(258) Castidad –1. gran virtud
–Venga; léanos la cartilla.
–Falta hace… Y luego no podrán decir, «es que nadie nos ha hablado de la castidad».
La castidad cristiana es una virtud sobrenatural que evangeliza en la caridad la tendencia sexual, tanto en lo afectivo como en lo físico. Ella suscitael pudor,«la prudencia de la castidad», como decía Pío XII: «El pudor advierte el peligro inminente, impide el exponerse a él e impone la fuga de aquellas ocasiones a las que se hallan expuestos los menos prudentes» y los menos castos (enc. Sacra virginitas 1954, 28). Varios artículos sobre el pudor pueden verse en este mismo blog: (10), (11), (12), (180-2), (180-3).
La sexología moderna apenas sirve de nada para el conocimiento de la castidad; digámoslo ya desde el principio. Pues cuando, por ejemplo, A. Kinsey, W. H. Masters-V. Johnson, G. Zwang, estudian el impulso sexual humano, consideran normal, o más aún natural,todo aquello que aparece como conducta mayoritaria entre los hombres observados. Las consecuencias a que llegan estos estudios son previsibles, si tenemos en cuenta que la mayoría de los individuos observados son hombres adámicos, carnales y pecadores.
No es la castidad la principal de las virtudes, por supuesto. Pertenece a la virtud de la templanza, que en la escala de las cuatro virtudes cardinales –prudencia, justicia, fortaleza y templanza– suele considerarse como el peldaño más bajo. Pero si es el más bajo de la escala, es el primero. Y si uno tropieza por la lujuria en ese primer escalón, se cierra a sí mismo la posibilidad de ascender por la escala de la perfección. Es fácil que el lujurioso, si no lucha contra su vicio, deje la oración –Dios no le sabe a nada–, se aleje de los sacramentos en su condición de pecador, ofenda la verdadera caridad fraterna, a veces muy gravemente, y destroce así su vida cristiana.
Tampoco, por supuesto, es la lujuria el más grave pecado, pero sí es la más grave quiebra de la virtud dela templanza (STh II-II,151,4 ad 3m). Y es un vicio capital,esto es, cabeza de otros muchos males: egoísmo, avidez del mundo, olvido de Dios y de la esperanza del cielo, obscurecimiento del juicio, debilitación de la voluntad, inconstancia, vanidad, infidelidad, mentira, etc. (II-II,153,4-5; 53,6).
La lujuria,en cualquiera de sus pésimas modalidades, es rechazada con energía por la sagrada Escritura. «Ni fornicarios, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni sodomitas… herederán el reino de Dios» (1Cor 6,9-10). Los fornicarios, en efecto, son «idólatras»: dan culto a la criatura en lugar de al Creador (Ef 5,5; Col 3,5-6; Rm 1,25). La lujuria repugna en absoluto al que es miembro de Cristo y templo de la Trinidad divina (1Cor 6,12-20). Y se puede pecar contra la castidad con actos sólo internos. Cristo nos enseña que «todo el que mira a una mujer deseándola, ya en su corazón comete adulterio con ella» (Mt 5,28).
La lujuria es vicio capital, insisto en esto, porque de ella se siguen infidelidades, mentiras sin cuento, injusticias, crueldades absolutamente indignas (un artista, por ejemplo, que llegado al éxito, desecha la esposa que le apoyó treinta años en los tiempos duros, y adquiere una nueva, treinta años más joven). Y el mismo mundo que aprueba y no reprueba la lujuria, no reprueba sino que también aprueba sus consecuencias, y da noticia de ellas con benevolencia y admiración… ¡Ven, Señor Jesús! Ilumina, como Sol venido de lo alto, a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte.
La perfecta castidad es un amor perfecto al prójimo, es una gran veneración interpersonal; de modo que con el crecimiento de la caridad, crece la castidad, y viceversa. La castidad evangélica es mucho más que una sexualidad razonable y ordenada: es la alta calidad de la caridad en la relación sexual entre personas.
La perfecta castidad es también perfecta libertad. El lujurioso está cautivo de su adicción morbosa al sexo o a sus representaciones. No es en él el jinete quien conduce al caballo, sino el caballo el que lleva al jinete donde quiere. Entendimiento y voluntad no son capaces de dirigir la sensualidad, sino que ven arrastrado y llevado por ella tanto su pensamiento como su querer. La castidad, por el contrario, guarda a la persona en la «libertad propia de los hijos de Dios» (Rm 8,21), de tal modo que son los sentidos y sentimientos los que van integrándose cada vez más en el pensar del entendimiento y en el querer de la voluntad. Cuando la virtud de la castidad llega a estar perfecta, ya la persona no apetece sensualmente lo indecente, sino que le repugna.
La castidad ayuda a crecer en la madurez personal. La sexualidad del niñoes incierta, quizá se orienta a él mismo, a otros niños –posiblemente del mismo sexo– o a los adultos más próximos. El adolescentesano desarrolla una inclinación claramente heterosexual, pero la inmadurez de su tendencia se manifiesta en que todavía es general, hacia las personas del otro sexo. –El adulto casadoque ha alcanzado la madurez personal, centra su sexualidad en una sola persona, su esposa, y ese amor lo hace incapaz de enamorarse de otras; y viceversa. Por eso Gregorio Marañón, con otros autores, veía una clara inmadurez sexual en la figura de un «Don Juan», capaz de enamorarse de muy diversas mujeres. –El cristiano célibe, por su parte, de tal modose enamora de Cristo, por especial gracia de Dios, que este amor le hace incapaz de enamorarse de una persona humana concreta, haciéndolo al mismo tiempo capaz de amar a todas las personas, con una admirable caridad universal y difusiva, oblativa, no posesiva.
El ejercicio de la sexualidad no es requisito necesario para el desarrollo personal del cristiano –ni de cualquier hombre–, como lo vemos en Cristo. Dios es amor interpersonal, y el hombre fue creado como imagen de Dios (Gen 1,26). Por eso lo que es imprescindible para la maduración personal es el crecimiento en el amor interpersonal,amor que, según las vocaciones, tendrá un ejercicio sexual (matrimonio) o carecerá de él (celibato). Lo que frusta a la persona hasta su fondo no es la falta de ejercicio de la sexualidad, sino el desamor. Una persona que no ama, que ama poco, que ama mal, apenas es hombre, porque el hombre es imagen de Dios, y «Dios es amor» (1Jn 4,8). Recuerden, por ejemplo, la caridad de un párroco o de una monjita que, destinados durante unos años aquí o allá, tienen siempre, dondequiera que Dios los envíe por medio de sus superiores, una impresionante capacidad de amor a las personas que les son confiadas.
Se da el nombre de «perfecta castidad»,en la terminología tradicional cristiana, a la virginidad y el celibato (Sacra virginitas 1), porque, efectivamente, es más fácil lograr la perfecta castidad en ese estado de vida. Pero, obviamente, siempre la Iglesia ha sabido y enseñado que la perfecta castidad puede darse en todos los estados de la vida cristiana, como consta por la vida de los santos. En la Edad Media, concretamente, son laicos un 25% de los santos canonizados (1198-1304) o un 27% (1303-1431) (A. Vauchez, La sainteté en Occident aux derniers siècles du moyen âge, París 1981). Y la mayor parte de ellos estaban casados.
La castidad evangeliza en la caridad al hombre entero, en todos los planos de su personalidad, no solo en lo referente a la tendencia sexual. Al estudiar la santificación del hombre, vemos cómo el Espíritu de Jesús va impregnando al hombre entero, hasta los fondos menos conscientes. La gracia sana y perfecciona toda la naturaleza del hombre. Pues bien, la castidad cristiana ha de afectar no sólo al pensamiento o a los actos libres de la voluntad, sino también ha de perfeccionar imaginación, memoria, afectos y deseos, incluso hasta las agitaciones apenas controlables del subsconsciente. Y esto, sea cual fuere el pasado, quizá tormentoso, de la persona.
Quien lea, por ejemplo, las Confesiones de San Agustín, comprueba que la gracia no solamente le ha dado luz de fe y fuerza de caridad para quebrar sus vínculos con la lujuria, sino que le ha dado sobreabundamentemente lo que pide el Salmo 50: «lava del todo mi delito, limpia mi pecado; oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme». De tal modo ha encendido el Espíritu Santo el fuego del amor a Dios en el corazón enamorado de Agustín, que ha reducido a cenizas toda su mala vida pasada. Ni siquiera le quedan cicatrices en el corazón.
La espiritualidad cristiana siempre ha conocido esta fuerza universal que la castidad sobrenatural tiene para castificar (latín: castificare, hacer casto) todo el ser del hombre: pensamiento, memoria, voluntad, imaginación, cuerpo, subconsciente. Casiano, en este sentido, refiere una interesante enseñanza del abad Queremón. Según éste, yerran quienes estiman que la castidad es posible en la vigilia, mientras que no es posible guardar su integridad en el sueño. Mientras se permanece atraído por la voluptuosidad no se es casto, sino sólo continente. Por eso «la perfecta castidad se da en el monje que de día no se deja apresar por el placer malvado, y en el sueño no se ve turbado por ilusiones importunas». Esta doctrina tiene una lógica psicológica perfecta (Colaciones (12,8-16).
