(205) Reforma o apostasía –I. Iglesias descristianizadas
–No estoy seguro, pero me parece ver ya la salida del túnel.
–Hágame el favor de no llamar «túnel» a mi blog, como si fuera necesario salir de la oscuridad de mi blog para llegar a la luz.
Terminaré volviendo al principio. La serie que ahora comienzo, Reforma o apostasía, terminará el conjunto de estos 204 artículos numerados que llevo publicados en mi blog. Lo inicié en junio de 2009 tratando sobre las Reformas de la Iglesia (1-7), y con ese mismo tema lo termino. Sigo así una forma literaria característica del estilo poético de Israel. Usaban los judíos con cierta frecuencia en sus poesías la fórmula que suele llamarse inclusión (x…….x), según la cual los versos iniciales del poema, después del desarrollo de su cuerpo, se repetían al final (por ejemplo, Salmo 8 y 102). Valga la analogía, si aplico esa forma a esta obra mía, mucho más larga.
En la serie anterior, Apostasía (198-204), consideré los horrores de un mundo sinCristo. Lo hice porque es preciso que los cristianos sean bien conscientes de que están viviendo en Babilonia. Acostumbrados a los males del mundo moderno, que han vivido desde chicos, es fácil que los cristianos no capten suficientemente sus errores y horrores, y que acaben aceptando sus pensamientos y caminos. Pero si así sucede, se mundanizan y caen en la apostasía. Pierden la fe y la vida en Cristo y en la Iglesia.
Algo semejante puede suceder a los cristianos que llevan muchos años, algunos desde niños, viviendo en Iglesias descristianizadas. Me refiero en plural, según la tradición, a las «Iglesias locales», integrantes de la Santa Iglesia Católica, que siempre es una, una sola. Sigo el ejemplo de San Juan apóstol cuando se dirige en el Apocalipsis (2-3) a siete Iglesias del Asia menor, algunas de las cuales se permitían graves infidelidades en materias de fe y de moral.
Hay muchos grados diversos de descristianización en las Iglesias, o si se quiere decir en positivo, de fidelidad al cristianismo. El sello de la Bestia, es decir, el espíritu del mundo, puede ser aceptado más o menos por un pueblo cristiano en la frente o en la mano. Ya se comprende que en esta mundanización de la mente y la conducta se dan muchos grados, y que dentro de la Iglesia universal sus diferencias son innumerables según personas, naciones e Iglesias locales. Sin embargo, conviene que, aun arriesgándonos a generalizaciones de pocos matices, observemos la situación de las naciones ricas descristianizadas de Occidente, en donde los cristianos han de desarrollar hoy su vocación a la santidad. Y para entender bien la realidad actual de las Iglesias en el mundo puede ayudarnos la encíclica Redemptoris missio (1990), en la que Juan Pablo II distingue hoy tres situaciones.
1.–Pueblos cristianos, unas veces antiguos en la fe, y otras más jóvenes (33c). 2.–Pueblos no cristianos: «el número de los que aún no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta constantemente; más aún, desde el final del Concilio, casi se ha duplicado» (3b; cf. 33b). 3.–Pueblos descristianizados: se da hoy, entre la primera y segunda, «una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio» (33d); son las «áreas de antigua cristiandad, que es necesario reevangelizar» (32b).
Pues bien, consideremos aquí esa situación tercera, la de los pueblos descristianizados, más aún, la de las Iglesias descristianizadas, en las que la mayoría de los bautizados «han perdido la fe» y viven «alejados de Cristo y de su Evangelio», y de su Iglesia, aunque mantengan todavía a veces con ella una mínima relación ocasional.
Las Iglesias en avanzado estado de descristianización son hoy muchas en las antiguas naciones cristianas de Occidente. En tal situación terrible –la Viña devastada– sucede con frecuencia que los cristianos acaban familiarizándose con las infidelidades generalizadas en sus Iglesias locales tanto en ortodoxia como en ortopraxis. El horror de esas infidelidades crónicas ya no escandalizan a la mayoría de los bautizados, sino que estiman ya los males como bienes y las mentiras como verdades, y consideran normales las deficiencias, a veces gravísimas y crónicas de la vida de su Iglesia local. Si nadie les hacer ver la falsificación profunda del cristianismo que están viviendo –a veces desde niños–, si nadie les llama a conversión, aceptan sin combate un cúmulo de infidelidades, incurriendo en ellas por acción o por omisión sin tener apenas escrúpulo alguno de conciencia.
