(Observador/InfoCatólica) El cardenal Gerhard Müller es un hombre tan solemne como las funciones que ocupa. Alto, fuerte y erguido, con su vestimenta negra de cardenal, es desde 2012 el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el brazo derecho del Papa Francisco en la preservación de los dogmas de la Iglesia Católica. Elegido por Benedicto XVI para ocupar un cargo que él mismo había desempeñado, tenía –y tiene– mucho en común con Joseph Ratzinger: Ambos son alemanes, teólogos y académicos, y comparten una cierta visión del mundo. Además, Müller fue elegido por Benedicto XVI para coordinar la publicación de sus Obras Completas.
El Prefecto es visto como un conservador que no duda en recordar públicamente los preceptos de la doctrina cuando las voces progresistas piden cambios. Fue atacado después de recordar, en una entrevista a la revista Il Timone, que, a la luz de la doctrina católica, los divorciados vueltos a casar viven en situación de adulterio y «el adulterio es un pecado mortal». El cardenal Müller dice al Observador, que no tiene miedo de hacer declaraciones impopulares: «Jesús no fue muy bien aceptado cuando habló de la indisolubilidad del matrimonio». Sin embargo, se siente molesto cuando le atribuyen el calificativo de policía de la doctrina.
En los últimos cuatro años, ¿cuáles fueron los principales cambios que Francisco trajo a la Iglesia?
Los medios de comunicación prestan atención a los zapatos rojos o negros, se fijan en si vive en la privacidad, en el Palacio apostólico o en Santa Marta. Para mí, no son cosas tan importantes, no son son asuntos de relevancia teológica. Lo más significativo es el nuevo estilo que viene de la experiencia del Papa en América Latina, más cerca de la realidad de los pobres y de las grandes diferencias que existen en la sociedad.
En Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, dejó de haber esa disparidad entre las clases, hay una sociedad más unida, hay más solidaridad, gracias a la doctrina social de la Iglesia que se inició en la post-guerra, y a los partidos democráticos de inspiración cristiana y a los socialdemócratas. No hay tampoco tantas fuerzas anticlericales.
En mis tiempos de profesor universitario en Munich, cada año pasaba tres meses de vacaciones en países de América Latina –Perú, Brasil– . Así que su mentalidad, diferente de la europea y de la norteamericana, no me resulta tan extraña. Conocí algunas obras sobre la teología de la liberación que están de acuerdo con la doctrina de la Iglesia, mientras que otras están más cerca del enfoque marxista. Lo que yo recojo de la teología de la liberación es un mayor desarrollo de la doctrina social de la Iglesia, en relación con las circunstancias especiales existentes en América Latina.
Desde el punto de vista del dogma, no hay nada que diga que el Papa debe venir de Europa, del centro de Europa. En el pasado, hubo muchos Papas de Grecia, de Siria, de otras partes del Imperio Romano, en representación de otras culturas. No es absolutamente nuevo tener un Papa que proviene de una cultura diferente. Ahora, por primera vez, tenemos papas de continentes diferentes. Pero la cultura de Argentina no es totalmente diferente de la europea, está más cerca de lo que lo están algunas culturas asiáticas. La realidad latinoamericana es una mezcla de las costumbres europeas con las nativas. En otros continentes, como África o Asia, hay una cultura propia más fuerte, sin tanta influencia del pensamiento europeo. Para nosotros esto no es un problema. Es un signo de la riqueza de la Revelación, de que todos están llamados a pertenecer a la misma Iglesia, a la misma familia de Dios en todo el mundo.
En América Latina, el Papa siempre estuvo cerca de los pobres, de las periferias de la sociedad, de la que él tanto habla. ¿Esa realidad presenta desafíos a la Iglesia y a la doctrina?
Tenemos una doctrina social. Esta cuestión de las periferias no comenzó con el papa Francisco, lo que sucede es que él ha subrayado ese aspecto, le ha dado relieve. Pero no empezamos de cero. En la historia de la Iglesia encontramos tantas situaciones similares... Cuando hubo encuentros con nuevas culturas, cuando los germanos y los eslavos entraron en la cultura cristiana eso dio lugar a tensiones y hubo necesidad de ajustes. No tenemos una cultura cristiana tan puramente europea que justifique quedarnos sorprendidos con el enfoque de otra cultura. Siempre hay una dimensión de universalidad de la Iglesia, que puede ser representada e inculturada en diferentes pueblos. Las culturas deben estar abiertas a la vida universal de todos los pueblos del mundo. Son esos pueblos de todo el mundo los que forman la familia de Dios. San Juan Crisóstomo escribió en una famosa carta a San Ireneo de Lyon cómo era admirable que los que vivían en la India, en Siria y en Germania en ese momento, a pesar de las diferentes culturas y lenguas, fuesen miembros del mismo cuerpo de Jesucristo. Este es el milagro y la maravilla permanente que tenemos en la Iglesia.
