(306) En las tormentas de la Iglesia, alegres en la esperanza (I)
–Perdone, pero no veo yo muchos motivos para estar alegres en la esperanza.
–La Santísima Trinidad habita en usted como en un templo. Cristo le atrae con su gracia hacia el cielo, que está a la vuelta de la esquina… ¿Y no ve motivos para estar alegre en la esperanza?… Necesita leer lo que sigue.
–La Iglesia en la tierra está siempre en guerra con el mundo, precisamente para salvarlo de sus gravísimos errores y pecados. «El mundo entero yace bajo el poder del Maligno» (1Jn 5,19). Hay que combatirlo con la fuerza del Salvador para vencerlo y liberar a los hombres. «Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Pero lo ha vencido porque lo ha combatido. «No penséis –dice Cristo– que he venido a sembrar paz en la tierra; no vine a sembrar paz, sino espada» (Mt 10,34).
Por tanto, como dice el Vaticano II, «toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como una lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (GS 13b). «A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final» (37b). Pero muchos ni se enteran de que estamos en guerra… Quizá porque ellos, al menos, no lo están.
Sin embargo el Señor anunció con toda claridad esa batalla permanente entre la Iglesia y el mundo: «Si el mundo os odia, sabe que me odió a mí antes que a vosotros. Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por esto el mundo os aborrece… Si a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,18-20). Pero incluso anunció también esa lucha dentro de la misma Iglesia: «se levantarán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos» (Mt 24,11). Será la Iglesia como campo de trigo, en la que el diablo siembra cizaña (13,25).
–Esta guerra se da hoy quizá con más gravedad que nunca. No conocemos momentos anteriores de la historia en los que estuviera el mundo tan herméticamente cerrado a la predicación del Evangelio –en China, en las naciones islámicas, en los pueblos laicistas, antes cristianos y hoy apóstatas–. Quizá nunca el diablo ha tenido tanto imperio sobre el mundo. Pongo sólo un ejemplo, la pornografía, que todo lo invade. Por muchos medios, por internet especialmente, la mayoria de los niños y adolescentes actuales, sólo con hacer un clic, en unos pocos años, menos, en unas horas, ha visto mucha más pornografía que la gran mayoría de sus abuelos en toda su vida. Ése es uno de los grandes poderes del príncipe de este mundo, el diablo. Y como ese poder terrible tiene otros muchos.
Y en buena parte esa batalla se da dentro de la misma Iglesia católica, como ya lo anunció el Señor. Luz y tinieblas combaten en su interior muy duramente. Es curioso. Nunca ha habido en la Iglesia un corpus doctrinal tan amplio y perfecto como en el tiempo actual; y nunca han proliferado tanto dentro de ella las herejías. Prácticamente no hay actualmente ninguna verdad católica de la fe que no se haya puesto en duda o negada impunemente, al no ser suficientemente combatidos los errores por la Autoridad apostólica y por los teólogos ortodoxos.
No me alargo sobre el tema porque ya lo he tratado en este blog en varias ocasiones. (39) Las innumerables herejías actuales; (40) La Autoridad apostólica debilitada y (41); (45) Reprobaciones tardías de graves errores y (46), increíblemente tardías; (42) Teólogos católicos, ortodoxos, pero no combatientes.
San Juan Pablo II reconocía: «Es necesario admitir con realismo, y con profunda y atormentada sensibilidad, que los cristianos de hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos, e incluso desilusionados. Se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones. Se ha manipulado incluso la liturgia. Inmersos en el relativismo intelectual y moral, y por tanto en el permisivismo, los cristianos se ven tentados por el ateísmo, el agnosticismo, el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva» (disc. 6-II-1981). «Los cristianos de hoy, en gran parte»… (!).
–Con ocasión del Sínodo 2014-2015 este combate interno de la Iglesia se ha hecho público más que nunca. Luchas semejantes dentro de la historia de la Iglesia pueden hallarse quizá en la gran crisis del arrianismo, y más recientemente durante el surgimiento del modernismo. Pero frenado éste en tiempos de San Pío X y en años posteriores, ha permanecido siempre latente, y ha crecido mucho en los últimos decenios, hasta llegar a expresarse últimamente dentro de la Iglesia en grados nunca antes conocidos.
No hemos conocido, por ejemplo, un tiempo de la Iglesia en que se haya hecho el elogio del adulterio, o al menos su exculpación. Pero hay Obispos y Cardenales actualmente, y no digamos teólogos, que en declaraciones públicas afirman que el cónyuge abandonado y divorciado se ve a veces en la necesidad de contraer un «matrimonio» segundo, habiendo fracasado el primero, «por el bien de los hijos», y que en conciencia debe «guardar fidelidad» a este nuevo vínculo nupcial, estimándolo como un «regalo del cielo», como «un acercamiento personal a Dios». Por eso, consolidado este segundo matrimonio en «un largo tiempo», la Iglesia no debe negar a los esposos «la comunión eucarística», atendiendo a su bien espiritual y también al bien de los hijos. Por otra parte, la Iglesia, como lo hacen los Estados modernos, debe dar «reconocimiento» a todas las formas estables de unión sexual…
Nunca como hoy en algunas Iglesia locales habían recibido el adulterio y las otras formas de convivencia, igualmente contrarias a la ley de Dios y al orden natural, un «reconocimiento» tan respetuoso y benévolo; tanto que en ciertas Iglesias locales ha llegado a tomar forma de celebración litúrgica. Y lo que es más grave: no se producen todavía en la Iglesia rechazos públicos eficaces de semejantes herejías.
* * *
–Todos los cristianos estamos obligados a «confesar y defender la fe católica», expresión clásica que rezábamos en la oración de los santos Cirilo y Metodio, patronos de Europa (14 de febrero). Los Obispos y teólogos, por supuesto, se ven especialmente obligados a esa confesión y defensa. Pero, como ya he indicado, este grave deber hoy es cumplido muy escasamente. La actual cultura predominante relativista y liberal, hace que muchos se sientan más obligados a respetar la libertad de expresión dentro de la Iglesia, que a defender en ella la sagrada ortodoxia.
En mi artículo Reformadores, moderados y deformadores señalé en 2009 cómo reformadores y deformadores coinciden en apreciar que muchas cosas están mal en la Iglesia y que exigen reforma. Pero unos y otros –piensen por ejemplo en la enseñanza de la Humanæ vitæ– difieren luego mucho. –Los deformadores exigen para la reforma que se cambien ciertas doctrinas y normas católicas. –Los reformadores pretenden que esas doctrinas y normas se reafirmen y se apliquen pastoralmente. –Los moderados, por fin, centristas en la plenitud del equilibrio, quieren el mantenimiento de las doctrinas y normas, pero siempre que se silencien convenientemente, y sobre todo que no se exijan –ni en la confesión, ni en las cátedras y en las publicaciones–, ni se impugnen en públicas argumentaciones apologéticas, para evitar así en la Iglesia divisiones públicas y tensiones enojosas. Son éstos quizá los que más daño hacen, porque conociendo la verdad, ni la proclaman ni la defienden.