¿Podemos aceptar el término de Iglesia descristianizada? El calificativo es muy fuerte. Pero no es fácil hallar otro término que nos parezca mejor: Iglesia enferma –como un árbol casi seco, que ya no da fruto y que mantiene apenas algunas hojas–, Iglesia agonizante –en disminución continua hace años–, Iglesia deformada –urgentemente necesitada de reforma, es decir, de recuperación de su forma verdadera–, Iglesia en ruinas –en la que se ha derruído la mayor parte del edificio, aunque aún se mantienen otras partes–…
Una Iglesia puede decirse descristianizada cuando en ella abundan las herejías, manteniéndose impunes, quizá durante decenios, quienes las difunden. Está descristianizada una Iglesia cuando en ella abundan también y perduran en la liturgia los sacrilegios, concretamente los graves abusos en la celebración de la Misa y del sacramento de la Penitencia. Es una Iglesia en la que la Autoridad apostólica se ha debilitado gravemente, y ha quedado sin la luz y fuerza necesarias para mantener la ortodoxia y la ortopraxis. Es una Iglesia que ha eliminado la dimensión soteriológica de la salvación: cielo o infierno, falsificando gravísimamente el Evangelio en su conjunto; en los funerales la salvación del difunto es automática. Una Iglesia en la que el celo doxológico por la gloria de Dios, la voluntad de que sea conocido y amado, está prácticamente apagado. Una Iglesia en la que, entre cientos de miles de bautizados, no hay durante años casi ninguna vocación sacerdotal o religiosa. Una Iglesia en la que los bautizados, en su gran mayoría, están alejados, salieron del rebaño, son «no-practicantes», no viven en la comunidad eclesial. Son cristianos, pues, que no van a Misa los domingos, quedando habitualmente desvinculados de la Eucaristía, como si se pudiera ser cristiano sin ella. Una Iglesia local en la que ha caído en desuso el sacramento de la penitencia, y a veces también el de la confirmación. Una Iglesia en la que casi todos los matrimonios practican la anticoncepción, logrando unos índices mínimos de natalidad. Una Iglesia que no tiene fuerza espiritual ni para evangelizar realmente en las misiones, ni para educar cristianamente en catequesis, colegios y universidades, ni para actuar eficazmente en la vida política y cultural.
En una Iglesia descristianizada los cristianos hacen suyos normalmente los pensamientos y caminos del mundo secular, aceptan sin actitud crítica las costumbres, usos y modas de los paganos. Es una Iglesia que, al mundanizarse, adolece por contagio de todos los males del mundo: sufre grandes divisiones internas, ha muerto en ella la filosofía perenne, la fealdad caracteriza el arte religioso en todos sus campos, la disgregación de las familias es frecuente, y en ellas se da la invasión habitual y descontrolada de la televisión, internet y demás medios de comunicación y entretenimiento.
¿Existen hoy estas Iglesias descristianizadas? Ciertamente. Son incluso relativamente frecuentes en el Occidente rico. Y podemos preguntarnos:
1. ¿Estas Iglesias merecen ser calificadas como descristianizadas? Sin duda. Otra cosa es el uso que convenga darle a esa expresión, que normalmente será mínimo. Pero sí es necesario y urgente que aquellos cristianos que, por permisión amorosa de la Providencia divina, viven en un mundo-Babilonia y en una Iglesia descristianizada sean bien conscientes de su circunstancia y no la ignoren.
2. ¿Estas Iglesias, si están descristianizadas, merecen ser llamadas Iglesias? Ciertamente. Siguen siendo Iglesia: mantienen en su Obispo –que puede ser excelente– la sucesión apostólica, la Eucaristía verdadera, el vínculo con la Sede de Pedro, aunque todo ello, concretamente la fe católica y la moral, se viva en ella de modos muy imperfectos. Y hay que señalar también que, por la misericordia de Dios, pervive en ellas un Resto fiel en medio de un mundo eclesial en gran medida descristianizado. Subsiste, pues, en ella la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.
Pues bien, la conciencia de estar viviendo en una Babilonia mundana y en una Iglesia descristianizada ayuda a los cristianos fieles a librarse de actitudes buenistas y pacifistas –«vamos bien»–, que por su ceguera oportunista o simplemente ingenua constituyen la mejor actitud para que perduren y se agraven los males del mundo y de la Iglesia. Ese conocimiento de la verdadera situación les hará posible vivir su relación con el mundo y su vinculación a la Iglesia en fe y esperanza, en prudencia y fortaleza, en paz y santidad martirial. Escuchemos todos la norma del Apóstol: «dáos cuenta del momento en que vivís» (Rm 13,11).
«La verdad os hará libres» (Jn 8,32) del demonio, del mundo y de la carne. «Aunque pase por valle de tinieblas, no temeré mal alguno, porque Tú vas conmigo» (Sal 22,4). «No temas, pequeño rebaño, porque el Padre ha tenido a bien daros su Reino» (Lc 12,32). «Todas las cosas colaboran al bien de los que aman a Dios» (Rm 8,28). Paz y esperanza en la verdad, no en la mentira.
La Viña devastada. En la Misa de inauguración del Sínodo Episcopal sobre la Eucaristía, presidida por el papa Benedicto XVI (2-X-2005), se celebró el domingo 27 del Tiempo Ordinario.
En la primera lectura, Isaías trae el lamento de Dios por su Viña devastada: «Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su Viña… ¿Qué más cabía hacer por mi Viña que yo no lo haya hecho? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dió agrazones?… Quitaré su su valla y que sirva de leña. Derruiré su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada… La Viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel» (Is 5,1-7).
Dios en Israel suscitaba profetas y salmistas que, en forma orante y esperanzada, confesaban abiertamente las infidelidades, a veces gravísimas, del pueblo y de sus autoridades contra Yahvé. Si ellos se resistieran a denunciarlas, Israel acabaría rompiendo su Alianza con Dios y se suicidaría espiritualmnte siguiendo caminos de perdición, separándose del Señor de la Vida… Sigue la Misa, con el Salmo 79: la Viña devastada.
«Pastor de Israel, escucha,tú que guías a José como a un rebaño; tú que te sientas sobre querubines, resplandece ante Efraín, Benjamín y Manasés; despierta tu poder y ven a salvarnos. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
«Señor Dios de los ejércitos, ¿hasta cuándo estarás airado mientras tu pueblo te suplica? Les diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos; nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,nuestros enemigos se burlan de nosotros. Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
«Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste; le preparaste el terreno, y echó raíces hasta llenar el país; su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos, los cedros altísimos; extendió sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río. ¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas? Dios de los Ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa. La han talado y le han prendido fuego; con un bramido hazlos perecer. Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre. Señor Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve».
