(Actuall) La indiferencia generalizada es lo que nos obliga a seguir recordando que una mujer inocente sigue retenida en su país por el único «delito» de ser cristiana. No se me quita de la cabeza que la Navidad de Asia Bibi, una año más, se parece más al Gólgota que al Belén.
En medio del ajetreo de estos días navideños aprovecho la oportunidad que me brinda este periódico para recordar el caso de Asia Bibi, una mujer que lleva nueve años sin poder celebrar el nacimiento de Cristo con su familia, con los suyos.
La injusticia es manifiesta porque el Tribunal Supremo de Pakistán dictaminó hace dos meses que esta madre de familia cristiana es inocente y no ha vulnerado -como le habían acusado- la ley de blasfemia que impera en ese país asiático.
A pesar de la resolución judicial, el clérigo musulmán que en su día impulsó la denuncia, un tal Qari Mohamed Salam, ha pedido la revisión del caso, por la que todavía el asunto está aún pendiente de apelación y, aunque está fuera de la cárcel, Asia permanece retenida en un lugar desconocido pero aparentemente seguro. El sitio debe ser infranqueable porque no faltan fanáticos islamistas dispuestos a acabar con su vida y la de su familia por mucho que la justicia haya declarado que no cometió delito alguno.
No sé si se hacen cargo de cómo es una cárcel en Pakistán. Yo, sinceramente tampoco pero estoy convencida de que la realidad es mucho peor de lo que pueda imaginarme. En ella ha estado recluida ocho años Asia Bibi. Apenas sabemos de su vida en la cárcel. El testimonio de su hija Eisham Ashiqen de noviembre de 2016, difundido en exclusiva por MasLibres.org y CitizenGO, resulta estremecedor por lo sencillo del mensaje y del formato y por la tímida sonrisa de la jovencita que transmite también cierta preocupación por la salud de su madre.
El fanatismo, lamentablemente existe como también existe la indiferencia de la mayoría de los países y líderes europeos y americanos.
Para nuestra mentalidad occidental resulta absolutamente incomprensible que una persona inocente permanezca en la cárcel ocho años y, una vez, absuelta, no disfrute de una más que merecida libertad. El fanatismo, lamentablemente existe. Como también existe la indiferencia de la mayoría de los países y líderes europeos y americanos. Bastaría con que media docena de ellos mencionaran a Asia Bibi en un discurso o en un tuit para que el Gobierno de Pakistán moviera ficha.
Naturalmente, hay excepciones, como la admirable dimisión del vicepresidente de los conservadores británicos, Rehman Chishti, quien renunció a su cargo en protesta por el escaso apoyo del Gobierno británico a la cristiana pakistaní. Esas cosas sólo suceden en Reino Unido.
Precisamente la indiferencia generalizada es lo que nos obliga a seguir recordando que una mujer inocente sigue retenida en su país por el único «delito» de ser cristiana. En los últimos dos meses las plataformas MasLibres.org y CitizenGO han intensificado la presión sobre políticos y dirigentes mundiales, en especial sobre los dirigentes pakistaníes y llamado la atención de la opinión pública en general a través de varios medios.
Uno de estos medios, las peticiones ciudadanas dirigidas al primer Gobierno de Pakistán, Sr. Imran Khan. Otro, las vigilias de oración y concentraciones delante de las embajadas pakistaníes en diferentes lugares. Por ejemplo, en Madrid. Pero también en muchas otras ciudades.
Además, ambas plataformas han publicado anuncios en los periódicos más importantes del mundo dirigidos a jefes de estado y primeros ministros de Estados Unidos, Alemania, España, Francia, Italia, Países Bajos, Reino Unido, Argentina, México… para pedirles que se interesen por la suerte de Asia Bibi y le dieran asilo.
De momento, y a pesar de las «fake news» que de vez en cuando se difunden, no hay novedad alguna sobre Asia Bibi. Y en unos días se cumplirán los dos meses de su declaración de inocencia. Es cierto, como ha revelado un portavoz de la familia a MasLibres.org, que hay países que se han ofrecido a acogerla y, según algunas fuentes, las negociaciones podrían estar muy avanzadas. De este modo, Bibi y su familia lograría instalarse en América del Norte o Europa.
En 2015 la periodista de ABC Laura Daniele entrevistó al marido de Asia Bibi, Ashiq Masih, quien le preguntó esto: «Vuestra familia y la propia Asia Bibi, ¿no se han planteado en algún momento abjurar de la fe cristiana ante el enorme sufrimiento que les ha implicado sus convicciones religiosas?».
Y esta fue la respuesta de Ashiq: «Nosotros somos cristianos porque hemos nacido en una familia cristiana. Para nosotros es un honor ser cristianos. De ahí obtenemos nuestra fuerza, nuestro coraje para luchar por esta causa. A Asia Bibi se le ofreció mucho dinero si se convertía al islam. La propuesta también incluía que si se convertía, su sentencia a muerte sería revocada. Ella se negó frontalmente y dijo que prefería morir como una cristiana».
No se me quita de la cabeza que la Navidad de Asia Bibi, un año más, se parece más al Gólgota que al Belén. Y de lo que estoy convencida es que su celebración sencilla del nacimiento de Cristo, probablemente en su corazón y en sus oraciones, sin gestos externos que le podrían costar la vida, expresa lo más grande que tiene un cristiano: la dignidad que le otorga el ser hijo de Dios y que no hay quien se lo quite en medio de la pobreza, la persecución y el aislamiento social.