Está claro que entre los católicos que mantienen la ortodoxia hoy prevalecen ampliamente los moderados, que no dan la lucha por los motivos aludidos y por otras razones que después señalaré. Lo eclesialmente correcto es hoy un buenismo oficialista que obliga a pensar que «vamos bien», aunque reconociendo sí, que hay deficiencias, sin duda, «luces y sombras». Y esta actitud es considerada por los moderados como virtuosa, prudente, caritativa, y la mantienen muchas veces con buena conciencia. Incluso fundamentan su actitud en piadosas consideraciones sobre la Providencia divina, la virtud de la esperanza, la obediencia, la filial confianza que debemos a nuestros Pastores sagrados, etc. Y a ello hay que añadir otra nota caracterizadora muy elocuente:
Deformadores y moderados coinciden en el profundo desagrado que les producen los combatientes defensores de la fe. Los primeros, porque, acostumbrados al silencio y la impunidad, se ven atacados fuerte y públicamente en sus errores. Los segundos, porque ven implícitamente denunciada su práctica neutralidad silenciosa en los combates de la fe. Más aún: no pocos de los más identificados con los defensores de la fe llegan incluso a veces a escandalizarse por los modos apologéticos cada vez más fuertes que van empleando… Y es que no se dan cuenta de que la fuerza y dureza en la defensa de la fe está en función de la fuerza y dureza de las agresiones contra la fe. Intervenciones públicas tan fuertes, por ejemplo, como las recientes de los Cardenales y Obispos Müller, De Paolis, Caffarra, Burke, Brandmüller, Dolan, Pell, Gadecki o Schneider, no se habían producido ni siquiera en los momentos más efervescentes de las polémicas posteriores al Vaticano II. Y es porque nunca como hoy se habían producido tan graves y públicas agresiones de algunos Obispos y Cardenales modernistas contra verdades de la fe católica.
Los moderados, quizá con buena voluntad, pero con discernimiento erróneo, estiman que un verdadero amor a la Iglesia y a su jerarquía exige un apoyo indiscriminado al presente católico. Y por otra parte –todo hay que decirlo– tienen en cuenta, quizá inconscientemente, que esa actitud no solo les evita a ellos persecuciones dentro de la comunidad cristiana, sino que les abre caminos ascendentes de prosperidad eclesial… Dios los bendiga. Pero sus actitudes son falsas, se eximen de los buenos combates de la fe, y no conducen a una santa reforma de la Iglesia, sino que la impiden, y la llevan a una apostasía siempre creciente.
* * *
–Nuestro Señor Jesucristo, los Apóstoles y los santos nos enseñaron que debemos combatir contra las herejías y cómo debemos hacerlo. No se explica fácilmente cómo muchos cristianos actuales, con alegar que «los tiempos han cambiado mucho», se desentienden de las enseñanzas y ejemplos dados por Cristo, los Apóstoles y los santos de veinte siglos de historia de la Iglesia, como si la fidelidad al Evangelio nos obligara hoy a conducirnos en modos contrarios a los que vivieron Cristo y sus santos, e incluso a escandalizarnos de quienes los imitan. No les vale la norma del Maestro: «yo os he dado el ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho» (Jn 13,15).
Si miramos la predicación de Cristo (25), nos fascina la serena dulzura con la que predica el Evangelio; cómo se comunica con la gente común, sanos y enfermos, justos y pecadores, ricos y pobres, ignorantes y eruditos. Pero hemos de seguir su ejemplo igualmente en su modo de combatir los errores doctrinales, concretamente el gravísimo error de los fariseos, que en su tiempo eran los maestros principales de los judíos. Cambia entonces completamente el tono de su palabra: «raza de víboras, sepulcros blanqueados, guías ciegos, hipócritas, buscadores de los mejores puestos» (Mt 23; Mc 12,38-40; Lc 11,37-41; 20,41-44). Incluso usa a veces el arma terrible de la ironía: «coláis el mosquito y os tragáis el camello» (Mt 23,24). Los avergonzaba y los desprestigiaba públicamente, para liberar así de su maléfico influjo al pueblo que los veneraba.
Los Apóstoles, igualmente, denunciaron y combatieron las herejías y los herejes con gran fuerza y frecuencia. No se limitaron a predicar las verdades de Cristo, sino que lucharon con suma energía contra todas las falsificaciones del Evangelio, que ya en su tiempo se dieron, como Jesús había anunciado (Mt 24,11). No callaron, no miraron para otro lado, no pensaron que «la verdad acaba imponiéndose por sí misma», ni estimaron que por sus combates se iba a romper la unidad de la Iglesia: todo lo contrario.
San Pedro (2 Pe 2), Santiago (3,15), San Judas (3-23), San Juan (Ap 2-3; 1Jn 2,18.26; 4,1), tratan a los falsos maestros cristianos, herejes y cismáticos, con palabras tan terribles como las usadas por Cristo contra letrados y fariseos. Actualmente, este «lenguaje evangélico» resulta para muchos escandaloso y absolutamente incompatible con la caridad cristiana. Pero son ellos los que están equivocados, no Cristo y los Apóstoles.
San Pablo, en casi todas sus cartas,dedica fortísimos ataques contra los falsos doctores del Evangelio, y hace de ellos retratos implacables. «Resisten a la verdad, como hombres de entendimiento corrompido» (2Tim 3,8), son «hombres malos y seductores» (3,13), que «no sufren la sana doctrina, ávidos de novedades, que se agencian un montón de maestros a la medida de sus propios deseos, y hechos sordos a la verdad, dan oído a las fábulas» (4,3-4). «Pretenden ser maestros de la Ley, cuando en realidad no saben lo que dicen ni entienden lo que dogmatizan» (1Tim 1,7; cf. 6,5-6.21; 2Tim 2,18; 3,1-7; 4,15; Tit 1,14-16; 3,11). Son «individuos tramposos, consumados en las estratagemas del error» (Ef 4,14; cf. 2Tes 2,10-12), y «su palabra cunde como gangrena» (2 Tim 2,17). Les apasiona la publicidad, dominan los medios de comunicación social del mundo, que lógicamente se les abren de par en par. Son «muchos, insubordinados, charlatanes, embaucadores» (Tit 1,10)… ¿Qué buscan estos hombres? ¿Dinero? ¿Poder? ¿Prestigio?… Será distinta en unos y otros su principal pretensión, pero todos buscan por la soberbia el éxito personal en este mundo presente (Tit 1,11; 3,9; 1Tim 6,4; 2 Tim 2,17-18; 3,6). Un éxito que normalmente consiguen (Jn 15,18-27; 1Jn 4,5-6).
