(375) Amoris lætitia–3. Verificación de un principio de moral fundamental
–Dijo usted en su último artículo que en el próximo citaría al profesor Antonio Livi. Y no lo cita.
–Bueno, dije que lo citaría «en los que seguirán», no en éste precisamente.
Con ocasión de la Exhortación apostólica postsinodal Amoris lætitia se han producido numerosas discusiones, que no siempre fundamentan sus argumentos en los principios fundamentales de la moral católica. Por eso creo que será bueno recordarlos, al menos alguno más importante.
1.–Cristo es el salvador del matrimonio
Cristo salva el matrimonio devolviéndole su verdad, restaurando lo que Dios «en el principio» quiso hacer al crear al hombre y a la mujer. «Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquella; y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio» (Mc 10,9.11). La maldad del adulterio no se da referida solamente al quebrantamiento del vínculo conyugal indivisible, sino también en cuanto que es una forma de fornicación, ya que «la fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio» (Catecismo 2353). Y la convivencia en adulterio de ningún modo es matrimonio.
La palabra de Cristo es divina y re-crea al mundo, pues lo que ella dice-manda, concretamente en relación al matrimonio, no era –ni es– vivido en ninguna nación o cultura, fuera de la Iglesia. Según sus palabras revelan, el matrimonio es indisoluble y monógamo, y por tanto divorcio y adulterio son contrarios a la ley del Creador, son, pues, contra naturam. Antes de Cristo, como digo, a consecuencia del pecado, el matrimonio estaba en buena parte falsificado y podrido en todas las naciones, también en Israel, donde los rabinos concedían libelo de repudio «por cualquier causa» (Mt 19,3-9). Nuestro Señor Jesucristo logró, pues, por primera vez en la historia, fundar un Pueblo nuevo, en el que divorcio y adulterio eran excepciones lamentables.
San Justino, hacia el año 150, describiendo en su I Apología (66) la comunión eucarística, expresa ya con toda sencillez y precisión la doctrina y disciplina de la Iglesia vigente en su tiempo, y también hoy y siempre : «A nadie es lícito participar de la eucaristía si no cree que son verdad las cosas que enseñamos [fe] y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración [bautismo], y no vive como Cristo nos enseñó [estar en gracia]. Porque no tomamos estos alimentos como si fueran pan común o una bebida ordinaria […sino como] la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó». Ésta fue, es y será siempre la doctrina y disciplina sacramental de la Iglesia en referencia a todos los aspectos de la vida, concretamente al matrimonio, al adulterio y a otras uniones «irregulares».
En consecuencia, un cristiano bautizado que convive en adulterio more uxorio no puede recibir lícitamente la comunión eucarística, sea porque «no vive como Cristo nos enseñó», sino como Él prohibió, o bien porque «no cree que sean verdad las cosas que enseñamos» en la Iglesia: entre ellas la indisolubilidad y unicidad del matrimonio, y la intrínseca maldad siempre injustificable de la convivencia more uxorio en el adulterio o en el concubinato, en todo caso, fuera del matrimonio.
Los Santos Padres predican con especial insistencia la santidad del matrimonio y el horror del adulterio. San Agustín (+430) considera como pecados capitales, es decir, los más graves y los más generadores de otros pecados, «el sacrilegio, el homicidio, el adulterio, el falso testimonio…» (Sermo 104). Éstos eran considerados los pecados más graves, que requerían para la sanación de los pecadores los castigos medicinales más graves de la disciplina penitencial.
En efecto, la disciplina canónica de la Iglesia, ya desde antiguo, expresaba en sus normas la doctrina de Cristo enseñada por los Padres. El P. Miguel Nicolau, S. J., tratando de la penitencia pública en los primeros siglos, escribe: «tenemos ya noticia de tres delitos (adulterio y fornicación, homicidio, apostasía o herejía) que revestían particular gravedad.[…] estos pecados eran pecados reservados, cuyo perdón se difería» para después de cumplido un tiempo de penitencia, que podía durar bastantes años (La reconciliación con Dios y con la Iglesia, Studium, Salamanca 1976, 74; cf. etiam Cyrille Vogel, El pecador y la penitencia en la Iglesia antigua, Ed. Litúrgica española, Barcelona 1968).
Cristo y su Iglesia lograron restaurar la grandeza del matrimonio y de la familia dentro de un mundo herido por el pecado, donde frecuentemente era habitual la depravación: idolatría de criaturas, olvido del Creador, dureza de corazón, avaricia, soberbia, crueldad, pasiones vergonzosas, orgullo por las perversiones de la vida sexual (el orgullo gay de hoy), etc. (Rom 1). La gracia de Cristo Salvador, en medio de un mundo pecador, tal como lo describen los Padres y lo conocemos por los historiadores, logra restaurar de hecho en muchas naciones y culturas la verdad del matrimonio, aunque nunca faltarán, dada la fragilidad humana, los pecados contra la castidad o, como excepción, las situaciones «irregulares». Pero ya, a la luz de Cristo, ya no se vivían esos pecados o situaciones pecaminosas con buena conciencia. El autoengaño en esos temas se hacía muy difícil o imposible. Se había iluminado real y eficazmente la verdad del matrimonio.
Así lo declara el papa Francisco en la Amoris lætitia: «Jesús, que reconcilió en sí cada cosa y ha redimido al hombre del pecado, no sólo volvió a llevar el matrimonio y la familia a su forma original, sino que también elevó el matrimonio a signo sacramental de su amor por la Iglesia (cf. Mt 19,1-12; Mc 10,1-12; Ef 5,21-32). En la familia humana, reunida en Cristo, está restaurada la “imagen y semejanza” de la Santísima Trinidad (cf. Gn 1,26), misterio del que brota todo amor verdadero. De Cristo, mediante la Iglesia, el matrimonio y la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el Evangelio del amor de Dios» (71).
2.–Una visión horizontalista de los males morales
La brusca apostasía, hoy sufrida sobre todo en muchas Iglesias locales ricas de Occidente, ha hecho que el matrimonio y la familia vuelvan a las miserias del mundo pagano, e incluso a perversiones aún peores. «Corruptio optimi pessima». La antigüedad pagana no conoció, por ejemplo, el supuesto y absurdo «derecho al “matrimonio” homosexual». Males tan extremos se han dado sólo en la apostasía del cristianismo. Y el divorcio y el adulterio, dice Juan Pablo II, son hoy «una plaga que, como otras, invade cada vez más ampliamente incluso los ambientes católicos» (Familiaris consortio 84). Al mismo tiempo se ha generalizado la peste de la anticoncepción, se multiplica el concubinato y disminuyen tanto los matrimonios sacramentales, que tienden a desaparecer –como ha sucedido en las Iglesias aludidas con el sacramento de la penitencia, donde sólo perdura en un Resto muy pequeño–.
La Amoris lætitia describe los males del mundo actual larga y minuciosamente en su capítulo 2º (31-57). Eso sí, considera los males casi únicamente en visión horizontal, como sufrimientos que abruman a la humanidad actual, sin detenerse apenas en su condición de pecados, que es fundamental para comprender esos males adecuadamente. Sólo en unas líneas indica que «el debilitamiento de la fe y de la práctica religiosa en algunas sociedades afecta a las familias y las deja más solas con su dificultades. Los Padres [sinodales] afirmaron que “una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones”» (43). Y eso es todo: la soledad, gran sufrimiento, ciertamente…
Y en ese mismo plano horizontal, cuando señala, por ejemplo, males como la anticoncepción generalizada, indica las negativas consecuencias que en muchos aspectos trae consigo para la sociedad; pero no la considera como pecado grave que profana la unión conyugal, y que introduce la corrupción en el matrimonio, la familia y la sociedad. Esta perspectiva horizontal de «los males del mundo» –más que de «el pecado del mundo»– condiciona mucho todos los siguientes capítulos de la AL, especialmente el capítulo 8º.
La visión bíblica y tradicional de los males del mundo es distinta. Es, por ejemplo, la de San Pablo cuando describe las miserias del mundo de su tiempo (Rm 1). Las describe con relativa minuciosidad, enfatizando los pecados homosexuales (1,24-32). Pero todos los males que enumera el Apóstol los entiende como pecados, como el pecado del mundo, como adoración de las criaturas y desprecio del Creador, «que es bendito por los siglos. Por eso los entregó Dios a las pasiones vergonzosas», etc.; y sigue la enumeración de males-pecados, que destrozan la vida presente de los hombres y pone en peligro su salvación eterna (1,18-26). Los males del mundo son así entendidos siempre como consecuencias del pecado, que sólo podrán ser vencidos cuando, con el poder salvador de Cristo, sea combatido victoriosamente el pecado del mundo.
