(432) "Día" de la Misa dominical
–¿No querrá usted que se instituya otro “Día” añadido a las docenas de Campañas y Días que ya tenemos?
–Ésa es exactamente mi intención pro-Misa dominical y, según creo, la de otros muchos.
El abandono de la Misa dominical es el efecto y la causa más importante de la apostasía creciente de Occidente, es decir, de las naciones cristianas más antiguas.
Me ha parecido, pues, conveniente volver a publicar con pocas modificaciones mi artículo (234) Los cristianos no-practicantes son pecadores públicos (09-09-2013).
–Los católicos que durantes años han abandonado la Misa dominical suelen ser llamados «católicos no practicantes». Y el nombre es muy apropiado. Aunque, por supuesto, todos somos pecadores, y en este sentido, todos somos más o menos no practicantes del Evangelio de Cristo. Pero, como veremos, dejar la Eucaristía habitualmente es abandonar la vida cristiana.
A veces los no-practicantes son también llamados alejados, y con razón; pero dejo aquí a un lado este término porque en ocasiones tiene matices diferentes.
–El IIIº mandamiento de la Ley de Dios manda darle culto privado y público, personal y comunitario, adorándole, dándole gracias, bendiciendo su nombre, pues de Él noa viene a los hombres todo bien natural y sobrenatural. Lógicamente, el alma del IIIº mandamiento es el Iº mandamiento, que nos manda amarle con todo el corazón y con todas las fuerzas de nuestra alma. Quien ama al Señor experimenta la necesidad de proclamar su gloria. Y darle culto no es para él tanto una obligación, sino una necesidad interior: «¡dichoso el pueblo que sabe aclamarte!: caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro. Tu nombre es su gozo cada día» (Sal 88,16-17).
Muchos cristianos ignoran, sin embargo, que «La Iglesia es para la gloria de Dios» (208). Ingresaron por el bautismo en un gran Pueblo cuyo destino en este mundo desconocen e ignoran. Se comprende bien entonces que vivan, que malvivan, alejados de la Eucaristía, como cristianos no practicantes. Éstos suelen decirse: «¿qué saco yo con ir a Misa?»… No han entendido nada. De la Misa se saca muchisimo, en segundo lugar. Pero en primer lugar, a la Misa no se va a sacar, sino a dar gloria a Dios, a darle gracias.
–El Día del Señor es el sábado de Israel y es el domingo de la Iglesia. «Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo» (Ex 20,8-10). En la plenitud de los tiempos, con la encarnación del Verbo divino, con su Pasión y su Resurrección gloriosa, se inicia una nueva creación, en la que el día del Señor es el Domingo, «el día primero de la semana» (Mt 28,1; Mc 16,2; Lc 24,1; Jn 20,1; 1Cor 15,3-5), el día siguiente al sábado, el día de la resurrección de Cristo: «¡éste es el Día que ha hecho el Señor, exultemos y gocémonos en él!» (Sal 118,24).
Catecismo: «La celebración del domingo cumple la prescripción moral, inscrita en el corazón del hombre, de “dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular bajo el signo de su bondad universal hacia los hombres” (Sto. Tomás, Suma Teológica II-II, 122,4). El culto dominical realiza el precepto moral de la Antigua Alianza, cuyo ritmo y espíritu recoge, celebrando cada semana al Creador y Redentor de su pueblo» (2176). El Vaticano II (Sacrosanctum Concilium 106), al definir el domingo, encarece el valor insustituíble de su celebración semanal en la vida personal y comunitaria de los fieles. Y así se entendió desde el principio. En el año 155, San Justino, en su I Apología, dirigida al emperador Antonino Pío, le explica que los cristianos son hombres dominicales y eucarísticos: «El día que se llama del sol [sun-day, todavía en inglés] se celebra una reunión de todos»; y describe minuciosamente la Misa de esa reunión comunitaria (67). Hay, pues, desde el principio una clara conciencia cristiana de que la Iglesia hace la Eucaristía, y la Eucaristía hace la Iglesia.
–La virtud de la religión es el alma del IIIº mandamiento, pues ella es la virtud que inclina a dar culto a Dios. Y los mandamientos del Decálogo expresan deberes de derecho natural, es decir, instrínsecos a la naturaleza del hombre, única criatura del mundo visible capaz de conocer a Dios, amarle y darle gracias. Por tanto, la virtud de la religión pertenece a la virtud de la justicia, una de las cuatro cardinales. Sus actos principales son la oración, la adoración, el sacrificio cultual, el voto, etc. Por eso ella encuentra en el Sacrificio Eucarístico la plenitud de su expresión. Logra en la Misa la más profunda unión con Dios (Iº mandamiento), la mayor vinculación con los hermanos (IIº) y el cumplimiento pleno de su ser, de su misión principal en el mundo (IIIº).
Santo Tomás: «Entre todas las virtudes morales es la religión la que más se acerca al fin [que es Dios], pues realiza todo lo que directa e inmediatamente atañe al honor de Dios. Por tanto, la religión sobresale entre las demás virtudes morales» (ib. II-II, 81,6), incluidas las cuatro cardinales.
–La Misa dominical es vital para el cristiano. «La celebración dominical del Día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia» (Catecismo 2177). No es, pues, la Misa dominical para los cristianos una celebración litúrgica optativa, no es un lujo espiritual para los más piadosos: es en principio una necesidad vital absoluta. La Iglesia sabe que no hay vida cristiana sin vida eucarística, ya que la Eucaristía es «la fuente y el culmen» de toda la vida sobrenatural en Cristo, como afirma con especial énfasis el Concilio Vaticano II (LG 11, CD 30, PO 5-6, UR 6). Y el propio Cristo lo enseñó con palabras muy claras: «si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros». Y lo mismo en positivo: «el que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,53-54).