Todos los santos combatieron los errores de su tiempo (43), al menos todos aquellos que por su misión dentro de la Iglesia estaban especialmente fortalecidos por Cristo para confesar y defender el Evangelio. Todos combatieron los errores y las desviaciones morales de su tiempo, atrayendo frecuentemente sobre sí muy graves penalidades, persecuciones, exilios, cárcel, muerte. Fueron, pues, mártires de Cristo, ya que dieron en el mundo y en la Iglesia «el testimonio de la verdad» (Jn 18,37) con todas sus fuerzas: sin «guardar su vida» cautelosamente (Lc 9,24); sin tener a veces en sus hermanos Obispos apoyo alguno, sino hostilidad y persecución; sin esperar la declaración de un Concilio –aunque ellos lo promovían cuando era preciso–; faltos en ocasiones de la misma confortación del Obispo de Roma.
El Oficio de lectura de la Liturgia de las Horas, en el Propio de los Santos, da una mínima biografía de cada uno.Y merece la pena señalar que, cuando trata sobre todo de santos pastores o teólogos, casi siempre recuerda, como mérito destacado –en 42 santos–, que «combatieron los errores de su tiempo» como puede verse en mi artículo citado (43).
Es, pues, tradición católica combatir las herejías con duras y claras palabras, y no con silencios o con palabras eufemísticas, indirectas o discretamente alusivas. Ya lo hemos visto en Cristo y sus Apóstoles. Quizá alguno alegue que era «un género expresivo» propio de la cultura semítica de aquel tiempo. Pero resulta que ese «género expresivo» ha sido utilizado igualmente, tanto en Oriente como en Occidente, en todos los siglos de la Iglesia y en todas las culturas católicas. Recordaré sólo dos ejemplos.
San Buenaventura(1221-1274), siendo Ministro general de los franciscanos, en su opúsculo Apologia pauperum; contra calumniatorem, entra en la polémica contra Gerardo de Abbeville (1225-172), teólogo de la universidad de París, que encabezaba la oposición a la pobreza extrema profesada novedosamente por las Órdenes Mendicantes. En esta obra el Doctor seráfico no sólo defiende esa pobreza, sino que combate con gran vehemencia a su impugnador principal.
«En estos últimos días, cuando con más evidente claridad brillaba el fulgor de la verdad evangélica –no podemos referirlo sin derramar abundantes lágrimas–, hemos visto propagarse y consignarse por escrito cierta doctrina, la cual, a modo de negro y horroroso humo que sale impetuoso del pozo del abismo e intercepta los esplendorosos rayos del Sol de justicia, tiende a obscurecer el hemisferio de las mentes cristianas. Por donde, a fin de que tan perniciosa peste no cunda disimulada, con ofensa de Dios y peligro de las almas, máxime a causa de cierta piedad aparente que, con serpentina astucia, ofrece a la vista, es necesario quede desenmascarada, de suerte que, descubierto claramente el foso, pueda evitarse cautamente la ruina». Pide finalmente oraciones para la conversión de ese «artífice de errores» (del Prólogo).
San Pío X (1835-1914), con una lucidez y fuerza semejante a la de Cristo combatiendo a los fariseos, combate los gravísimos errores de los modernistas.
«Se extrañan estos hombres de verse calificados por Nos como enemigos de la Iglesia. Pero son ciertamente enemigos de la Iglesia, y no se aparta de la verdad el que diga que ésta no los ha tenido peores. Porque ellos traman la ruina de la Iglesia no desde fuera, sino desde dentro. En nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia. Conocen ellos bien a fondo la Iglesia. Y han aplicado el hacha no a las ramas, sino a la raíz misma, esto es, a la fe. No hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper. Sus doctrinas les han pervertido el alma de tal modo que desprecian toda autoridad… Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen» (enc. Pascendi, 1907, 2). Y concluye definiendo el modernismo como «un conjunto de todas las herejías» (38). Es éste un tema que San Pío X comenzó a tratar desde su primera encíclica: «Ya habita en este mundo el “hijo de la perdición” de quien habla el Apóstol (2Tes 2,3)» (4-X-1903, enc. Supremi apostolatus cathedra)
La claridad mental y la fuerza verbal de la Iglesia para combatir los errores de su tiempo ha sido una tradición constante, semper et ubique, que se inicia en Cristo y sus Apóstoles. ¿Por qué hoy, cuando se han agravado notablemente en la Iglesia las herejías y abusos –que la afectaban ya, por ejemplo, en tiempo de las apariciones de la Virgen de Fátima (1917)–, estos lenguajes claros y fuertes han derivado casi obligatoriamente hacia palabras oscuras y débiles, inclinadas tan frecuentemente a diagnósticos buenistas, perfectamente irreales?… Bueno, en realidad no es contradictorio lo uno con lo otro: «causæ ad invicem sunt causæ».
* * *
–Los medios católicos fieles a la Escritura, la Tradición y al Magisterio apostólico, hacemos bien cuando con palabras claras y fuertes continuamos ese combate continuo que he señalado, y haríamos mal si lo abandonáramos por irenismo, oportunismo, falso ecumenismo, miedo al mundo, relativismo, complicidad con los errores o simplemente por cobardía. Por lo demás –y adviértase esto atentamente–, incluso los que continuamos hoy esa tradición, al librar «los buenos combates de la fe», usamos normalmente un lenguaje incomparablemente más suave que el empleado por nuestros santos modelos.
–Pues bien, nuestro modo de confesar y defender la fe suscita en los cristianos diversas reacciones. Pueden comprobarse, por ejemplo, si exploran un poco los comentarios de nuestros escritos más combativos –o los de otros medios católicos semejantes–. Podrán comprobar que entre quienes nos visitan suelen darse estas diversas actitudes:
*La gran mayoría muestran gran alegría y agradecimiento. Por eso son lectores nuestros asiduos. La mayor parte de ellos, al ver combatidas con fuerza las herejías de nuestro tiempo, tan impunemente difundidas, se ven ellos mismos confirmados en la fe católica, que tantas veces ven negada, incluso por algunos Pastores sagrados. Y al recibir argumentos para participar en el combate del lado de Cristo y de la Iglesia, nos muestran su más entusiasta gratitud.
*Unos pocos manifiestan indignación porque, siendo contrarios a la doctrina de la Iglesia, se ven directamente impugnados. No se aficionan a nuestro portal, como es lógico. Pero algunos sí nos visitan con morbosa frecuencia, quizá afectados de un extraño sadomasoquismo intelectual.
*Otros hay que expresan también su desagrado porque son moderados, y se escandalizan de las acciones públicas de los «confesores y defensores de la fe». En esto hay que advertir que hay moderados de muchas clases. La moderación puede darse en algunos por vulnerabilidad psicológica y afectiva, por educación o por causas semejantes: el contraste polémico les pone enfermos, simplemente. En otros se da ese buenismo moderado por una errónea idea de la virtud de la prudencia. Otros son moderados por horror a la cruz, porque saben que la defensa pública de la fe atrae necesariamente la persecución del mundo y de la parte mundanizada de la propia Iglesia, y prefieren guardar su vida cautelosamente.