Y el Evangelio trae la parábola de los viñadores infieles, que matan al Heredero de la Viña, para quedarse con ella (Mt 21,33-43). Predica el Papa en su homilía:
«Dios nos espera. Él quiere que le amemos. ¿Un llamamiento así no debería tocar nuestro corazón?… ¿Encontrará una respuesta? ¿O sucederá con nosotros como con la viña, de la que Dios dice en Isaías: “Esperó a que diese uvas, pero dio agrazones”? Nuestra vida cristiana, con frecuencia, ¿no es quizá más vinagre que vino?… Allí donde el hombre se convierte en el único dueño del mundo y en propietario de sí mismo no puede haber justicia. Allí sólo puede dominar el arbitrio del poder y de los intereses. Es verdad, se puede expulsar al Hijo de la viña y matarlo para disfrutar egoístamente de los frutos de la tierra.Pero entonces la viña se transforma muy pronto en terreno sin cultivar, pisado por los jabalíes, como dice el salmo responsorial (Salmo 79,14)».
Es muy escaso hoy, por el contrario, el reconocimiento que las Iglesias descristianizadas tienen de su verdadera situación. Sus Obispos, quizá por no desalentar al Resto fiel que permanece en ellas, apenas nunca denuncian la situación de ruina acelerada en la que vive la Iglesia local. Algunos de estos Obispos, lo más veteranos, quizá en veinte o treinta años hayan visto cómo el diablo y el mundo reducían a una mitad o a un tercio el rebaño que les fue confiado por el Pastor celestial; pero ellos, negándose a ver y a reconocer la realidad de su Iglesia, mantienen en sus palabras y en sus planes un optimismo y una positividad que identifican con la virtud teologal de la esperanza. Algún ilustre teólogo les confirmará en su ceguera asegurando que «estamos mucho mejor en vida cristiana que hace cincuenta años». La vida pastoral de la diócesis, la orientación de la mayor parte de las congregaciones religiosas y de los grupos laicales, coinciden, quizá por fidelidad al Obispo, en esa misma visión. Se cierran año tras año conventos, a veces antiguos y grandiosos, convirtiéndose en hoteles, centros sociales cívicos, etc. Los párrocos, año tras año, han de atender más y más parroquias: dos o diez o veinte. Se apaga el fuego de la Eucaristía en centenares de altares, de tal modo que donde antes había mil Misas, ahora hay cincuenta. Los Seminarios y los Noviciados quedan reducidos a mínimos. Es eliminado el sacramento de la penitencia. Et sic de cæteris.
Pero quienes no quieren ver, no ven, confundiendo en un esfuerzo voluntarista, como he dicho, su ceguera suicida con una heroica esperanza teologal: Abraham «fundado en la esperanza, creyó contra toda esperanza» (Rm 8,21). Se dedican entonces grandes campañas de ayuda a los pobres, a los inmigrantes, a diversas finalidades nobles y urgentes, siempre sobre necesidades temporales.
Pero no se dan, por ejemplo, con un impulso y frecuencia semejantes, campañas para recuperar a los bautizados alejados, llamándolos con urgencia absoluta a la Misa dominical, y advirtiéndoles claramente que su alejamiento crónico de la Eucaristía puede llevarles a una muerte eterna: «si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6,53). ¿Recuerdan ustedes alguna campaña semejante?…
Tampoco se exigen las vocaciones sacerdotales en campañas a vida o muerte, echando a vuelo las campanas de los templos, convocando días de oración y penitencia, alertando a los fieles de que si no hay pastores, no se mantiene reunido el rebaño, desaparece la Iglesia: un rebaño disperso, en el que cada oveja sigue su camino, no es un rebaño: no es Iglesia; siendo así que «Jesús murió no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno [Ecclesia] a todos los hijos de Dios dispersos» (Jn 11,51-52). Y donde no hay Iglesia, cesa la alabanza divina y la salvación de los hombres: desaparece de entre los hombres «el sacramento universal de salvación». ¿Quizá en algunas Iglesias locales han conocido mis lectores campañas vocacionales semejantes?…
Quienes más abiertamente han declarado en los últimos decenios el arruinamiento progresivo de muchas Iglesias locales de Occidente han sido los Papas. Nunca han intentado ignorar, negar o disminuir la gravedad de esas infidelidades colectivas. En algunas de sus intervenciones –pocas, sin caer en excesos– se aprecia claramente que los Papas saben que en algunas Iglesias, y a veces en sus niveles más altos, abundan más las herejías y los sacrilegios que la ortodoxia y la ortopraxis. Saben que no puede haber tratamientos adecuados a la gravedad de una enfermedad si no se acierta en su diagnóstico.
–Pablo VI, ya en su primera encíclica, Ecclesiam suam (1964), da una fuerte alarma sobre el modernismo renaciente (nº 10). Y recién clausurado el Concilio, reconoce públicamente la degradación eclesial que se va produciendo aceleradamente, sobre todo en las Iglesias locales del Occidente rico. Son los años del Catecismo Holandés y del concilio Pastoral de Holanda (1967-1969), los años de la vergonzosa resistencia –en la que algunas Conferencias episcopales participaron– a su grandiosa encíclica Humanæ vitæ (1968), los decenios de la avalancha de secularizaciones de sacerdotes y religiosos… Su diagnóstico es lúcido y grave, realista y humilde. Es humilde: el Pastor reconoce que los lobos han entrado en el rebaño que el Señor ha confiado a su cuidado, y ha hecho en él estragos.
