) de los obispos católicos, un organismo que brinda asistencia jurídica a las víctimas de la ley antiblasfemia y que recibe apoyo de fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) desde 2011.
Masih da su testimonio y cuenta: «en esa época tenía un taller de soldadura en un pueblo cerca de Faisalabad. Allí, compartía el cortador eléctrico con otras dos personas, entre ellas, Majeed, un musulmán que tenía una tienda con un tandoor [horno de barro] y vendía chapattis [pan local]».
La convivencia con el musulmán no era armoniosa, Majeed llevaba tres meses sin pagar la cuenta argumentando que yo utilizaba más electricidad. Tuvimos acaloradas discusiones sobre la factura de la electricidad unas cuantas veces.
Yo estaba a punto de recibir un encargo de 300.000 rupias [1.810 dólares] para hacer unas 25 persianas metálicas para un mercado, Majeed, envidioso por el proyecto propuesto, me acusó de participar en las protestas contra la ley antiblasfemia en Faisalabad y de hablar despectivamente del profeta Mahoma».
El 31 de mayo de 1998 varios hombres se reunieron frente a la tienda de Masih, esto era muy inusual.
«Mis empleados me advirtieron que estaban hablando de las acusaciones en mi contra. Mis allegados me sugirieron que cerrara la tienda y que me fuera a casa para evitar problemas. Ese mismo día, a las cuatro y media de la tarde, las mezquitas de los alrededores instaron a todos a apagar las radios y televisores para escuchar un anuncio importante, en el que proclamaron que una persona había insultado al santo profeta. Esa noche, una turba, armada con antorchas encendidas y palos, se reunió frente a mi casa y amenazó con prenderle fuego.
En ese momento, Majeed me llamó, salí y la turba me arrastró hasta el cruce principal donde cientos de personas procedentes de las aldeas de los alrededores comenzaban a reunirse. No tenía escapatoria».
Con la ayuda de algunos amigos, Masih fue encerrado en una escuela cerca del pueblo, pero las personas seguían tratando de forzar la puerta y se escuchaban disparos afuera de la escuela.
Allí permaneció durante media hora aproximadamente hasta que el dueño de una fábrica cercana llamó a la policía, quienes lo trasladaron hasta la cárcel más cercana por temor a que si lo llevaban a la comisaría, esta fue atacada por la turba enfurecida.
Masih estuvo tres años preso y asegura que vivió un infierno, ya que en repetidas ocasiones sus compañeros de prisión intentaron matarle, incluso los guardias dejaban su puerta sin cerrar propiciando que fuera víctima de cualquier ataque.
Aunque recibió dos condenas, una con sentencia de cinco años y la otra de siete años de prisión. Pero en el año 2001 fue liberado. «Doy gracias a Dios por mi libertad, fui acogido por un sacerdote que me atendió como a un hijo y se ocupó de todas las necesidades de mi familia, especialmente en fiestas como la Navidad y la Pascua».
«En el 2003 nos trasladaron a esta casa de acogida de dos habitaciones de un barrio residencial, no teníamos electricidad ni había tiendas alrededor. Los mosquitos nos invadían todas las noches».
Ahora Masih tiene un trabajo digno como soldador en un taller.
«Cuatro de mis hijos han nacido aquí. Los más pequeños, gemelos, de 12 años de edad, me ayudan en el taller de soldadura porque tengo cataratas en el ojo izquierdo».
La casa se encuentra muy deteriorada, ha sufrido inundaciones por las lluvias y Masih ha tenido que tomar un préstamo para realizar alunas reparaciones urgentes, además la pandemia ha afectado el negocio.
A pesar de todo Masih expresó su gratitud con la CNJP, que le proporcionó «un abogado, este refugio y el equipo de soldadura. Durante estas casi dos décadas hemos permanecido a salvo.
Mi hija mayor, de 20 años, se casó el año pasado. Asistimos regularmente a la iglesia católica que hay a la vuelta de la esquina. Yo toco el armonio para el coro y me reúno con mis amigos en una tienda de reparación de instrumentos musicales. A veces visito a mis hermanos en el pueblo de Bagywal, pero solo por la noche.
Ahora, ya solo temo por el porvenir de mis hijos porque todos ellos han abandonado la escuela.
Aquí se abusa de la ley antiblasfemia para atacar a inocentes. Si te quedas callado empiezan a sospechar, pero si intentas responder a sus acusaciones tergiversan tus declaraciones. Esto debe terminar».