(625) Espiritualidad, 7. -Jesucristo, siempre mártir

Cristo - Santa Sofía, Constantinopla

–Siempre mártir… ¿Siempre?

–Siempre mártir, desde Belén al Calvario: siempre testigo de la verdad divina y víctima expiatoria en favor de la humanidad.

En esta serie bendita que dedico a temas varios de Espiritualidad, después de haber tratado del Creador, de su Providencia, del Amor de Dios y de la Virgen María (620,621,622,623,624) toca tratar de Jesucristo. Pero no hace mucho le dediqué cinco artículos, densos en doctrina de la fe y en espiritualidad cristocéntrica. A ellos remito.

(543) Cristo glorioso (1): conocerlo y amarlo (25-04-2019). -I) Conocer a Jesucristo, gracia suprema. -Por escritura, Tradición, Magisterio. -Por la oración. -Por la penitencia. -Por el Evangelio. -II) Enamorarse de Jesús. -La belleza de Cristo. -Alegra los corazones. -Enamora. -Santa Teresa de Jesús. 

(544) Cristo glorioso (2): Dios verdadero y hombre verdadero (1-05-2019). -Signo de contradicción. -el hombre Cristo Jesús. -Entendimiento, Voluntad, Sensibilidad. -Imagen perfecta de Dios. -Hizo muchos milagros. -Es Dios. -Es el Hijo de Dios. -La Madre de Cristo. -Se nos da en Belén. -Es el Señor. 

(545) Cristo glorioso (3) (9-05-2019). -El gran misterio de la Cruz de Cristo. -La obra redentora de la Cruz. -El signo de la Cruz. -La Cruz revela el horror del pecado y el valor de nuestras vidas. -Es el sello de garantía de toda espiritualidad cristiana. -La glorificación del humillado: muerte, descenso, resurrección, ascensión, Pentecostés. 

(546) Cristo glorioso (4): Salvador y Sacerdote (13-05-2019). -Salvador del mundo. -Maestro y causa de salvación. -Sacerdote eterno. -Ausencia de Cristo, ascendido al Padre. -Presencia de Cristo antes de la Parusía. -Siempre presente en la Liturgia. -En la fe y la caridad. .

(547) Cristo glorioso (y 5) (16-05-2019). -Segundo Adán, es «todo» para nosotros. -Vivir en Cristo, de Él, por Él, con Él, para Él. -Engendrar a Cristo, como madres. -Amigos de Jesucristo. -El Sagrado Corazón. -Rasgos de la amistad con Cristo. 

 

Crecer en «el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo» (2Pe 1,8) es principio fundamental de la espiritualidad cristiana. «Ésta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (Jn 17,3). En elocuentes palabras lo expresa San Agustín:  «Si Christum noscis, nihil est si cætera nescis - Si Christum nescis, nihil est si cætera noscis»: Si conoces a Cristo, poco importa que ignores lo demás. Pero si ignoras a Cristo, de nada te vale saber de otras muchas cosas.

Lo que voy a tratar ahora viene, pues, a complementar esos citados cinco artículos sobre Cristo, ampliando en razón y fe el conocimiento de su misterio, esta vez en cuanto mártir salvador.

* * *

El martirio de Cristo en los cristianos de hoy

Cristo, el testigo (mártir) veraz, avanza toda su vida por un camino que conduce a la Cruz, donde consuma su testimonio y nuestra salvación. Y nosotros, si queremos ser discípulos suyos, hemos de ser también mártires, llevando su Cruz cada día hasta nuestra muerte. El Maestro nos lo enseña claramente:

«Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran» (Mt 7,13-14). Así pues, «si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, y quien perdiere su vida por mi causa y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8,34-35).

Perder la vida, por entregarla con amor a Cristo y a los hermanos, lleva a la alegría, la paz, la fecundidad, la salvación. Guardar la vida, por no darla a Dios y al prójimo, conduce a la tristeza y a la angustia, a la esterilidad y a la perdición. Al pueblo cristiano se le ofrecen, pues, dos caminos posibles: el verdadero, el del Evangelio, que se recorre con la cruz y que lleva a la vida, y el sendero falso de un falso Evangelio, que intenta eludir la cruz y que lleva a la muerte.