«El domingo, en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica, ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto» (Código c.1246). «El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa; y se abstendrán además de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo» (c. 1247).
«Por tradición apostólica», ha dicho el canon. En efecto, siempre la Iglesia ha celebrado el Domingo como una cadena ininterrumpida. El primer eslabón es el mismo día de la Resurrección de Cristo, y a partir de ese domingo primero, consta por los mismos Evangelios que semana tras semana, cada siete días, se reunían los cristianos y Cristo se les hacía presente en la liturgia (Lc 24,1.13; Jn 20,1.19.26; Hch 20,7). Y el último eslabón de este Memorial ininterrumpido de la resurrección de Cristo será la Parusía, la gloriosa venida de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, el Día del Señor (1Tes 5,2; 2Tes 2,2; 2Pe 3,10.12; Ap 16,14-15). Y pueden estar ustedes estar seguros de que la Parusía acontecerá históricamente en domingo, en el Día del Señor definitivo.
–La Misa dominical es un precepto grave. La importancia suma de la Misa domincal hace entender la suma obligación de participar en ella. Ya nos lo ha dicho Cristo: «sin Eucaristía no tendréis vida». Por tanto, esa obligatoriedad del precepto dominical no está fundada en la autoridad de la Iglesia; es el precepto el que está fundado en la necesidad absoluta de la Eucaristía para la vida cristiana. Si una cierta planta necesita ser regada al menos una vez por semana –así lo indica el prospecto que la acompaña–, se morirá indefectiblemente si durante varias semanas no se le diera ese riego: lo diga el prospecto o bien omita esta información, haya o no haya obligación de regarla. En consecuencia:
–El cristiano que se ausenta voluntariamente y durante largo tiempo de la Eucaristía está en pecado mortal. Es muy importante que lo sepa. Y son muchos los que lo ignoran. Si es pecado mortal quebrantar una vez el precepto dominical, consciente, libremente y sin causa excusante alguna, a fortiori lo es cuando ese quebrantamiento de la voluntad de Dios, expresada en su IIIº mandamiento, se mantiene durante años. Ya se entiende que está en pecado mortal de suyo.
No entramos aquí en ignorancias inculpables, etc., que puede haberlas, indudablemente. De hecho, hoy son muy frecuentes, pues el precepto dominical está ampliamente silenciado en catequesis, predicaciones, confesiones, dirección espiritual, libros cristianos. Por el contrario, con bastante frecuencia los que no profesan la verdad enseñan mentiras: que Dios no exige culto alguno (III mandamiento del Decálogo), que los cristianos han sido liberados por Cristo de toda ley eclesiástica (Lutero y su innumerable descendencia); en una palabra, que los cristianos no tienen ninguna obligación grave en conciencia de ir a Misa los domingos. Muchos enseñan estas mentiras y muchos cristianos se las creen, porque abandonando la Eucaristía se han desvinculado de nuestro Señor Jesucristo y de su esposa la Iglesia, Mater et magistra. Están, pues, inermes para ser vencidos por falsedades, como las que difunde un Pagola:
«Cualquier otra idea de un Dios interesado en recibir de los hombres honor y gloria, olvidando el bien y la dicha de sus hijos e hijas, no es de Jesús. A Dios le interesa el bienestar, la salud, la convivencia, la paz, la familia, el disfrute de la vida, el cumplimiento pleno y eterno de sus hijos e hijas» (Jesús, 10ª ed., 335). Devaluación total del IIIº mandamiento. Contraposición absurda entre doxología y beneficencia; disociación estúpida entre el amor a Dios y el amor al prójimo.
–La gloria de Dios es el fin del universo. Y para suscitarla, y salvar así al hombre, crea Dios el pueblo de Israel y de la Iglesia. Actualmente, pues, es tal el vínculo entre vida cristiana y vida eucarística, que quien deja la Eucaristía, deja la vida cristiana. Abandona la Iglesia, la nave de Pedro, y se ahoga en el pecado del mundo, haciendo suya la vida miserable de quienes «trocaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos, amén. Por lo cual los entregó Dios a las pasiones vergonzosas” (Rm 1,25-26).
Queda en pecado mortal el hombre bautizado en Cristo, en su muerte y resurrección. No está en la gracia de Dios aquel cristiano que durante años o decenios, ausente de la Misa, no quiere unirse sacramentalmente con Cristo Salvador del modo más cierto que es posible en esta vida. Es un cristiano que no quiere recibir cada semana a Jesús, como Palabra y como Pan de vida. Piensa, quizá, que no lo necesita.
Es un cristiano que tampoco quiere mantener la communio ecclesialis, la unión social de caridad con los pastores y con la comunidad fraterna. Nadie le ha excomulgado por su distanciamiento de la Eucaristía; pero él mismo se ha auto-excomulgado de la Iglesia. Quiere –en el mejor de los casos– vivir la vida cristiana por libre, a su aire. Algo imposible.
–La Iglesia, en Oriente y Occidente, ha entendido siempre la Misa dominical como un deber grave, no como un consejo. Un glorioso deber que obliga bajo pecado mortal. Recordaré algunos testimonios antiguos o actuales:
–49 cristianos mueren en Cartago por mantener la Misa dominical (12-II-304). Las Actas martiriales de Saturnino, Dativo y otros mártires africanos, bajo Diocleciano, refieren detalladamente este grandioso martirio colectivo. Diocleciano emperador ha prohibido a los cristianos, con pena de muerte, reunirse para celebrar su culto sagrado. En Abitinas, cerca del actual Túnez, es sorprendido en la casa de un cristiano un amplio grupo que, desafiando la prohibición imperial, celebra la Eucaristía del domingo. Allí «recibieron las ansiadas cadenas y, enviados a Cartago, alegres y jubilosos, no cesaron en todo el camino de entonar cánticos al Señor». El procónsul interroga uno por uno a todos, tratando de persuadirles con palabras y terribles tormentos para que obedezcan la ley imperial. El grupo se mantiene unánime en la fidelidad cristiana. –Télica: «Somos cristianos, y por nosotros mismos nos hemos reunido». –Saturnino: “La celebración del día del Señor no puede interrumpirse» (intermitti Dominicum non potest). –Emérito: «Nosotros no podemos vivir sin celebrar el misterio del Señor (sine Dominico non possumus)». Todos resistieron al diablo «firmes en la fe» (1Pe 5,9; cf. Homilía de Benedicto XVI, (29-05-2005).