No faltan los que aspiran por la moderación a medrar dentro de la Iglesia. Ven más aconsejable, y aciertan, para resguardar su pretensión un discreto silencio, aunque éste venga a ser objetivamente un modo de complicidad. Si son Pastores, no quieren verse como San Atanasio (+373), cinco veces expulsado de su sede episcopal de Alejandría, perseguido con particular saña por sus hermanos Obispos activa o pasivamente arrianos. Y en otros la moderación que guardan y exigen se debe a una idea errónea de la unidad de la Iglesia. Temen que los combates por la verdad católica susciten divisiones y quebranten la unidad de la comunidad cristiana; una unidad que, obviamente, sólo es posible en la verdad, en «una sola fe» (Ef 4,5). Sulpicio Severo, biógrafo de San Hilario (+367), refiere que los arrianos decían de él que era un «perturbador de la paz en Occidente» (II,45,4) (!). Y seguían ellos, pacíficamente, negando o dejando que se negara la divinidad de Jesucristo.
–Y aún hay otros que, siendo católicos ortodoxos, sufren angustia al leernos, e incluso desesperación. Están de acuerdo con lo que decimos; totalmente de acuerdo. Pero no aceptan que barbaridades doctrinales como las que denunciamos y refutamos se sigan proclamando impunemente, y procedan incluso a veces de Obispos y Cardenales. Sufren lo indecible al conocer, con ocasión de nuestros combates doctrinales, los atroces errores que se difunden a veces en parroquias, catequesis, noviciados, seminarios, facultades de teología, universidades católicas, editoriales y universidades «católicas», sin que se vean combatidos eficazmente. Se exasperan al comprobar que no pocos maestros de graves errores contra la fe son incluso promovidos a cargos importantes en la Iglesia. Aseguran en sus comentarios que avanzamos derechos hacia el abismo, y que, si Dios no lo impide, estamos en el umbral de un cisma de proporciones incalculables. Algunos anuncian la inminencia del Anticristo. No son lefebvrianos ni filolefebvrianos. No cargan contra el Concilio Vaticano II y contra el Papa actual y sus predecesores. No; hasta ahí no llegan… Pero están tremendamente desconcertados y doloridos, angustiados y desesperados… ¿Qué haremos nosotros al comprobar un día y otro esas reacciones?
Seguiremos la norma del Apóstol: «combate los buenos combates de la fe» (1Tim 6,12). Y más cuando son tan pocos en la Iglesia actual los que se sienten llamados por Dios para cumplir ese ministerio. Piensen un poco: si no denunciamos los errores, para no alarmar a los fieles, no podríamos refutarlos. ¡Y hay que impugnarlos!... Por lo demás, la gran mayor parte de nuestros textos no son polémicos, sino informativos y formativos.
En fin, pensando en estos cristianos angustiados y desesperados –justamente en éstos; lectores nuestros o no–, he escrito este artículo y escribiré, con el favor de Dios, el siguiente.
En las tormentas de la Iglesia, alegres en la esperanza (I-II).
José María Iraburu, sacerdote
Post post.–Un buen amigo y colaborador de InfoCatólica me objeta en privado que la palabra moderados, siendo de suyo la moderación una virtud, no parece la más indicada para expresar lo que con ella quiero decir yo, y con lo que él está plenamente de acuerdo. Y propone otra palabra más unívoca: cobardes. Otro ha habido que proponía la palabra tibios.
Pero creo que no aciertan. Muchos de lo moderados, quizá la mayoría, no piensan-obran como lo hacen por cobardía o tibieza, sino por mala formación doctrinal, concretamente por semipelagianismo (tan frecuente hoy entre los cristianos «buenos»). Con su moderación procuran «guardar su vida», es decir, la «parte» humana que colabora con la «parte» de Dios en la acción de la gracia. De este modo esperan –Obispos, párrocos, fieles laicos– servir mejor al Reino de Dios en el mundo, cada uno en su propia vocación.
Y esto no es cobardía o tibieza –aunque no haya que excluir que a veces lo sean–. Es fundamentalmente una mala teología de la gracia, una deficiente formación doctrinal. Si Juan Bautista hubiera sido moderado, no hubiera denunciado públicamente al Rey por adúltero, porque hubiera previsto que le cortarían la cabeza, y que así no podría seguir sirviendo al Señor como profeta: hablando en su nombre. Es decir, no hubiera fallado a su profetismo por cobardía, sino por mala doctrina teológica de la gracia. Dios lo iluminó, lo salvó de ese error y lo asistió para dar testimonio de la verdad.
Por eso en mi artículo, cuando caracterizo a los moderados, digo que son «católicos que mantienen la ortodoxia», que no es poco; que «consideran su actitud como virtuosa», «muchas veces con buena conciencia», fundamentándola en «piadosas consideraciones»… que lamentablemente son falsas.
Post post-post.– Y aún añadiré otra consideración. Es cierto que todos los cristianos debemos ser «confesores y defensores de la fe», pero no todos tienen una vocación concreta y próxima de Dios para hacer apologética. Algunos, sencillamente, como se dice en Chile, «no tienen dedos para el piano». Se alegran mucho cuando otros combatimos por la fe –clara señal de que no son moderados–, pero ellos no valen –Obispos y sacerdotes, religiosos y laicos– para ese concreto ministerio. Dios los bendiga. Humildad: «No debe el hombre tomarse nada, si no le fuere dado del cielo» (Jn 3,27).
Índice de Reforma o apostasía
73 comentarios
El caso es que hay muchos moderados-modernistas en el seno de la Iglesia católica que están muy a bien con el mundo y quieren ser aceptados por él. Seguramente cuando hay medios de comunicación claramente contrarios a la Iglesia católica que jalean con alegría ciertas cosas que están pasando en el seno de la Esposa de Cristo quizá quiera decir algo. Es más, debería hacer ver a más de uno que lo que hacen no está nada bien.
El ejemplo del Sínodo sobre la familia, a medias celebrado, es bastante sintomático. Es síntoma de por dónde quieren que vayan las cosas. Es más, es síntoma claro de que hay que mantener una gran esperanza en Dios para que no se vaya nada al traste. Y es que hay que partir de la realidad, evidente por cierto, de que la gran mayoría de católicos ni se entera de lo que pasa y, en general, aceptarán todo lo que se les diga. Y de aquellos que sí se dan cuenta... a lo mejor no quieren meterse en problemas y dejan pasar las cosas.
Denunciar lo denunciable es una obligación grave del católico. Denunciar, además, lo que es obvio que se está haciendo mal es algo que nadie debería dejar de lado por comodidades propias o por intereses, a lo mejor, inconfesables.
Es bien cierto que no vienen buenos tiempos. Es, hasta probable que en otros momentos de la historia de la Iglesia católica haya pasado cosas parecidas. Sin embargo, cuando todo se viste con ropaje de bondad y se pretende hacer ver que es bueno lo que es intrínsecamente malo y perverso... mal andamos.