En el discurso de apertura de la II Conferencia General del episcopado latinoamericano (CELAM), celebrada en Medellín (1968), Pablo VI pone en alerta a los Obispos iberoamericanos con gravísimas palabras:
«La fe está asediada por las corrientes más subversivas del pensamiento moderno. La desconfianza que, incluso en los ambientes católicos, se ha difundido acerca de la validez de los principios fundamentales de la razón, o sea, de nuestra philosophia perennis, nos ha desarmado frente a los asaltos, no raramente radicales y capciosos, de pensadores de moda. El vacuum producido en nuestras escuelas filosóficas por el abandono de la confianza en los grandes maestros del pensamiento cristiano, es ocupado frecuentemente por una superficial y casi servil aceptación de filosofías de moda, muchas veces tan simplistas como confusas, y éstas han sacudido nuestro arte normal, humano y sabio de pensar la verdad. Estamos tentados de historicismo, de relativismo, de subjetivismo, de neopositivismo, que en el campo de la fe crean un espíritu de crítica subversiva, una falsa persuasión de que para atraer y evangelizar a los hombres de nuestro tiempo tenemos que renunciar al patrimonio doctrinal, acumulado durante siglos por el Magisterio de la Iglesia, y de que podemos modelar, no en virtud de una mejor claridad de expresión, sino de un cambio de contenido dogmático, un cristianismo nuevo, a medida del hombre y no a medida de la auténtica Palabra de Dios. Desafortunadamente, también entre nosotros, algunos teólogos no siempre van por el recto camino» (Bogotá, 24-VIII-1968).
Y en esos años repitió las mismas advertencias: «La Iglesia se encuentra en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de autodemolición. Es como una inversión aguda y compleja, que nadie se habría esperado después del Concilio. La Iglesia está prácticamente golpeándose a sí misma» (7-XII-1968). «Por alguna rendija se ha introducido el humo de Satanás en el templo de Dios» (29-VI-1972; cf. un amplio discurso sobre el demonio, 15-XI-1972). Es lamentable «la división, la disgregación que, por desgracia, se encuentra en no pocos sectores de la Iglesia» (30-VIII-1973). «La apertura al mundo fue una verdadera invasión del pensamiento mundano en la Iglesia» (23-XI-1973).
Hago notar, de paso, que sugerir, como se ha hecho, que el mismo Pablo VI, con su enseñanza y gobierno pastoral y con sus reformas litúrgicas, fue precisamente quien acrecentó en la Iglesia «el humo de Satanás» es una bajeza cismática incalificable, es una mentira diabólica.
–Juan Pablo II, en el mismo espíritu, declara en un discurso en el Congreso de Misioneros Populares (6-II-1981): «Es necesario admitir con realismo, y con profunda y atormentada sensibilidad, que los cristianos de hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos, e incluso desilusionados. Se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones. Se ha manipulado incluso la liturgia. Inmersos en el relativismo intelectual y moral, y por tanto en el permisivismo, los cristianos se ven tentados por el ateísmo, el agnosticismo, el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva» (6-II-1981).
–Benedicto XVI, el mismo que siendo todavía Cardenal Prefecto de la Congregación de la Fe, en su libro Informe sobre la fe (BAC, Madrid 1985), hizo amplios y minuciosos análisis de la grave situación en que se veían no pocas Iglesias, un mes antes de ser constituido Papa, presidiendo el Via Crucis del Coliseo en Roma, en sustitución de Juan Pablo II, imposibilitado, dice:
«Meditación [en la 9ª estación]. ¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre [todos los asistentes a la Misa comulga, y casi ninguno se confiesa], es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf. Mt 8,25).
«Oración. Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros somos quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos. Pater noster […] liberanos a Malo. Amen» (25-III-2005).
Una barca que se está hundiendo… Un campo con más cizaña que trigo… Una bebida que más veces parece vinagre que vino… El Colegio de Cardenales de la Iglesia Católica, el 19 de abril de 2005, un mes después de que el Card. Ratzinger dijera en público esas tremendas palabras, lo eligió como Papa, Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro, pensando que era el Obispo más indicado para tomar el timón de la Barca de Pedro. Conviene que lo sepan quienes sospechan en público que en la Sede de Pedro está el Anticristo.
Alguno pensará quizá que es mejor salir de una Iglesia local que está descristianizada, y que el peligro de mantenerse en ella es excesivo. Pero hemos de afirmar en la fe muy claramente que la situación de los cristianos fieles dentro de una Iglesia descristianizada es incomparablemente mejor que la de otros acogidos a una comunidad cismática, en la que se guarda con toda fidelidad la fe y la disciplina, pero que vive en desobediencia estable al Papa y separada de «la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (Código 751). La promesa de Cristo no puede fallar: «Tu es Petrus, et super hanc petram ædificabo Ecclesiam meam, et portæ inferi non prævalebunt adversus eam» (Mt 16,18). La Iglesia no necesita salvadores, pues le basta con el Salvador y con aquellos que obedecen a su Vicario en la tierra. Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica: creemos que la Iglesia tiene siempre, por obra del Espíritu Santo, fuerza para vencer al mundo y para combatir dentro de sí misma el error y el pecado. Es posible que no consiga inmediatamente la deseada victoria; pero cuando Ella cae, siempre es alzada más o menos pronto por la mano de su Esposo, nuestro Señor Jesucristo. Siempre el Espíritu Santo la sostiene en la verdad católica cuando se tambalea. Nunca deja de ser la Mater et Magistra, que nos salva del error y del pecado, santificándonos con la verdad y la gracia de Cristo.