–En el Concilio regional de Elvira (306, Iliberis, cerca de la actual Granada), celebran los Obispos el primer concilio de la Hispania bética, y en uno de los cánones enfrentan el absentismo de algunos fieles a la Misa dominical. Pues bien, no se limitan entonces los Pastores sagrados a reafirmar que la Eucaristía es el centro y el culmen de toda la vida cristiana, etc. sino que formulan un canon conciliar por el que debe separarse por un breve tiempo de la comunidad eclesial a quien durante tres domingos no ha participado de la Misa: «Si quis in civitate positus tres dominicas ad ecclesiam non accederit, pauco tempore abstineat, ut correptus esse videatur» (canon 21). Esta severa norma conciliar busca al mismo tiempo la conversión del pecador y la enseñanza de la comunidad cristiana. Aquel cristiano que, viviendo en la ciudad (in civitate positus), es decir, pudiendo asistir a la Misa, no lo hace durante tres domingos seguidos, es separado un tiempo breve de la Iglesia. Se sobreentiende por lo mismo que quien durante años y años no va a la Misa dominical, queda ipso facto excomulgado. Más que ser expulsado de la Iglesia, como antes he dicho, es él mismo quien por iniciativa propia se ha salido de ella. El gran historiador Luis Suárez declaraba en una entrevista que, como es normal, los judíos consideran que abandonó su religión aquel que deja de asistir los sábados a la sinagoga; que lo mismo estiman los mahometanos de quienes ya no asisten los viernes a la mezquita; y que igualmente deben pensar los cristianos de quienes los domingos no van a la iglesia para la Misa.
–El Catecismo Romano (1566), también llamado de Trento o de San Pío V, al comentar el mandamiento IIIº del Decálogo, encarece la celebración del Día del Señor, que hace del Pueblo cristiano el portador del honor de Dios entre todas las naciones, adorándole públicamente y dándole culto litúrgico. Y brevemente concluye el Catecismo que «no puede existir motivo para ser negligentes y perezosos en el cumplimiento de una obligación, que no podemos quebrantar sin gravísima culpa» (parte III, cp. IV) (Cf. Catecismo de San Pío X, 1905, explicación del IIIº mandamiento de la ley de Dios).
–El Catecismo actual de la Iglesia Católica dice que «la Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio. Los que deliberadamente faltan a esta obligación comenten un pecado grave» (2181).
–«Las Iglesias descristianizadas» (205), «Las Iglesias arruinadas por la secularización» (211), hoy eliminan prácticamente el IIIº mandamiento de la Ley de Dios. Sus pastores apenas exhortan a sus fieles al cumplimiento del precepto dominical, o le quitan la condición de precepto, dejándolo en consejo. No se presenta este mandamiento a los fieles como un glorioso deber. No es frecuentemente enseñado en los catecismos, ni urgentemente apremiado en la predicación, ni promovido con insistencia en los Planes pastorales. Eso indica que en tales Iglesias no se considera como un hecho gravísimo que sus bautizados, en su inmensa mayoría, vivan separados crónicamente de la Eucaristía. Lo ven como algo relativamente normal, pastoralmente tolerable, y por otra parte, irremediable. Y justamente porque así lo consideran, se multiplican más y más, en progresión geométrica, los cristianos no-practicantes.
En realidad, estos cristianos falsificados vienen a ser como piedras desprendidas del Templo eclesial, que se edifica con piedras vivas, trabadas entre sí. Han llegado a ser como ovejas dispersas, que sigue cada una su camino, siendo así que Cristo dió su vida «para congregar en la unidad a todos los hijos de Dios, que están dispersos» (Jn 11,53)… Esa inmensa mayoría de bautizados no practicantes ha disgregado el rebaño. Y queda preguntarse: ¿un rebaño disperso es realmente un rebaño?
En el Libro de la sede, editado en España por la Conferencia Episcopal, se pide en la misa de Pastores: «por la multitud incontable de los bautizados que viven al margen de la Iglesia. Roguemos al Señor» (Secretariado Nal. Liturgia, Coeditores Litúrgicos 1988). Como se ve, se considera esa situación como un dato, como una situación estable y previsible. Esta realidad espantosa –que, al menos en las proporciones actuales, no había sido nunca conocida en la historia de la Iglesia–, es hoy vivida por muchos como una realidad normal, o al menos, aceptable, tolerable. Piensan que si algo es, si algo es de hecho, si algo es mayoritariamente y, más aún, si perdura tantos decenios en muchas partes de la Iglesia, no puede ser algo monstruoso. Pero lo es.
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–Tradicionalmente han sido considerados «pecadores públicos» aquellos cristianos que perseveran manifiestamente en un pecado grave. El término (publicus peccator - publici peccatores) fue normal desde antiguo, ya en la primera disciplina penitencial de la Iglesia. Y en el Código de Derecho Canónico de 1917 seguía empleándose, como puede verse, por ejemplo, en los cánones 1240 (sepultura eclesiástica), 1066 (matrimonio sacramento), 693 (ingreso en asociación católica).
