En la obra: «Lo inédito sobre los Evangelios»

El leproso que estableció una sociedad con Jesús

Explicando la más profunda intención de Jesucristo al curar 10 leprosos, Mons. Juan Clá Días, EP, en su magnífica obra «Lo inédito sobre los Evangelios», señala que lo que el Señor quería era que los curados establecieran una «sociedad» con Él.

(Gaudium Press) Explicando la más profunda intención de Jesucristo al curar 10 leprosos, Mons. Juan Clá Días, EP, en su magnífica obra «Lo inédito sobre los Evangelios», señala que lo que el Señor quería era que los curados establecieran una «sociedad» con Él.

Recordemos: 10 leprosos, parias de la sociedad de entonces, se encuentran con Jesús, quien iba de camino a Jerusalén. Tras pedir a gritos al Salvador que los curara, Jesús no los sana en el momento, pero les da la orden de presentarse a los sacerdotes, lo que debía hacerse para registrar la curación, es decir, el Mesías les garantizaba que serían curados. Efectivamente los leprosos se ponen en marcha, y «mientras iban de camino, quedaron limpios» (Lc 17, 14). Pero solo uno de ellos, el único samaritano, es decir, aquel que pertenecía a un pueblo infiel con relación a la tradición mosaica, despreciado por los otros descendientes de Abrahán, sólo ese regresó para darle las gracias.

A ese, Jesús preguntó: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están?» (Lc 17, 17). Jesús no necesitaba la gratitud de ellos, era Dios. Es cierto que la justicia mandaba la gratitud; pero Jesús, con esas palabras, daba a entender una realidad mucho más profunda.

«Es necesario considerar que, además de la lepra física, padecían ellos también de una lepra moral llamada mundanismo, que los transformaba en ciegos de Dios y los hacía cifrar su felicidad en el prestigio social. El Maestro los curó de la primera para que, en el momento de regresar y agradecer, pudiesen ser curados de la segunda. No obstante, con la ingratitud, habían acentuado todavía más la lepra moral, aunque estuviesen libres de la física. Eso nos debe hacer reflexionar sobre el peligro de ciertas relaciones sociales que no nos aproximan a Jesús. Puede ser que en determinado momento tengamos que retribuirle algún don o favor y, tristemente, por dar más valor a las amistades terrenas nos olvidemos de ese deber». (1)

Lo que Jesús quería más profundamente no era sólo curarlos, sino que ellos reemplazasen sus relaciones mundanas por relaciones con Él, que estableciesen una sociedad con Él.

«En el extremo opuesto de esta postura [NdelR. la de los ingratos mundanos] se encuentra el décimo leproso, originario de Samaría, región habitada por un pueblo manchado por siglos de infidelidad a la verdadera religión. Una vez recuperada la salud, él no tenía a quién recurrir, y, comprendiendo el gran bien que había recibido, supo buscar la sociedad verdadera. No pidió el perdón de sus pecados, la salvación, o poder entrar en el Reino de los Cielos, ni suplicó como el Buen Ladrón en la cruz: ̏Jesús acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino˝. (Lc 23, 42). Sin embargo, él agradeció, y, a partir de este acto de gratitud, Jesús lo favoreció con un milagro mayor que la curación de la lepra: el perdón de los pecados». (2)

Dos cosas a destacar del anterior texto. El samaritano, pecador también como los otros 9, no tenía vínculos mundanos que lo ataran a la vida pasada, vínculos mundanos que le impidiesen manifestar la justa gratitud a Aquel que les había hecho el gigantesco bien de curarlos de la horrorosa enfermedad incurable entonces. Y fue con solo acercarse al Salvador para agradecerle, que obtuvo el milagro mayor del perdón de sus pecados, milagro más grande que la curación de la lepra. Muy probablemente se convirtió en discípulo de Jesús.

La curación operada por el Salvador no era sino un camino para que los leprosos se convirtiesen en discípulos suyos, entrasen en «sociedad» con el Señor, no para que restablecieran las relaciones sociales mundanas de otrora. Pero sólo uno, tal vez el más pecador pero no tan mundano, humilde y grato, fue capaz de acceder a lo que sugería la gracia divina.

Aplicación: No seamos ingratos, reconozcamos que todo viene de Dios, agradezcámosle y busquémoslo. No importa que seamos pecadores; restituir a Dios, buscar acercarnos con gratitud a Él, irá operando la maravilla de curarnos de los males más profundos, esos que nos pueden llevan a la condenación, los males del alma.

Por Saúl Castiblanco

Notas

(1) Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo Inédito sobre los Evangelios - Vol. VI Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo C - Domingos del Tiempo Ordinario. Libreria Editrice Vaticana - Heraldos del Evangelio. Città del Vaticano. 2012. p. 410
(2) Ídem.

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2 comentarios

tarci
Gracias por ayudarnos a profundizar en la Persona de Jesus y en la relacion que nosotros podemos aspirar.

Jesucristo sorprende por su divinidad pero mas me sorprende en su humanidad.

Cristo es responde a una velocidad inesperada al ritmo nuestro y supera nuestras expectativas con su pasion y lenguaje nos deja perplejos...encima gratuitamente nos salva sin hacernos esclavos por ofrecernos la salvacion solo espera amor que El Mismo nos dona...nos empuja a ir junto a El por caminos Altos
12/10/19 9:41 PM
Palas Atenea
Castellani hace una apreciación parecida a esta en su libro "El Evangelio de Jesucristo". Esta es la parábola del agradecido, o de los nueve desagradecidos, según como se vea. Yo no creo que el samaritano no tuviera dónde ir para que le dieran su certificado, seguro que también en Samaria habría alguna autoridad competente para ello. Lo que dice Castellani es que, ante la orden de Jesucristo de que se presentaran ante los Maestros de la Ley, salieron todos desatentados ocupados más en su nueva situación que en pensar Quién y con qué poder habían sido curados, pero el samaritano, como herido por el rayo, se dio cuenta de repente de que Jesús era el Mesias-por muy samaritano que fuera no podía desconocer la profecía-y consideró que Dios estaba antes que nada. Por eso volvió y, al volver, sus pecados le fueron perdonados.
12/10/19 10:49 PM

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