Muchos de los errores y horrores presentes en las Iglesias locales del Occidente descristianizado han sido ya combatidos en este mismo blog, Reforma o apostasía. Por eso no me detendré mucho en describirlos y combatirlos en los artículos que quedan.
En los años postconciliares y hasta hoy, muchas verdades fundamentales de la fe se ven frecuentemente negadas o silenciadas (22-23), como la soteriología, salvación-condenación (08-09), la existencia del demonio (16-17), la gran batalla permanente entre el Reino y el mundo (19-21). Por aquellos años la Revolución sexual hizo estragos, la gran encíclica Humanæ vitæ se vió en 1968 ampliamente resistida, disminuyó bruscamente la natalidad al generalizarse el uso de los métodos anticonceptivos. Se multiplicaron las secularizaciones de sacerdotes y religiosos, y disminuyeron también bruscamente estas vocaciones, hasta casi desaparecer en algunas Iglesias locales. Cesó en gran medida la acción apostólica dentro de la Iglesia y la verdadera evangelización en las misiones (13). Se difundieron innumerables doctrinas heréticas o gravemente desviadas (39, 51-65, 76-79). Fueron pocos los teólogos ortodoxos que las combatieron (42-43), y al mismo tiempo el ejercicio de la Autoridad apostólica se hizo débil en no pocas Iglesias (40-41). Las reprobaciones de los errores heréticos y de los abusos sacrílegos fueron a veces lamentablemente tardías (45-47), y el lenguaje católico se fue haciendo oscuro y débil (24-32). Nacieron, como nuevas herejías, formas extremas de feminismo, de liberacionismo y de un indigenismo exacerbadamente nacionalista (49-50). El desprecio luterano por la Ley eclesiástica se hizo mentalidad a veces predominante en pastores y laicos (80-94). Disminuyó en gran medida la enseñanza de la doctrina política de la Iglesia y casi totalmente la actividad política de los católicos (95-125). Aquella doctrina antiliberal enseñada por grandes Encíclicas que, por ejemplo, el Cardenal Pie difundió con lucidez (33-38), fue sustituida en buena parte de Pastores, teólogos y laicos por una mentalidad liberal secularista, que eliminó casi totalmente la actividad política de los católicos (95-125).
Reforma o apostasía. La situación de las Iglesias descristianizadas es absolutamente intolerable. Obispos y fieles todos, no podemos acostumbrarnos a una situación de Iglesia en la que la gran mayoría de los bautizados ha perdido la fe y el vínculo con la Eucaristía, y en la que los sacrilegios son más frecuentes que los sacramentos. No podemos aceptar esa situación, como si fuera tolerable, como si fuera inevitable, como si fuera en cierto sentido normal, sin buscar por todos los medios, positivos y negativos, salir de ella con la oración y la acción… Podemos afirmar con la seguridad de la fe que, ante tantas degradaciones de la fe y de la vida cristiana, el Espíritu Santo, alma de la Iglesia, renovador de la faz de la tierra, clama hoy en el corazón de muchos católicos ¡reforma o apostasía! (01-07). Éste será, con el favor de Dios, el centro de los próximos artículos.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
40 comentarios
La iglesia descristianizada suena a lo mismo que la sal que se vuelve insípida, o a la luz que se vuelve tinieblas: ¡bien antigua es la advertencia!
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JMI.-Generaliza Ud. sin límites los males dentro de la Iglesia, y las acusaciones, disparando en todas las direcciones, y eso tiene el peligro de que se le debilite la esperanza. Dios le guarde. Y si continúa leyendo esta serie, mejor, porque trataremos de levantar los ánimos: "los tenemos levantados hacia el Señor".
Sin duda el Espíritu Santo es el que guía y sostiene a la Iglesia, de lo contrario, a estas alturas, ya estaría convertida en cenizas. Por algo el Señor nos ha puesto en esta época de la historia de la Iglesia y nos otorga las gracias necesarias "para servirle en santidad y justicia todos los días de nuestra vida".
Perseveremos en la oración, supliquemos por la reforma de la Iglesia y en la medida de nuestras posibilidades seamos luz para los demás. Pronto Dios va a actuar.
Mientras leía el artículo recordé las palabras de San Pablo "nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan".
Gracias P. Iraburu.
Si la casa parroquial tiene zarzas...¿cómo estarán las almas de la feligresía?.
Debemos estar orgullosos de nuestra fe, que defiende la vida, el amor, la familia, el matrimonio, los pilares básicos en los que se apoya el ser humano, y que hoy mas que en ningún otro tiempo se vuelve extremadamente necesaria. De esta forma, con alegría y confianza, no en nosotros, que podemos y que de hecho nos equivocamos, si no en Jesucristo, debemos anunciarla a todo el mundo y ser testigos vivos de ella.
Los jóvenes tenemos un papel importante en este momento, porque es en nosotros donde se demuestra la autenticidad del mensaje de Jesucristo, debemos ser los mas fieles seguidores de su mensaje y guardarlo con celo para transmitirlo luego a nuestros hijos.
Creo que mas que nunca la Iglesia nos necesita y nos llama a todos, fieles y sacerdotes, pero no para convertirla en una iglesia falsa y mundana, si no para renovar el espíritu de Cristo en cada uno de nosotros. Así podremos, en su seno y con la ayuda de Dios, convertirnos en sal y luz del mundo.