La castidad es una virtud, es por tanto una fuerza espiritual, una facilidad e inclinación hacia el bien honesto de la sexualidad, así como es al mismo tiempo una repugnancia hacia toda forma de sexualidad deshonesta. Cuando tal fuerza espiritual está suficientemente arraigada en la persona, afecta también, evidentemente, a las posibles perturbaciones imaginativas y somáticas subconscientes –dada la unidad de la persona humana–, pacificándolas en la santidad de Cristo Jesús, Salvador total del hombre.
La castidad evangélica es santa y hermosa en todos los estados de la vida cristiana. Es santa y hermosa la castidad en la virginidad, como en seguida veremos, pero también en todos los estados de la vida laical puede y debe, con la gracia de Cristo, alcanzar la perfección, una perfección que vamos a describir, pues algunos la desconocen y ni siquiera la imaginan.
Elnovio cristiano no sólo continente, sino perfectamente casto, ama a su novia con el amor de Cristo, sin relacionarla con mal alguno, ni en obra, ni en deseo o imaginación. Y por supuesto su amor, que todavía no tiene ejercicio sexual, es ciertamente profundo, verdadero y personal, libre y fiel.
El cristianocasado perfectamente casto ama a su esposa como Cristo ama a su Iglesia. Es incapaz de enamorarse de otra mujer, y toda su sexualidad es plenamente conyugal. De tal modo su sexualidad está integrada en la caridad, que el amor puede despertarla, y el amor puede dormirla, según convenga a las mismas exigencias del amor conyugal. Por eso los esposos cristianos –como antes, de novios– puedenabstenerse de la unión sexual, periódica o totalmente, sea por motivos de salud, de regulación de la natalidad o simplemente «por entregarse a la oración» (1Cor 7,5). Si ello implica cruz, ya el cristiano ha conocido desde la catequesis infantil que no es posible ser discípulo de Cristo sin tomar su cruz y seguirle.
Aquí comprobamos que el amor personal puede y debe ser mucho más fuerte que la mera inclinación sensual, y que ésta, en su ejercicio, debe ser siempre una manifestación elocuente del amor interpersonal. Qué diferencia tan inmensa entre la sexualidad cristiana –personal, libre y digna, siempre amorosa– y la sexualidad adámica –tantas veces egoísta, animal, compulsiva, apenas libre–.
Y sin embargo hay autores y editores «católicos» empeñados en adiestrar a los cristianos en los modos de sexualidad mundana y carnal. Pero también aquí hay que guardar el vino nuevo en odres nuevos (Mt 9,17). El espíritu y la carne, es evidente, inclinan en todo a obras diversas, también en el ejercicio de la sexualidad (Rm 8,4-13; Gál 5,16-25). Es un gran error pensar que dentro del matrimonio todo es lícito. «Todo me es lícito», dirá alguno, «pero no todo conviene», le responde el Apóstol (1Cor 6,12; 10,23; Rm 14,20-21).
Entre la mojigatería ridícula y el sensualismo perverso está el pudor de la castidad conyugal cristiana. El matrimonio cristiano no ha de tomar de los burdeles o del cine pornográfico el modelo de su vida sexual. Los casados cristianos poco tienen que aprender de aquellos idólatras «cuyo dios es el vientre» (Flp 3,19). Más bien el cónyuge se atiene a la enseñanza apostólica: «que cada uno de vosotros trate su propio cuerpo [su esposa, en algunas traducciones] con santidad y respeto, no dominado por la pasión, como hacen los paganos, que no conocen a Dios» (1Tes 4,4).
El cristiano viudo ha de vivir también la perfecta paz de la castidad evangélica. La gracia de Cristo le sitúa providencialmente en un estado de vida singularmente abierto a los valores espirituales. En el Antiguo y el Nuevo Testamento se dibuja con veneración la fisonomía de la santa viudez (Jdt 8s; Mc 12,42; Lc 2,37; 1Cor 7,8; 1Tim 5,3-7). Y lo mismo hicieron los Padres en frecuentes cartas y pequeños tratados. La viuda –en vida de oración, penitencia y dedicación amorosa al Señor y a la comunidad– aparece en los Padres asimilada a la virgen. Dios le ha retirado el esposo a la esposa, es decir, le ha quitado la representación sensible y sacramental de Cristo Esposo; y así la viuda ha pasado del signo a la realidad, quedando a solas con Cristo Esposo. Y lo mismo el viudo. Ahora bien, ésta es la gracia propia de la virginidad.
Esto no implica que la relación entre los cónyuges cristianos se rompa o se debilite con la muerte de uno de ellos –al menos si murió «en el Señor»–, pues el influjo benéfico del difunto, por ejemplo, hacia la viuda y los hijos no disminuye desde el cielo, sino que aumenta. Pero la viuda cristiana no capta ya hacia el pasado su relación con el cónyuge, en evocaciones vanas que podrían a veces ser morbosas, sino en el presente y, sobre todo, hacia el futuro escatológico del Reino: «el tiempo es corto… Pasa la apariencia de este mundo» (1Cor 7,29.31). Y «cuando resuciten, ni los hombres se casarán ni las mujeres tomarán esposo; serán como ángeles en el cielo» (Mt 22,30).
La castidad es fácil para quien vive realmente la vida de la gracia.Extrañamente, a veces los pecadores y los santos coinciden en decir que la castidad es virtud muy difícil, claro que unos y otros hablan con fines contrarios. Los primeros lo afirman para excusar sus caídas; los segundos para exhortar a la oración y a la vigilancia. Fácil y difícil son términos muy relativos, cuya veracidad en cada caso dependerá del contexto.
La castidad es virtud bastante fácil, al menos si se compara con otras virtudes cristianas que han de vencer enemigos más poderosos y perdurables: soberbia, vanidad, avaricia, pereza, etc. Si el cristiano se libera, como es debido, de los hábitos mundanos erotizantes, y sigue una vida verdaderamente cristiana, con oración y sacramentos, virtudes, trabajo santo y santo ocio, la castidad es perfectamente posible. El mundo está muy malo, muy podrido de lujuria; pero Dios concede siempre a sus hijos, y de modo sobreabundante, la gracia que necesitan en cada circunstancia y época: «bien sabe vuestro Padre celestial –nos dice Cristo– que de todo eso tenéis necesidad» (Mt 6,32). Por el contrario, la castidad será imposible al cristiano que vive según el mundo, que asimila su modas y costumbres, que no se alimenta habitualmente de Cristo en la palabra, la oración, los sacramentos y la vida virtuosa, y que no se aleja lo que sea preciso de las ocasiones próximas de pecado. Pero en estas condiciones cualquier virtud es muy difícil, es prácticamente imposible.
La castidad es una virtud, una fuerza espiritual, un hábito operativo, y como ocurre con todas las virtudes, a medida que va creciendo en la persona, va ejercitándose cada vez con más facilidad y perfección: inclina establemente hacia lo honesto, vence con más rapidez y seguridad la tentación, e incluso llega a repugnar sensiblemente de toda deshonestidad sexual. Cuando la virtud estaba formándose, había guerra entre el hombre espiritual y el carnal; crecida la virtud, se hizo la paz, porque fácilmente prevalecía el espíritu del hombre nuevo; y ya perfecta la virtud de la castidad, experimenta la persona la victoria y una gran libertad. Éstas son las fases normales en el crecimiento espiritual de un cristiano: guerra (principiantes), paz (adelantados), victoria y libertad (perfectos).
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Algunos dicen que la sexualidad es una tendencia humana tan fuerte que es indomable, y que por tanto cualquier pretensión de conducirla o refrenarla es necesariamente insana y traumatizante. La falsedad de esta tesis es patente. Señalo únicamente dos argumentos, que son bastantes.
1º. Los autores que exigen vía libre para la «sexualidad» reclaman dominio y restricción eficaces para la «agresividad»,otro de los impulsos que ellos mismos consideran fuertes y primarios en el hombre. ¿Por qué la agresividad puede y debe ser socializada sin traumas insanos, y en cambio la sexualidad debe ser abandonada a su propio impulso, so pena de dañar la persona? Según esto, por ejemplo, cuando dos novios riñen y se enfurecen al máximo, deben reprimir su agresividad y refrenar el impulso de darse bofetadas y arañarse; pero si esa misma pareja se ve fuertemente atraída por el deseo sexual, deben abandonarse a él, si quieren evitar malas consecuencias psicosomáticas. Esto es absurdo. El hombre debe tener dominio consciente y libre (dominus: señor, dominar; señor, señorear) igualmente sobre la agresividad, sobre la sexualidad y sobre todos los impulsos e inclinaciones que hay en él por fuertes y persistentes que sean, si de verdad quiere ser hombre.