Elegir el camino que se quiere andar no es una opción optativa, es una elección necesaria. Y hoy esta elección se plantea con especial dramatismo, pues de nuevo y más que nunca estamos viviendo el tiempo de los mártires. Por eso, quien prefiera eludir el martirio, quizá lo consiga, pero ha de saber que deja el seguimiento de Cristo y que entra en un camino de perdición. Y quien hoy decide ser cristiano, ha de estar firmemente determinado a ser mártir con Cristo y a llevar cada día su cruz.

 

La Virgen María, en las apariciones de Fátima, anuncia en 1917 a los niños Francisco, Jacinta y  Lucía , hoy Beatos, que el siglo XX será un tiempo de grandes persecuciones contra la Iglesia: «Rusia, si no se convierte, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Finalmente, mi Corazón Inmaculado triunfará». La Providencia divina se encargó de que se cumplieran en la historia estas profecías de la Santísima Virgen.

En un libro que Antonio Socci publicó en 2002, I nuovi perseguitati, se calcula que en los dos milenios de cristianismo han sido mártires, es decir, han muerto a causa de la fe, 70 millones de cristianos, y que de ellos 45 millones y medio (el 65 %) han sido mártires del siglo XX. Y en 2021 la persecución de los cristianos prosigue, notablemente acrecentada dentro mismo de la Iglesia.

Sí, no cabe duda, estamos actualmente en el glorioso tiempo de los mártires. Pero estamos también en el vergonzoso tiempo de los apóstatas. Por eso la situación de la época en que vivimos nos está exigiendo con especial urgencia, por admirable disposición de la Providencia divina, una meditación espiritual profunda sobre el martirio de Cristo y de los cristianos. 

 

Jesucristo, el mártir

Durante su vida temporal, Jesucristo es mártir permanente de Dios en el mundo. Él es «el Testigo (mártir) veraz y fidedigno» (Ap 1,5; 3,14). Él es mártir no solo en cuanto permanente testigo de la verdadde Dios, es decir, como profeta, sino también lo es durante toda su vida en el sentido doloroso de víctima sacrificial, que este término tiene en la tradición cristiana. En efecto, durante toda su vida en la tierra, Cristo avanza consciente, libre y amorosamente hacia la Cruz. Toda su vida es, pues, un grandioso via crucis, un martirio que se consuma en el Calvario, en la Cruz sagrada.

Esta condición martirial y dolorosa de Jesucristo siempre ha sido conocida por los santos, que son quienes mejor lo han comprendido. Así Santa Teresa:

«¿Qué fue toda su vida sino una cruz, siempre delante de los ojos nuestra ingratitud y ver tantas ofensas como se hacían a su Padre, y tantas almas como se perdían? Pues si acá una que tenga alguna caridad le es gran tormento ver esto, ¿qué sería en la caridad de este Señor?» (Camino, Esc. 72,3).

Santa Teresa entiende perfectamente los sentimientos de Cristo porque ella, como quería San Pablo, tiene los mismos sentimientos que Él (Flp 2,5). Cristo está viviendo en ella con toda plenitud, también en los sentimientos, y ella experimenta también la vida presente como una cruz continua. Como lo había experimentado San Pablo: «cada día muero» (1Cor 15,31). «El mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo» (Gal 6,14).

 

–El Verbo divino entra en el mundo

Al entrar en este mundo pecador, el divino Hijo encarnado sabe perfectamente la suerte que le espera. Sabe que Él es Luz divina, hecha visible por la Encarnación, y que las Tinieblas del mundo no la soportarán, y tratarán de apagarla violentamente (Jn 1,5). La Pasión de Cristo se inicia en Belén, en el exilio de Egipto, y continúa in crescendo majestuoso hasta la Cruz.