Muchas gracias padre Iraburu por ejercer de pastor con fidelidad al Evangelio, estoy segura de que los que lo leemos contribuiremos a esta reforma con nuestras oraciones y nuestra labor en el mundo.
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JMI.-Bendición +
La cuestion es como vivir una Fe sabiendo que se haga lo que se haga la ramera de Babilonia va a llegar y que la Iglesia va a ser tomada por un Pseudoprofeta, es desde luego uno los misterios mas interesantes.
En mi opinion en el plano individual santidad en cuanto al plano colectivo se acabara sustituyendo a Dios por el hombre.
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JMI.-No sabemos cuándo será la parusía, la Venida de Cristo gloriosa.
Tampoco sabemos, pues, cuándo será la gran apostasía que le precederá.
No tenemos por qué reconocerla en las grandes apostasías actuales.
Gracias, Que Dios le siga bendiciendo
Durante la epoca del posconcilio ha habido un typo del Pseudoprofeta. Y perfectamente los sacrilegios eucarísticos pueden ser un typo de la abominación de la desolación.
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JMI.-No sabemos cuándo será la parusía, la Venida de Cristo gloriosa.
Tampoco sabemos, pues, cuándo será la gran apostasía que le precederá.
No tenemos por qué tener ninguna seguridad para reconocerla en las grandes apostasías actuales.
Y al igual que para la primera venida, el pueblo judío fue viviendo señales que les preparaban para la Encarnación.
En la historia de la Iglesia, sustituta del pueblo judío en la Alianza, pasada y presente podemos discernir señales como nos explican como se va a cerrar la historia, e incluso como pueblo fiel podríamos acortar el tiempo que reste para el Apocalipsis.
Veo la actual Apostasia como una señal divina que preparaba a aquellos que lucharan directamente contra Satanás. El tiempo actual es un símbolo, esta es la razón por la que Dios dejo que el Modernismo destrozara las murallas de la Iglesia, pretende que vivamos un typo, nuestro compartamiento será referencia para el Resto Fiel de los Últimos Tiempos.
¿ Como no vamos a saber lo que es la Parusia, si esta todo contado?. El Occidente apostata no es mas que un libro del Apocalispsis corrompido, ayer, hoy y mañana siempre tiempos apocalípticos, ya sean sacros o profanos.
Esa es la maravilla de ese relato, la Historia de la Humanidad esta en sus líneas no hay misterio.
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Efectivamente, al entrar el espíritu mundano a raudales, se desdibujaron los límites de la Iglesia. Se hizo difícil - para algunos, imposible - distinguir el "adentro" y el "afuera" de la Iglesia. A lo que ayudó la abrogación fáctica de las excomuniones, ya que ellas servían para saber adonde estaban los muros doctrinales y morales de la Iglesia.
Quienes por gracia de Dios estamos luchando por la Reforma, y que vemos que quienes no se embarcan en la misma van cayendo lenta e inexorablemente en la Apostasía, chupados por el mundo, tenemos clarísimo que hay quienes "están entre nosotros pero no son de los nuestros". Y nos toca luchar contra la incomprensión a varias puntas:
La incomprensión, en primer lugar, de ésos que se van deslizando hacia la apostasía, totalmente anestesiados.("¿y a éste quién le dio autoridad para dar carné de católico?")
La incomprensión de los "buenistas", que se creen que para ser buen católico hay que ser no más que un pimpollito de alhelí.("¡Estos intolerantes fundamentalistas! ¡Me tienen harto!")
La incomprensión de los infieles, para quienes "católicos" tienen que ser necesariamente "la mayoría" y no pueden entender el significado evangélico de "un resto fiel".
Gracias Padre por la creciente contundencia y la habitual claridad de su prédica, tan apropiada a los desafíos que se nos presentan. Desde "Infidelidades en la Iglesia" http://www.gratisdate.org/nuevas/infidelidades/infidelidades-default.htm
hasta esta serie impresionante de artículos en la red, usted ha estado dando las claves y marcardo el sendero para que quienes amamos a la Iglesia podamos servirla mejor, reformándonos y ayudando a reformarla, sin caer en las trampas sutiles e insidiosas del Enemigo.
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JMI.-Bendición + Ricardo.
Me ayudan siempre muchas personas, pero muy especialmente las OCD contemplativas que yo me sé.
Por eso me parece un error (comprensible) el buscar señales de que "lo que dice el Apocalipsis se nos puede aplicar ahora". Es que ¡por supuesto que se nos puede aplicar ahora! Como se ha podido aplicar siempre.
Además, no podemos olvidar las palabras del Señor al respecto: sólo el Padre sabe el momento. Si ni siquiera el Hijo lo "sabe", ¿cómo vamos a pretender nosotros saber más que El?
Por otro lado, todos tenemos nuestra escatología personal, que hace que lo del juicio universal "nos pille lejos": la mayor parte de la humanidad se está encontrando con su juicio particular, el que más importa a cada uno, antes de que suceda el universal. Ese estará muy bien... pero sólo para los que hayan "aprobado" en el particular.
En conjunto, me parece importante situar el libro del Apocalipsis en su género, para ayudar a entenderlo; y no olvidar que sabemos más sobre los últimos tiempos por lo que nos enseñan los Evangelios y las Epístolas.