2º. La experiencia nos asegura ampliamente que, en igualdad de condiciones, es mucho mejor la salud psíquica y somática de los hombres y mujeres castos, que de quienes son lujuriosos. Los cónyuges que permanecen castos, fieles a su amor, tienen una vida total mucho más sana que la de aquellos que andan jugando con infidelidades y adulterios o son adictos a la pornografía. Por otra parte, los célibes no tienen peor salud psicosomática que los casados, y con frecuencia alcanzan una notable longevidad laboriosa: el santo Cura de Ars, metido 12 o 14 horas diarias en el confesonario; un Juan Pablo II, lúcido y activo hasta su muerte, etc. Pero siguamos con la misma analogía, aplicándola a sociedades y culturas.
La historia ha conocido sociedades agresivas y sociedades pacificadas por una cultura solidaria sujeta al derecho. En las primeras son frecuentes los duelos, invasiones, venganzas, odios hereditarios, y se resuelven sus frecuentes litigios a estacazos o echando mano de la espada. Las segundas, pacíficaso incluso pacifistas, encauzan la agresividad primaria por vías positivas: trabajo, negociación, sujeción a leyes y jueces, actividades artísticas, atléticas, competiciones deportivas. En éstas, lo normal es la convivencia pacífica, y lo raro es la trifulca y la pelea criminal. Pues bien, aquellas sociedades que fueron o que todavía son agresivas nos parecen primitivas y lamentables, y estas otras, en las que la agresividad está socializada y dominada, las tenemos por civilizadas y mejores. Verdad es también que en una sociedad pacífica, donde millones de hombres pasan los años sin sentir vehementes deseos de matar a nadie, puede estallar, normalmente por iniciativa de políticos, ideólogos y militares, una guerra –discursos, artículos incendiarios, carteles, asambleas, canciones–, y en poco tiempo puede lograrse que la gran mayoría de los ciudadanos, con raras excepciones, se haga capaz de brutalidades increíbles. ¿Qué pensaremos: que en la paz esa agresividad latente estaba reprimida y que en la guerra ha hallado su curso natural? No. En la paz la agresividad estaba felizmente pacificada, y en la guerra se ha visto criminalmente exacerbada por el ambiente.
También la historia conoce sociedades erotizadas, y otras castas. Las sociedades religiosa y culturalmente cristianas han sido y son castas; y algunas no cristianas,también, aunque no tanto. En una sociedad honesta la sexualidad está pacificada, no reprimida, en el sentido morboso de la palabra; y la gente, aun la que no es especialmente virtuosa, vive la castidad sin mayores problemas o con alguna falla esporádica. Pero en una sociedad corrompida –diarios y revistas, televisión y espectáculos, calles y playas, literatura y anuncios comerciales, aunque sean de lentejas, invasión generalizada de la pornografía– la sexualidad está constantemente exacerbada, y la mayoría de sus miembros, en un grado u otro, cae normalmente en la lujuria. Es patente que para los cristianos será muy difícil la castidad si asumen ampliamente ese ambiente corrompido. Y se harán absolutamente incapaces de evangelizar al mundo si consideran que su corrupción sexual es insuperable.
Hallamos hoy cristianos que excusan su lujuria por el ambiente condicionante. No se han enterado de que estamos en el mundo, pero que no debemos ser del mundo (Jn 15,19; 17,14-16; Rm 12,2; Stgo 4,4). Más aún, a veces llegan a argüir piadosamente su derecho, más aún, su deber de asumir el mundo vigente, según la ley cristiana de la encarnación, y de seguir las costumbres modernas, por aquello de que los cristianos no deben marginarse del curso de la historia. Tienen el nous podrido completamente por el padre de la mentira. Y esto es un mal todavía más grave que el de la lujuria. Para ellos lo malo es bueno, y lo bueno, malo.
La verdad, felizmente, es otra. En las sociedades enfermas de agresividad, los cristianos podemos y debemos mantenernos, con la palabra y el ejemplo, en el perdón y la paz. Y en las culturas enfermas de lujuria, los cristianos, de palabra y de obra, podemos y debemos afirmar la castidad y el pudor. Así experimentaremos con gozo la gloria de Cristo Salvador, que por su gracia nos da ser «sal de la tierra y luz del mundo» (Mt 5,13-16).
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
52 comentarios
Va uno tan tranquilo haciendo y pensando en sus cosas , y de repente ..¡¡zas!! , aparece una mujer/chica de belleza perturbadora. Una belleza que deslumbra,….hipnótica. Porque no negaremos ahora que entre los seres humanos hay distintos grados de belleza física, y que en algunas personas dicha belleza puede llegar a ser excepcional, (simplemente es una cuestión de diversidad). En esos momentos, no se desata un espíritu lujurioso ni nada por el estilo. No aparecen pensamientos de fornicación , ni de adulterio, ni de guarradas diversas….. Simplemente es como una bofetada de belleza que te deja con cara de tonto, se te contrae el estomago,…y finalmente pasa. Nunca vuelves a ver a esa mujer o chica, pero de forma recurrente te pasas dos o tres días en que te viene a la cabeza como la foto. Finalmente te acabas olvidando de esa visión y a otra cosa mariposa..
En definitiva, nada demasiado lujurioso ni mal intencionado, pero una sensación de belleza carnal muy fuerte. Uno puede luchar contra el vicio de la lujuria, pero ¿contra el impacto de la belleza carnal? (obviamente creada por Dios).
Si esto le pasa a alguien todos los días estamos hablando de otra cosa, pero seguro que hasta vd recordará esa chica que un día vio y le causo el efecto “deslumbrante” que le estoy comentando.
¿Eso que es exactamente? ¿pecado?
Saludos.
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JMI.-Hay pecado cuando a esa mirada "contemplativa" se une el mal deseo, malas imaginaciones, etc. y por tanto, hay que ¡abandonar la contemplación!
Pero si esa mirada no lleva adjuntos esos malos anexos señalados, de suyo no hay pecado; pero hay que andarse con cuidado, porque fácilmente pueden surgir aún sin pretenderlo.
En todo caso, si consulta mi artículo (254), allí hago consideraciones más amplias sobre "el consumo cristiano del mundo de la información", que son aplicables a la cuestión que usted señala. La pobreza evangélica es un espíritu que también puede perfectamente limitar la contemplación de chicas esplendorosas.
Digo.
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JMI.-Oración y esfuerzo personal, las dos cosas bajo la acción de la gracia. "Todo lo puedo en aquel que me conforta" (Flp 4,13). Oración y esfuerzo persona, bajo la gracia: perseverando en el intento con esperanza, aunque haya recaídas desanimantes. .
Hay demasiado peligro en las calles por la corrupción de las modas, la vanidad de querer hacerse notar, incluso la inmodestia cuando se va a la iglesia, para la Santa Misa, cosas verdaderamente inmoral, como si el diablo arrojara sus basuras para provocar tentaciones en la misma Casa de Oración, sobre todo en primavera o verano, o como van como turistas a santuarios marianos, a catedrales. No están animados por una vida de castidad y pureza.
Leyendo la vida de los santos, y vale en cualquier tiempo, que todo cristiano debe ir con los ojos recogidos, no tenemos necesidad de mirar a ver esto o aquello que es opuesto a la virtud de la castidad.
Cuando la oración es oración y no cualquier cosa, el cristiano sabe dominarse, contenerse evitando los peligros que puedan colarse por los ojos.
Muchos novios (vuelvan a leer el párrafo que marca: 1º, que también habla de los novios), bien, que se abrazan hoy día por las calles o se besan con el tiempo llevan a enfurecerse uno con el otro, discuten, se insultan, porque estas cosas llevan cuando no se refugian en el Corazón de Cristo. Ceder a las tentaciones, es el fracaso que termina el alma.
Cuando más se rechaza a la Iglesia Católica, es cuando más la lujuria domina a esas personas. Y no se avergüenzan de provocar continuos escándalos y provocaciones que les arrastran a una amarga y dolorosa eternidad.
Alguna vez he leído a personas que quieren salir de las impurezas, pero vuelven a caer. Es importante evitar toda ocasión peligrosa, hacerse violencia. El vencedor recibirá la corona dice el Señor.
Sin la Gracia nadie podemos vencer, pero es un trabajo diario, porque el demonio no descansa para perdernos, pero poderoso es el Señor que está a nuestro lado, no estamos solo en nuestro combate contra el mal, pues como Cristo Jesús la Santísima Madre de Dios tampoco nos deja solos.
"La castidad es fácil para quien vive realmente la vida de la gracia." dice el Padre Iraburu.
Y es que sin castidad no puede existir la paz, ni el respeto, sin la castidad el ambiente es un verdadero infierno con todos los pecados desde el leve hasta los más abominables. Hay leyes que aprueban precisamente los pecados abominables... pero los cristianos debemos dedicarnos exclusivamente a la oración, más oración, más oración y penitencia, y no echar a perder nuestras vidas contribuyendo con las obras mundanas.
No cedáis a la desesperanza, aunque caigáis una y otra vez. En mi caso la mejor arma fue el sacramento de la penitencia. También recomiendo los deportes aeróbicos y, si hace falta, quemar el ordenador para huir de la pornografía.