Pero desde hace medio siglo, la voluntaria debilitación del lenguaje eclesiástico (nunca decir «pecado mortal», sino «grave desorden moral»; jamás llamar «adulterio» a las relaciones adúlteras, sino «divorciados vueltos a casar»; etc.), ha dejado la expresión en desuso. Sin embargo, es evidente que la Iglesia mantiene en substancia la misma disciplina eclesiástica en relación a los cristianos públicamente pecadores; incluso en el lenguaje, habla de «pecadores manifiestos» (por ejemplo, c. 1184,3: peccatores manifesti), lo que viene a ser lo mismo. Señalo algunos cánones del Código de 1983, hoy vigente, que es una de las derivaciones principales del Concilio Vaticano II:
–Comunión eclesial. «Los fieles están obligados a observar siempre la comunión con la Iglesia, incluso en su modo de obrar. Cumplan con gran diligencia los deberes que tienen respecto de la Iglesia». (209). –Comunión eucarística. «No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave» (915). «Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental» (916). –Padrinos de bautismo. «Para que alguien sea admitido como padrino es necesario que… sea católico… y lleve una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir» (874,3). –Unción de los enfermos. «No se dé a quienes persisten obstinadamente en un pecado grave manifiesto» (1007). –Exequias eclesiásticas. «Se han de negar las exequias eclesiásticas… a los pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles» (1184,3). La última disposición, obviamente, no tiene hoy vigencia alguna: ¡actualmente nadie se escandaliza por nada! (Me corrijo. Sí hay algo que actualmente escandaliza: que se llame a los pecados por su nombre).
–Los cristianos no-practicantes tienen todos los rasgos de los pecadores públicos o manifiestos. Desvinculados durante años o decenios de la Eucaristía, «persisten obstinadamente en un pecado grave manifiesto». No «llevan una vida congruente con la fe», pues su incumplimiento del IIIº mandamiento de la ley de Dios es libre y crónico. Quebrantan habitualmente la virtud de la religión, la mayor de las virtudes morales. Son, pues, «pecadores manifiestos». Y al ser innumerables en tantas Iglesias locales, ya «no causan escándalo», llegando así al mayor escándalo posible.
Al menos aquellos que en algún momento tuvieron fe personal, «son inexcusables, pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de talo modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas» (Rm 1,21). Hablo, por supuesto, del bautizado que en algún momento de su vida tuvo personalmente la fe. Lo más frecuente es que los cristianos que no practican la vida litúrgica de la Iglesia terminan por perder la fe. Y a veces sin darse cuenta siquiera: como si perdieran un paraguas; se dan cuenta de que lo perdieron cuando llega un día de lluvia. Pero la fe no puede perderse sin culpa grave personal:
Concilio Vaticano I (1870): el Señor da a los creyentes la fe, «y los confirma con su gracia para que perseveren en esa misma luz, no abandonándolos, si no es abandonado… Porque los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa justa para cambiar o poner en duda esa misma fe» (Denz 3014).
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Reforma o apostasía. ¿Qué debemos hacer?
Pastores y fieles cristianos han de conocer y reconocer el IIIº mandamiento de la Ley de Dios. Han de venerarlo y cumplirlo. Han de predicarlo y enseñarlo. Han de ver en él la expresión pública y comunitaria del Iº mandamiento. Han de ser conscientes de que persistiendo obstinadamente en un pecado grave manifiesto, vienen a ser pecadores públicos, que no viven en la gracia de Dios, sino que está cautivos de un pecado grave.
Pastores y fieles han de predicar e inculcar la maravilla de la Eucaristía dominical. Han de enseñar y predicar el IIIº mandamiento en homilías, catequesis, educación familiar. No puede una Iglesia local resignarse a ser un edificio en ruinas, con más piedras caídas que edificadas; ni un rebaño con más ovejas dispersas que congregadas. No puede admitir una Iglesia como inevitable que la gran mayoría de sus bautizados sean pecadores públicos, que persisten en un pecado grave manifiesto. Ha de llamarlos a conversión. No puede abandonarlos en su pecado y en su error sin predicarles con fuerza y frecuencia la verdad del mandamiento IIIº .
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El Día de la Misa dominical
La exaltación del IIIº mandamiento del Decálogo requiere en favor de la Misa dominical una intensificación fuerte y prolongada en homilías, catequesis, Planes pastorales, congresos teológicos, revistas, libros, cátedras, ejercicios espirituales, Sínodos diocesanos y regionales, Sínodo de Obispos en Roma. Y si se celebrara un Concilio ecuménico con este fin monográfico, no se pondría, ciertamente, un medio desproporcionado para la importancia del fin pretendido.
Estamos acostumbrados en los últimos tiempos a que las Iglesias locales, a lo largo del año pastoral, multipliquen las campañas por los pobres, las vocaciones, la vida consagrada, las misiones, la paz, los inmigrantes, los enfermos, los parados, los presos, la ecología y tantas otras causas de gran importancia. Y para conseguir esos fines se organizan reuniones, congresos, revistas, semanas, peregrinaciones, encuentros, y no se omiten los gastos precisos para llevar el empeño a los medios de comunicación.
Pues bien, ¿recuerdan ustedes en sus Iglesias respectivas grandes campañas periódicas en pro de la Misa dominical?… Es obligado reconocer que en gran número de Iglesias locales muchos otros deberes morales son urgidos en campañas incomparablemente más frecuentes, apremiantes, costosas e insistentes. Al parecer, la promoción de la Misa dominical no es un objetivo pastoral prioritario. Y esa actitud pastoral expresa y causa una profunda devaluación de la Misa, por grandes y altas palabras que a la Eucaristía se dediquen.