Por eso Jesús dice al Padre «entrando en el mundo: no quisiste sacrificios ni oblaciones, pero me has preparado un cuerpo. Los [antiguos] holocaustos y sacrificios por el pecado no los recibiste. Entonces yo dije: “Heme aquí que vengo –en el volumen del Libro está escrito de mí– para hacer, oh Dios, tu voluntad”» (Heb 10,5-9; cf. Sal 39,7-9).

 

Se anonada en la Encarnación

Cuando el Verbo divino se hace hombre en María, por obra del Espíritu Santo, entra en la raza humana sabiendo bien dónde entra. –El Eterno, el que abarca todos los tiempos en un presente total e interminable, acepta encarcelarse en un presente infinitamente angosto, indeciblemente efímero, en un instante que, situado entre el futuro y el pasado, «es pasando». –El Santo se introduce, para salvarnos del pecado, en medio de una humanidad hundida en el barro del pecado del mundo. –El Omnipotente, «sin desdeñar el seno de la Virgen», quiere hacerse niño mínimo, inválido, inerme, sin fuerza, lleno de necesidades, totalmente vulnerable. –La Sabiduría eterna del Padre acepta hacerse niño sin pensamiento, perdido entre ensoñaciones, inconsciente, absolutamente ignorante. –El Rico, de quien proceden todos los bienes materiales o espirituales, se hace pobre, y nace en un lugar para animales. –El Primogénito de toda criatura, cuando entra en la miserable vida de sus hermanos, enseguida es perseguido, y a toda prisa, de noche, sin preparativo alguno, ha de hacerse prófugo, exilado en Egipto, en un país extranjero, del que María y José no conocen la lengua, ni las posibilidades de trabajo, ni nada…

«Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» (Gál 4,4), y «siendo rico, se hizo pobre por amor a nosotros, para  enriquecernos con su pobreza» (2Cor 8,9). Él, «existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, sino que se anonadó, tomando la forma de siervo… y en la misma condición de hombre se humilló» (Flp 2,5-8).

Todo esto es «escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero fuerza y sabiduría de Dios para los llamados, sean judíos o griegos» (1Cor 1,23-24).

 

–Escándalo para los judíos

Yavé es el Altísimo, el Creador omnipotente, y «en presencia del Señor se estremece la tierra» (Sal 113,7); «cuando Él mira la tierra, ella tiembla, cuando toca los montes, humean» (103,32). Es magnífico y deslumbrante, terrible en su potencia (Sal 75). Sus teofanías son lógicamente formidables. Y en medio de los estremecimientos de la naturaleza, su voz llega a los hombres:

«Vosotros os acercasteis, y os quedasteis al pie de la montaña, mientras la montaña ardía envuelta en un fuego que se elevaba hasta lo más alto del cielo, entre negros nubarrones y una densa oscuridad. Entonces os habló el Señor desde el fuego, y escuchasteis el sonido de sus palabras; pero no visteis figura alguna: era solo una voz» (Dt 4,11-12)

Pues bien, tal como la Providencia divina dispone la Encarnación del Verbo, ¿cómo los judíos podrán reconocer en Jesús de Nazaret la presencia divina del Señor? ¿«No es éste el hijo del carpintero» (Mt 13,55). Carece de estudios académicos que lo prestigien (Mc 6,2). Y para colmo «viene desde Nazaret, de Galilea» (Mr 1,9; +Mt 21,11). Pero ¿«acaso de Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46). ¿Y cuándo Galilea, la «Galilea de los paganos» (Mt 5,15; +Is Is 9,1), ha dado profetas o jefes a Israel?… Para los judíos el caso es claro: predicar a Jesús como el Enviado de Dios  y creer en él es una estupidez, más aún, es un pecado, es un escándalo. «Se escandalizaban de Él» (Mc 6,3).

Y ese escándalo se acrecienta si la locura de la predicación evangélica propone al monoteísmo de Israel la fe en una Trinidad de Personas divinas, iguales entre sí en eternidad, santidad y potencia.   