Sin duda el modelo de relaciones "libres" y de convivencias de prueba sin Matrimonio de por medio, ha venido para luchar contra la institución familiar cristiana. Involucra esto una fuerte pérdida del sentido de compromiso personal, y un individualismo a toda prueba. Curiosamente, el mismo sistema mundial que propugna este individualismo feroz se jacta de plantearse "derechos" y cuestiones universales... por supuesto que en una relación "libre" es mucho más fácil un "chau chau" y me voy "con el bolso" porque no me gustó algo que hizo la otra persona, o algo que dijo, incluso porque ha engordado, o porque yo quiero salir con otras personas y no me lo permite... o porque en un primer momento "el sexo" con esta persona era divertido y ahora no... y no creo estar exagerando. Permanecen las personas en un estado de no compromiso, y a eso le llaman una mayor autenticidad, y acusan a la institución familiar cristiana de Hipocresía! como si la convivencia a prueba de dos meses fuese de lo más honesta y libre de problemas... mucha gente ha sido convencida de que de esta forma los muchachos se conocen mejor y se evitan problemas... una vez convencida de esta "lección del mundo", que tiene evidencia social en contra cada día en las noticias sobre violencia doméstica, miseria, problemas de los hogares monoparentales, cuando llega la parte "feíta" del asunto, cuando el que quería convivencia se va y deja a la chica con un bebe y otro hijito del anterior que quiso convivencia, y en el ranchito que se llueve... entonces, disimulando, pasan a proponerle la siguiente lección, según la cual lo mejor es que cada uno sea fiel a sí mismo y si "resultó" ser homosexual, que consiga una pareja de su mismo sexo- con la diferencia de que en este último caso no se propugna la "libre convivencia" sino que Paradójicamente, se procura afianzar el vínculo mediante un matrimonio civil, y a poder ser, religioso, e incluso protestan porque no se les permite casarse por Iglesia...
Creo que la tentación sexual en esto desempeña ciertamente un papel, pero hay mucho más que esto.
Creo, Padre, que no hay camino más seguro hacia la esclavitud que este sendero de presunta "libertad" que sigue hoy el sistema. Mi oración es para que cada día más personas lo descubran, que se descubran manipuladas por un sistema que los toma de títeres, y que la verdadera libertad es la de ser hijos de Dios en un contexto diáfano de vida amable, de amor y oración, de trabajo, y con alegría que no necesite sucedáneos, drogas, lujuria, juego, etc.
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JMI.-Sumando encíclicas y discursos importantes, la Iglesia tiene MUCHISIMA enseñanza en lo referente a la sexualidad.
Estando casados, que tengan relaciones en días de poca probabilidad de fertilidad, no parece que sea lo más indicado para tener un hijo más.
Yo no estoy especializado en estas cuestiones. Pero en las Diócesis suele haber, como lo hay en Pamplona, un Centro de Orientación Familiar, en este caso que digo se llama COSPLAN. Si se conecta con ellos le informarán de bibliografía y también podrán atender alguna consulta concreta que le interese hacer; pero concrétela bien.
En el Asunto del e-mail conviene que ponga CONSULTA-Santi, para que no se pierda entre los muchos correos que le llegan. Tienen personas muy cualificadas en medicina y en moral.
[email protected] --- http://cosplan.com
En la Cruz esta Todo.
pd;Magistral articulo,como siempre.
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JMI.-De suyo, la oración y el esfuerzo personal son suficientes para todo. Por tanto esas ayudas que indicas no pueden decirse necesarias. Pero ciertamente que hay casos en que serán altamente recomendables. Puede haber casos de lujuria que tengan ya carácter de enfermedad mental grave. Y para eso están los médicos, la medicinas y ciertas asociaciones de ayuda.
Bendiga a este pobre siervo de Dios, Padre, que necesita aprender humildad.
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JMI.-Bendición +
Una monja o un consagrado célibe, se abstienen de este ejercicio, pero no pueden por menos de comportarse como lo que son, mujeres u hombres.
En el cielo no se casarán, pero tengamos en cuenta que en el cielo, el hecho de ser hombre y mujer, aunque sea como ángeles, seguirá siendo una realidad. En la otra vida no dejaremos nunca de ser hombres y mujeres, estaremos con el cuerpo, algo que nunca tendrán los ángeles. María, Madre de Dios, siempre será Madre de Dios. Y femenina, muy femenina. El encanto de ser hombres o mujeres nunca pasará.
Tampoco debe confundirse soltería con celibato. El celibato es propio de los consagrados voluntariamente a Dios. No así, necesariamente, el soltero, que lo es con frecuencia muy a su pesar.
- Creo que hay diferencia de comportamiento íntimo entre ambos sexos mucho antes de que el bebé nazca, aunque sea leve y no se muestre al exterior, y que, (aparte anomalías), lo que pueda sentir un bebé en su “sicología” durante su desarrollo, va pareja con el desarrollo del cuerpo, y viceversa, teniendo una dependencia mutua interactiva. (Digo en su “sicología”, porque el cuerpo evoluciona pero el alma no, sino que va acumulando experiencias que se registran en el cuerpo, y, por lo que sabemos, es éste el que determina el sexo).
En cuanto a la memoria, como potencia del alma, es capaz de retener la acción divina tan pronto como la siente. Pero esta “memoria” es potencia del alma, no del cuerpo, (el cerebro), aunque cuerpo y alma se sostengan mutuamente en la vida, y no haya experiencia alguna de vida natural sin el cuerpo. Nótese, además, la reacción del “bebé Juan”, de tan sólo seis meses, en el vientre de su madre, ante la cercanía Jesús, cuando María visitó a su prima Isabel. Y le cambió toda su vida. (Juan tuvo el pecado original, como todos, desde su concepción, pero fue liberado de él antes de nacer).
¿Cuál es, padre, su opinión sobre las que yo expongo?
Saludos.
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JMI.-No es posible que yo le dé "mi opinión sobre lo que usted expone", porque dice un montón de cosas diversas.
Que una monja debe ser femenina, y un cura o fraile masculino, es obvio.
Que en esta vida presente los hombres y las mujeres no son ángeles, como dice Cristo que seremos en el cielo, también es un dato obvio de razón y de fe.
También tengo claro que la acción de la gracia, si es recibida por la persona, va integrando progresivamente el sentimiento y la sensualidad en su nivel superior: pensamiento (razón-fe) y querer (voluntad-caridad). De tal modo que, ya en la vida presente, la tendencia sexual y sensual queda integrada en la persona, que es una, una sola. Sea la persona soltera, casada o célibe.
En lo demás, me remito a mi artículo.
Cordial saludo en Cristo +
Mi dificultad con la castidad (estoy separado) es la ignorancia, nadie me habló de ello, salvo lo leído en el NT y ando a tientas, con prudencia, y es porque yo Creo.
Como paciente psiquiátrico hablo de estas cosas con los
médicos y ya se puede imaginar sus respuestas, esperando sus consejos y ayuda.
La castidad no es difícil si te la explican desde el Magisterio de la Iglesia lo complicado es redescubrirla.
Gracias Padre por explicarla.
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JMI.-Oración y bendición +
Que Dios lo bendiga Padre.
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JMI.-Bendición +
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JMI.-Ya comprendo la situación, es muy común.
Pero no puedo aconsejarle. Con el auxilio de la gracia, la prudencia obra en cada caso concreto como más bien se pueda hacer a la gente, es decir, acierta con lo que Dios quiere que hagamos: callar, hablar, protestar, aguantar, limitarnos al testimonio de vida, añadirle el testimonio de la palabra... Según. Depende.
En el caso muy concreto de Ud. no puedo decirle qué es lo que está de Dios. Si son 5 compañeros, supongamos, una cosa convendrá si está presente el 4 o está ausente. Una cosa convendrá y será posible estando él presente, el 4 (que es relativamente bueno y nos puede apoyar, o que es malo-pésimo y nos puede reventar la reunión) o si está ausente.
Solamente es ciertamente y siempre conveniente la oración.
Pero la acción, ésta o aquella, o la inacción, depende. Según.
Desgraciadamente, en el ámbito católico ha sido y es hoy común tratar este tema desde el punto de vista meramente moral, sin tratar algo tan importante en la conducta humana como el subconsciente. Freud resaltó la trascendencia del "desván" de la mente, pero cercenó su propia investigación reduciendo la raíz del desarrollo de la psique a cómo se reprimen las pulsiones sexuales. Olvidó, o ignoró, que la raíz de todo lo que hace el hombre es el amor, incluido el desarrollo psicosexual, y no al revés. Curiosamente, cada vez en más artículos de psicoanalistas se desplaza el centro de la neurosis y las diferentes psicopatologías al tipo de afecto recibido en la infancia.
Como bien dice el texto del P. Iraburu, la clave está en que el subconsciente no es un agente indomable, si no que puede ser educado y puesto en orden por Dios, especialmente a través de la oración y los Sacramentos, pero también de una terapia que abarque toda la dimensión humana. Desde el punto de vista freudiano el hallazgo es entender que la mera represión provoca dolor psíquico y la aceptación liberación, pero el panorama meramente sexualista que plantea Freud vacía al hombre de su propia humanidad. El reto de psicólogos y directores espirituales católicos es dar a conocer que el inconsciente, con sus experiencias, heridas o aprendizajes, puede ser clarificado e iluminado por la Gracia, de modo que esos arrebatos aparentemente indomables de la lujuria se descubran como "satisfacciones" irreales y su aparente necesidad caiga por sí sola. Entonces la voluntad puede gobernar el comportamiento y priorizar el amor y lo espiritual sobre lo físico.