Y luego... ya sabemos, que si ortodoxos, que si formamos parte de la caverna. En fin... por desgracia bien podemos decir que así se escribe la historia.
Es más, podemos sostener que no denunciar lo que se ha de denunciar es estar a favor de quien provoca lo que se ve venir. Y sea quien sea quien lo provoque pues, aquí, las medias tintas sólo van a conseguir mancharlo todo de mundanidad y de carnalidad.
Mañana, por cierto, empieza la Cuaresma. Siempre se nos ha dicho, porque es verdad, que es tiempo de conversión. Sería conveniente que más de uno, que no necesita conversión (pues ya es, al menos de nombre, católico), sí ejercite la confesión de fe. Pero, vamos, de forma urgente.
Y perdone que me haya alargado pero es que hay cosas…
En unos pocos años no. En un par de horas.
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JMI.-Oremos, oremos, oremos.
En acción de gracias siempre, y siempre en petición.
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JMI.-Ud. está de acuerdo conmigo,
y yo estoy de acuerdo con Ud.
Tal cual. Creo que aunque se dan cuenta de lo importante que es para nosotros el trabajo que hacen, no lo podrán nunca aquilatar en su verdadera magnitud. En mi caso particular la ayuda de ustedes me resulta imprescindible para no perder el norte y tirar todo por la borda. Muchas veces me siento muy desalentada, muy sola, pero los leo y me reconfortan.
¡¡¡Cuánto les agradezco!!! Cuenten siempre con mis oraciones.
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JMI.-Gracias por su gratitud.
Bendición +
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JMI.- Vivimos al amparo del Altísimo (Sal 90).
Guardados por el amor del Padre celestial.
Bendigamos al Señor.
Y a la Virgen: Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios...
Si alguno no está en guerra es que está acomodado al mundo.
Los blogeros de InfoCatólica estamos en guerra, no solo batallando espiritualmente sino hasta físicamente al sobrellevar nuestras enfermedades o las de nuestros seres queridos lo mismo que luchando por sobrevivir dentro del caos en el que nos ha sumido la crisis financiera mundial. Todo es una batalla dentro de la cual, gracias a Dios, estamos alegres y en paz debido a que la gracia nos ha hecho hallarle sentido.
No hay día en que no me pregunte para qué fui invitada a este portal y me parece, ahora, que la respuesta es clara: el Señor quería tener una guerrera centroamericana. :)
Padre Iraburu, en esta batalla usted es mi padre. Lo sabe, no es verdad?
JMI.-Guerrera con espada, escudo, casco, coraza, y todo lo que San Pablo describe en "la armadura de Dios", que debe revestirnos a los cristiaos para resistir siempre los encendidos dardos del Maligno (Ef 6,10-18).
Lo rezo y comparto.
Gracias Padre por su post, me está ayudando a discernir.
Gracias nuevamente... me gustaría si no es molestia recibir datos sobre el Sínodo de Família para interiorizar el tema.
Dios lo bendiga y cuente con mis oraciones esta incluido en el Rosario diario que le ofrezco a mi Madre Santísima por sus Hijos Predilectos.
Dios lo guarde y conserve
Saludo Fraternal!!!!
Si Deus nobiscum....
En este tiempo de densas nieblas y vapores somníferos CRISTO VIVE Y REINA CON PODER Y MAJESTAD. Ahora más que nunca el Señor envía su espíritu y glorifica su potente fuerza regeneradora. Así se anuncia en las Escrituras y en la tradición: sin sacerdote, profeta, ni rey, el Señor congrega un resto para fermento de toda la masa. Unos "anawin", pobres de Yahvéh que en Dios ponen su esperanza.
Y no es cosa entonces de pegarle a la pared grandes cabezadas, porque se rompe la cabeza, no la pared.
Ya sabe usted, Sr. Pissavini, que los porteros de esta Sala de Comentarios tienen orden de no permitirle el paso.
No insista.
Sobre la inminencia del Anticristo de 2 Tesalonicenses 2, en mi opinión, de hecho ya existen los muchos anticristos de 1 Juan 2: los que niegan la doctrina en esta generación actual.
Estos anticristos son los tipos-figuras del Anticristo que ciertamente llegará, no sabemos si ahora o más adelante.
Ciertamente, vivimos en medio de muchos anticristos que han salido del interior de la Iglesia pero no son de los nuestros.
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JMI.-Eso es palabra de Dios.
Cuentan de un predicador muy sencillico que dijo en un sermón:
"Dice el Espíritu Santo, y a mi juicio dice bien", etc.
Me gustaría que en Infocatólica también se cree conciencia y se exhorte a combatir este tipo de cizaña.
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JMI.-La gente que Ud. señala existe, sin duda.
Pero no en InfoCatólica.
http://www.cardenaldonmarcelo.es/pastoral1.html
Y es que la verdad siempre se impone. Aunque sea para destrucción de naciones y civilizaciones enteras.
Ahora la lucha no es por una nación o una civilización concreta, sino por el alma de la Iglesia, por la fe católica. Y es ahí donde encontramos el consuelo de las palabras de Cristo. Las puertas del Hades no prevalecerán. Posiblemente lleguemos a un momento en que esa promesa sea el único asidero al que agarrarnos. Pero es un asidero firme.
La gracia de Dios nos lleva a ser firmes, a la vez que prudentes, en la batalla que tenemos por delante. Los herejes y los tibios, sobre todo estos, serán desechados por el Señor.
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JMI.-Pues ya sabe. Al que a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija.
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JMI.-Por nuestros muchos pecados, Pedro. Bien dices.
A pesar de que no ha sido ordenado obispo, es usted un buen pastor amante de sus ovejas, a las que confirma en la Fe.
Porque si su humildad le permite que me lo permita, le diré que yo entiendo que encabeza usted una "ciber-diócesis" muy sui generis, en la cual muchos estamos pendientes de sus orientaciones.
Orientaciones la mar de necesarias y esperadas en esta hora aciaga para la Iglesia.
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JMI.-Lo dejamos en ciber-parroquia, Ricardo.
El pastor bueno debe procurar a su gente buenos pastos, agua pura.
Y sobre todo debe darles buen ejemplo y rezar por su feligresía.
Dios le bendiga y le guarde, padre Iraburu, y a todos los que conforman infocatólica, porque, con la ayuda de Dios, están construyendo la Iglesia.
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JMI.-Y con la oración de nuestros lectores.