La perspectiva predominante en la AL de los males-sufrimientos del mundo afecta también a su lenguaje, que evita, por ejemplo (como muchos otros documentos de los últimos Papas), la palabra «adúlteros, adulterio» –empleada por Cristo y por la Iglesia durante dos mil años–, hablando de «divorciados vueltos a casar». También evitará en lo posible los términos «pecado», situaciones «pecaminosas», sino que hablará más frecuentemente de «situaciones irregulares», «familias heridas», conductas «desordenadas», y así otros eufemismos. Esta opción trae consecuencias importantes, porque el lenguaje es el diagnóstico, y del diagnóstico se sigue el tratamiento de las «enfermedades» de la humanidad actual, es decir, la acción pastoral. Diré lo mismo haciendo referencia a una grave cuestión concreta:
Si muchos bautizados, la mayoría, viven habitualmente alejados de la Eucaristía, si no van a Misa ni los domingos, es inevitable que los matrimonios se rompan, que se multipliquen los concubinatos, los divorcios y las uniones adúlteras, y que abunden y sobreabunden los males-sufrimiento (= los males-pecado) en la sociedad y en la Iglesia. Lo dijo Cristo claramente: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6,53). La vida cristiana tiene su centro vivificante en la Eucaristía: quienes no la frecuentan, no pueden vivir cristianamente ni en el matrimonio y la familia, ni tampoco ningún otro aspecto de la vida cristiana. Sólo en la recuperación de la unión sacramental con Cristo –la absolución de los pecados, la comunión eucarística– pueden salvarse hoy los matriminios de todas las «plagas» que lo degradan y falsifican. «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).
Los cristianos no-practicantes son, pues, en realidad pecadores públicos, ya que en forma patente y habitual quebrantan el mandamiento quizá principal de la Iglesia: la Misa dominical (can. 1247). Su situación constituye una «apostasía» práctica, o al menos a ella conduce. Por eso, «la pastoral del matrimonio y de la familia» –cursillos, acompañamientos, tratamientos inclusivos de las parejas irregulares, etc.– sólo dará fruto en la medida en que logre animar (dar ánima) a las parejas para que comprendan que no hay cristianismo donde no se vive la Eucaristía como «centro y culmen» de toda vida cristiana personal, familiar, comunitaria (Vat. II, LG 11, CD 30, PO 5-6, UR 6). .
3.–Un principio mal entendido: las normas generales de la moral no pueden aplicarse en todos los casos particulares
Esta tesis podría deducirse, con matices y formulaciones diversos, de un buen número de lugares de la sección práctica y pastoral de la Exhortación postsinodal, sobre todo del capítulo 8º (300-305). Cito uno solo: «Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares» (304). Ese principio sería válido entendido como aplicable únicamente a las normas puramente positivas o disciplinares del Estado o de la Iglesia: como las normas de conducir por la derecha o la obligación de ayunar en Viernes Santo. Siempre pueden darse circunstancias o situaciones en que sea prudente –virtuoso, por tanto– incumplir esa clase de normas: para evitar un accidente, por estar enfermo, o cualquier otra causa razonable. Y esto se debe a que las leyes positivas, siendo como son externas al hombre y condicionadas por los tiempos, no siempre y en toda circunstancia se ajustan al bien del ser humano. Concretamente, como se ha dicho siempre, no obligan cum grave incommodo.
En cambio, el principio aludido, aplicado a las situaciones «irregulares» de quienes «no viven como Cristo nos enseñó», es siempre erróneo, porque la ley moral natural no es una ley externa al hombre, sino que está escrita en su corazón y en su naturaleza por el mismo Dios. En este sentido, no existen situaciones en las que lo moralmente malo pueda resultar aceptable o conveniente. Por tanto, si se entiende ese principio como aplicable a la ley moral, y en particular a sus mandamientos negativos –«no lo separe el hombre», «no cometerás adulterio»–, se está interpretando la Amoris laetitia en un sentido contrario a la doctrina católica, es decir, según la moral de situación reprobada por la Iglesia. El adulterio nunca es bueno ni admisible por la Iglesia, sean cuales fueren las circunstancias. Y lo mismo hay que decir de otras situaciones «irregulares», como las uniones homosexuales, que la misma AL reprueba (251, y nota 278).
Sin embargo, la «moral de situación» ha afectado a no pocos moralistas católicos en los últimos decenios. Una vez entronizado el liberalismo en la cultura general, viene a ser exigido el relativismo, varias veces denunciadaopor el papa Benedicto XVI como un error muy común en nuestro tiempo.
La moral de situación tiene sus raíces
–en Lutero: toda ley o mandato que obligue la conciencia es inadmisible en el Evangelio, pues es una judaización del cristianismo: Cristo nos libró de la ley (Gál 3,13; 5,1-4); –en el modernismo, para el cual hasta los dogmas doctrinales han de evolucionar y ajustarse a los tiempos; cuanto más las normas morales (Pascendi 11); –en los moralistas disidentes de mediados del siglo XX, herederos de las herejías antes indicadas, como en los Estados Unidos el clérigo anglicano Joseph Fletcher (1905-1991), autor de Ética de situación: la nueva moral (1966, Filadelfia), que terminó ateo; o el sacerdote Charles Curran (1934-), moralista abiertamente opuesto sobre todo en temas relacionados con la vida sexual a la doctrina de la Iglesia, por lo que Roma le retiró la posibilidad de enseñar como teólogo católico, docencia que continuó en una Universidad Metodista; –en la enseñanza de muchos moralistas actuales, como Marciano Vidal, cuya obra fundamental, muy tardíamente, fue reprobada en 2002 por la Congregación de la fe.
La Iglesia siempre ha reprobado la «moral de situación», incluso antes de que se acuñara esa denominación. El magisterio de Pío XII (1952) la describió con precisión: «El signo distintivo de esta moral es que no se basa en manera alguna sobre las leyes morales universales, como, por ejemplo, los diez mandamientos [o los mandatos de Cristo], sino sobre las condiciones o circunstancias reales y concretas en las que ha de obrar y según las cuales la conciencia individual tiene que juzgar y elegir. Tal estado de cosas es único y vale una vez para cada acción humana. Luego la decisión de la conciencia –afirman los defensores de esta ética– no puede ser imperada por las ideas, principios y leyes universales» (4).
«Se preguntará alguno de qué modo puede la ley moral, que es universal, bastar e incluso ser obligatoria en un caso particular, el cual, en su situación concreta, es siempre único y de una vez. Ella lo puede y ella lo hace, porque, precisamente a causa de su universalidad, la ley moral comprende necesaria e intencionalmente todos los casos particulares, en los que se verifican sus conceptos. Y en estos casos, muy numerosos, ella lo hace con una lógica tan concluyente, que aun la conciencia del simple fiel percibe inmediatamente y con plena certeza la decisión que se debe tomar (9). Esto vale especialmente para las obligaciones negativas de la ley moral, para las que exigen un no hacer un dejar de lado. Pero no para éstas solas» (10) (disc. sobre la moral de situación, 18-IV-1952). Poco después, el Santo Oficio publicó en la misma doctrina una Instrucción sobre la moral de situación (2-II-1956: Denz 3918; cf. 3918-3921).
La encíclica Veritatis splendor de Juan Pablo II (1993) describió y reprobó con especial atención la moral de situación. Transcribo un par de números:
«Para justificar semejantes posturas, algunos han propuesto una especie de doble estatuto de la verdad moral. Además del nivel doctrinal y abstracto, sería necesario reconocer la originalidad de una cierta consideración existencial más concreta. Ésta, teniendo en cuenta las circunstancias y la situación, podría establecer legítimamente unas excepciones a la regla general y permitir así la realización práctica, con buena conciencia, de lo que está calificado por la ley moral como intrínsecamente malo. De este modo se instaura en algunos casos una separación, o incluso una oposición, entre la doctrina del precepto válido en general y la norma de la conciencia individual, que decidiría de hecho, en última instancia, sobre el bien y el mal. Con esta base se pretende establecer la legitimidad de las llamadas soluciones pastorales contrarias a las enseñanzas del Magisterio, y justificar una hermenéutica creativa, según la cual la conciencia moral no estaría obligada en absoluto, en todos los casos, por un precepto negativo particular (56).
La encíclica, que analiza con toda precisión la moral de situación, la reprueba absolutamente.
«La Iglesia ha enseñado siempre que nunca se deben escoger comportamientos prohibidos por los mandamientos morales, expresados de manera negativa en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Como se ha visto, Jesús mismo afirma la inderogabilidad de estas prohibiciones: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos…: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso” [Mt 19, 17-18]» (52).
La moral de situación se resume, pues, en estos principios teóricos y prácticos:
–entiende los mandatos de Dios, de Cristo y de la Iglesia no como normas morales objetivas, no como mandatos que, con el auxilio de la gracia, obligan a obedecer en conciencia, sino como inspiradores de conductas, como orientaciones que no se deben menospreciar, como ideales estimulantes.
–ignora que «el pecado mortaldestruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior» (Catecismo 1855). Ignora, pues, que Los que aman a Dios son los que cumplen sus mandatos: un axioma muy repetido en el AT y en el NT. Pierde la amistad con Dios, pierde la vida de la gracia, el que no cumple los mandamientos divinos, porque prefiere su voluntad a la de Dios. «Vosotros, dice Cristo, sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15,14; cf. 14,15.23) «Si guardáis mis mandatos, permaneceréis en mi amor, como yo guardé los mandatos de mi Padre y permanezco en su amor» (15,10). Ahora bien, por ejemplo, el que se divorcia quebranta voluntariamente el mandato expreso de Cristo –«no lo separe el hombre»–, y si después convive voluntariamente modo uxorio con otra persona, vuelve a quebrantar el mandato divino –«comete adulterio»–, persistiendo libremente después en tal estado quizá durante años.
–niega el el acto intrisece malum. No admite que pueda haber «actos que por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias y de las intenciones, [que] son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio. No está permitido hacer el mal para obtener un bien» (Catecismo 1756, cf. 1750-1756; Veritatis splendor 80). Cree que las circunstancias –en ciertos «casos»– pueden hacer a veces que lo intrínsecamente ilícito sea lícito… La negación de los actos intrínsecamente malos es el error que hoy tiene más fuerza para destruir la moral natural y católica.Ésta se derrumba entera, si ese principio no se afirma claramente.
