Quizá a no pocas personas que hayan leído el Instrumentum laboris, les haya llamado la atención el número de veces que aparecen juntas estas dos palabras: discernimiento comunitario, y se hayan preguntado qué significado le han querido dar, verdaderamente, los que han redactado este documento.
A esa pregunta podemos unir otra sobre el sentido que pueda tener esta otra frase: conversación en el Espíritu, que también aparece aquí y allá en todo el texto.
Ante esas dos frases, me ha venido a la cabeza una pregunta: esa reunión que en breve comenzará en Roma, ¿es verdaderamente un Sínodo de Obispos?
Se insiste con frecuencia, y voces autorizadas, que el Sínodo no es una «democracia», no es un «parlamento»; cosa cierta, sin duda alguna. Y, a la vez, las palabras discernimiento comunitario pueden ser entendidas como el trabajo de los parlamentarios de cualquier Estado, que disciernen en comunión con todos los demás compañeros de asamblea a propósito de las leyes, decisiones, etc., que haya que tomar.
Es cierto que en el Instrumentum se añade que el discernimiento va acompañado por una conversación en el Espíritu, pero en la cabeza de no pocas personas, ese Espíritu puede estar muy lejos del verdadero Espíritu Santo, vistas las peticiones de estudiar algunas cuestiones contrarias a la moral cristiana, que han surgido de esas reuniones y que ya hemos señalado en otros artículos (Caminar juntos, I, II, III).
Además, la presencia de laicos, hombres y mujeres, seglares y religiosos, levanta la cuestión de si este Sínodo es un verdadero Sínodo de Obispos que Pablo VI recomendó muy especialmente celebrar con una cierta frecuencia, para que los Obispos de todo el mundo ayudasen al Papa en la misión que le encomendó Jesucristo: Fortalecer la Fe de los cristianos. La presencia de laicos, seglares o religiosos, abre la puerta a considerar esa asamblea, como una especie de «parlamento» y a preguntarse qué sentido puede tener una reunión de gente semejante.
En una entrevista reciente, el cardenal Müller al contestar a una pregunta sobre la presencia de laicos en la Asamblea sinodal, responde con estas palabras:
«Los obispos participan en su cargo ejerciendo la responsabilidad colegiada sobre toda la Iglesia junto con el Papa. Si los laicos participan en él con derecho a voto, entonces ya no se trata de un sínodo de obispos o una conferencia eclesiástica que no tiene la autoridad docente apostólica del colegio episcopal». (…)
«Cada vez que los efectos populistas inclinan la balanza hacia decisiones tan espontáneas, se oscurece la naturaleza sacramental de la Iglesia y su misión, incluso si posteriormente se intenta justificarla con el sacerdocio común de todos los creyentes y se intenta nivelar la diferencia en esencia con respecto al sacerdocio de ordenación sacramental» (cfr. Lumen Gentium, n. 10).
Sin duda alguna, un buen número de fieles de la Iglesia católica que, de alguna manera, siguen los preparativos de los trabajos de este Sínodo hacen suyas las palabras del cardenal Müller con las que comienza a contestar a las preguntas de la entrevista.
-Este próximo mes de octubre dará comienzo la fase final del Sínodo de la sinodalidad ¿Cómo lo afronta?
-Rezo para que todo esto sea una bendición y no un perjuicio para la Iglesia. También estoy comprometido con la claridad teológica para que una Iglesia reunida en torno a Cristo no se convierta en una danza política en torno al becerro de oro del espíritu agnóstico de la época.
Publicado originalmente en Religión Confidencial.