Que los individuos y los políticos no caigamos en la soberbia de querer ordenar los asuntos temporales ninguneando la santa voluntad de Dios. Nada contra Dios, todo con Dios.
En los comentarios, ha salido el asunto del Apocalipsis. Quiero recomendar a quien me lea, a que haga lo mismo con el estupendo e imprescindible libro de Antonio Socci, titulado "El cuarto secreto de Fátima". Y si puede, que lea también "El secreto todavía ocultado", del abogado estadounidense C. Ferrara.
Y si la situación en España se ha vuelto tan catastrófica apenas en 30 o 40 años, es inevitable pensar que habrá sucedido dentro de otros 30 o 40 años por estas tierras...
"¿Pero pensáis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe en la tierra?" (Lucas 18, 8)
Pero la verdad es que aprieta y bien ¿o acaso no hay mártires?.
Ahora ya en serio y valga la broma anterior: si hay Apostasía pues a luchar, también serán más meritorios nuestros esfuerzos. Decía Santa Teresa que los soldados esperaban vientos de guerra para tener más botín, que poca soldada reportaba la paz.
Gracias Rev. Padre José María por ser dócil a la acción del Espíritu, porque creo yo, que la lucidez de sus escritos vienen de Dios. Dios lo siga bendiciendo y mil gracias por sus artículos.
En el Canadá Francés se dio lo que un sacerdote ha descrito como la "Revolución Silenciosa". Tomó 50 años el llevar a una población mayoritariamente Católica (95%) a un 5% que incluso ya no se identifica como tal. Catedrales destruidas, Iglesias convertidas en negocios o departamentos; falta de vocaciones, institutos religiosos que en su tiempo fueron la gloria de Canadá convertidos en casas desoladas, y un gran etc., Todo esto como usted lo ilustra en este brillante artículo.
Pido a la Stma. Virgen María que nos permita seguir llenando nuestro corazón con sus acertados escritos y permita me una a su conclusión !reforma o apostasía!
Dios lo guarde querido Padre.
Armand Rua desde Ecuador
Con las palabras... " está puesto para la ruina", predijo ...que serian muchos los que. con ocasión de CRISTO, se perderían con mayor culpa por su INGRATITUD al Hijo de DIOS , que habia venido a la tierra ...para ser el hijo de sus enemigos...como declaran las palabras siguientes : " Y como señal a la cual se opondrá el mundo "...lo cual se cumplió realmente en JESUCRISTO, que fué puesto como señal a la que se dirigieron todas las calumnias, injurias.
Esta señal no fué únicamente contradecida por los Judíos, que no quisieron conocer al Mesías.....sino tambien por los Cristianos...que INGRATOS abandonan su Amor y menosprecian sus Preceptos
Tras haber leido una parte importante de sus artículos, me da la impresión de que el patio está de tal manera que jurando fidelidad al Santo Padre, se puede desbarrar todo lo que se quiera.
Esto se parece cada vez más a la iglesia anglicana. Cada parroquia adscrita a una tendencia. Low Church, filoprotestante. High Church filocatólica.
Y los creyentes atónitos...
Vamos a misa el domingo.
Es el momento de la consagración. Nos ponemos de rodillas. Toda la iglesia de pie. Los vecinos nos miran. Piensan...
- Esto es teatro.
No he confesado, no estoy en gracia de Dios. Es el momento de la comunión. Todos los bancos de la iglesia vacíos, porque todo el mundo hace filas para tomar la comunión. Permaneces sentado. La gente te mira. Piensan...
- ¿De dónde han salido éstos? ¿por qué no comulgan?
Dígame padre. ¿Pertenecemos a la Low a la High Church?
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JMI.-Por supuesto que "jurando fidelidad al Santo Padre", se pueden hacer, sin embargo, las mayores barbaridades. Y que hay comunidades cristianas degradadas en las que los sacrilegios son más frecuentes que los sacramentos. Pero eso en modo alguno hace que los católicos unidos al Papa y que procuramos ser fieles a la sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio, actualizado por Benedicto XVI, no tengamos ninguna duda de que no integramos la Low o la High Church, sino la Iglesia una, santa, católica, apostólica y romana.
Tampoco dudamos de que quienes rechazan la obediencia al Papa y al Colegio episcopal católico, son cismáticos, porque como enseña la Santa Madre Iglesia, el cisma es "el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos" (Código Dº Canónico cn. 751). Es lo mismo que decía el Código anterior (1917) en el cn. 1325,2). Aunque el cisma, quizá, no haya sido "declarado" oficialmente como tal.
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JMI.-Es cierto que cuanta más luz de Dios hay en la Iglesia tiene más fuerza espiritual, por obra del Espíritu Santo, para iluminar la oscuridad del mundo, sujeto más o menos al Padre de la mentira. Pero por muchas y graves que sean las infidelidades que se dan y que se den dentro de la Iglesia, sigue Ella siendo "el sacramento universal de salvación" para el mundo. Nunca nuestro Señor Jesucristo va a repudiar a su Esposa, su única Esposa. Y nos prometió que las fuerzas del infierno no prevalecerán nunca contra Ella.
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JMI.-Sabemos muy poco, lo que saben los investigadores de la pre-historia, que es muy poco e inseguro. Aunque ellos no hablan por hablar, sin fundamentos reales.
Sé que es un atrevimiento pedir a Dios semejante don para mis hijos pero nos hacen falta sacerdotes y el Señor lo sabe. Seguramente no salgan sacerdotes porque Dios tiene sus planes, mucho mejores que los míos, pero quisiera invitar desde aquí a otros padres a pedir esta vocación para alguno de sus hijos.