–conduce inevitablemente a una moral casuística, ya que al tener que considerar caso por caso, para discernir según las situaciones, conduce necesariamente a esa «casuística insoportable», que precisamente la AL pretende evitar (304).
–no cree en el poder de la libertad auxiliada por la gracia del Salvador. Ve, por ejemplo, los adulterios duraderos como parejas que sufren una situación que, al parecer les ha sobrevenido y que al parecer les mantiene cautivas. En tal situación, la pareja irregular «puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa» (301).
–coloca el dictamen de la conciencia por encima del mandato de Dios, de Cristo, de la Iglesia. Es el discernimiento de la conciencia individual, en cada caso concreto, el que, sin ignorar el mandato o la prohibición de la ley moral, debe en definitiva guiar la conducta de la persona.
* * *
Al leer en la AL ciertas expresiones de dudosa interpretación, hemos de rechazar en absoluto cualquier intento de interpretarlas según la heterodoxa moral de situación, es decir, en contra de la doctrina moral de la Iglesia católica. Debemos insistir al hacer exégesis de este texto, y de cualquier otro, en la «hermenéutica de la continuidad». Ninguna otra es válida en la historia del Magisterio apostólico, que crece, como un árbol, siempre fiel a sí mismo.
«El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16,13). Y Él nunca nos sorprenderá contradiciéndose a sí mismo.
José María Iraburu, sacerdote
Post-post.– Alonso Gracián publicó hace poco un interesante artículo en su blog infocatólico sobre el uso de lenguaje situacional en la AL.
71 comentarios
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Hace no mucho tiempo tuve ocasión de leer en Infocatólica las declaraciones de un Sr. Cardenal, que decía lo más fresco que la estabilidad y permanencia en las relaciones adulterinas eran una forma de "fidelidad".
El escándalo todavía me dura.
¡Qué mal que andamos en la Iglesia!
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JMI.-Con perdón, pero ese Sr. Cardenal no distingue un toro de una vaca.
Cuatro patas, dos cuernos... Son iguales.
Nuevamente, muchas gracias, por ilustrar claramente el camino de la verdad, de Cristo El SEÑOR, en la Iglesia, perdone la mayúscula, pero el Espíritu de Verdad es el que ilumina sus escritos, en continuidad con toda la iglesia.
Lo volvere a leer tiene mucho contenido!!!!!!!
Que Dios lo bendiga y lo haga con la Iglesia, hay que amarla más que nunca, si está todo bien eso no es amor.Que la Resantisima Virgén Maria, los siga protegiendo a Ustedes, y como Madre de la Iglesia, y nuestra, siempre está presente.Es una Página bendita.
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JMI.-Bendición +
Quien practica la fornicación o cualquier otro pecado grave, debe recibir la Eucaristía pero, arrepentido de sus faltas y con un propósito firme de enmienda, pues la Comunión, no es derecho de nadie, sino un compromiso y tarea, para quienes están dispuestos a seguir a Cristo, negándose a sí mismos.
Bendiciones en Cristo, María y José.
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JMI.-..."debe recibir la Eucaristía pero, arrepentido de sus faltas y con un propósito firme de"...
Y habiéndose reconciliado con Dios y con la Iglesia por el sacramento de la penitencia. Ya me figuro que lo sabe, pero se le pasó decirlo.
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JMI.-Si no dispone el Señor otra cosa, el próximo artículo se titulará
(376) Amoris laetitia.-¿Atenuantes o eximentes? Espero que le ayude a aclararse, aunque por lo que dice, parece que ya lo tiene bastante claro, gracias a Dios.
El gran Robert Spaemann ya nos ha avisado, además, de ello.
Por todo esto, es preciso depurar este lenguaje situacionista, para poder comprender la exhortación en continuidad con el Magisterio precedente, como no puede ser otra la voluntad del Santo Padre.
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JMI.-Así es.
Voy a añadir a mi artículo un Post-post dando el enlace de tu artículo.
Comprender el mal moral como pecado y no simplemente como "algo que nos pasa" o "algo que no podemos evitar" es fundamental para un católico. Si no lo hacemos, la misma Redención deja de tener sentido y nuestra fe se convierte en mera palabrería.
Algo similar se puede decir, en el campo de la moral, de la existencia de comportamientos intrínsecamente malos que no deben elegirse en ninguna circunstancia. Si abandonamos ese principio, toda la moral católica se convierte en mera palabrería.
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JMI.-Así es, Bruno. Tal cual.
«El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16,13). Y Él nunca nos sorprenderá contradiciéndose a sí mismo."
Esto es a lo que refiero.
Muchas Gracias, que dio lo bendiga y bendiga a la Iglesia.
¡Gracias por sus excelentes artículos!
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JMI.-Gracias por avisar. Corrijo.
personalmente me llama mucho la atención que la exhortación apostólica se llame "La alegría del amor".
Por supuesto que el amor produce alegría, pero si es verdadero también produce dolor, y dolor de cruz. Quizás esté equivocado, pero me parece que es el dolor el verdadero crisol en que se prueba nuestro amor: el tener un calvario personal tomando nuestra propia cruz y seguir las enseñanzas y ejemplo de la segunda persona de la Trinidad.
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JMI.-Amor y dolor van juntos, es cierto.
Pero como Dios es amor y el hombre es su imagen, nada alegra tanto al hombre como amar a Dios y al prójimo, amarlos mucho, en todo, siempre y bien.
A mí el título Amoris laetitia me parece muy hermoso para hablar del matrimonio y de la familia.
Y quiero remarcar un párrafo que Ud realza al final, y es:
"Debemos insistir al hacer exégesis de este texto, y de cualquier otro, en la «hermenéutica de la continuidad». Ninguna otra es válida en la historia del Magisterio apostólico, que crece, como un árbol, siempre fiel a sí mismo".
Esta aseveración también me recuerda todo el revuelo con el Conc. Vat II, al cual se aconseja, para interpretarlo bien, lo mismo.
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JMI.-Benedicto XVI, en más de una ocasión, se ha referido a que una cosa fue el Vaticano II en realidad, y otra muy diferente lo que "le hicieron decir el Concilio", sin base alguna, pero alegando "el espíritu del Concilio", que yo suelo llamar "el Fantasma de la Ópera".
Precisamente, a vueltas con la polémica generada por la AL, releí varias veces y subrayé especialmente el mismo punto 56 de esa sublime encíclica, que acertadamente ha destacado vd.
EDITADO
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JMI.-Yo también estimo que la Veritatis splendor es de la media docena de encíclicas más luminosas y benéficas del siglo XX. Una maravilla.
Hay millones de divorciados católicos, muchos de los cuales se han vuelto a casar por lo civil. ¿Es razonable que, cuando algunos de ellos desean reconciliarse con Dios, la Iglesia no reconozca sus nuevos matrimonios, y les exija, si no disolverlos, al menos vivir en castidad? Porque, aunque está claro que han pecado, y deban confesarse, también lo está que han contraído un compromiso mutuo, y que ahora son una sola carne, pues hasta quien se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con ella (1 Cor 6, 16).
Hay otro asunto en el que todos sabemos que están implicados la mayoría de los matrimonios fértiles: el uso de métodos anticonceptivos. ¿Es razonable que la Iglesia los ponga en el dilema de abstenerse de relaciones sexuales o tener más hijos de los que desean o pueden criar? Porque está claro que eso puede poner en peligro su matrimonio y su fe; además, no hay que olvidar que Dios ama al que da con alegría, no de mala gana o por la fuerza (2 Cor 9, 7).
La castidad es un don, como dice san Pablo: "Mi deseo es que todo el mundo sea como yo, pero cada uno recibe del Señor su don particular: unos este, otros aquel. A los solteros y a las viudas, les aconsejo que permanezcan como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; es preferible casarse que arder en malos deseos" (1 Cor 7, 7-9). Reflexionemos.
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JMI.-Qué lástima me da ver que no cree usted en la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio indisoluble, el adulterio ("nuevo matrimonio" le llama usted), ni en su reprobación absoluta de la anticoncepción por medios físicos o químicos.
Oremos al Señor para que le dé a usted la luz de fe que la falta, y se fíe más de lo que enseña la Iglesia, Madre y Maestra, que de lo que piensa usted. Oremos.
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JMI.-Los que tengo yo no sé si estarán adquiribles.
En la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC, Madrid) quizá tengan todavía los dos tomos de TEOLOGÍA MORAL del P. Royo Marín, OP.
Seguro que habrá buenos más modernos, pero como hace unos 15 años me retiré de la Facultad de teología, no estoy muy al tanto de las últimas publicaciones.
Tengo monografías recientes, pero un manual, un curso, como lo que ud. busca, no.
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JMI.-No, efectivamente. Ya se ve que no lo entiende.
Lástima.