 

–Locura para los paganos

Para los intelectuales paganos, concretamente para los griegos, es evidente que Dios, si existe, es puro Espíritu. Los entes corporales, por el mero hecho de ser materiales, ya certifican su propia miseria y precariedad en el orden del ser. Así las cosas, ¿es posible que una mente sana crea que el Logos divino, «siendo Dios y estando desde el principio en Dios», ha entrado en el devenir humano para «hacerse carne» (Jn 1,1-14)? ¿No es simplemente una locura afirmar que Jesús es al mismo tiempo Dios verdadero y hombre verdadero? ¿Qué diferencia hay entre afirmar eso y asegurar que se ha logrado trazar «un círculo cuadrado»? Absurdo.

Y sin embargo, eso fue lo que predicaron los Apóstoles, un grupo de iletrados, que, por obra del Espíritu Santo, ya en el primer siglo encendieron la fe en Cristo por muchas naciones.

«A ver. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el hombre culto? ¿No ha demostrado Dios que la sabiduría de este mundo es una necedad? En efecto, ya que el mundo, con toda su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, quiso Dios salvar a los que creen por la locura de la predicación» (1Cor 1,20-21).

La Encarnación del Verbo divino, por ser la grandiosa «epifanía de la bondad y del amor de Dios hacia los hombres» (Tit 3,4), precisamente por eso, se realiza en la más profunda humildad e indefensión. No se realiza en gloria, majestad y potencia, sino en humilde pobreza, sencillez y desvalimiento. Y justamente por eso, a causa de la maldad de los hombres, el Verbo encarnado va a ser despreciado, perseguido y muerto en la Cruz. Esto Jesús lo supo siempre, desde niño.

¿Realmente lo supo siempre?

 

–La mente humana de Jesús

+Ciencia humana. Nuestro Señor Jesucristo, el Verbo encarnado, según su eterna naturaleza divina, posee una ciencia divina omnisciente, por la que desde siempre conoce todo en sí mismo. Este conocimiento, que está vivo y actuante en Jesús, se expresa no pocas veces en los evangelios: «Yo hablo lo que he visto junto al Padre» (Jn 8,38). Pero a partir de la Encarnación, al asumir la naturaleza humana, en cuerpo y alma, Jesús posee también realmente una ciencia humana. Así lo enseña el Catecismo de la Iglesia:

«el alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Como tal, éste no podía ser de por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones históricas de su existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse hombre, quiso crecer “en sabiduría, en estatura y en gracia”, e igualmente adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de manera experimental (cf. Mc 6,38; 8,27; Jn 11,34). Eso correspondía a la realidad de su anonadamiento voluntario en «la condición de esclavo» (Flp 2,7)» (n.472).

El alma humana de Cristo en la tierra posee, efectivamente, esta ciencia adquirida o experimental (Sto. Tomás, STh III, 9,4), propia de la naturaleza humana, una ciencia verdaderamente creciente (III,12,2).

El Verbo divino, en efecto, al asumir la naturaleza humana, la asume de verdad, se hace semejante a nosotros en todo, menos en el pecado (Heb 2,11-17; 4,15; 5,8). Y por eso realmente «Jesús crece en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

+Ciencia infusa. Hay además en el alma de Cristo, más allá de su ciencia experimental, unaciencia infusa, directamente recibida de Dios, por la que conoce el fondo de los corazones (Jn 2,24-25; Mt 9,4), y también los acontecimientos futuros y todo cuanto convenía para el cumplimiento fiel de su misión redentora.