El resultado, que es previsible a priori, podemos comprobarlo a posteriori. Por ejemplo, 1) en la eficacia muy escasa de las campañas vocacionales a favor del sacerdocio ministerial: los seminarios siguen casi vacíos, o cerrados, desde hace medio siglo; y 2) la asistencia a la Misa dominical es mínima y decreciente. En no pocas Iglesias locales el alejamiento habitual de la Eucaristía es tan masivo que ya para muchos bautizados no constituye un problema de conciencia. Muchos, incluso entre los sacerdotes, pareciera que ni saben que el precepto dominical es grave. Son rarísimas las exhortaciones pastorales en favor de la Eucaristía dominical, entendida ésta no sólo como una norma, sino antes y más como una necesidad absoluta del cristiano, con norma o sin ella… Pero no; no podemos acostumbrarnos a esta enorme falsificación de la vida cristiana, ni menos aún considerarla normal e irremediable.
La caridad pastoral verdadera hacia los cristianos no-practicantes –pecadores públicos y persistentes–, es la que les avisa que llevan camino de perdición: la que los llama a la conversión, a la Eucaristía, al cumplimiento del precepto dominical de la Misa, vigente desde el tiempo de los Apóstoles.
Reforma o apostasía.
Post post.– Lo expuesto en este artículo va dirigido a cristianos creyentes, con fe suficiente para participar en la Misa. Para quien no tiene fe, lo primero, por supuesto, no es mantenerse unido a la Eucartistía, a la que aún no tiene acceso, sino acoger el Evangelio de Cristo y de la Iglesia. «El justo vive de la fe» (Rm 1,17), y «la fe es por la predicación, y la predicación es por la palabra de Cristo» (10,17). Ahí está el principio del principio. «En el principio era el Verbo» (Jn1,1).
José María Iraburu, sacerdote
31 comentarios
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JMI.-Los que van a Misa tienen que ayudar a sus hermanos que no van. Y para que lo hagan hay que motivarlos bien.
A propósito, me permito compartir unas palabras de su santidad Benedicto XVI
"En Abitina, pequeña localidad de la actual Túnez, 49 cristianos fueron sorprendidos un domingo mientras, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía desafiando así las prohibiciones imperiales. Tras ser arrestados fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, entre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la severa orden del emperador. Respondió: "Sine dominico non possumus"; es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir. Después de atroces torturas, estos 49 mártires de Abitina fueron asesinados. Así, con la efusión de la sangre, confirmaron su fe. Murieron, pero vencieron; ahora los recordamos en la gloria de Cristo resucitado.
Necesitamos este pan para afrontar la fatiga y el cansancio del viaje. El domingo, día del Señor, es la ocasión propicia para sacar fuerzas de él, que es el Señor de la vida. Por tanto, el precepto festivo no es un deber impuesto desde afuera, un peso sobre nuestros hombros. Al contrario, participar en la celebración dominical, alimentarse del Pan eucarístico y experimentar la comunión de los hermanos y las hermanas en Cristo, es una necesidad para el cristiano; es una alegría; así el cristiano puede encontrar la energía necesaria para el camino que debemos recorrer cada semana. Por lo demás, no es un camino arbitrario: el camino que Dios nos indica con su palabra va en la dirección inscrita en la esencia misma del hombre. La palabra de Dios y la razón van juntas. Seguir la palabra de Dios, estar con Cristo, significa para el hombre realizarse a sí mismo; perderlo equivale a perderse a sí mismo."
HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
Solemnidad del "Corpus Christi"
Domingo 29 de mayo de 2005
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JMI.-Difícil hallar una ilustración para mi artículo más autorizada y oportuna.
Dios se lo pague. Conocía el texto, de cuando escribí el libro EL MARTIRIO DE CRISTO Y DE LOS CRISTIANOS. Pero no pude citarlo porque no recordaba dónde lo cité. Es tan bueno que voy a integrarlo en el texto del art. presente.
Solía decir Thimáner Toth esribiendo sobre la Santa eucaristía;
Cual fuere tu Misa, tal será tu fe.
Cual fuere tu Misa, tal será tu moral.
Cual fuere tu Misa, tal será tu vida.
Cual fuere tu vida aquí abajo, tal será también allá en la Eternidad".
Con razón la Santa Madre Iglesia nos manda participar activamente en la Misa todos los Domingos y fiestas de guardar. Es el centralismo y el Corazón de la Esencia cristiana, la Santa Misa y, debemos de corresponder al Señor después de que Él se hubiese prestado a sufrir y a morir en la Cruz por todos nosotros. ¡Que menos, por nuestra parte corresponder a ese GRAN AMOR y a esa REMISIÓN que Él nos ha concedido GRATUITAMENTE!
Después de lo que ha hecho y de lo que sigue haciendo el Señor por cada uno de nosotros, después de habernos regalado una nueva vida, después de habernos abierto el Cielo, qué menos que acudir una vez a la semana simplemente a darle gracias (Eucaristía significa precisamente eso, "acción de gracias").
Verdaderamente la ingratitud -como decía Cervantes- es el pecado típico de los demonios.
1. Que sucede cuando no se tienen iglesias (Templos) cerca del lugar donde se vive, o es dificil por las circustancias poder llegar a los templos disponibles. Este es mi caso y lo estoy supliendo con la misa en directo desde el Santuario de Lourdes y algunas veces con el de Fátima, pregunto: ¿Es válido para mi cumplir con el precepto viendo la misa en vivo y en directo por internet, de esos lugares?
2. ¿Qué sucede para aquellos fieles que no estan de acuerdo con la misa del NOM y se trasladan hacía templos donde celebran misas tridentinas y que estando más distanciadas, no siempre pueden llegar?