En cuanto a los divorciados: primero, saber que el divorcio contradice la voluntad de Dios, que hizo el matrimonio indisoluble. La Iglesia tolera el divorcio civil, que no sacramental porque no existe, en gravísimos casos, que no vienen a cuento. El adulterio no tiene ningún caso de justificación. Agrego a las citas de los Evangelios ya citadas, ésta:«A los casados ordeno, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe de su marida; y aun cuando se separare, permanezca sin casarse, o se reconcilie con su marido; y que el marido no despida a su mujer». (1Cor 7,10-11)
En cuanto a los métodos anticonceptivos. Me temo que parte usted de la idea de que la Iglesia debe regirse democráticamente por un principio de mayorías. Lo cual es totalmente erróneo. La Iglesia tiene como Rey absoluto a Cristo, y su Palabra es la Verdad. Además, pretende que la abstinencia sexual puede ser peligrosa para el matrimonio y la fe, como si el sexo fuera el gozne del amor matrimonial, y no el amor y la gracia de Dios. El matrimonio no gira alrededor del sexo, aunque sí es cierto que las relaciones sexuales (legítimas, hay que aclararlo, porque casarse no es tener "vía libre" para cualquier fantasía sexual) dentro del matrimonio son medio de santificación. Al respecto, considere el ejemplo de los padres de Santa Teresita, los cuales permanecieron varios meses (si no me equivoco, 7) sin tener relaciones sexuales después de su matrimonio, hasta que su confesor les llamó la atención para que no cayeran en el extremo opuesto (esto es, "espiritualizar" demasiado el amor matrimonial). Y muchos esposos católicos, a lo largo de la historia, tuvieron que abstenerse por diversas situaciones (guerra, enfermedad, etc.), y no se ve que ello haya sido un "obstáculo" para el matrimonio y mucho menos para la fe. Ni qué hablar del matrimonio de María Santísima y San José, que con todo no eran ciertamente ángeles sino seres humanos.
En cuanto a la castidad, me permito decirle que cita usted parcialmente al Apóstol, porque en el versículo 6 dice que ese consejo (el de los v. 7-9) lo dice "por condescendencia, y no como precepto". Lo cual quiere decir que debe ser interpretado a la luz de los preceptos divinos, en los cuales se nos enseña que la castidad es obligación de todos, incluso de los casados, como quiera que la castidad no es igual que la abstinencia sexual, sino que comporta el ejercicio de la sexualidad según el propio estado de vida conforme a los mandamientos.
Por tanto, reflexiona tú para ver si lo que piensas es conforme o no a la Voluntad de Dios, y pide al Señor que te ilumine para aceptar la Verdad.
¡Dios te bendiga!
Yo solamente comento que, en el Cap. VIII de "Amoris Laetitia" hay una referencia , que me hace dar un poco de sentido o luz respecto a la situación de los divorciados que viven otra unión, es decir, que viven en adulterio, pero que pocos hacen referencia a ella.
Esa referencia es la número 333 la cual es una respuesta que dió el Papa Benedicto XVI en una visita pastoral a la arquidiócesis de Milán, la cual me permito citar textualmente a continuación:
Algunas de estas parejas que se vuelven a casar desearían acercarse nuevamente a la Iglesia, pero cuando ven que se les niega los sacramentos su desilusión es grande. Se sienten excluidos, marcados por un juicio inapelable.
Estos grandes sufrimientos hieren en lo profundo a quien está implicado; heridas que se convierten también parte del mundo, y son heridas también nuestras, de toda la humanidad.
Santo Padre, sabemos que esta situación y estas personas es una gran preocupación para la Iglesia: ¿Qué palabras y signos de esperanza podemos darles?
SANTO PADRE: Queridos amigos, gracias por vuestro trabajo tan necesario de psicoterapeutas para la familia. Gracias por todo lo que hacéis por ayudar a estas personas que sufren. En realidad, este problema de los divorciados y vueltos a casar es una de las grandes penas de la Iglesia de hoy. Y no tenemos recetas sencillas. El sufrimiento es grande y podemos sólo animar a las parroquias, a cada uno individualmente, a que ayuden a estas personas a soportar el dolor de este divorcio. Diría que, naturalmente, sería muy importante la prevención, es decir, que se profundizara desde el inicio del enamoramiento hasta llegar a una decisión profunda, madura; y también el acompañamiento durante el matrimonio, para que las familias nunca estén solas sino que estén realmente acompañadas en su camino. Y luego, por lo que se refiere a estas personas, debemos decir – como usted ha hecho notar – que la Iglesia les ama, y ellos deben ver y sentir este amor. Me parece una gran tarea de una parroquia, de una comunidad católica, el hacer realmente lo posible para que sientan que son amados, aceptados, que no están «fuera» aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía: deben ver que aun así viven plenamente en la Iglesia. A lo mejor, si no es posible la absolución en la Confesión, es muy importante sin embargo un contacto permanente con un sacerdote, con un director espiritual, para que puedan ver que son acompañados, guiados. Además, es muy valioso que sientan que la Eucaristía es verdadera y participada si realmente entran en comunión con el Cuerpo de Cristo. Aun sin la recepción «corporal» del sacramento, podemos estar espiritualmente unidos a Cristo en su Cuerpo. Y hacer entender que esto es importante. Que encuentren realmente la posibilidad de vivir una vida de fe, con la Palabra de Dios, con la comunión de la Iglesia y puedan ver que su sufrimiento es un don para la Iglesia, porque sirve así a todos para defender también la estabilidad del amor, del matrimonio; y que este sufrimiento no es sólo un tormento físico y psicológico, sino que también es un sufrir en la comunidad de la Iglesia por los grandes valores de nuestra fe. Pienso que su sufrimiento, si se acepta de verdad interiormente, es un don para la Iglesia. Deben saber que precisamente de esa manera sirven a la Iglesia, están en el corazón de la Iglesia.
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JMI.-Gracias por su contribución.
El papa Benedicto dice, como después el papa Francisco, muchas cosas verdaderas y buenas sobre la caridad con los divorciados vueltos a casar, tal como usted cita. También dice que hay que procurar al atenderlas que "sientan que son amados, aceptados, que no están «fuera» aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía: deben ver que aun así viven plenamente en la Iglesia".
No, no viven plenamente la vida de la Iglesia si por persistir en su voluntad de vivir "modo uxorio", y no "como hermanos", no tienen acceso ni al sacramento de la penitencia (maravilloso) ni a la comunión eucarística (más maravilla todavía).
Por otra parte, tomar palabras, p.ej., dichas por un Papa en un Diálogo con el Papa en la fiesta de los testimonios, improvisado en Milán, no pueden tener ni la precisión ni el valor pleno de un Magisterio pontificio, sobre si todo si se trata de aclarar y precisar temas GRAVÍSIMOS, mientras que en encíclicas o exhortaciones apostólicas o en otros documentos importantes, cuidadosamente formulados, se da una doctrina y una disciplina escrita con toda precisión, claridad y autoridad (Veritatis splendor, Familiaris consortio, Sacramentum caritatis, Catecismo de la Iglesia, declaración sobre comunión y divorciados vueltos a casar en Congregación-Fe o en Consejo Pontificio Textos legislativos, etc.).
Si contamos los días desde (1,29: 2) ("al día siguiente", implicando que hubo un día anterior que fue el día 1), (1,35: 3); (1,40: 4); (1,43: 5); y (2,1: 7) ("al tercer día", que usando el mismo sistema de cuenta inclusiva de acuerdo al cual Jesús resucitó "al tercer día", nos lleva a 5 + 2 = 7), esos siete días corresponden a los de la creación Génesis cap. 1, simbolizando que Jesús lleva a cabo una nueva creación. Esa correspondencia es particularmente exacta en cuanto al día séptimo, en el cual tuvo lugar el matrimonio de Adán y Eva, y en el cual Jesús va a las bodas de Caná, simbolizando que Él re-crea el matrimonio.
muchas gracias, por ilustrar claramente la luz de la verdad!
Dios la bendiga!
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JMI.Bendición +
Ruegue al Señor por mí y por InfoCatólica.
Entonces explíqueme el punto 83 de la Familiaris Consortio donde los divorciados NO vueltos a casar son admitidos a los sacramentos.
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JMI.-El nº 83 de la FC no necesita ninguna explicación, porque ya la da su autor, San Juan Pablo II.
Habla primero de la separación, "como un remedio extremo", exhortando al separado a la fidelidad (castidad), perdón y, si es posible, reunificación del matrimonio.
Y después de el cónyuge "que ha tenido que sufrir el divorcio", recomendándole lo mismo que al separado, "sin que exista obstáculo alguno para la admisión en los sacramentos".
Está claro.
“He escrito una encíclica, la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, continuamente estoy haciendo declaraciones, dando homilías y eso es magisterio. Eso que está ahí es lo que yo pienso, no lo que los medios dicen que yo pienso”.07/12/16
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JMI.-En un sentido eso que dice PPFco es obvio: que él enseña lo que dice, no lo que los periódicos dicen que dijo.
En el sentido de que todo lo que dice, sea una encíclica, un ángelus, una conversación con periodistas en un avión, etc., todo es Magisterio, eso es falso, y él no se lo cree, por supuesto. Ni siquiera es Magisterio todo lo que dice en una encíclica, nada menos, como la Lodato sí, cuando habla de corales y calentamiento global.
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JMI.-El que no sea Magisterio no exime de que lo que dice deba ser interpretado en exégesis de continuidad. Por supuesto que sí.
Los que conocen InfoCatólica, y concretamente mi blog, no deben extrañarse de que no demos el pase a tales comentarios. Pero si continúan multiplicándose, tendré que cerrar la Sala de Comentarios, para evitar frustraciones a los comentaristas que laboriosamente escriben sus mensajes, y luego no son publicados.