Muy acertado es también que exponga ejemplos históricos de defensa ardiente de la Fe, porque con el “buenrrollismo” cultural imperante muchos lo ven como fanatismo, fariseísmo y un atentado contra la caridad con el prójimo. Los ejemplos, muy buenos, por ser incluso de los propios apóstoles (¿eran “fanáticos”?). Sin embargo, quizá por ser del terruño, tengo especial debilidad por san Beato de Liébana, y Eterio, el obispo exiliado de Osma, ocupada por los moros, cuando combaten en su Apologética (a.D. 785) las desviaciones adopcionistas del hereje Elipando (partidario del adopcionismo, más al gusto de los mahometanos), que era el arzobispo de Toledo bajo los sarracenos. Desde luego, no tenía pelos en la lengua: le llamaron “testículo del Anticristo” (“adminiculus Antichristi”). Transcribo la cita porque cuesta bastante encontrarla:
“Estos [los herejes] son los testículos del Anticristo, de cuyo semen es engendrada la perversa prole que es copulada en la boca del Anticristo… Este Anticristo tiene tantos testículos cuantos son los predicadores de su iniquidad”
[Heterii et Sancti Beati ad Elipandum Epistola (Apologeticum) Obras, I, II, n. 96]
Gracias a él España no cayó en el adopcionismo, herejía que en el fondo no dejaba de ser más que un pasteleo con los dominadores del momento (otro ejemplo más). Lo consolador además de esta descripción es que, cuando se manifieste el hijo de la iniquidad, por muy malo que sea, al menos uno no puede dejar de pensar que tendrá problemas para caminar o cuanto menos estará obligado a gastarse un pastón en //////////////
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JMI.-Perdón por quitarle la última frase, digamos, malsonante.
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JMI.-Doy gracias a Dios si mis palabras le hacen bien.
Pero en la segunda parte parece ignorar, o no valorar suficientemente, que hoy en la Iglesia hay santos pastores que entregan su vida totalmente al servicio de Cristo, sirviendo a la gente que les han encomendado.
Ya sé que usted lo sabe. Lo único, el modo de expresarse...
En cualquier caso, sólo me faltaba comentar que la situación, aunque horrorosa, no es desesperada: hay más gente de la que uno piensa, a todos los niveles, que al menos se escandaliza, lo que indica que se da cuenta que se les está dando gato por liebre. La parte buena es que se están cayendo ya las máscaras, que no es poco cuando se trata de modernistas. Y hablando de Modernismo, se olvidó de contestarme la pregunta (si es que la conoce): ¿A quién se le ocurrió eliminar el juramento antimodernista, y por qué? Y no me refiero a Pablo VI, sino al de la CDF o quien sea. Y de paso, ¿por qué se eliminó la oración a San Miguel en la misa?
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JMI.-Si se le pregunta bien, Internet responde a todo.
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JMI.-Eso mismo dijo San Vicente Ferrer (1350-1419).
Gracias Infocatolica.
Cristo dijo:¨Yo soi el Camino, y la Verdad, y la Vida¨ (Juan 12:6).
Cristo dijo:¨´El que no esta conmigo esta contra Mí, el que no recoje conmigo desparrama¨ (Mateo 12:30). Gracias por ser un apoyo espiritual a través de la red, porque uno se encuentra muy, muy, muy solo en el mundo visible, rozándonos todo el día con personas que viven como si Dios no existiera, que no quieren que se les hable de Dios; con una presión suicida de toda una sociedad para que entres por la senda ancha que lleva al Infierno; y de la senda estrecha que lleva al cielo, cuesta arriba, a contracorriente, no quieren ni oír hablar.
Santa Bernadette Soubirous, ruega por nosotros.
Todos los Santos de Dios, rogad por nosotros.
Rezo por usted.
Pido bendición.
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JMI.-Oremos siempre unos por otros.
Bendición +
Lo felicito por este artículo, le comento que ha sido la causa de que me suscriba a la página y al blog.
Me ha tocado de forma profunda y ha sido una gracia que lo lea en este inicio de la cuaresma. ¡Cuánta falta hacen estas homilías en los púlpitos!.
Lo aliento y lo animo a la batalla que aquí estaremos los soldados de Cristo cuando le haga falta.
En Cristo y Maria.
Hijitos, ésta es la hora postrera, y corno habéis oído que está para llegar el anticristo, os digo ahora que muchos se han hecho anticristos, por lo cual conocemos que ésta es la hora postrera.
1 Jn 2,18
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JMI.-Gracias.
Bendición +
Alegres en la esperanza, nos haría mucho bien que los pastores nos predicaran sobre el final de los tiempos, como hizo SIN MIEDO San Vicente Ferrer.
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JMI.-"Sobre el final de los tiempos" hablaron Cristo, SPablo, SPedro, SJuan (Apocalipsis), la Virgen, muchos santos.
Y no se equivocó ninguno.
Se equivocaron todos los que, viendo en su tiempo tantos males en el mundo y en la Iglesia, afirmaron "el final de los tiempos" para "ahora", para "esta generación".
Entrar a enjuiciar a los lectores - y no a algunos, sino a todos - sobra. No viene a cuento. Además, teniendo en cuenta que solo dispone de algunos comentarios, ¿no cree que además de innecesario, es temerario?.
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JMI.- No.
Por suerte empezamos una Cuaresma que nos sirve, un año más, para intentar reconvertirnos.
Respecto a los que dijeron y dicen "fin de los tiempos, ahora", creo que están más acertados que equivocados: cada generación hemos de vivir con esa actitud (por eso el Apocalipsis es perennemente presente), pues "nuestros tiempos" se acabarán cuando menos lo esperemos.
Pero claro, el que dice "fin de todos los tiempos ahora", se olvida de que el Señor quiso dejar bien claro que no sabemos el día ni la hora. ((Y, a poco que lo pensemos, lo mejor para nosotros es que no lo sepamos)).
Ya perdonarán.
Es temerario, sin duda. Ligar la opinión de los cristianos a///////////////////
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JMI.-Edito todo su comentario, porque va dirigido a Luis Fernando.
Yo soy José María Iraburu Larreta Mathieu López de Goicoechea Echeverría Latasa etc.
Pero... no nos olvidemos que debe ir envuelta siempre en "Caridad"..
Nunca una verdad "a media", porque habrá en ella "mentira" (producto de Satanás)..
Proclamemos la Verdad, plena... pero con muchos gestos de amor, para que sea recibida...
CRISTO NOS MANIFESTÓ SU RECHAZO A TODO PECADO... pero abrió sus brazos a los pecadores, "arrepentidos"... o que querían cambiar...
(Tu artículo, Padre, me pareció que guardó este equilibrio...)
¿Estoy re mal? ¿Tiene explicacion? ¿Es lo mismo ser catolico que judio, budista? Avisenme porfa.
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JMI.-No, el Concilio no dice nada de eso. Todo lo que el Vaticano II aprobó es ortodoxo.
El mal uso que se haga de sus textos es responsabilidad de quien escribe.
Localice en internet la declaración de la Congr. Doctrina de la Fe DOMINUS IESUS que le responderá a sus cuestiones. Un saludo.
Es usted responsable en buena parte de mi vuelta a la Iglesia. Hace un año, yo había aceptado la fe pero se me hacia imposible dejar hábitos que iban contra ella. Hasta que le leí a usted hablar acerca de la doctrina de la Gracia con precisión. Y pude entender lo que antes no entendía, pedí y acepté la gracia de Dios y dejé de hacer lo que no debía.