Si no había comentado este post hasta ahora era por la naturaleza del mismo, como tantos otros de este blog: su ortodoxa y clásica orientación eminentemente moral y doctrinal. Un psicólogo no tiene nada que decir ante la castidad considerada como virtud.
Desde un punto de vista psicológico (no en el sentido del término que se entiende desde la teología) habría mucho que añadir, pero no es este el lugar.
Solo apuntar algo que ya señalaba Antón. La práctica de la sexualidad puede esconder infinidad de contenidos por completo ajenos a la sexualidad misma, tanto aquellos casos de exacerbada promiscuidad como los de abstinencia de la misma. No es oro todo lo que reluce para un analista: ni toda práctica sexual viene dada por la lujuria o el deseo lascivo sin control; ni toda castidad es virtuosa o producto de un maduro dominio de sí.
Desde joven fui educado en la castidad y me dio por rehuir y rechazar al sexo femenino para huir de peligros por el miedo al pecado.
No se si hice bien o mal, pero casi me quedo soltero, también es cierto que la mujer casi nunca toma la iniciativa en una relación y para un católico llegar al matrimonio y es algo muy muy pero que muy difícil.
Con el tiempo vas constatando que las relaciones hombre/mujer no son tan naturales y espontáneas. Las chicas atraen mucho físicamente, pero luego ves que su forma de ser suele ser decepcionante.(Posiblemente ellas piensen lo mismo de los hombres)
De joven el instinto sexual lo tienes mas a flor de piel, pero da igual, lo normal es que nadie del sexo opuesto te mire a la cara siquiera, lo cual también es peligroso porque te metes en tu mundo interior y eso tampoco es demasiado bueno.
No sé, la moral sexual católica me parece como demasiado idealista, parte de unos planteamientos que están bien en el mundo de la antropología y la teología, pero los seres humanos somos más complejos y las situaciones que vivimos son muy variadas.
De todas formas sí que admito que la castidad es la conducta correcta para vivir la vida.
Me gustaría saber vuestra opinión sobre lo que digo.
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JMI.-No veo yo qué opinar sobre lo que dice, porque es que dice bastantes cosas, sugiere, muestra peligros, admite la virtud...
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JMI.-Lo de que las mujeres no quieran casarse con hombre casto... Mejor lo dejamos. Y la última frase es falsa. Insisto en el art. en que para el que vive en serio la vida cristiana (oración, sacramentos, ejercicio de las virtudes, servicio al prójimo, integración activa en la comunidad de la Iglesia, etc. etc.) es "relativamente" fácil vivir la castidad, como todas las otras virtudes (algunas, como la humildad, mucho más difíciles). Otra cosa es que Ud. crea que un laico no puede vivir lo que he señalado hace unas líneas entre paréntesis. Que eso sólo pueden vivirlo los monjes.
Error muy antiguo. TODOS los cristianos están llamados (eficazmente llamados y asistidos por la gracia) para la santidad.
En cuanto a tus comentarios, sobre tu decepción con las mujeres son comprensibles.El feminismo, junto con los medios de comunicación, se han encargado, de hinchar sus egos, hasta límites absurdos.Sólo hay que ver lo de la reforma de la ley del aborto, que es vista como una ley "contra las mujeres"; como si mujer y aborto fueran sinónimos o indisociables.
Espero que no tenga que vivenciar, una irrupción en la iglesia de algún, grupo de esos.Porque habrían mamporros, pero eso ya es otro vicio distinto; la ira.
Por otra parte, no creo que la psicología deba callar ante la ortodoxia y la virtud. Al contrario, no se explican la una sin la otra. Insisto en lo ya dicho antes: en el ámbito católico se tiende a tratar sólo la moral pasando por encima de la psique, cuando están íntimamente unidas.
En cuanto a lo que cuenta Roberto, creo que huir de la tentación no significa negar los deseos naturales. La represión mal sana no es no hacer algo que uno no quiere hacer por los motivos que sean (por ejemplo, religiosos), si no negarse a sí mismo la tendencia natural y los deseos propios. De hecho, imagino que tiene más mérito ante Dios reconocerse a sí mismo que se tienen ganas de hacer algo, pero que se renuncia a hacerlo para encauzar la sexualidad propia según el orden sobrenatural.
Me refería a que no me parece que en el post del P. Iraburu haya algún acercamiento significativo a la perspectiva psicológica (no tomista, preciso).
Por lo demás, estoy de acuerdo contigo en tu afirmación de que el psicoanálisis va madurando en el sentido de una mayor riqueza conceptual, clínica y poco a poco de técnica terapéutica de las causas y naturaleza del conflicto psíquico y de la sexualidad. Hoy ya es reconocido por una amplia mayoría en la profesión que cura tanto o más que la interpretación, el vínculo afectivo con el terapeuta, que ya no es concebido como mera expresión transferencial. Bueno, pero esto se sale de este marco.
No me refería tanto a que la psicología deba callar ante planteamientos morales, como a que la psicología como tal no puede proponer una ética, pues su papel es otro: determinar aquello que hace bien a la persona en cada momento. Toda terapia implica una noción de moral como algo consustancial a su tarea y a su modo de acercamiento a la persona que sufre. Para que me entienda todo el mundo (y perdón por la ramplonería de los ejemplos), si me llega alguien torturado por excesivos escrúpulos, y viviendo aislado, tenderé a rebajarle su culpa moral y que pueda vivir su atracción hacia las mujeres con naturalidad; si la persona tiene una tendencia a manipular al otro en función de sus intereses y se entrega a una sexualidad egoísta y promiscua, tenderé a poner límites y a incrementar un necesario sentimiento de culpa. En uno y otro caso, mi sistema ético es el mismo; pero si al primero le golpeo con artículos como los del P. Iraburu, el hombre se me suicida; y si al segundo le expongo a artículos de la Forcades, se me deprava aún más.
No sé si he sido claro.
Saludos cordiales.
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JMI.-Yo he leído mucho de psicología, para ayuda de mi especialidad, la teología espiritual. Y creo que me ha dado no pocas luces, que me han servido sobre todo en el ejercicio de la dirección espiritual. Le tengo, pues, conocimiento, estima y gratitud.
Veo, sin embargo, que es una ciencia muy joven, y que le falta aún mucho para madurar y llegar a conclusiones científicas aceptadas por todas o casi todas las escuelas. Las voces de unos y otros expertos en psicología resultan a veces preocupantemente contradictorias. Las críticas de tal escuela contra tal otra escuela de psicología son en ocasiones furibundas; y con aspecto de estar bien fundamentadas.
A ver con cincuenta años más si se van madurando conocimientos más ciertos y más ampliamente aceptados...
En algunos ambientes de Iglesia (seminarios, predicación, dirección espiritual) el "psicologicismo" ha prevalecido ampliamente sobre el "moralismo". Y ese fenómeno es simplemente un reflejo mundanizado de lo que ocurre en el mundo secular: directivas psicológicas sí, directivas morales no (a no ser que les dé por la psicología no-directiva, claro). Pues bien, uno de los resultados estadísticamente comprobables es que el número de suicidios, bajo el reinado social-cultural del psicologicismo en los últimos cien años, se ha multiplicado por diez o por veinte (no tengo datos a mano: son im-pre-sio-nan-tes). Una curva que sube casi en vertical.
Lo digo, entre otras causas, por el efecto que puedan causar "artículos como los del P. Iraburu", que difunden la antropología y la doctrina moral del Evangelio por las que se rige la Iglesia desde hace veinte siglos.
Estoy de acuerdo con el P. Iraburu cuando dice que la psicología es aún una ciencia joven y, como en otras disciplinas, se tiran los trastos a la cabeza entre diferentes escuelas. Creo que a veces de forma harto innecesaria porque algunas de ellas no parecen tan incompatibles como quieren ser, si bien algunas profundizan bastante más en la psique.
Padre, no se tome a mal lo que ha dicho Eduardo Jariod sobre dar a leer un artículo suyo a determinados pacientes. Creo que quiere expresar que hay personas sobrecargadas de culpabilidad ficticia, o lo que en la Gestalt algunos llaman "culpabilidad neurótica". Hay personas que sin ser conscientes han asumido culpas que no eran suyas, especialmente en la infancia. Se da mucho en hogares donde hay una mala relación entre los padres, o cuando se le exige al niño cumplir un papel hacia uno de los progenitores que no corresponde a su edad, o porque ha habido malos tratos, o por muchas otras razones. Lo que creo que dice Eduardo es que ese perfil psicológico se está ajusticiando a sí mismo constantemente, con lo que un texto, por muy acertado que sea, en el que proyecte su sentimiento de culpabilidad le puede ser perjudicial.