3. ¿Qué va a suceder si se cambian las fórmulas de consagración por una fórmula no establecida en el catecismo de la iglesia, tal como parece ser que va a suceder y los sacerdotes en su mayoría se acojan a esa nueva fórmula independientemente que los fieles lo acepten o no?; ¿qué sucederá con esos católicos que prefieran faltar a la misa que sumarse a la abominación de la desolación?
4. Mis abuelos vivian en el campo, y no había templos cercanos para cumplir con el precepto, además las actividades del campo hacían difícil dejar el lugar para ir a misa, pero rezaban el rosario en familia todos los días.
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JMI.-He numerado sus preguntas para facilitar la respuesta.
1. Hace usted muy bien. "Ad impossibilia nemo tenetur" = nadie está obligado a hacer lo que les imposible. Es adagio antiguo, siempre vigente en la Iglesia.
2. Hay que "estar de acuerdo" con la Misa del Novus Ordo, porque la Iglesia la ha hecho, aprobado y promulgado. Si a uno le da más devoción la antigua que, lícitamente, celebran en otro lugar puede asistir a ella.
3. No soy profeta ni hijo de profeta.
4. Sus abuelos obraban bien, celebrando el domingo del mejor modo que les era posible.
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JMI.-No, la ley mosaica, al menos en muchos asuntos, ya no está vigente. Pero sí están vigentes, y nos ayudan mucho espiritualmente, las leyes de Cristo y de su esposa la Iglesia.
Jesucristo en la Eucaristía es el centro de la vida cristiana. Y por eso, la promoción de la Misa dominical tiene que ocupar el primer lugar en la pastoral de la Iglesia.
Jesucristo reinará en el mundo cuando los cristianos estemos completamente enamorados de Jesucristo en la Eucaristía, participando todos los bautizados con inmenso amor a Cristo en la Misa dominical, y mucho mejor diariamente, y comulgando, y adorando con gran alegría cada día la presencia de Cristo Eucaristía en el Sagrario y en la Custodia. Entonces, con el amor y la fuerza que Jesús nos comunica en "el pan de vida", llevaremos el Evangelio a todos los hombres.
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JMI.- Jesucristo en la Eucaristía es el centro de la vida cristiana. Y por eso, la promoción de la Misa dominical tiene que ocupar el primer lugar en la pastoral de la Iglesia.
Muy de acuerdo.
Hoy existen muchas formas de dar a conocer temas tan VITALES para el ser humano. Una de ellas es la de compartir estos artículos por los medios que hoy existen, por ejemplo Facebook y Twiter o hacerlos llegar a nuestros amigos vía e-mail. Es, hoy por hoy, uno de las formas de evangelización con que contamos.
Muchísimas gracias, Padre Iraburu, por el bien que nos hace con estos post y por facilitarnos material para contribuir, también nosotros, en la evangelización. Que el Espíritu Santo lo siga iluminando.
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JMI.-Es grave deber del laico hacer todo lo que sabe y puede para colaborar en la difusión del Evangelio. Y a veces pueden mucho, con la gracia de Dios.
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JMI.-No es ninguna barbaridad.
Dos cosas.
1. No es una foto, sino un cuadro de Manet (1865), como se dice en la imagen.
2. Me sospecho que de sentido del humor anda usted un poquito escaso.
Pero quizá me equivoque, porque no lo conozco. La imagen quiere expresar y expresa la frase de Cristo que va arriba.
Decirle a un muerto que "Vaya a Misa" para dejar de estar muerto, desde luego, no se concilia con la lógica. Pero en el contexto, está diciendo una verdad muy grande, que casi todos los lectores entienden perfectamente.
Cuando nuestro Señor Jesucristo, combatiendo con ironía y humor, a los fariseos, les acusa de "colar un mosquito y tragarse un camello", dice una verdad muy grande con una frase que, tomada al pie de la letra, es una barbaridad.
Personalmente, después de descubrir el Vetus Ordo, y participar activamente del mismo, regresar al Novus Ordo, aunque celebrado conforme a rúbrica, sin creatividades ni extravagancias, deja una sensación de falta o vacío... entendiendo la estafa al pueblo.
Probablemente sea un cristiano agrio, avinagrado, autorreferencial y cuantos epítetos tenga por ocurrencia el Santo Padre dedicarme (dedicarnos), pero da soberana pereza participar de un acto tan desfigurado. Por eso el precepto dominical se incumple en mi caso y asisto al Vetus Ordo cuando puedo (lo que no es frecuente porque el Sr. Obispo tiene como Cruzada ésta, en vez de otros temas de menor calado -seminario medio vacío, clero "guay", etc.-)
Algo de responsabilidad y pecado tendremos los laicos. Pero una parte, y no pequeña, Obispos y sacerdotes*
Saludos
*Hay Misas que por BBC o funerales me he salido cuando el sacerdote predicaba o cuando directamente faltaba el "Cómo están ustedes?" de los payasos de la tele
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JMI.-Acepte usted en conciencia la Misa del N.O., como hijo fiel de la Iglesia, que reconoce su autoridad. Y si prefiere y puede asistir a una Misa del V.O., vaya a ella tranquilamente. Y no diga que la nueva es una estaba o un acto muy desfigurado.
Yo celebro con mi comunidad la Misa nueva con toda sacralidad y belleza. De chico conocí la Misa en latín antigua. Algunos la celebraban bien o muy bien. Otros mal: por falta de devoción (p.ej., con prisa por terminarla cuanto antes) o de formación (p.ej., dejando que durante la misa (con excepción del momento de la consagración) desde el púlpito se rezara el Rosario, se hicieran novenas...
Todo puede hacerse mal, si falta el espíritu o la formación necesaria.