He leído casi todos sus escritos y nunca le había dado las gracias. Se las doy ahora a raíz de este magnifico artículo. Creo que muchos, también cristianos caen en la herejía precisamente por la falta de formación, como era mi caso. Entonces piensan que seguir a Cristo es imposible sin rebajarlo. Ese era al menos mi caso.
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JMI.-Bendigamos al Señor, demos gracias a Dios.
Bendición +
Haz apostolado y comunica con otros la luz que el Señor ha encendido en ti.
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JMI.-Bendición +
Y que siga concediéndonos el Señor tus escritos.
"Muchos de lo moderados, quizá la mayoría, no piensan-obran como lo hacen por cobardía o tibieza, sino por mala formación doctrinal".
"Piensan-obran" , error-falsedad:
– Verdad ontológica o del ser: o hay verdad o no hay nada.
– Verdad lógica o del conocimiento: o hay verdad o hay error.
– Verdad ética o del comportamiento: o hay verdad o hay falsedad.
¿Por qué tolerantes? La moderación es una virtud si está "in medio", pero la tolerancia no. En el sentido que la tolerancia es la permisión de un mal por parte de una autoridad. La virtud tiene por objeto el bien, pero la tolerancia un mal, el mal que se permite. A no ser que la tolerancia se considere parte de la virtud de la fortaleza; hay más fortaleza en resistir que en atacar, como vemos en Jesucristo, y en los mártires, y es mejor sufrir injusticias que cometerlas.
Los moderados serían entonces con o sin autoridad; con autoridad, tolerantes.
Es mi humilde sugerencia, por si le sirve. Felicidades, y gracias por el aire puro que se respira aquí.
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JMI.-Todas las palabras, sobre todo las espirituales y más importantes ("patata", no), suelen tener múltiples acepciones. La acepción que yo doy en el art. a los "moderados" es clara si su contexto es claro. No se presta a equívocos. Se entiende, y eso es lo que pretendemos al hablar, expresarnos con palabras que se entiendan.
También la palabra tolerancia tiene esa equivocidad congénita a las palabras principales, que no se limitan a designar objetos materiales. La tolerancia, concretamente la ejercida por la autoridad, puede a veces ser virtuosa y prudente, cuando de la prohibición y el ataque contra un mal determinado se prevé que van a seguirse males mayores que de su permisión.
Que Dios lo bendiga Rev. Padre José María. Le agradezco infinitamente por este y todos los artículos de InfoCatólica. Y sin querer ser tedioso, sino reconocido con su labor quiero también agradecer a Luis Fernando por su encomiable labor.
Dios los siga llenando de Sus Gracias.
Juntos en oración y acción.
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JMI.-Gracias, Carlos.
Recen por mí y por nosotros.
Que San Miguel Arcángel, amigo especial de ustedes, nos guarde y ayude.
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JMI.-"Danos, Señor, tu luz y tu verdad".
Bendición +
Haec profecto qui reputet, is plane metuat necesse est ne maiorum, quae supremo tempore sunt expectanda, sit perversitas haec animorum libamentum quoddam ac veluti exordium; neve filius perditionis, de quo Apostolus loquitur [8], iam in hisce terris versetur. Tanta scilicet audacia, eo furore religionis pietas ubique impetitur, revelatae fidei documenta oppugnanturr quaeque homini cum Deo officia intercedunt tollere delere prorsus praefracte contenditur! E contra, quae, secundum Apostolum eundem, propria est Antichristi nota, homo ipse, temeritate summa in Dei locum invasit, extollens se supra omne quod dicitur Deus; usque adeo ut, quamvis Dei notitiam extinguere penitus in se nequeat, Eius tamen maiestate reiecta, aspectabilem hunc mundum sibi ipse veluti templum dedicaverit a ceteris adorandus. In templo Dei sedeat, ostendens se tamquam sit Deus.
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JMI.-Los lectores hubieran agradecido que añadiera Ud. la traducción al español. Algunos habrá, aunque sean pocos, que no saben latín. En www.vatican.va una vez más nos decepcionan, pues no da la versión española de este documento, que traduzco yo a vuelapluma:
Quien considera estas cosas debe temer que esta perversión de las almas venga a ser una especie de ensayo o anticipo de los males que están previstos para el fin de los tiempos; y que "el hijo de la perdición", del que habla el Apóstol (2Tes 2,3), ya está presente en la tierra. Con suma audacia, con gran furor y en toda partes es perseguida la piedad religiosa, son resistidos los dogmas de la fe revelada, se intenta obstinadamente suprimir y cancelar toda relación entre el hombre y Dios. Y verdaderamente, con una actitud que según el mismo Apóstol es propia del Anticristo, el hombre, con temeridad inaudita, toma el lugar de Dios, elevándose "por encima de todo aquello que lleva el nombre de Dios", hasta el punto de que, al no conseguir extinguir totalmente la noción de Dios, rechaza sin embargo Su majestad, y se dedica a sí mismo, con un templo, este mundo visible, y se ofrece a la adoración de todos. "Toma asiento en el templo de Dios mostrándose a sí mismo como si fuera Dios" (2 Tes 2,2).
Eso en 1903 (¡¡---!!)... Otro tiempo: divinidad de Cristo / virginidad de María/ pecado original / necesidad del Salvador / eucaristía sacrificio / Misa dominical (80/90%) / frecuencia de la confesión / castidad y pudor / seminarios y conventos llenos / misiones evangelizadoras / playas desiertas / matrimonios con hijos / casi ausencia de divorcios...
Qué diría ahora San Pío X viendo nuestro presente...
Textos como este citado quedan fuera de tono. Lo que se lleva es denunciar "ciertas consecuencias del pecado" (injusticias, violencias, guerras, etc.), pero no "el pecado" que denuncia SPío X: la raíz de todos los males y pecados.
Lo recordamos siempre, no nos olvide usted en sus Misas.
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JMI.-¿Cómo los voy a olvidar? En el corcho de la oficina de la Fund. GRATIS DATE tenemos pinchados a Alejandro-Silvina y los ocho cesáreos.
Los llevo a todos en el corazón, con zapatos y todo (no se muevan mucho). Y también en la oración se cumple eso de Cristo: "de la abundancia del corazón habla la boca".
No los puedo olvidar.
He aquí mi argumento: interpretar la Revelación divina de forma exitosa se vuelve una imposibilidad tautológica si admitimos las tesis luteranas de una voluntad humana totalmente corrompida y negándose la utilidad y fiabilidad que se puede dar a la razón y nuestro libre albedrio. Necesariamente interpretaríamos mal y/o solo nos quedaría la fe (parodiando a Lutero) de que pudimos atinarle, es decir, dejamos al azar lo que sacamos de la Biblia. Esto en última instancia da solo dos posibles resultados: se justifica todo, absolutamente todo, en base a la Biblia y que necesariamente se formaran tantas "iglesias" como interpretes, es decir, se atomiza el cristianismo. ¿Estoy en lo correcto?
