(La Vanguardia/InfoCatólica) Sor Lucía Caram (Tucumán, Argentina, 1966), monja dominica del convento de Santa Clara de Manresa, ha sido llamada a capítulo por la Nunciatura de la Santa Sede en España y el pasado viernes fue recibida en el Vaticano por el secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, dicasterio romano que supervisa la actividad de las órdenes religiosas.
En declaraciones a Religión Digital, la propia monja dominica asegura que solicitó ser recibida por el dicasterio romano por, según ella, «haber recibido todo tipo de amenazas». Las supuestas amenazas serían «del Gobierno, porque hemos denunciado con fuerza el tema de las vallas, y de grupos ultras, que han organizado una campaña de cartas contra mí y que han hecho llegar a Roma».
Teresa Forcades (Barcelona, 1966) ha dado un paso más y acaba de comunicar a la plataforma Procés Constituent, de la que es fundadora, que está dispuesta a abandonar temporalmente la vida religiosa para encabezar una candidatura de confluencia de la izquierda soberanista en las elecciones al Parlament de Catalunya, anunciadas para el próximo 27 de septiembre.
Caram confirmó la pasada semana a La Vanguardia que iba a ser recibida en Roma para tratar de su situación, después de haber recibido un apercibimiento verbal de la nunciatura, que considera poco compatible su constante exposición mediática, especialmente en programas de televisión, con los principios de la vida monástica.
En sus declaraciones a Religión Digital, la religiosa dominica quiere distinguir su situación de la de la religiosa benedictina:
«Que se olviden, el caso de la Teresa es distinto al mío. Yo no me voy a meter en política, y tampoco me voy a salir de monja. No tengo queridos, no soy pederasta, no soy corrupta, no me llevo el dinero... pero tampoco voy a dejar el Evangelio ni la apuesta por luchar por los más pobres».
La situación de las monjas Caram y Forcades fue objeto hace unos meses de una deliberación reservada de los obispos de las diócesis catalanas, en una reunión de la Conferencia Episcopal Tarraconense. La conferencia pidió a los obispos Casanova y Cortés que buscasen soluciones, aunque la deliberación no figuró en la comunicación pública de los temas tratados.