Sin duda, el incremento de la tasa de suicidios tiene relación con la falta de fe y de buenos pastores que guíen a los individuos a través de la vida. Pero creo que no se trata solamente de la falta de moral. Hay una descomposición de la sociedad tal que cada vez somos todos más como átomos independientes, lo que produce un vacío emocional que está devastando a muchas personas, especialmente entre gente joven. Si a esa soledad se le suma la venta de expectativas irreales y, como bien dice Vd., la eliminación de límites morales, el coctel resulta letal.
Un cordial saludo a los dos.
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JMI.-No, no me lo tomo a mal en absoluto.
En todo caso le diré que en el ministerio de la dirección espiritual, antes por supuesto del nacimiento de la psicología como "ciencia", había una gran ciencia psicológica implícita, como puede comprobarse en los grandes maestros de la espiritualidad cristiana, sobre todo en algunos, como S.Juan de la Cruz, Santa Teresa. Siempre un buen director ha sabido discernir la culpabilización morbosa, que debe relajarse, de la irresponsabilidad salvaje, en la que hay que ayudar a la persona a asumir su responsabilidad, su conciencia de libertad personal.
A una persona que está en crisis de culpabilidad neurótica por supuesto que mi artículo puede serle inconveniente. E incluso puede ser que leer la SEscritura, la cartas de SPablo, p.ej., le causen grandes traumas. Habrá que recomendarle que de momento no lea esos textos, sino otros que le resulten más relajantes, que le ayuden a soltar los nudos de sus angustias. Hay autores, como Sta. Teresita y su caminito de infancia espiritual, que puede venirles bien. Pero a lo mejor, tampoco: les crea gran ansiedad no tener ese abandono confiado en Dios, no poder hacers como niños. En estos casos, Santo Tomás de Aquino recomendaba paseos por el huerto, baños calientes, etc. Sí, todo esto es muy sabido y muy practicado en la guía espiritual cristiana desde hace muchos siglos.
Yo no soy psicólogo, pero para un tipo de apostolado que ejercí durante un tiempo, procuré aprender de la psicología y puedo asegurar que fue muy, pero que muy útil en muchos casos, y eso que lo que yo hacía no era terapia ni de lejos. La labor que puede hacer un buen psicólogo (que, claro, tenga un concepto integral del ser humano)es inmensa.
un cordial saludo
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JMI.-Le copio mi comentario al comentario del señor Jariod:
"Yo he leído mucho de psicología, para ayuda de mi especialidad, la teología espiritual. Y creo que me ha dado no pocas luces, que me han servido sobre todo en el ejercicio de la dirección espiritual. Le tengo, pues, conocimiento, estima y gratitud.
"Veo, sin embargo, que es una ciencia muy joven, y que le falta aún mucho para madurar y llegar a conclusiones científicas aceptadas por todas o casi todas las escuelas. Las voces de unos y otros expertos en psicología resultan a veces preocupantemente contradictorias".
De hecho, cuando la psicología implícita de los maestros espirituales cristianos enseña algo inconciliable con algunas enseñanzas de la psicología moderna bastante generalizadas, me quedo yo por supuesto con la enseñanza de los maestros cristianos. Mucho más de fiar, no sólo desde el punto de vista de la espiritualidad, sino de la misma psicología.
Creo que me ha entendido y que en mí no hay la menor intención de molestarle. El contenido de sus posts son impecables, de una riqueza que supera con mucho mi capacidad para asimilarla. Su estilo es claro, franco, firme y adecuado a lo que intenta transmitir. La labor de dar a conocer con rigor, a la vez que de forma accesible, la infinita maravilla de sabiduría que la Iglesia ha ido aquilatando a lo largo de dos milenios a partir de la Palabra de Dios, es más necesaria que nunca. Y usted está empeñado en ella con más que notable esfuerzo.
Comparto su visión de la bisoñez de la Psicología. Bisoñez que tiene, por desgracia, muchas dimensiones que no hace al caso detallar aquí. Siendo muy breve, la Psicología se haya tironeada por varios lados. Uno, aquella que pretende hacerla una ciencia empírica más, como la Física o la Biología, cosificando la realidad psicológica a un mero sistema de variables susceptible de ser analizado estadísticamente. Esta aberración es la que prima, al menos en España, en los ambientes académicos universitarios. Otro, aquella que, reconociendo un ámbito propio de acercamiento y exploración, cae rápidamente en la especulación ideológica, que suele ser casi en todos los casos de una inmoralidad manifiesta para la verdad de nuestra fe. A pesar de todo ello, que no es poco (en verdad, una tremenda losa), ha creado un corpus de conocimiento valioso. Conocimiento, sí, fragmentado, en conflicto entre escuelas; pero ya útil en cierto grado, cada vez menos modesto.
Para acabar, le contaré una anécdota con un colega argentino (¡cómo no!) muy inteligente y capaz que me hacía este incontestable silogismo sobre la efectividad del psicoanálisis: si el psicoanálisis libera al hombre de sus ataduras y conflictos y alcanza gracias a él su plena madurez y humanidad, y teniendo en cuenta que en mi país un porcentaje muy significativo de su población adulta está plenamente psicoanalizada, ¿cómo es posible que se encuentre en tal calamitoso estado, lleno de corrupción, mediocridad y abierta inmoralidad?
Un abrazo en el Señor.
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JMI.-Otro decía que el psicoanálisis (interminable) no produce con demasiada seguridad sanaciones o mejoras en los pacientes; pero que ciertamente produce ganancias en los psicoanalistas.
Perdón por el cinismo.
Una cuestión me parece en esto muy especialmente importante. En el buen servicio de todas las profesiones influye siempre la calidad personal del trabajador. Pero creo yo que en ninguna profesión civil influye tanto la calidad personal como en el trabajo de la psiquiatría. Nuestro auto puede estar perfectamente atendido por un mecánico que es un sinvergüenza. Pero, en cambio, como sucede también con la tarea de los sacerdotes, influye decisivamente en la fuerza benéfica de los psiquiatras (de los médicos, de los maestros) "su calidad personal". Seguro que está usted de acuerdo.
Bendición +
Y aquí estoy.
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JMI.-Bendigamos al Señor.
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JMI.-Una oración por andrenio.
Con todos los errores y su tendencia natural al egoísmo, el ser humano sigue siendo algo diferente a los animales, por eso el mayor poder que tiene es la palabra. La sexualidad practicada después de haber anunciado una promesa para toda la vida es de una dimensión superior que incluso físicamente se goza de otra manera.
La naturaleza del hombre es ser casto, por lo que no puede ser "antinatural", no puede serlo. Porque esta virtud nos protege contra las tentaciones.
Es uno de los frutos de nuestra perfección:
1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Gál 5,22–23, vulg.).
El Catecismo nos ayuda a comprenderlo. Puesto, el alma que no es casta, se convierte en una persona violenta, agresiva, se destruye así mismo y al prójimo. No atiende a razones y por más que se le intente explicar, no es capaz de percibir la belleza de la castidad.
La castidad en el sacerdote y en quienes no son sacerdotes es una realidad maravillosa. Nos acercan a Cristo, nos apartan de la mundanidad. Porque el alma casta está bien dispuesta para comprender al Señor nuestro Dios.
Mientras que los "deseos carnales", acerca más a las tinieblas, a la muerte, a la amargura, a la desesperación.
leemos en los Santos Padres, algunos ejemplos como el que cuenta San Alfonso María de Ligorio, que por no renunciar a los deseos impuros de su cómplice de pecado, no les importa ir al mismo infierno tras morir. Y es que los actos contra la moral, debilita inmensamente al alma, que en la hora de la muerte, ya no ve esperanza de salvación, aunque lo tenga delante. El alma oscurecida por el pecado, ya no ve la luz.
Estamos recibiendo noticias sobre las personas impúdicas, sin respetos en la Casa de Oración, desprecios a sacerdotes y obispos, son personas que por haber perdido la moralidad, y sanas costumbres, han caído en una tremenda locura.
La castidad sin embargo, evita todo tipo de males, nos hace también más humanos, más personas, y mejores cristianos hijos e hijas de la Santa Madre Iglesia Católica.
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JMI.-Bueno, lo de "casada" no aparece ni en el texto griego ni en la vulgata latina. Del resto, pongo algunas traducciones al español.
"El que mira una mujer"
(no consigo poner en alfabeto griego; en Word sí, pero aquí no)
"ad concupiscendum eam" (SJerónimo, Vulgata)
"deseándola" (Nácar-Colunga)
"deseándola" (Biblia Jerusalén)
"con deseo" (Leal)
"deseándola" (Valverde-Schökel)
"con malos deseos" (Biblia Interconfesional)
"para codiciarla" (Bover-O'Callaghan)
"deseándola" (Libro de la N.A.-Vº Centenario Ev. América)
"deseándola" (Libro del Pueblo de Dios)
"para desearla" (Iglesias)
"excitando su deseo por ella" (Mateo-Schökel)
"deseándola" (Sgda. Biblia, Confer.Ep.Española 2011)
etc.
"ya ha cometido adulterio con ella en su corazón".
Eso es lo que dice el texto griego.
Todos estamos muy deseosos de que la versión oficial de la Biblia ya hecha por la Conferencia Episcopal Española dé lugar a nuevos libros litúrgicos que incluyan la nueva versión. Puede verse en este mismo blog el (216): Nueva Biblia Oficial, nuevos Leccionarios litúrgicos. Dios quiera que sea pronto.