+Ciencia beatífica. Y el Cristo de la tierra tiene también una ciencia beatífica, por la que ve al mismo Dios. La majestad de la unión hipostática hace inconcebible que Jesús, el Verbo encarnado, en su vida terrena, no «viera» a Dios, sino que lo conociera por «fe». Es doctrina tradicional de la Iglesia que Jesús tuvo en la tierra la ciencia beatífica. Y por eso el Santo Oficio, en 1918, para corregir un kenotismo moderno desviado, prohíbe enseñar, como doctrina temeraria, que «no está establecido con certeza que el alma de Cristo, durante su vida entre los hombres, tuviera la ciencia que poseen los bienaventurados» en el cielo (Dz 3645).   

Sin embargo, como dice Daniel Ols, OP, «todos o casi todos» los cristólogos modernos mantienen que afirmar la visión beatífica en el Cristo viador es alejarse del realismo de la encarnación, que está en el corazón de la fe cristiana (Le Cristologie contemporanee e le loro posizioni fundamentali al vaglio della dottrina di S. Tommaso, Lib. Edit. Vaticana 1991, 164). Incluso Jean Galot, tan crítico frente a las nuevas cristologías, coincide con ellas en la negación de esta ciencia en el Cristo de la tierra (Chi sei tu, o Cristo? Florencia 1979, p.V, cp.12; Cristo, ¿tú quién eres? Madrid 1982).

La convicción tradicional de la Iglesia, sin embargo, es otra, como he dicho. Santo Tomás, por ejemplo, afirma que «la ciencia de los bienaventurados consiste en el conocimiento de Dios. Pero él [Cristo] conocía plenamente a Dios, también en cuanto hombre, según aquello: “Yo lo conozco, y guardo su palabra” (Jn 8,55). Luego tuvo Cristo la ciencia beatífica» (III,9, 2 sed contra).

Pues bien, que Jesús tenía de su identidad personal y de su misión una perfecta ciencia divina es algo obvio. Ahora bien, que de todo ello tenía también una clara y segura ciencia humana es lo que en el resto del capítulo voy a mostrar, advirtiendo previamente lo que sigue:

«Santo Tomás subraya que la ciencia adquirida es la única ciencia propiamente humana [en Cristo], ya que procede de los principios de la naturaleza humana: las otras ciencias poseídas por Cristo no son propiamente humanas» (Ols 160).

 

–Jesús conoce siempre su identidad personal y su vocación a la Cruz

Comprobemos, pues, ahora cómo Jesús, en su ciencia humana, es siempre consciente de su propia identidad personal, conoce su final en la Cruz, y toda su vida camina hacia ella libremente. Precisemos esta afirmación contestando en razón y fe dos cuestiones.

1ª.–Cuándo el alma humana de Jesús se hace consciente de su identidad personal divina? Parece imposible retrasar el despertar de esta conciencia, como algunos lo hacen, hasta los treinta años, hasta su bautismo en el Jordán, o más, como alguno ha sugerido ¡hasta su resurrección! Es absurdo pensar que el hombre perfecto ha ignorado quién es hasta edad tan avanzada.

Cuando Jesús tiene doce años, en una visita al Templo de Jerusalén, «cuantos lo oyen quedan estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas» (Lc 2,47), y habla ya con María y José de «mi Padre», refiriéndose a Dios (2,49). Todo hace pensar que Jesús tiene conciencia humana de su identidad divina desde que tiene uso de razón, y que en él, además, la razón despierta mucho antes que en sus hermanos, los hombres deteriorados por el pecado.

2ª.–¿Cuándo va teniendo Jesús conocimiento humano de que su vida está destinada a la Cruz? En cuanto Él se conoce a sí mismo y conoce al mundo pecador, se hace consciente de que le esperan la persecución y la muerte. Así lo enseña, por ejemplo, la Comisión Teológica Internacional en un documento de 1985, en el que  afirmó, frente a errores bastante difundidos, que Cristo conoce en su vida mortal su identidad divina y es consciente de su misión redentora sacrificial.

En efecto, «la vida de Jesús testifica la conciencia de su relación filial al Padre… Él tenía conciencia de ser el Hijo único de Dios y, en este sentido, de ser, él mismo, Dios» (Proposición 1ª). También «conocía el fin de su misión… Se sabía enviado por el Padre para servir y para dar su vida “por la muchedumbre”» (Prop. 2ª). Valiosos argumentos teológios fundamentan la verdad de tales proposiciones.