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JMI.-En este mismo blog tengo un artículo que puede ayudarles:
(232) Santas Misas terribles (26-08-2013). -El Purgatorio en la liturgia. -El Cielo en la liturgia. -Belén. -La Última Cena. -La Cruz del Calvario. -Hoy, santas Misas terribles.
No voy a cantar el Imagine de Lennon, no voy a orar, por "nuestros hermanos musulmanes", "refugiados", a escuchar sermones sin una crítica al mundo, ni a la sociedad, una Iglesia que ha hincado la rodilla ante el mundo, con tal de no perder fieles.Y precisamente por eso los está perdiendo....
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JMI.-También a usted le recomiendo mi art. Santas Misas terribles,
que poco más arriba cito.
Si la gente supiera un poco sobre esto, iría no solo el domingo, sino a diario si pudiese.
Conozco un sacerdote que siempre que confiesa, lo primero que pregunta es por la asistencia a la Misa dominical, añadiendo que es un pecado no ir el domingo.
La compañía de N.S. Jesucristo no cansa, no aburre, atrae, colma de tal manera que no es posible transmitir esta experiencia a nadie, tan solo animar a los hermanos "alejados" a que "prueben qué bueno es el Señor" y rezar por la conversión (verdadera y total) de todos, comenzando por este pecador.
Salvo casos de personas enfermas, desvalidas o ancianas, que para ellos creo que es equivalente.
Hay mucho silencio de los diáconos y sacerdotes sobre este punto como si no quisieran que se queden vacías las capillas donde se realizan estas Celebraciones con la habitual distribución del Cuerpo de Cristo.
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JMI.-Está muy bien que en aquellas parroquias donde, p.ej., no alcanzan a tener sacerdote que les celebre la Misa "todos" los domingos, se celebre el domingo con una para-liturgia: lecturas, oraciones, cantos... Hacen allí lo mejor que pueden para celebrar semanalmente el Día del Señor.
Pero evidentemente una paraliturgia no es una santa Misa.
Fue el mismo Señor quien nos dijo (y precisamente el día en que iba a ser entregado) que: "Hiciéramos esto -el más importante acto sacerdotal de toda su vida- en su memoria".
Obedecer este simple ¡y dulcísimo! mandato -como ha hecho la Iglesia desde el principio (Hch. 2,42)- es lo mínimo que puede hacer un cristiano, aunque ciertamente también desde el principio había cristianos tibios que se escaqueaban (Hb. 10,25). Y esa conducta la critica San Pablo, el maestro de la libertad cristiana.
¡No busquemos excusas para no cumplir con la voluntad del Señor!
Este artículo me trae al recuerdo una frase que, en una entrevista reciente, ha pronunciado el P. Julián Carrón, presidente general de la Fraternidad de Comunión y Liberación: " Nadie dice: «Me he enamorado y desgraciadamente ahora tengo que salir con la chica de la que me he enamorado». Salir con la chica de la que me he enamorado es la consecuencia ética normal de un acontecimiento. Si no me apetece salir con ella… ¡pues es que no me he enamorado! Ninguna imposición podrá tener la fuerza de convicción del acontecimiento de enamorarse. Lo mismo sucede con el cristianismo. El cristianismo es un acontecimiento de este calibre. Los que encontraron a Jesús se vieron sorprendidos cuando vivían la vida cotidiana de otro modo". La Misa, en último término, es un acto sublime de amor: de Dios por nosotros, y de nosotros, al participar en ella, para con Dios.
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JMI.-La Iglesia siempre ha apreciado la virtualidad santificante de sus propias leyes para ayudar a crecer a los que todavía tienen un amor-caridad escaso. Si le interesa el tema y si se anima, puede usted ver estudiado en este mismo blog los arts. (80-94) La ley de Cristo. La ley en la historia de la Iglesia. En el Índice de Reforma o apostasía cada art. resume su contenido en 3 o 4 líneas. Quizá le interese explorarlo.
Insisto: más que en la forma del Rito (conforme a las rúbricas, por supuesto), está en las disposiciones internas y externas para celebrarlo. En más de algún lugar he encontrado misas Novus Ordo que se celebran con toda la sacralidad y ortodoxia requeridas. No son lo más frecuente, pero las hay, es cosa de buscar.
Y es que este "algo mas" es muy importante; es cierto que no participar (que no solo es asistir) a la Eucaristía dominical es ir perdiendo con el tiempo el sentido y la importancia de lo que se celebra, la identidad comunitaria, y siguiendo por este camino, la indiferencia religiosa y tal vez la fe.
Otra cosa es si nuestras misas son significativas par los "alejados", si se respira fraternidad, acogida......un conocido mio dice que fue a un culto evangelista y sin conocerlo, algunos se acercaban a él, le preguntaban se interesaban por el, por su vida........en cambio me decía que en las misas católicas nadie le dirigía la palabra. El era un agnóstico con inquietudes religiosas y buscaba "algo", y iba probando; pero lo evangélico le convencía más por la cercanía humana.
La relación entre la Última Cena, la Cruz y la Misa es de simetría temporal y óntica: la Cruz en el centro, la Última Cena antes y la Misa después. En la cruz Jesús se ofreció en sacrificio cruento, en la Última Cena pre-presentó ese sacrificio, y en la Misa lo re-presenta por medio de la Iglesia.
La liturgia y el universo fueron ciertamente instituida y creado por Dios para su gloria, pero entendiendo esto en el sentido que enseña la Constitución "Dei Filius" del Concilio Vaticano I: "para manifestar su perfección a través de los bienes que concede a sus creaturas". Como dice el Catecismo en el #294, "la gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado."