Así que la gran diferencia en estos cuatro años es una cuestión de estilo.
Es el estilo. El Papa que vendrá después también tendrá su propio estilo. Siempre ha sido así, nadie puede ser una copia de su predecesor. Cada Papa, en su persona, es un sucesor de san Pedro, dogmáticamente hablando, no es un sucesor de su predecesor. Desde el punto de vista temporal y cronológico, lo es, pero en el nivel del dogma es el sucesor de Pedro y tiene el derecho de llevar a cabo su misión de acuerdo con su carisma, con su historia, de moldear el Pontificado a su manera.
El Papa anterior trabajó en esta Congregación, fue el Prefecto durante años. Era de la casa. Francisco no. ¿En qué medida es diferente la relación de los dos con la Congregación para la Doctrina de la Fe?
Debido a su historia personal, naturalmente que Benedicto XVI estaba más próximo. No se puede pasar aquí [en la CDF] 24 años y luego decir: «No tiene nada que ver conmigo». Por eso, claro que sus emociones y su sensibilidad estaban más próximas a esta Congregación, pero la tarea de este departamento no cambió. El ir y venir de un Papa no significa lo mismo que la entrada o salida del Prefecto. Las funciones y tareas están por encima y la misión de esta Congregación no sólo depende del Prefecto, sino de los sacerdotes y de los 25 cardinales que trabajan con nosotros. La tarea de la Congregación para la Doctrina de la Fe no ha cambiado y consiste en asesorar al Santo Padre, en dar apoyo a su magisterio, con autoridad y responsabilidad, con el trabajo del día a día. Para nuestros documentos y doctrinas, necesitamos la aprobación del Papa, pero en nuestra vida diaria actuamos bajo su autoridad, pero con nuestra responsabilidad.
¿Con qué frecuencia se reúne con el Papa?
Depende. Los prefectos de esta Congregación y de la Congregación para los Obispos tienen reuniones periódicas con el Papa, cada semana, cada quince días. Dependiendo de la ocasión, estas reuniones pueden ser más frecuentes.
¿Son en el Palacio apostólico?
Por lo general, en el Palacio apostólico, porque no son reuniones privadas con amigos o familiares. Son reuniones de trabajo en las que le llevamos los documentos que estamos preparando para que él tome decisiones.
Amoris Laetitia
Ha habido momentos, después de la elección de este Papa, que insiste en una orientación pastoral, en los que el señor Cardenal advirtió que la Iglesia debe ser prudente con algunos cambios. Me refiero a la interpretación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, y a la carta que algunos cardenales escribieron al Papa durante el Sínodo de la Familia, por ejemplo. ¿Cómo se conjuga el hecho de ser el Prefecto con parecer, a veces, que se tiene una opinión diferente de la del Papa?
No creo que el Papa haya cambiado la doctrina de la Iglesia. La doctrina dogmática no se puede cambiar porque se basa en la Revelación y en el magisterio de la Iglesia, del Papa y de los obispos. En la doctrina de la Iglesia, Jesús es alguien que revela, es un mediador de la salvación. Los Apóstoles y sus sucesores solamente ejercen el ministerio de la revelación y de la salvación que nos es dada por Jesucristo. Tenemos que ser verdaderos ministros de Cristo.
El papa Francisco ya ha dicho en relación con la doctrina del matrimonio que es muy clara y que está muy bien formulada y no está únicamente relacionada con palabras de la Biblia. Es el resultado de doctrina establecida a lo largo de dos mil años. No podemos ignorar el Concilio de Trento, por ejemplo, ni la doctrina sobre el matrimonio elaborada en la [Constitución pastoral] Gaudium et Spes, resultante del Vaticano II, ni lo que se dice en la [exhortación apostólica] Familiaris Consortio [de Juan Pablo II], ni en la encíclica Caritas in veritate, del Papa Benedicto XVI, ni en todas las declaraciones hechas por nosotros.
El problema hoy es cómo nos debemos dirigir a este gran número de personas que no entienden la doctrina cristiana relativa al matrimonio. Comparten otra mentalidad que no acoge ni estima la vida ni las prácticas cristianas. [La cuestión es darse cuenta de] cómo llegar a estas personas y explicar lo que significa para nosotros la gracia de Dios, cuál es el sentido profundo del matrimonio, de la paternidad, de que alguien se convierta en padre o madre. Estos elementos básicos de nuestra antropología no siempre son comprendidos.
Pero esos diferentes enfoques provienen de todas partes, incluyendo la Iglesia. Los obispos de su país, Alemania, por ejemplo, tienen una opinión diferente con respecto al Capítulo VIII de la exhortación Amoris Laetitia.