Cristo tiene siempre clara conciencia de su condición de mártir, testigo de Dios hasta la muerte. Pero esta afirmación que hacemos sobre Él ha de ser complementada con otra igualmente verdadera.

 

–Jesús es el más feliz de los hombres

La conciencia que Jesús tenía de su vocación y misión martirial podría inducir en algunos la falsa convicción de que Jesús fue un hombre triste, ya que toda su vida estaba oscurecida por la sombra de la Cruz.

Por el contrario,ningún hombre ha sido tan feliz en este mundo como Jesús. A medida que va creciendo, Cristo se conoce, se reconoce, cobra conciencia de ser el Amado del Padre, el Primogénito de toda criatura, el que «sustenta con su poderosa palabra todas las cosas» (Heb 1,3). Él se sabe amado por María, por José, por todos los ángeles y santos. Nadie ha amado a Dios, a la humanidad tanto como Él. Nadie ha gozado como Cristo de la hermosura del mundo, ni ha captado tan bien como Él la belleza y la bondad de las criaturas. Nadie se ha alegrado tanto como Él de vivir en Dios, de moverse y de existir en Dios (Hch 17,28). Nadie ha captado como Jesús la bondad de las personas buenas (el óbolo de la viuda pobre, p. ej.), y todo cuanto de bueno hay en obras, instituciones y culturas humanas. Nadie ha entendido como Él los planes de la Providencia divina, ni se ha gozado tanto en ellos. Nadie ha mirado a los pecadores con tanta compasión y benignidad, con tanta esperanza en las posibilidades de su conversión y salvación.

Nada alegra tanto como amar, porque siendo el hombre imagen de Dios, y siendo Dios amor (1Jn 4,8), el hombre es hombre en la medida en que ama: Y nada le agrada y alegra tanto como amar y saberse amado. Si esto es así, es preciso reconocer que ningún ser humano ha experimentado como Jesús la alegría de amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a sí mismo. Tampoco ha habido hombre que se haya sabido tan amado como Cristo por Dios, por los santos y ángeles, y por tantos hombres. En fin, nadie en este mundo ha tenido tanta paz interior y tanto gozo espiritual, pues nadie se ha identificado tan perfectamente con la Voluntad divina. Es evidente, pues, que ningún hombre ha sido en este mundo tan feliz como Cristo.

Es verdad que los Evangelios nos manifiestan más el dolor que el gozo de Cristo. Pero es indudable que en su vida mortal hubo muchísimos momentos como éste que describe San Lucas: «En aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo, y dijo:“Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra… porque has revelado estas cosas a los pequeños… Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, y quién es el Padre sino el Hijo”… Y vuelto a los discípulos, les dijo aparte: “dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”»… (Lc 10,21-24).

Él es la causa permanente de nuestra alegría (causa nostræ lætitia).

José María Iraburu, sacerdote

 

Índice de Reforma o apostasía

  

6 comentarios

  
Juan
"Y quien caiga sobre esta piedra se despedazará, y al que le caiga encima lo aplastará" Mt 21,44

A veces el mundo, demasiadas veces, se olvida, se nos olvida, el poder, la Justicia y la magnificencia de Jesucristo como Rey del Universo. Harían bien, haríamos bien todos en tentarnos la ropa ante tan indescriptible omnipotencia que todo lo ve y atraviesa, y ante la que todo el orbe habrá de dar cuentas. En especial los malos pastores, que llevaron sus ovejas por sendas oscuras e inciertos acantilados. Creo que estos tendrán un juicio más severo. A mí me parece que el P. Iraburu con su sana enseñanza, sigue siendo un gran contrapeso a estos anticristos, es como una especie de Katéjon, valga la expresión, o por lo menos hace parte de él. Un saludo.