El que avisa no es traidor.
Cómo interpretar entonces también lo que dice Robet Spaemman en un artículo publicado en este portal: "Aquí, entonces, ¿se trata realmente de una ruptura con la enseñanza tradicional de la Iglesia?
Que se trata de una ruptura es algo evidente para cualquier persona capaz de pensar que lea los textos en cuestión."
Es posible buscar la continuidad hasta que se da de bruces con el principio de no contradicción. Que por su misma naturaleza es imposible saltarnos.
Gracias por su atención.
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JMI.-El texto, como ya lo dije, sobre todo en cp. 8º, es deliberadamente ambiguo. Unos lo interpretan en continuidad y otros en ruptura. Hay que interpretarlo en continuidad, como en el Vat. II, p.ej., el decreto sobre el ecumenismo.
No tengo ninguna intención en caer en descalificaciones como las que denuncia, pero tampoco en faltar a la verdad. Tengo la impresión que dentro del mundo conservador, al cual me parece usted pertenece, teniendo en términos generales clara la doctrina se busca muchas veces justificar todo lo que hace y dice el papa, buscando "interpretaciones" que no cuadran ni con la letra ni el espíritu, al menos no sin forzar el texto.
Fíjese que en el presente caso usted mismo cita a Pío XII, lo m´claro que he leído condenado la moral de situación y luego aplica una interpretación conforme a estos principios de un texto de Ämoris Laetitia" diciendo que si bien pareciera entrar dentro del tipo en cuestión, se lo debe interpretar en este otro. Sinceramente no logro entender de donde infiere eso. Interpretar no es otra cosa más que conocer el sentido de aquello que se esconde de lo manifestado en términos claros y explícitos. El texto del papa parece bastante claro y concordante con los mismos criterios manifestados a lo largo de toda la encíclica. ej: punto 79
Ya el hecho de que escriba este artículo demuestra que en su significación clara y obvia los textos no se encuadran en la moral tradicional. Artículos de autores destacados como Spoeman así lo demuestra.
¿No sería más fácil expusiera la moral tradicional, como hace, en lugar de intentar hacer decir al papa lo que no dice?
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JMI.-Que el documento es ambiguo es evidente, no hay más que ver las interpretaciones tan diversas que recibe. NO es "claro y obvio" en su interpretación como ud. dice. Interprételo ud. en continuidad
¿comprendemos lo que significa: "Yo quiero misericordia y no sacrificios" (Mt 9, 13; 12, 7)?
Si, lo comprendemos, ya que somos pecadores y lo que merecíamos es la Muerte. Fuimos salvados gratuitamente por el único sacrificio de Cristo en la Cruz. Esto es la Misericordia. Dios tuvo compasión del mísero, y haciéndose uno de nosotros, ofreció el único sacrificio válido. Si te crees esta verdad y te reconoces pecador y por gracia te conviertes, Dios tendrá Misericordia.
¿Es razonable que, cuando algunos de ellos desean reconciliarse con Dios, la Iglesia no reconozca sus nuevos matrimonios, y les exija, si no disolverlos, al menos vivir en castidad?
Para un pagano obviamente no es nada razonable. Para un bautizado - es decir - para un Redimido, es una verdad que lo salva. No hay que olvidar que la Iglesia le habla principalmente a los Redimidos por Cristo, y a los hombres de buena voluntad. La Cruz no es razonable, pero si necesaria y único camino al Cielo.
¿Es razonable que la Iglesia los ponga en el dilema de abstenerse de relaciones sexuales o tener más hijos de los que desean o pueden criar?
Lea primero Humane Vite y verá que lo que consulta está allí respondido. Un matrimonio está llamado a hacer la voluntad de Dios en su Vida, no lo que desean, y si por motivos graves juzgan en recta conciencia que es necesario no tener mas hijos o espaciar los nacimientos, la Iglesia los invita a usar el matrimonio en los períodos infértiles. En parte alguna los invita a abstenerse del todo.
El tema central en todas sus preguntas-reflexiones es que usted no conoce la noticia central del Cristianismo . Cristo venció a la muerte y está vivo y Resucitad, por tanto, todo bautizado que tiene esta experiencia en su vida , con la acción del Espíritu Santo , puede vivir como una realidad el matrimonio cristiano, abandonar el adulterio o abrirse a la vida. Solo basta creerlo y Dios hace su obra.
El caso que expongo, que conocí dos casos, es el de la esposa intervenida quirúrgicamente a causa de la cual le quedó obstruída la vagina, por lo que no se podía realizar el acto sexual. En este caso sólo les quedaba vivir como hermanos, para no caer en onanismo. Y si eran débiles y alguna vez caían en tentación, para esto están los Sacramento, para los débiles, y todos lo somos, para que a base de recibir los Sacramentos correctamente, la Gracia de Dios actuase y así llegar al dominio total de la continencia.
Esto lo digo porque veo que alguno se extraña cuando lee u oye que los Sacramentos son para los débiles. Eso no quiere decir que se puede reciibir los Sacramentos de vivos estando en pecado mortal. Quiere decir que si somos débiles, y lo somos, primero recibir el Sacramento de muertos (Penitencia) correctamemnte y luego el Sacramento de vivos (Eucaristía), para que recibiendo las Gracias de Dios lleguemos, con su Gracia, a dominar nuestras pasiones. Así interpreto lo de que los Sacramentos son para los débiles. Dios vino por los débiles. Sólo es Bueno Dios, y si en algo "somos" buenos es puro reflejo de la Bondad de Dios. Así lo veo de sencillo. No tengo estudios de Teología.
Son casos difíciles, muy difíciles, pero Dios manda las Gracias suficientes con las pruebas que permite para vencerlas..
"La negacion de los actos intrinsicamente malos , es el error que hoy tiene mas fuerza para destruir la moral natural y catolica"
Me siento totalmente de acuerdo con esto que dice, pues no hay nada peor que no saber donde está el mal y confundir a la gente .
Es la manera mas rapida de destruir a la Iglesia.(relativismo).
Sólo me queda darle las gracias y esperar como tierra reseca, agostada y sin agua, su próximo post sobre eximencias y atenuancias en casos de situaciones objetivas de pecado mortal, como el de adulterio, pues creo que tal doctrina arrojará mucha luz sobre las actuales tinieblas de la confusión pastoral que nos invaden. Reforma o apostasía. Santidad o muerte.
si yo quiero interpretar, recurro el contexto de la exhortación, su intencionalidad y leer cada parte en sintonía con su todo. Buscar un elemento externo a ella, como la doctrina tradicional, me parece un sinsentido hermenéutico, cuando es de todos conocida la intencionalidad y contexto de esta exhortación: abrir la posibilidad de la comunión a los "vueltos a casar" e incluir conceptos de familia "amplios" en la vida de la Iglesia. Claro, no se podía negar explícitamente la doctrina, pero si proponer algo incompatible con ello y justificarlo, que es lo que parece precísamente hacer la denominada moral situacional. no le veo sentido a decir dice naranjo, pero a la luz de la tradición es azul. La ambigüedad la ven ustedes pero no logran explicar donde está (ambiguo significa que admite dos o más sentidos).
Cual sería el problema de decir simplemente que lo que dice Francisco está mal y contradice la moral católica tradicional, si como han dicho muchos, no está comprometida su infalibilidad en esta exhortación. O es por temor a corregir al superior. Se lo pregunto muy sinceramente
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JMI.-En InfoCatólica, como en muchos otros medios, decimos que la Exhortación es ambigua, que admite (como se dan de hecho) interpretaciones diversas. Y tratamos de dar bien clara la doctrina moral católica. Y animamos después a los lectores a que lean la Exhortación entendiéndola por el lado que, según sus entendederas, es un desarrollo en continuidad (es decir, en conformidad) con la doctrina católica precedente.
No podemos ni queremos hacer más.
Que no es poco lo que hacemos.
ave maria purisima sin pecado concebida.
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JMI.-Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, Virgen gloriosa y bendita.
gracias Padre por todas sus explicaciones y por la clara doctrina. Gracias. Recemos.
Me parece una línea interesante: las personas no niegan su situación, no trapichean con la verdad, no llaman al mal bien, no pretenden pecar "virtuosamente", lo cual es imposible; pero, a veces, pueden dejarse llevar por su debilidad.
Ahí sí creo que es posible la ayuda de los sacramentos.
Muchas gracias.
Sigo rezando por toda la Iglesia Católica, por la santidad del Papa Francisco y la de todos los sacerdotes.
Y muy especialmente rezo por su santidad y la de todos los que hacen InfoCatólica. Que Dios los bendiga, la Santísima Virgen María y San José los protejan siempre y que el Espíritu Santo los siga iluminando, porque están haciendo muchísimo bien a tantas personas.
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JMI.-La co-laboración más valiosa para InfoCatólica:
la oración, sin duda alguna. Dios se la pague.
Bendición +
Bueno, no queda claro qué sea Magisterio en AL, así que no hay obligación de querer ver en el texto lo que no hay; así, defender la Doctrina de Cristo no pasa por defender un texto defectuoso.
Vamos, que caemos en el voluntarismo.
¡Saludos!
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JMI.-No se caiga, hombre. No hay por qué.