Por ahora, Pub, tendremos que seguir teniendo paciencia.
("la cosa empezó en Galilea")...
La persona que vive en el temor de Dios,ayudada por la Gracia,siempre intenta huir de toda situacion de peligro de caer en la impureza,exterior e interior.
Supongo que el temor de Dios tiene influencia sobre el dominio propio,porque el que no quiere perder el Amor de Dios por nada del mundo,trata de ser puro como EL es puro.Pues no ignoramos que toda impureza es contraria a la santidad y esta en las antipodas de lo que Dios ES y nosotros queremos ser como el Crucificado,cueste lo que cueste vivir en gracia;"Amor con Amor se paga".
La Paz de Cristo.
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JMI.-En este blog he hablado ya del pudor en varias ocasiones (10-12) y (182-2, 182-3), cinco artículos. Los criterios, pues, sobre el pudor han quedado, creo, suficientemente expuestos. Habrá que aplicarlos luego al baile, a las playas y piscinas, al cine, TV, internet, a los viajes de vacaciones hechos por novios, a las letras de ciertas canciones, a las revistas, a los libros y novelas, a cientos y cientos de ocasiones y circunstancias. Pero no hablaré de éstas una a una. Un saludo en Cristo.
Saludos desde un país que lucha por democracia y pidiendo oración por mi Patria,
Daniel Sanabria.
Maracaibo, Venezuela.
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JMI.-Que el Señor te forme bien en doctrina y espiritualidad,
y que puedas ayudar a muchos. Bendición +
"Tiene que ir buscando que es lo que le gusta a la otra persona, teniendo muy claro que es doctrina de la Iglesia que en la relación sexual vale todo mientras acabe en una relación sexual normal, en una relación sexual con penetración vaginal. Por tanto, no poner pegas a la otra persona, sino lógicamente dentro de unos términos de delicadeza y cariño."
Le comento que se habla de la relación sexual en el matrimonio.
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JMI.-No, esa afirmación es contraria a la doctrina de la Iglesia.
Dentro de la acción sexual del matrimonio puede haber actos que son pecaminosos por ser contra-natura, como el sexo oral o el anal. No vale todo, de ninguna manera.
..."mientras acabe en una relación sexual normal"... El fin no justifica los medios.
Le comento la fuente de la cita:
Goya produciones. Sí quiero, VII ¿Cómo aman los esposos? Minuto 4:50-5:12. Luis Chiva, Dir. Ginecología MD Anderson, Madrid.
Al parecer este documental sobre el matrimonio ha recibido el patrocinio del Pontificio Consejo para la Familia. Se puede leer en la web www.goyaproducciones.com:
El Presidente del citado Consejo, Mons. Vincenzo Paglia, en una carta dirigida al director de Goya Producciones, Andrés Garrigó, precisa que dichos documentales deberán llevar a partir de ahora la mención: “Bajo el patrocinio del Pontificio Consejo de la Familia”. Es un reconocimiento de su interés y valor pastoral por parte de la Santa Sede, si bien no comporta apoyo financiero.
Monseñor Paglia expresa también en su carta al director de la productora, fechada el 15 de enero de 2014, su “gratitud por vuestro trabajo al servicio de la familia y de la vida”.
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El tal ginecologo dice lo que dice porque lo habrá leido en algun libro de teologia moral con aprobación eclesiastica, obviamente.
Ya ve que la situación es peor de lo que parece. Una afirmación tan grave y todos lo ven como algo normal, incluso los obispos.
Y siempre la misma causa: se ignora por completo la enseñanza del Magisterio apostolico, que además ha hablado muy claramente sobre este tema.
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JMI.-Oremos, oremos, oremos.
Hasta en las obras de teología moral más "fiables" podemos encontrar este grave error. Traigo un ejemplo. La citas pertenecen al tema "los actos complementarios [del acto conyugal]".
Miguel Angel Fuentes. Revestíos de entrañas de misericodia. Ed. Verbo Encarnado, 2000. Pag. 144 (manual de moral para sacerdotes):
"Por regla general, se dice que es lícito todo cuanto se haga en orden al debido fin del acto conyugal y que sea necesario o conveniente para facilitar ese acto con tal que se cumplan dos condiciones: 1º) no envuelva peligro próximo de polución y, 2º) se haga con intención de realizar el acto principal o fomentar el amor conyugal."
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Este autor, justifica cualquier acto (sexual o no) entre los conyuges mientras no exista peligro de polución. Su conveniencia queda al juicio de los esposos.
Concreta esta doctrina el mismo autor en 5 puntos, el 3º dice así:
"Los actos íntimos fuera del acto conyugal, que suelen denominarse «intimidades o actos imperfectos»: su moralidad depende del riesgo de producir el orgasmo de modo independiente del acto sexual completo; por tanto, se pueden considerar lícitos mientras no encierren este peligro e ilícitos cuando hay peligro próximo de que el acto termine de modo innatural."
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Aquí no se refiere a "tactos, abrazos, besos, etc". Eso lo trató en el punto 1º. Aquí alude claramente a actos sexuales incompletos, como podrían ser, el sexo oral, anal, o manual.
Lo que no percibe este teólogo y tantos otros (Royo Marin, Arregui-Zalba, etc.) es que la masturbación consiste en "todo" acto sexual voluntariamente realizado fuera de la cópula conyugal, independientemente de que acabe o no en polución, o de que se ordene a un fin bueno (procreación, amor conyugal, etc), dentro o fuera del matrimonio. Los medios y el fin deben ser rectos, pues cada acto depende de su propia moralidad, no de un tercero.
Olvidan, por desgracia, que la copula conyugal y los actos honestos que la acompañen deben ser, no solo no pecaminosos, sino santos y santificantes; y cuando se legitiman conductas tomadas de la vil pornografía, resulta imposible.
El bendito Magisterio:
DISCURSO DE SU SANTIDAD PÍO XII A LOS PARTICIPANTES EN EL II CONGRESO MUNDIAL DE LA FERTILIDAD Y LA ESTERILIDAD
No corresponde al hombre el derecho y la potestad del pleno ejercicio de la facultad sexual, buscado directamente, si no es en cuanto ejerza la cópula conyugal conforme a la norma impuesta y definida por la naturaleza misma. Fuera de este acto natural, ni en el mismo matrimonio le está dado disponer plenamente de esta facultad sexual. (...)
Siendo así, la masturbación (...) [no es legítima] aun cuando se entienda servirse de ella para un fin útil, justo en sí mismo y no censurable.
Lo dicho hasta aquí sobre la intrínseca malicia del pleno uso de la potencia generativa fuera de la cópula conyugal natural, vale del mismo modo cuando se trate de los unidos en matrimonio o de los desligados del matrimonio, ya sea cuando el pleno ejercicio del aparato genital es efectuado por el hombre o por la mujer, o por otra parte también actuante, o el efectuado por tactos manuales o por interrupción de la cópula conyugal; estos actos son pues siempre contrarios a la naturaleza e intrínsecamente malos.
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JMI.-Publico ya su comentario, pero deme un tiempito para responderle porque ahora no puedo. La obra que dice la tengo. Con el favor de Dios, comentaré lo que Ud. dice.
----------------- PASAN LOS DÍAS Y ESE "TIEMPITO" LIBRE NO LLEGA------------
Va, pues, respuesta breve e incompleta. Advierto que es un tema moral que yo no he estudiado, ni tengo ahora posibilidad de consultar texto que haya habido de Magisterio, doctrinas expuestas por moralistas fiables, etc. Doy respuesta, pues, de poco valor y seguridad.
1. Que "vale todo" dentro de las unión sexual del matrimonio me parece ciertamente inadmisible. Por ejemplo, si para lograr la erección se realizan actos intrínsecamente malos (ver pornografía, realizar inicialmente al menos el sexo anal, etc.), es doctrina cierta que no puede el fin justificar los medios. Hay medios que JAMÁS pueden implicarse en la unión santa del matrimonio.
2. Otros modos de estimulación sexual que no impliquen acciones ciertamente contra-natura... es ya un campo muy diverso que habría que analizar caso por caso. Acariciar los genitales con el fin de provocar la erección y realizar debidamente la unión sexual conyugal, entiendo que no es una masturbación, porque no es una acción enderezada al placer solitario pecaminoso, ni implica en sí misma ninguna acción en sí contra natura y por tanto intrínsecamente perversa. Otro género de estimulaciones, como digo, habría de ser evaluado moralmente caso por caso. Lo que en el marco de estos comentarios no es posible.
Dios le guarde en la verdad. Y si halla doctrina que con razones válidas de doctrina católica rechaza algo de lo que he dicho, retire usted (y retiro yo) lo que aquí he dicho.
Le agradezco mucho que me haya hecho conocer la crítica que el Sr. Fernando hace a lo expuesto por mí en mi libro “Revestíos de entrañas de misericordia. Manual para confesores”, acerca de los llamados en moral "actos complementarios del matrimonio".