Todavía no somos conscientes de las consecuencias que acarreará la ausencia de vocaciones sacerdotales. Acabaremos siendo tierra de misión con sacerdotes itinerantes procedentes de América o África. Aunque "itinerantes" ya son nuestros pobres y viejos curas a saltos de una parroquia para otra.
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JMI.-Se encuentran todas en www.gratisdate.org
En la pestaña CONFERENCIAS.
Y se pueden descargar sin problemas...
aunque algunos, por los programas de su PC, los tienen.
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JMI.-Perdone, pero aunque el Obispo nigeriano del lugar apruebe esas revelaciones privadas, no las voy a publicar aqui.
Dios le bendiga.
Es muy fuerte el tema de la pérdida de el "sensus fidei", la descristianización y el tema de tomar la Eucaristía con la mano.
¿La Iglesia lo permite?
Gracias
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JMI.-En la mayoría de las diócesis hay autorización, y los fieles o comulgar en la boca o en la mano. No hay ahí ningún pecado. Otra cosa es que convenga más o menos. El Papa sólo da en la boca. Pero no se puede demonizar la comunión en la mano, entre otras cosas porque se practicó largamente en la antigüedad de la Iglesia. San Agustín, hacia el 400, en un sermón dice que recojan la palabra de la predicación y de las escrituras en la liturgia sin perder una palabra, así como al recibir en la mano la comunión eucarística cuidan todos de que no se caiga ni una miguita. Y San Agustín era bastante buena gente.
El mundo ha encontrado una mejor explicación a las preguntas trascendentales en el conocimiento no dogmático.
Newton, Darwing, Einstein, Shrodinger hacen del mundo algo previsible que no concuerda con las teorías cristianas ni de ningún otro credo.
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JMI.-Estimado Miguel,
está Ud. en la Sala de Comentarios de este blog católico más o menos como estaría yo en la Sala de Reuniones de una comunidad de Hare Khrisna.
Newton, Darwing, Einstein, Schrodinger...curioso:
- Newton era un ferviente cristiano.
- Darwing aseguró que se podía ser creyente sin descartar su teoría.
- Einstein llegó a decir: “Hay dos maneras de vivir una vida: La primera es pensar que nada es un milagro. La segunda es pensar que todo es un milagro. De lo que estoy seguro es que Dios existe.”
- Y Schrodinger era católico.
Pero tenga usted unos cuantos científicos más premiados con Nobel y que también son creyentes en este enlace:
http://www.corazones.org/diccionario/cientificos_creyentes.htm
CONCLUSIÓN: Enviaremos correos a la familia real sueca para que nominen a Miguel al Nobel de la disciplina de Trascendencia ya que ha demostrado ser listísimo al podernos explicar por sus conocimientos científicos de mucho peso que los católicos y el resto de creyentes del mundo somos lelos, incluyendo los premiados con Nobel. ¡CONTRATULATIONS MAIKEL, THE NOBEL PRIZE IS FOR YOU!
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JMI.-En www.gratisdate.org se encuentran todas entrando en la pestaña CONFERENCIAS.
Un saludo.
Flaco y barrigón
Le tuvieron lástima al Matungo, que ya no podía con los huesos, y en pago de sus doce años de tiro lo soltaron para siempre en un alfalfar florido. El alfalfar era un edén caballuno, extenso y jugoso, y Matungo no tenía más que hacer que comer a gusto y tumbarse en la sombra a descansar después, mirando estáticamente revolotear sobre el lago verde y morado las maripositas blancas y amarillas.
Y sin embargo Matungo no engordó. Era muy viejo ya y tenía los músculos como tientos. Echó panza sí, una barriga estupenda, pero fuera de allí no aumentó ni un gramo, de suerte que daba al verlo, hundido en el pastizal húmedo hasta las rodillas, la impresión ridícula de un perfil de caballete sosteniendo una barriga como un odre.
-¡Qué raro!
-No crea. Lo mismo le pasa a mucha gente. Al que lee mucho y estudia poco, al que come en grande y no digiere, al que reza y no medita, al que medita y no obra.
Flacos y barrigones.
Leonardo Castellani
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Repito mi comentario a su primera entrada,
a la que ha añadido dos más, y ya son tres:
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JMI.-Estimado miguel,
está Ud. en la Sala de Comentarios de este blog católico más o menos como estaría yo en la Sala de Reuniones de una comunidad de Hare Khrisna.
29/01/13 8:08 PM
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Pero, al parecer, no entendió la indirecta, que era bastante directa.
Estamos hablando de otra cosa, de "las Iglesias descristianizadas".
Si Ud. quiere argumentar negando la existencia de Dios, del alma, de la vida eterna, etc. tendrá que buscarse otro blog.
Quizá esta vez lo entienda.
Un saludo.
Estupenda frase, que podría servir como epitafio de tantos y tantos optimismos humanos que no han hecho más que sembrar de sal parroquias e incluso diócesis enteras.
en Dios o en roma?
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JMI.-Dios no "necesita" de la Iglesia, ni de Roma, ni de nadie, para hacer el bien a los hombres. Es por su bondad, por pura bondad difusiva, que Él ha querido asociar la acción de los hombres para obrar su salvación, concretamente a través de la Iglesia, "sacramento universal de salvación", presidida por el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro: "tú eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi Iglesia".
Como se puede imaginar, no estoy dispuesto a discutir con Ud. verdades fundamentales de la fe cristiana.
Un saludo.
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