Pero déjeme abusar de esa sabiduría y preguntarle: Eso de vivir como hermano y hermana que propone la Familiaris Consortio, ¿no está medio en las nubes, en la luna? Conozco no pocos casos de señoras que querrían vivir así mientras arreglan sus problemas canónicos para poder comulgar, pero temen la infidelidad de su actual "pareja" y por eso desisten a vivir en ese tipo de "fraternidad", para llevar una vida conyugal ilícita.
Además, he leido un artículo interesante, que cuestionaba esa hipotética relación hermano y hermana, y decía que no se entendía bien su naturaleza. Porque divorciados-recasados no son hermanos, y por tanto no hay allí ese tipo de "hermandad". Pero tampoco son esposos, por lo que no podemos hablar de una "fraternidad conyugal". Sería una especie de hermandad parecida a la que hay, no sé, entre amigos especiales...
Pero es una amistad, que frecuentemente está basada en la injusticia cometida contra el cónyugue legítimo y contra los hijos nacidos de una unión aún válida. Extrapolando, se podría llegar a hablar de una "hermandad basada en el pecado", y por tanto una falsa hermandad. (Si fueramos juristas, diríamos jocosamente "una particular asociación para delinquir". Mentiras, es una mala broma).
Eso de hermano y hermana, Padre, no me cuadra, y si me parece un acercamiento "pastoral" que va relativizando las verdades.
No sé que opina usted.
Agradecido de antemano por su respuesta.
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JMI.-Bueno, no es que yo "opine", es que "creo en el Magisterio apostólico" (Fam.consortio 84, Sacram. caritatis 29 y muchos documentos anteriores).
No se agarre a lo de "como hermano y hermana", dándole vueltas a la expresión. Es un eufemismo para decir que practiquen el sexo, que no vivan como esposos (more uxorio). En Fam. Cons. 84 ni se emplea la expresión "como hermanos", dice simplemente que si hay razones graves para continuar la convivencia "asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos".
Hacerlo sería pecado mortal, y si ello pusiera en peligro la mutua "fidelidad" (sic) que se deben las parejas qye viven en adulterio, y supone una cruz, paciencia. Tomen su cruz, si quieren seguir a Cristo. Pierdan su vida, para ganarla.
Cae Ud. en contradicción. Si el "el capitulo 8 no es propiamente magisterio apostólico" (es lo que Ud. afirma), no exija interpretarlo en continuidad pues lo que no constituye magisterio no cae en el terreno de la fe y las costumbres, y por tanto es opinable.
Lo vemos mejor con un ejemplo:
"Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica, nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis." (S. Juan Pablo II a los miembros de la academia de ciencias,1996).
Yo puedo opinar y opino lo contrario: nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es menos que una hipótesis.
No hace falta hacer aquí hermenéutica de ningún tipo pues no se pone en entredicho ningún punto de la fe y la moral, precisamente porque el carisma papal no recae sobre enunciados científicos, etc. La Iglesia obliga a hacer hermenéutica de la continuidad únicamente sobre textos del magisterio, no sobre aquellos que no lo son.
Lo compara Ud. con el decreto del Vaticano II sobre el ecumenismo, no sé si porque tampoco considera magisterio apostólico susodicho decreto, lo cual me sorprendería. En cualquier caso solo le caben 2 opciones, o dice Ud. que el capitulo 8 sí es magisterio apostólico y en ese caso sí puede y hasta debe exigir hermenéutica de la continuidad, o bien dice que no es magisterio y que cada quien opine lo que quiera. Pero por favor, no juegue Ud. con las ideas.
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JMI.-El decreto conciliar del ecumenismo es mal interpretado, p.ej., por los lefebvristas, porque lo interpretan en ruptura con la doctrina católica. Debe ser interpretado en continuidad.
Lo que dice usted de la evolución no es propiamente Magisterio porque no trata de fe y costumbres.
Que el cp. 8º no es propiamente Magisterio, por su ambigüedad sobre todo, no impide que se haya de interpretar en continuidad. Su dilema "o dice que es Magisterio...o dice que no es magisterio y que cada quien opine lo que quiera", no me vale. No tiene sentido decir que una enseñanza, al ser opinable, ya no puede ser objeto de interpretación alguna. Tanto las enseñanzas magisteriales como las doctrinas opinables pueden y deben ser interpretadas. En el caso que nos ocupa, en conformidad con la doctrina católica, pues ésta nunca puede contra-decirse.
Yo no juego con las ideas. Más respeto, por favor.
Puede ud. mostrar su desacuerdo con lo que escribo. Pero sin ofender.
Debemos respetar al Papa Francisco, pero por ese respeto, cardenales, obispos y sacerdotes, nos van a hundir en la confusión y hasta hacer perder el alma a nosotros, los católicos sencillos? además claro, de ellos mismos.
¿En qué quedamos, Padre, dónde está la verdad, a quién vamos a seguir, en quién vamos a confiar?
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JMI.-Lo claro no se entiende por lo oscuro, sino que lo oscuro por la claro. Ya he traído varios testimonios autorizados, en los que se afirma que de la Amoris laetitia pueden sacarse numerosas buenas enseñanzas, en tanto que otras, como la comunión de los divorciados recasados, quedan ambiguas. Y que sigue plenamente vigente, respecto a ese tema ambiguamente tratado, atenerse a Familiaris consortio 84 y Sacramentum caritatis 29.
¿Dónde está la verdad?... Es muy fácil hallarla: abra el Catecismo, que fue promulgado por San Juan Pablo II, pero que fue elaborado durante varios años por todos los Obispos de la Iglesia, a los que se enviaban continuamente los borradores.
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JMI.-No me haga tomar la sartén por donde quema. Que en ciertos temas candentes el Papa en la AL se ha manifestado en forma ambigua, tal que, de hecho, unos la interpretan de un modo y otros de otro, no es porque no haya conseguido una expresión clara y precisa, sino porque ha preferido dejar la cuestión abierta, sin precisión total. Y lo ha pretendido, por supuesto, deliberadamente. No es ningún juicio temerario. Y así lo han entendido docenas de autores que han estudiado su documento.
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JMI.-La "comunión espiritual" es término que admite varios sentidos.
Una persona que no está en gracia puede, por supuesto, rezar y tratar así de unirse a Dios, y pedirle su ayuda para salir de su agujero, etc. Si no está en gracia, "la comunión espiritual" será imperfecta, pero sí que es algo real y de efectos espirituales buenos, que adelantan el camino hacia la gracia y la unión perfecta con Cristo.
Que más que preguntarme:
Como llegamos hasta aqui? La gente busca respuestas en un mundo donde lo mas facil y cercano muchas veces es lo falso.
Como poder encender la luz de la familia a aquellos tantos que estan viviendo en adulterio? Como?
Empieza con una luz, con una pregunta, con un despertar.
Que puede ocasionar ese despertar? AL creo que lo hace. Permite encender la luz de la busqueda de la verdad. A veces, para el que no quiere ver, el muro no tiene escaleras. Luego algo deja ver esa escalera para atravesarlo. Ahora bien, escalon por escalon, sera tan alta o tan baja dependiendo de la entrega a nuestro jesucristo,
Leo tantas criticas y me parece que la confusion es solo para crear el lio necesario para que muchos vean esas escaleras y se animen a subirlas. Cristo siempre estara ahi para ayudarnos a subirlas.
En eso sigo viendo al Papa como positivo, le gusta el lio, ese lio que hace que algunos se pongan anteojos y vean mas alla. Chispas de luz que encenderan o no.
Abrazo en cristo.
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JMI.-Bendición +
Tenemos un ejemplo de esto en el Papa Juan XXII, que predicó en unos sermones en la catedral de Aviñon una doctrina (que la visión beatifica de los justos solo se produce después de la resurrección de los muertos y el juicio final) que posteriormente fue condenada como herética. Ya me dirá Ud. cómo realizar hermenéutica de la continuidad de una enseñanza herética. La única interpretación posible es la que el mismo pontífice dio en vísperas de su muerte, que se trataba de una opinión (herética) que emitía como teólogo privado sin intención de comprometer su magisterio. Antes de fallecer se retractó de su error, no dijo: hagan hermenéutica de la continuidad.
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JMI.-Dice usted que "La hermenéutica de la continuidad solo aplica a textos del magisterio apostólico y Ud. quiere universalizarla a otros que no lo son. Eso no vale".
La hermenéutica de la continuidad no tiene por qué aplicarse únicamente a temas ciertamente magisteriales, sino también a opiniones.
Hay opiniones, que propiamente no tienen una autoridad magisterial, como mostré-demostré yo (creo que válidamente) en un art. precedente sobre el cap. 8º de la AL. Y esas enseñanzas no-magisteriales, por supuesto, deben ser interpretadas. Y si tienen ambigüedades, habrá que analizar sus posibles sentidos en exégesis de continuidad con la doctrina católica, de tal modo que afirmemos las interpretaciones ortodoxas y rechacemos las posibles heréticas.
Ud. argumenta como si al no ser un texto magisterial, sino sólo alcance nivel de opinión, ésta necesariamente haya de ser herética, como el caso que cita de Juan XXII. Pero no es así. Puede haber opiniones verdaderas, falsas, contradictorias, etc. de muchos grados. Y todas requieren interpretación, no solamente los textos ciertamente magisteriales. Buscando siempre en ellas, en las que sean, el sentido católico.
Solamente quedan fuera de "interpretación" las opiniones patentemente heréticas: "Dios no existe", etc. Éstas no admiten interpretación, sino simplemente condena. Evidentemente no es éste el caso de Amoris laetitia.