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JMI.-Dice Cristo, y no es farol: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra"
Dice la Iglesia, y o es farola: "Por ntro Sr. Jesucristo, que vive y reina por loa siglos de los siglos".
Dice San Pablo: "alegres en la esperanza"
Bendición +
12/12/20 12:18 AM
  
Gloria (Chile)
Gracias, padre, por la alegría de poder leerlo.
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JMI.-Gracias al Padre, sobre todo, al Padre de las luces, de quien procede todo don perfecto (Sant 1).
Bendición +
14/12/20 12:13 PM
  
Liliana
Ciertamente es muy importante y nesesario conocer y amar a Dios, lo demás vendrá por añadidura.
Trataré de compartir lo que resuena en mi corazón.
Dios Padre envió a su Hijo con Sabiduría Sobrenatural, porque es esencia de un mismo Dios, haciendo posible el paso por esta vida sin pecado.
Sabía que el mal había cerrado el corazón de la humanidad, porque se rechazaban y mataban a los Profetas, por no conocer que la vida dada depende de una elección, con Dios o sin El.
Jesús bajó a superar este abismo, solo con El, en El y para su Gloria, se cumplen sus bienaventuranzas.
Entregó su vida en una cruz y al tercer día fue resucitado, subio a la Gloria del Padre a su derecha y unidos en el mismo Amor cumplir la promesa de enviarnos el Espíritu Santo, El que nos enseñará todo.
Me pregunto, ¿porque en la Iglesia, todos los bautizados, no se produce el encuentro con el Gran Dador de la Vida? Para restar tanta desgracia dando vuelta por este mundo. ¿O es nesesario que Jesús vuelva, para redimirnos?
Padre José Maria Iraburu muchas gracias.
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JMI.-Falta de fe en Cristo Salvador.
Bendición +
14/12/20 3:23 PM
  
Jose Ignacio
Muchas gracias Padre por su articulo
JMI.-Gracias por su gratitud.
Bendición +
22/12/20 1:57 PM
  
Pedro 1
Padre Iraburu:
El domingo pasado, después de la Comunión, se leyó en mi parroquia un escrito titulado “Oración Sagrada Familia”. La he buscado en internet y su autor es el padre Francisco Javier Leoz. Está publicada en la revista Ecclesia de la Conferencia Episcopal desde el 24 de diciembre de 2014. https://www.revistaecclesia.com/oracion-sagrada-familia/
Un fragmento dice:
“En familia, Jesús, creció
y, en familia, Jesús, el amor de Dios aprendió
En familia, Jesús, emigró lejos de su país
y, en familia, volvió a la tierra que le vio nacer.
En familia, Jesús, se instruyó en el lenguaje del cielo
y, en familia, Jesús, entendió los signos de la tierra
En familia, Jesús, cultivó el valor de la fe en Dios
y, en familia, compartió las esperanzas de los hombres.”

Aparte del exceso de comas, ¿a usted le parece normal que este sacerdote diga que Jesús cultivó el valor de la fe en Dios, que se instruyó en el lenguaje del Cielo o que compartió las esperanzas de los hombres. Si Jesús es el Hijo de Dios, de las cosas de su Padre lo sabía todo con visión beatífica, no creía en Él, vivía en el Cielo con su Padre. Jesús compartiría esperanzas nobles de los hombres justos, pero Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Él es la Esperanza para los hombres.
¿Qué le parece a usted? ¡Feliz Navidad!

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Santa y feliz Navidad + JMI
29/12/20 10:53 PM
  
Manuel d
Muchas gracias Padre Iraburu por este maravilloso comentario. Ciertamente nuestro Señor Jesucristo fue mártir, el auténtico mártir. Y nosotros, fieles seguidores suyos, no podemos aspirar a otra cosa que al martirio si bien con Él.
Que el Espiritu SAnto le siga iluminando. Feliz y Santa Navidad.
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JMI.-Gracias por su gratitud.
Santo y feliz 2021, con paz y bien. Bendición +
30/12/20 6:17 PM

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