Por lo tanto la gloria de Dios, para la cual el universo/liturgia fueron creado/instituida, implica dos movimientos: primero el movimiento descendente, catabático, de Dios hacia nosotros, y luego, siempre y solamente en respuesta al anterior, el movimiento ascendente, anabático, de nosotros hacia El. Esta dinámica está presente de manera particularmente evidente en la Nueva Alianza. Mientras el núcleo de la Antigua Alianza era lo que el hombre debía obrar en obediencia a los mandamientos dados por Dios en la Ley, el núcleo de la Nueva Alianza es lo que Dios obra en el hombre, la nueva creación, a partir de la cual, y solamente a partir de la cual, el hombre es capaz de (y debe) obrar de acuerdo a la voluntad de Dios.
Esta obra de Dios en la Nueva Alianza tiene dos fases: la primera en la vida terrena de NSJC y la segunda en la nuestra. Recordando en este punto la etimología del término liturgia, el cual viene del griego λειτουργία, compuesto de los términos λάος, pueblo, y έργον, trabajo, obra, el cual en el mundo helénico hacía referencia a las obras que algún ciudadano hacía en favor del pueblo, y teniendo presente que toda la vida pública de NSJC fue una obra en favor del pueblo: enseñando, curando enfermos y resucitando muertos, alimentandolo y finalmente ofreciendo su vida al Padre en sacrificio de expiación por nuestros pecados en la cruz, es evidente que, en el sentido original del término, toda la vida pública de NSJC fue una Divina Liturgia. Y la liturgia de la Iglesia es apropiadamente llamada así porque en ella NSJC continúa, por medio de los ministros, su obra en favor del pueblo, particularmente en la Misa - justamente llamada por los católicos de rito bizantino y los Ortodoxos "Divina Liturgia", nombre a mi juicio muchísimo más apto que "Misa" para expresar la realidad de lo nombrado - en la cual NSJC realiza tres de los cuatro aspectos de su obra que mencioné: nos enseña, renueva de modo incruento su sacrificio en la cruz, y nos alimenta. La única parte de su obra que Jesús no realiza en la Misa es la curación de enfermos, lo cual tiene lugar en el sacramento de la Reconciliación.
Por lo tanto, la liturgia, y en particular la Divina Liturgia o Misa, es ante todo obra de Cristo en favor nuestro para que recibamos y crezcamos en la participación de su vida divina, lo cual es la razón de su venida ("Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia", Jn 10,10), y recién después, y en respuesta a lo anterior, obra nuestra de glorificación de Dios.
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JMI.-La glorificación de Dios es el fin principal del universo, y de la liturgia todo, de la MiaA, por supuesto. "Gloria al P, al H y al ES, por los s. de los s. Amén".
"En esto se manifestó el amor de Dios entre nosotros: en que Dios envió a su Hijo Unigénito al mundo para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados." (I Jn 4,9-10)
Es justamente en respuesta al inmenso amor de Dios manifestado en la entrega de su propio Hijo por nuestros pecados que nosotros podemos amar a Dios como Él quiere ser amado. La perfecta glorificación al Padre en la Misa es hecha en respuesta a, y en unión con, el sacrificio de su Hijo renovado incruentamente sobre el altar, la máxima expresión de su amor obediente al Padre.
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JMI.-Dios nos amó primero. En la creación y en la salvación del mundo. Y todo movimiento de conocimiento, de amor, de acción de gracias hacia Él, es siempre respuesta movida por el ES para glorificar al P en JCto.
"El mundo ha sido creado para la gloria de Dios" (Vat. I: Dz 3025). Y los cristianos hemos sido elegidos "para que unánimes, a una sola voz, glorifiquemos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo" (Rm 15,6). La Liturgia de la Iglesia lo sabe perfectamente.
La Parusía será domingo. Pero no sabemos qué domingo.
(Si me equivocó corrijame)
P.D.
El Apocalipsis ocurrió el domingo. (Cap. 1)
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JMI.-"Quiso Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación". Sin duda el Evangelio es y ha sido siempre "escándalo" para unos y "locura" para otros. Para muchos paganos, algo tan contrario en tantas cosas a lo que piense y tiende el hombre mundano-adámico-carnal, que no puede ser verdadero. Pero siempre es y ha sido el Evangelio "fuerza y sabiduría de Dios para los llamados, sean judíos o griegos" (1Cor 1,20ss). Decir que "en la actualidad" el Evangelio es impredicable por incomprensible es una enorme estupidez.
"La palabra de Dios no está encadenada" (2Tim 2,8), lleva veinte siglos predicándose en todas las lenguas y culturas, y en todas ellas el ESanto abre los ojos de algunas almas, muchas o pocas, y arma comunidades grandes o pequeñas.
+Pensar que un dato importante para juzgar el grado del amor cristiano fraterno puede apreciarse en si se saludan más o menos al terminar la Misa resulta muy aventurado. Yo en mi Diócesis, según las zonas, he visto en algunas parroquias reunirse en corros tras la misa, en otros sitios no hacerlo. Pero de éstos hay pueblos que han dado montón de santos matrimonios, familias numerosas, monjas de la caridad, hermanos de los enfermos, misioneros por el mundo... Se ve claro que tenían caridad fraterna, aunque no tuvieran la costumbre de juntarse al final de la Misa.
La buena gente de Misa diaria, por otra parte, ya con faltar media hora de casa, hacen mucho. Como para pedirles que se queden un rato después "fraternizando"...
Cuando era Pequeño, iba al Cine a ver Obras Maestras con mi amadísimo y amantísimo Padre ¡Ahora voy a Misa, y la quisiera Diaria, pero no puedo, de Momento! ¡En ambos Casos, el Gozo del Espíritu Santo, de mi Padre Carnal a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo! ¡El Amor al Padre, el Amor de Dios! ¡La Alegría Pura y entusiasta, la Felicidad del Amor del Espíritu Santo! Nada más.
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