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JMI.-Oremos, oremos, oremos.
Jesucristo vive y REINA por los siglos de los siglos. Amén.
Bendición +
El MUNDO se ha apoderado de la moral, del poder, de las riquezas, de la historia, de la fama, de la política y hasta de la GLORIA que solo debe debe pertenecer a Dios.Crean valores y símbolos exclusivamente humanos y los califican de sagrados, crean de igual forma nacionalismos aberrantes y manipuladores de la conciencia del hombre y de la mujer.
Compran o se apoderan del conocimiento científico que le beneficia a costa de lo que sea y por último se apoderan de la razón de la creación de mundo y hasta de la MISERICORDIA de Dios, manipulandola de forma abyecta.
Se manifiesta que lo que decide la mayoría en las votaciones es la verdad obligante para todos los habitantes de un Estado.
La Ley de Dios es inmutable " Legi Dei est non mutatus ". Cristo vino no ha abolir la Ley si no a hacer que se cumpla.
El libro Jesús de Nazaret de Benedicto XVI es opinión doctrinal no-magisterial del Papa y no nos pide hermenéutica de la continuidad sino que concede libertad de opinión:
"Sin duda, no necesito decir expresamente que este libro no es en modo alguno un acto magisterial,
sino únicamente expresión de mi búsqueda personal «del rostro del Señor» (cf. Sal 27, 8). Por eso, cualquiera es libre de contradecirme".
Claro como el agua: "cualquier es libre de contradecirme". De lo contrario habría que hacer hermenéutica de la continuidad de cualquier opinión papal en entrevistas, etc, aunque se traten de meras opiniones. Mientras que el mismo Papa en otro sitio dice: "La hermenéutica de la continuidad se revela cada vez más urgente para comprender de modo adecuado los textos del concilio ecuménico Vaticano II".
Una hermenéutica de la continuidad tiene sentido en los textos del Vaticano II pues ellos contienen, en diferente grado, enseñanzas del magisterio apostólico. Se pide hermenéutica de la continuidad sobre tales textos ya que a ellos se debe religioso asentimiento de la voluntad y de la inteligencia en cuanto magisterio ordinario. Con el propósito de evitar contradicción de magisterios, que no la puede haber, se pide dicha hermenéutica.
Cuando Ud. pide hermenéutica de la continuidad sobre el capitulo 8 de la AL lo que hace es tratarlo como autentico magisterio, pero por otro lado niega su carácter magisterial. Esta es la contradicción.
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JMI.-El título de mi artículo (374) fue "AL. El capítulo 8º no es propiamente Magisterio pontificio". Estando, sin embargo, integrado en una Exhortación apostólica, no puede considerarse equivalente a un libro personal del Papa, como Jesús de Nazaret, en el que el mismo autor-Papa advierte que son opiniones suyas, de Ratzinger, no del Papa Bened-XVI, discutibles por tanto.
Y eso que alegremente califica usted de "absurdo y nunca enseñado por la Iglesia" lo han dicho y repetido en estas semanas refiriéndose al cp. 8º de AL un buen número de escritores teólogos o filósofos, como Antonio Livi, y algún cardenal, como Burke. En efecto, siendo como es un capítulo evidentemente ambiguo, deducen que 1) no es propiamente Magisterio, pues conscientemente se formula con posibilidad de ser interpretado en formas contrarias (como de hecho lo está siendo); y que por eso mismo 2) debe ser interpretado en continuidad con el Magisterio auténtico, claro, preciso, constante y universal de la Iglesia.
Dice Ud. : "En efecto, cuando intencionadamente se publica un documento pontificio que admite interpretaciones muy diferentes, es evidente que el Papa no está ejercitando la autoridad docente petrina."
Le atribuye Ud. una intención al documento que es imposible conocer ¿Cree Ud. que el Papa puede publicar intencionadamente un texto ambiguo? ¿Está Ud. en la cabeza del Papa para saberlo? Eso es un juicio temerario.
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JMI.-Repite ud. la acusación "Por cierto..." (5/5/16 - 02:02) que ya respondí adecuadamente, alegando que yo "acuso al Papa", diciendo ahora que hago "juicios temerarios", etc.
Le repito mi respuesta, pero ya no más veces.
Que el documento en el cp. 8º es ambiguo, abierto a dos interpretaciones distintas, eso es opinión común manifestada en muchísimos autores. Que el Papa al dirigir el equipo de elaboración del documento y firmarlo lo sabía, también, es de sentido común, sabiéndolo inteligente. Que los efectos producidos, unos interpretan esto y los otros lo contrario, era perfectamente previsible, también es obvio y comprobado a posteriori. Decir por tanto que es "un juicio temerario" opinar que "deliberadamente" salió ambiguo el documento, como salió, perdone, pero eso no se lo cree ni usted.
Y ya vale. no vamos a discutir indefinidamente, aunque por parte de ud. parece que no tendría inconveniente en ello. Bajo la persiana.
Por mis propios pecados hablo, que muchas veces lo que más me falta es la fe en Jesucristo, y he llorado mucho pero esta esa luz en la Eucaristia que me ha llevado a darme cuenta que debo pedirle fe en Él.
Ahora hay una tendencia que me preocupa muchísimo porque es dentro de la Iglesia, las pastorales juveniles y los catequistas, así como jóvenes como una que hizo una pagina llamada: cristianos en construcción, que llama a que tengamos "fe en nosotros mismos" El Señor me ha llamado a catequizar a jóvenes que quieren tomar el sacramento de la confirmación y es tarea seria quitar el disco que tienen metido en su cabeza porque en la pastoral juvenil les han lavado el cerebro y vendido la idea de que deben tener fe en ellos mismos y lógicamente de allí no van obtener las gracias que solamente les da Nuestro Salvador Jesucristo
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JMI.-El retrato que Ud. hace de la situación de la catequesis donde ayuda se ve claro que está tomado del natural.
Pero "todo puede Ud. en Aquel que la conforta".
Ánimo y haga todo el bien que puede (=que Dios le dé hacer), con paciencia y caridad, prudencia y fortaleza.
Bendición +
Uno de ellos se convierte, y claro, se da cuenta que es un fornicador y no puede comulgar.
Le pide a su pareja casarse por la iglesia y esta se niega rotundamente pues sigue siendo atea, le propone vivir en castidad y esta le responde que eso supondría el divorcio, pues ni entiende ese cambio en la relación ni lo acepta.
¿Que le recomendariais a esta persona en esta situación?, ¿podria comulgar en algún caso sin provocar el divorcio?
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JMI.-No me convence transformar la Sala de Comentarios a un artículo concreto en Consultorio de casos concretos morales y canónicos, en los que, por cierto, no soy especialista, y en los que hay que ponerse a trabajar un asunto para darle una solución responsable. Y no.
Si no entiendo mal, esa situación podría regirse por el "privilegio paulino", tal como el Derecho Canónico lo configura en los cánones 1143-147, 1149.
Entiendo pues, que habría trabajar el asunto para llegar a un divorcio civil "responsable", pues de otra forma no puede vivir acorde a la voluntad de Dios.
Entiendo que lo que puedan sufrir los niños pequeños por este divorcio no es ningún atenuante para mantener ese matrimonio, pues el divorcio en este caso no es pecado, es mas, te libra de seguir pecando, y eso es lo mas importante.
Gracias por contestar.
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JMI.-No me he desbocado. Mido mucho lo que digo, reafirmando la doctrina católica, en unión con otros teólogos y Obispos, y procurando rebatir las interpretaciones no-católicas que a veces se han dado a la Amoris laetitia.
AL propone acercarse a los alejados, a los que no tienen consciencia de este sacramento del bautismo porque lo recibieron pero nunca lo han vivido. Anunciarles el kerigma. Empezar el cristianismo por el principio (el anuncio) y no por el final (la moral cumplida por Cristo en nosotros).
Por eso la comparación con la cita de Justino hay que entender con respecto a los tiempos de hoy. En la época de san Pablo y Justino los cristianos venían del juadaísmo, del atrio de los gentiles y posteriormente del paganismo. Todos ellos, al aceptar la predicación (kerigma), eran instruídos y después bautizados, integrados en la comunidad. Esta instrucción duraba en ocasiones años. El catecúmeno tenía que dar muestras claras de que vivía la fe de Jesucristo. Hoy en día nos encontramos con que la mayoría de la población es pagana paganísima, pero bautizada.
Podemos decir que si son bautizados han de comportarse como tales. Pero pongamos un caso, que es el de millones de españoles a día de hoy. Un niño es bautizado, y ni padres ni padrinos tienen fe, ni conservan de la tradición cristiana mas que bodas y bautizos. Este niño cuando crece no es un apóstata, ni puede ser juzgado como tal, a pesar de que siendo bautizado, es pagano y adora a los dioses del mundo.
El relativismo vive entre nosotros y en medio de nosotros. Se ha instalado. Sólo el anuncio del kerigma puede recuperar esa naturaleza perdida (también en el lenguaje).
Nota a parte: EDITADO
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JMI.-Así es. "El justo vive de la fe": el que no la tiene o muy apenas no puede vivir la vida cristiana, ni el matrimonio ni nada.
Eso y la Eucaristía: no hay vida cristiana, ni en el matrimonio ni en nada, si no se mantiene el vínculo sacramental eucarístico con Cristo. Los cristianos no-practicantes vienen a ser como los ciclistas que no saben andar en bicicleta. "Si no coméis mi cuerpo y no bebéis mi sangre no tendréis vida en vosotros". ¿Está claro, no?