Pero nada de ello depende de las opiniones personales de los miembros de la Iglesia. Lo decisivo no son las opiniones de los obispos, sino la fidelidad a la palabra de Dios. Hay aquí un cierto positivismo del magisterio, como si el Papa o las conferencias de obispos fueran señores de la revelación. Eso es un malentendido. El Papa dio una interpretación en la Amoris Laetitia, y no es bueno que los obispos den una interpretación de la interpretación. Ya critiqué eso: Es contrario a la estructura de los sacramentos de la Iglesia Católica. El Papa tiene una autoridad superior, sujeta a la revelación, y es responsable de la unidad de la Iglesia en la fe revelada. No es alguien que emite su opinión con la finalidad de sintetizar las opiniones al respecto. Algunos obispos corren el riesgo de prestar más atención a lo que puedan sufrir de cara a la opinión pública que a la Palabra de Dios, que debería ir en primer lugar, de acuerdo con la Biblia y la Tradición apostólica.
¿Y cuál es su propuesta respecto a los católicos que contrajeron matrimonio y se divorciaron?
El sacramento del matrimonio es indisoluble por la voluntad de Dios. Nadie puede cambiar eso. Una posibilidad es volver al legítimo esposo o bien renunciar a las relaciones que no son válidas. La cuestión radica solamente en saber si se habían reunido las condiciones necesarias para la validez de aquel matrimonio, de acuerdo con los preceptos de la Iglesia. El matrimonio civil no es exactamente igual al sacramento del matrimonio. Sin duda, hay muchas personas que no consiguen entender esto.
¿Cree que siempre se puede volver a la unión?
Si humanamente no fuese posible, tampoco pueden vivir [con otros] como si fuesen esposos.
Algunos argumentan que eso elimina la posibilidad de la penitencia o la posibilidad de reconocer lo que salió mal, quedando involucrados en la vida de la Iglesia.
No se puede tener dos tipos de cristianismo: uno para una élite, que respeta la palabra de Dios, y otro para los otros, a quienes damos solamente algunos derechos y sacramentos, dejando que el resto de su vida siga como si no fueran cristianos. Jesús vino a cambiar el viejo mundo de pecado, del cual formaba parte el divorcio. Jesús explicó esto de forma muy clara. No es tan fácil satisfacer la voluntad de Dios. Jesús no quería ir a la Cruz. Podemos decir que era necesario que Jesús muriese por nuestros pecados, pero eso no depende de nuestra voluntad personal, de nuestra opinión.
Cuando las personas dicen que sí a una sola persona, para toda la vida, y les es concedido por Dios el vínculo matrimonial, Él establece una alianza entre esas dos personas. Debemos respetar la realidad del sacramento que recibimos. Seguramente para muchos en el mundo esto es extraño. Muchas personas son incapaces de comprenderlo y buscan formas de huir de esta realidad. Pero si somos bautizados, somos bautizados, somos cristianos. No podemos decir: «Ah, yo vivo en un mundo de musulmanes, voy a la mezquita, porque podemos alabar a Dios en todos los sitios». Si somos cristianos, somos cristianos. Es preciso asumir las consecuencias. Si nos casamos como cristianos, tenemos que asumir las consecuencias de ello. No podemos decir: «Me casé primero, tuve dos hijos, y después me casé con otra persona, tuve otros hijos y ya no quiero saber de los primeros». Hay obligaciones que resultan del matrimonio que es preciso asumir.
¿Como prefecto de la Congregación se siente, en cierto modo, el policía de la doctrina?
En cierto modo, eso me resulta molesto. Es un estereotipo que recae sobre nuestra Congregación. La fidelidad a la palabra de Jesucristo es una tarea de la Iglesia, no tiene nada que ver con la policía. La palabra de Dios es una palabra de salvación. Podría parecer bueno para nosotros que encontrásemos formar de dar razón de Jesucristo de manera que nuestra religión fuese aceptada y mereciese el aplauso de todos, pero nosotros somos la Iglesia Católica. Tenemos que permanecer unidos a las palabras de Dios, en caso contrario perdemos nuestros fundamentos. No podemos hablar solo para agradar a las personas.
Esto significa que a menudo le corresponde a usted ser la voz del deber...
Si yo dijese: «pueden hacer lo que quieran», sería muy querido. Dirían: «Oh, es un gran amigo nuestro». Pero si los padres o los maestros permitieran todo a los niños... a la larga, no sería bueno. El propio Jesús no fue bien aceptado cuando habló de la indisolubilidad del matrimonio. Los apóstoles no quedaron muy entusiasmados. Dijeron: «Es imposible para nosotros en cuanto hombres». Pero Jesús les replicó: «Con la gracia de Dios, todo es posible». Esto es el Evangelio cristiano, no el mero hablar para agradar a las personas–.
Algunos hablan de conservadores y liberales. ¿Cuáles son los liberales? ¿Qué pasó con algunos países que se unieron al cristianismo liberal, reduciendo la base del cristianismo? Cayeron en el secularismo, en la indiferencia. No es tan fácil ser cristiano y perseverar en ello. Sólo hay un camino estrecho que lleva al Cielo. Así que tenemos que mantener clara la Revelación de Jesucristo, haciendo posible seguirla.