PD: Es triste que tanta gente hoy en día vea a quien negó la libertad humana, demonizo la razón, hizo innecesaria a la Gracia en su verdadero papel, sometió al orden moral al poder secular y atomizo la unidad de la Cristiandad como fuerza creadora de civilización como el defensor de las mismas. Los principales herederos de Lutero son todas esas "iglesias" nacionales que en Europa aprueban medidas que ni él hubiera imaginado, pero no los únicos.
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JMI.-Sobre GRACIA Y LIBERTAD escribí en este blog una serie de artículos (61-75) donde se responden las cuestiones que plantea. Gracia de Dios y voluntad del hombre son las dos causas reales del acto bueno: la gracia, causa principal, y la voluntad-libertad del hombre, causa subordinada, movida por la gracia de Dios.
Conocerá Ud. la oración, "que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe todas nuestras obras", para que todas tengan en Ti su principio y su fin.
La tajante negación de la libertad que hace Lutero es una de sus más grandes barbaridades. Si negaba la libertad (lanegó siempre, hasta su muerte) y negaba la razón ("la puta del diablo"), imagínese que antropología tenía el pobre, sin relación alguna ni con la Revelación ni con el conocimiento y experiencia naturales.
Sin embargo, he aquí, Padre, un ejemplo de una noticia que refleja una actitud que pienso que deberían reflexionarla en InfoCatólica. Nuevamente, no tengo interés en ver mi comentario publicado, pero sí en que, por caridad, la gracia de Dios le dé leerlo y esforzarse por entender lo que pobremente trato de transmitirle. La noticia es la que tiene por titular:
"El cardenal Kasper dice que Lutero forma parte de la «gran tradición» de la Iglesia en la que se incluye el Papa Francisco"
La manera de publicar esta noticia, desde el título y siguiendo por la redacción, tiene el claro propósito, independientemente de cuál haya sido la intención del redactor, de exacerbar un malsano partidismo en la iglesia y la aversión hacia la persona misma del Card. Kasper (cuya actitud e ideas no pretendo defender por nada del mundo, que quede claro). Hay muchas maneras de dar una misma información y formación que se pretende dar. La elección acertada vendrá sugerida por la prudencia y la caridad, teniendo siempre en cuenta qué es lo que se quiere informar, en qué se quiere formar a los lectores, y no menos importante, qué actitud vienen ya demostrando muchos lectores con los comentarios que dejan. ¿Se quiere prevenir de los errores que están enseñando ciertas personas, o exacerbar en los lectores la aversión hacia tales personas?
Para decirlo de manera sucinta, Padre, pienso que incluso las malas noticias sobre la Iglesia, deben tener siempre algún elemento que levante ese "sentire cum ecclesia". Más aún en tiempos de crisis. Eso es lo que quiero pedirle, como miembro y asesor de InfoCatólica.
Usted habla de cierta moderación que es causada por el semipelagianismo. Cuidado, que también ciertas formas de apologética están viciadas de semipelagianismo, y es Nuestro Señor, el autor y fuente de la gracia, quien nos llama a la vigilancia. En fin, quisiera tener la misma lucidez y claridad de expresión que tiene usted para para poder transmitirle lo que pienso que deberían revisar en su trabajo. Termino remitiéndome a un pasaje de aquel bello discurso de Pio XII que usted citó en su blog:
«Esta delicada tarea supone, en los miembros de la prensa católica, ... cualidades de estilo, tacto psicológico. Pero lo que le es indispensable, en primer lugar, es el carácter. El carácter, es decir, sencillamente, el amor profundo e inalterable al orden divino, que abraza y anima todos los dominios de la vida; amor y respeto que el periodista católico no debe contentarse con sentir y nutrir en el secreto de su propio corazón, sino que debe cultivar en los de sus lectores.»
Muchas gracias por todas sus enseñanzas, Padre. Me estoy deleitando con la lectura de sus escritos.
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JMI.-Gracias por sus observaciones y por el aprecio que muestra por InfoCatólica.
Se pregunta en el ejemplo de la noticia reciente sobre el Card. Kasper: "¿Se quiere prevenir de los errores que están enseñando ciertas personas, o exacerbar en los lectores la aversión hacia tales personas?".
Sin duda alguna, se quiere prevenir de los errores que están difundiendo.
En mi art. habrá visto Ud. muchos ejemplos de apologética muy fuerte de Cristo, de los Apóstoles, de SBuenaventura, de SPío X... Palabras fortísimas. "¿Quieren prevenir de los errores que están enseñando ciertas personas, o exacerbar en los lectores la aversión hacia tales personas?". Evidentemente, quiere prevenir etc., no pretenden suscitar odio hacia las personas erradas y difusoras de errores. InfoCatólica igual.
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JMI.-Nosotros, InfoCatólica, estamos sumamente vigilantes (el Consejo editorial sobre todo, pero también algunos blogueros más asistentes) en si se da o no una noticia, cómo la damos, si tal post es admisible o no, si puede pasar con ciertos cambios... Acertaremos más o menos, pero (parafraseando al difunto Adolfo Suárez) puedo asegurarle y le aseguro que por cuidado y vigilancia, buscando siempre el mayor bien de los lectores, no queda.
Algunos blogueros que no se avenían a un discernimiento prudencial continuo tan extremadamente cuidadoso tuvieron que dejar InfoCatólica.
Por otra parte, ya hemos tenido reiterados diálogos con Nicodemos y Arimateas, llegando unas veces al acuerdo, otras no. Pero ya comprende Ud. que no puede hacerse un paralelismo entre Nicodemo y José de Arimatea y otros personajes como el Card. Kasper, el Obispo Bunny o el jesuita Masiá.
Saludos cordiales.
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JMI-Bendición, Néstor.
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JMI.-Como se puede imaginar, yo ESCRIBO y REZO para mis lectores.
Otra cosa sería la estupidez de un hortelano que trabajara en su huerta diez horas cada día, y acabara tan cansado que no regara nunca.
El pobre no recogería, después de tanto trabajo, ni un tomate, ni un pepino. Naa de naa.
Y ni siquiera se habla de la Gracia, y esa hermosa virtud, que se llama Castidad, y/o como Edith Stein llama Limpieza de corazón, fundamental entre otras cosas, para estar en ese estado, sino uno come y bebe su condenación, flor de regalito.
En Losservatore, los obispos asistentes, estabán asombrados de la parejas, que no contraén matrimonio., asistiendo a Misa!!!!!!!Pense estos obispos viven en la Palmera!!!!.
Hace años en un retiro, escuche que el Caballo de Troya, del enemigo estaba en los conventos, y diría seminarios´.Muchas gracias por todo el post.De acuerdo a lo que manifiesta Luis Fernando.Que Dios lo bendiga Padre.
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JMI.-Cada uno tiene que orar y lab-orar según Dios le dé y le mueva.
Los dones de Dios son muy diversos en unos y otros cristianos.
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JMI.-Yo escribo... lo que el Señor me concede escribir.
Esperemos. Oremos.
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