EDITADO
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Son situaciones muy comunes y sin salida, porque ahora le estoy obligando a vivir sin comunión. Por eso yo digo que esa ambigüedad del capítulo 8, no es para confundir el mal con el bien, que en AL queda muy claro en los primeros capítulos, sino para empezar a salir de ese juridicismo, que es una auténtica cárcel para la Iglesia.
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JMI.-Prédicas contra la doctrina de la Iglesia no pueden ser pinchadas en el corcho de mi Sala de Comentarios. Lo siento.
Los mandatos de nuestro Señor Jesucristo, que la Iglesia mantiene en su predicación y en su regla de vida (Dº Canónico, Catecismo, etc.) no son "juridicismos", que encarcelan a los cristianos en una jaula. Son preceptos divinos, son mandatos de Cristo, "son espíritu y vida", que facilitan la vida en la caridad a Dios y al prójimo: "lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (divorcio), "no cometerás adulterio"...
Le aconsejo leer el Salmo 118, que la Iglesia nos da a rezar casi todos los días en la Liturgia de las Horas: "Feliz el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor. Dichoso el que guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón. Mi alegría es el camino de tus preceptos, tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus palabras", etc. Es el Salmo más largo del Salterio.
Es asi!!!!!!!
Excelente el post, y sus respuestas a los comentarios,los seguire leyendo.lo he de imprimir.
Que Clara es la VERDAD!!!!!!!!
Que Dios lo bendiga Padre lo haga con la Iglesia, y con está página., y bendiga al mundo , a todos, para que la encuentren, es lo unico que nos hace felices en la tierra.
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JMI.-Bendición +
Oremos al Señor para que le dé a usted la luz de fe que la falta, y se fíe más de lo que enseña la Iglesia, Madre y Maestra, que de lo que piensa usted. Oremos".
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Qué lástima me da ver que no cree usted en que el sucesor de Pedro, vicario de Cristo en la Iglesia, tiene poder para atar y desatar, también en esos asuntos. Sigamos orando y reflexionando.
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JMI.-Qué lástima me da ver que Ud. cree que el Papa puede autorizar a desobedecer los mandatos de Dios: "lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre", "no cometerás adulterio". Él sabe perfectamente que no puede atar o desatar en el corazón de los católicos los mandatos de Cristo.
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No se trata de autorizar a desobedecer los mandatos de Dios, sino de dar una solución razonable cuando el hombre ha separado lo que Dios unió; porque la que se está dando ahora no creo que lo sea. ¿Es que no se refería a eso Jesús cuando dijo: "Yo quiero misericordia y no sacrificios" (Mt 9, 13; 12, 7)?
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JMI.-No, no se refería a eso.
Nunca la Iglesia debe autorizar aquello que Dios prohíbe grave y expresamente.
En ningún caso.
La misericordia de Cristo hace que diga a los pecadores: "Si no os convertís, todos moriréis igualmente". Y a la adúltera: "vete y no peques más".
Las puertas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia.
Usted habla de un matrimonio de dos ateos. Digamos, el matrimonio de dos no bautizados. Ese matrimonio civil es matrimonio. Es tan matrimonio que para dejar de ser tal debería disolverse por privilegio paulino, no por divorcio.
La conversión de uno de los dos, no anula ni disuelve el matrimonio. Por tanto, hablar de fornicación en esa pareja es un error. Obviamente no es sacramento, para eso es necesario el bautismo del otro. La conversión es lo que hará de ese matrimonio sacramento. Luego de la conversión de los dos, no será necesaria la boda canónica, porque es el bautismo lo que hará de ese matrimonio sacramento.
Ni siquiera una boda canónica entre bautizado y no bautizado lo haría.¿Cómo va a haber sacramento del matrimonio cuando no se está bautizado?
Este tipo de situaciones no es a las que refiere AL. Hay que tener bien claro el ámbito de aplicación de la citada norma.
Alguien preguntará qué es lo que hay que devolver. Yo creo que es el sacramento de la Eucaristía. El texto lo firma el padre franciscano don José Arenas, quien también asevera que a menudo, aquellos y aquellas que nunca han amado se han erigido en jueces con potestad para encerrar en una jaula de castigo de por vida a quienes se les rompió el amor.
Y yo, según la publicación oficial de mi diócesis, por haber sido convencido por los argumentos del padre Iraburu, me veo señalado por mi obispo y por el autor del panfleto, como alguien que probablemente no ha amado nunca y que no es de Cristo.
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JMI.-No me cuesta nada entender su situación, muy bien descrita.
Pobre Pedro: anímese a amar, que para eso es cristiano.
La Iglesia tiene el encargo de parte de Jesucristo de restituir la dignidad a quienes viven como si la hubieran perdido por culpa de sus fracasos matrimoniales. Está llamada a reconstruir la vida de los que se han de¬rrumbado bajo el peso de las relacio¬nes tóxicas, esas que sellan el amor a golpes en la cara o en el alma. Y ha de empeñarse en recobrar para la comunidad a quienes se sintieron expulsados —o lo fueron literalmente— por aquellos que aún no han aprendido a ver por dentro a las personas, como hace Dios.
El texto de la Exhortación pasará a la historia de la Iglesia porque está pensada y escrita desde la verdad, con una simplicidad que es sólo aparen¬te. Antes de redactarla, el Papa oyó las opiniones de los padres sinodales, obispos de todo el mundo, y se percibe que luego se sentó a escuchar a Dios. Y que también hizo memoria de todos los dolores viejos y nuevos que conoce: los de miles de parejas y de hombres y mujeres que no han encontrado la alegría en el amor, sino que lo han experimentado como un íntimo calvario.
Lo fácil habría sido condenar por sistema a todos y en todos los casos. Hubo quienes lo pidieron cuando se cocinaba el texto. A menudo, aquellos y aquellas que nunca han amado se han erigido en jueces con potestad para encerrar en una jaula de castigo de por vida a quienes se les rompió el amor. Pero el camino que ha elegido la Iglesia es otro. La Iglesia ha escogido levantar al que se tambalea y al que ya ha caído, ofrecerle misericordia.
No hay divorciados ni divorciados vueltos a casar ni comunión o no para los divorciados que estrenan pareja. Lo que hay son personas, con histo¬rias concretas, con circunstancias singulares sobre las que hay que dialo¬gar con cada una. Personas, la mayor parte de ellas, víctimas a las que se ha tratado como culpables. Personas, no temas. Hijos de Dios, no cuestiones a resolver.
El Papa dice que la Iglesia elige amar, como Dios. Un cristiano, o elige “reintegrar”, devolver lo que es justo a quien ha sufrido, o no es de Cristo.
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JMI.-Pronto celebraremos Pentecostés. Pidámosle al Espíritu Santo que ilumine le mente de ese padre franciscano y encienda su corazón en el fuego de su verdadero amor. Uno de los frutos de ello será que le levante a Ud. la comunión que le fulmina en la última frase.
En el caso de que sean los dos bautizados, puede aplicar el canon 1161 a 1164, donde se habla de la "Sanación en la Raíz" de un matrimonio.
Este canon sí es importante para entender algunas situaciones que comprende AL Hay divorciados en nueva unión que no han podido demostrar en el fuero externo que su matrimonio sacramental fue nulo, pero en el interno están totalmente convencidos de que lo fue. AL refiere a estas situaciones.
Si se llega a demostrar en el fuero externo la nulidad, lo que hace la iglesia es sanar en la raíz ese matrimonio civil. Se dispensa la forma canónica, se validan los votos civiles y se anota en la partida de bautismo la boda civil, con efectos sacramentales reconocidos por la Iglesia retroactivos a la fecha de la celebración.
La mayor diferencia entre una sanación de raíz y una boda canónica (que también puede celebrarse si se desea), es que en el primer caso, el matrimonio se considera sacramental desde su celebración civil, lo cual es muy importante para el reconocimiento de la santidad de la pareja, que no ha estado en pecado público, sino en una situación irregular.
En el caso de David, también es posible la sanación en la raíz, ya que para casos como el expuesto fue creada la sanación en la raíz. Para ello debería contactarse con un canonista y que analice su caso.
Lo que le diría es lo que lleva dos milenios diciendo por boca de la Iglesia a los que están en esa misma situación: vete y no adulteres más. Porque no se trata del divorcio (que no existe para el matrimonio sacramental indisoluble), sino del adulterio que comete cada vez que tiene relaciones con alguien que no es su verdadera esposa o su verdadero esposo.
El Santo Padre quiería "lio", como se los dijo a los jóvenes en Rio de Janeiro, y vaya que lo ha logrado !!. Parece increible que tengamos que repetir una y mil veces, que a AL hay que leerla e interpretarla a la luz del Magisterio, en continuidad con las encíclicas que han tratado sobre éste tema, que como sabemos, han sido numerosas, y el Catecismo de la Iglesia Católica, que no puede ser mas claro y contundente.
Que se ha producido mucha confusión ( lío ), es cierto, pero no es menos cierto que nada ha cambiado ni cambiará la doctrina de Nuestra Santa Madre la Iglesia Católica Apostólica Romana; el agua seguirá siendo mojada.
Me encomiendo a sus oraciones y rezo por Romano Pontifice y por usted.
Dios lo bendiga.
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JMI.-Bemdición +
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