La respuesta que usted da a quien le escribe coincide exactamente lo que yo digo allí y en otros lugares. Jamás he dicho que en los actos complementarios o preparatorios del acto conyugal completo “valga todo”. Eso es lo que siempre he refutado, como puede ver en otros escritos míos. Es muy distinto decir "vale todo", que decir, como es la expresión que he usado allí, "todo cuanto se haga en orden a", que es una manera de expresar la regla del "tanto cuanto", y tiene un sentido determinativo, no indeterminativo como lo anterior.
El principio que ha sido objeto de crítica no es, en realidad, mío, sino el que ha enseñado siempre la teología moral católica. De hecho el sr. Fernando también engloba en su crítica a Royo Marín, Arregui-Zalba, y añade un “etc.”, donde podría poner a Noldin (de quien principalmente he tomado lo que él critica: cf. Noldin, De usu matrimonii, Summa Theologiae moralis, Complementa, I. De sexto praecepto et de usu matrimonii, n. 94), y Mausbach, G. Grisez y muchos otros.
Como usted muy bien aclara, no todo es lícito, y apela usted precisamente al ejemplo que siempre uso cuando se me pregunta al respecto: la estimulación mirando pornografía, que constituye un acto de adulterio para ambos cónyuges aun cuando lo hagan de común acuerdo y juntos y en orden a sus actos conyugales, pues miran deseando a quien no les es lícito mirar de ese modo.
En mi libro “La castidad ¿posible?”, he escrito:
“Otra ofensa al matrimonio proviene del uso deshonesto de su sexualidad. Entendámonos bien. A los esposos es lícito no sólo los actos sexuales completos (la unión sexual perfecta) sino todos los actos que se ordenan a ella (actos preparatorios) y los actos que tienen como fin fomentar el amor conyugal (caricias, besos, abrazos, conversaciones, tactos, etc.). Los esposos no obran mal mientras se encuadren en estos actos y tengan como propósito algunos de los fines del matrimonio (la unión sexual o fomentar el mutuo amor). Es un abuso de su sexualidad, en cambio, los actos que sean plenos (o sea, que terminen en el placer sexual pleno) sin implicar la unión sexual del modo natural. Por tanto, se deben considerar ofensas a la castidad, la masturbación aunque sea practicada de común acuerdo, las relaciones sexuales plenas realizadas de modo innatural (los hoy en día tan mentados sexo anal y sexo oral), y las caricias que pueden ocasionar un orgasmo sin unión sexual” (Ed. Edive, 2006, p. 173).
Como puede observarse allí he mencionado como pecados, los que mi crítico piensa que yo no considero pecado.
Sin embargo, como usted bien le hace ver, no pueden ser considerados pecados los actos preparatorios que buscan la estimulación para poder realizar adecuadamente el acto conyugal, y es un error considerar que se puedan encuadrar dentro del concepto de masturbación. Por otra parte, la expresión "la masturbación consiste en 'todo' acto sexual voluntariamente realizado fuera de la cópula conyugal, independientemente de que acabe o no en polución, o de que se ordene a un fin bueno (procreación, amor conyugal, etc), dentro o fuera del matrimonio. Los medios y el fin deben ser rectos, pues cada acto depende de su propia moralidad, no de un tercero", es un error moral o, por lo menos, una exposición ambigua; pues los actos se distinguen entre sí cuando se quieren como objetos totales moralmente diversos, pero no si son momentos de un mismo acto, lo que vale para los actos buenos y para la distinción numérica de los pecados (cf. Royo Marín, Teología moral para seglares, 1983, I, n. 246).
Me parece que es muy claro cuanto dice Mausbach, quien no puede ser sospechado como un autor progresista (“Teología moral católica”, III, 23,3): "Entre los actos incompletos se cuentan los que preparan la plena unión sexual o son como un eco posterior de la misma. Algunos cónyuges están en un error de conciencia respecto a estos actos. Los consideran moralmente ilícitos, cuando, en realidad, si no se realizan con el propósito deliberado de masturbación, están legitimados por el acto indudablemente lícito de la unión plena, a la cual tienden. Tales actos pueden ser reprochables desde un punto de vista estético, o perjudiciales desde un punto de vista psicológico, e incluso, si van contra el amor debido, moralmente ilícitos, por faltar a la caridad. Pero no son contrarios a la virtud de la castidad ni al orden moral del matrimonio".
Nuevamente le agradezco todo el bien que hace con sus enseñanzas.
Me encomiendo a sus oraciones en Cristo y María.
P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
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JMI.-Muchas gracias, P. Fuentes, que se haya tomado el trabajo de aclarar a Fernando y a los lectores su exacto pensamiento. Dios se lo pague.
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Bien, voy a argumentar, apoyándome en el Magisterio, el porqué la estimulación sexual realizada del modo que usted indica en el punto 2 también constituye un pecado contra la castidad.
Lo primero a considerar es la enseñanza de la Iglesia sobre la masturbación. "La excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo" (CEC 2352). Según esta definición, parece que faltando el fin no existiría masturbación propiamente tal. Lo cual sin embargo no es correcto, porque la masturbación pertenece a aquellos actos en sí mismos "intrínsecamente" malos, independientemente del fin y de las circunstancias. (Cfr. Veritatis Spledor 80-81). La inmoralidad del acto no requiere la búsqueda del placer venéreo para que la acción sea mala en sí misma.
"Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado" (CDF. Decl. Persona humana 9).
Ahora bien, ¿por qué "acariciar los genitales con el fin de provocar la erección y realizar debidamente la unión sexual conyugal" constituye un acto de naturaleza masturbatoria? Porque TODA actividad sexual fuera de la cópula conyugal es un ejercicio de la sexualidad intrínsecamente desordenado, carente de los significados propios de la relación sexual conyugal: unitivo y procreador. (Cfr. Humanae Vitae, 11-12)
Pío XII (en el discurso citado antes): "No corresponde al hombre el derecho y la potestad del pleno ejercicio de la facultad sexual, buscado directamente, si no es en cuanto ejerza la cópula conyugal conforme a la norma impuesta y definida por la naturaleza misma. Fuera de este acto natural, ni en el mismo matrimonio le está dado disponer plenamente de esta facultad sexual."
El papa enseña aquí que el ejercicio de la facultad sexual solo queda legitimado en cuanto realiza la cópula marital. En los demás casos, contradice la ley moral, aun cuando se haga en el matrimonio "para un fin útil, justo en sí mismo y no censurable" (p.ej.: la excitación manual de los genitales como predisposición al coito).
Por consiguiente la estimulación sexual, aun realizada con la honesta finalidad de preparar el acto conyugal, constituye una acción moralmente mala.
"Le falta, en efecto, la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero. A esta relación correcta debe quedar reservada TODA actuación deliberada de la sexualidad." (CDF. Decl. Persona humana 9).
Podría objetarse lo siguiente, ¿acaso los besos, miradas, abrazos, caricias no-sexuales, etc. no constituyen algún tipo de estimulación sexual? Obviamente sí, pero la diferencia esencial es que estos no son actos sexuales per se.
Por otra parte resulta fácil demostrar que la estimulación sexual en forma de caricias manuales se equipara en realidad a otras formas corporales de excitación genital como el sexo oral, pues unas y otras se efectúan con distintas partes del mismo cuerpo. ¿Por qué habrían de permitirse caricias con las manos y no con otras partes del cuerpo? Puede haber tantas formas de estimulación como partes del cuerpo: manual, oral, narizal, pedal, orejal, cabezal, etc. Al final todo se reduce a una misma acción, con diferentes nombres: la estimulación directa del órgano reproductor con alguna parte del cuerpo distinta del sexo del cónyuge.
Pio XII (Idem): "Lo dicho hasta aquí sobre la intrínseca malicia del pleno uso de la potencia generativa fuera de la cópula conyugal natural, vale del mismo modo cuando se trate de los unidos en matrimonio o de los desligados del matrimonio, ya sea cuando el pleno ejercicio del aparato genital es efectuado por el hombre o por la mujer, o por otra parte también actuante, o el efectuado por TACTOS MANUALES o por interrupción de la cópula conyugal; estos actos son pues siempre contrarios a la naturaleza e intrínsecamente malos."
El papa no podía ser más explícito, habla de la malicia de la masturbación "efectuada por tactos manuales" ("sive fit tactibus manualibus") aun de los unidos en matrimonio.
Se podría establecer por lo tanto un principio moral general para los cónyuges: cualquier acto sexual no-coital es intrinseca y gravemente desordenado, ya se realice antes, en o después de la cópula. Esto no significa que todo tocamiento de los genitales implique necesariamente pecado, pero lo será si se hace para estimular el órgano sexual.
Surge entonces una pregunta inevitable. ¿Qué pasa cuando la esposa no ha alcanzado a tiempo la plena satisfacción sexual ¿puede procurársela manualmente? Los salmanticenses dicen sobre este punto (Compendio moral, T. 2, 1808, pag. 345):
"P.¿La mujer que no pudo seminar in actu conjugii, podrá después que seminó el varón, y se retraxo del acto excitarse á hacerlo con tactos? R. Que puede, á lo menos sin pecar gravemente, porque su solicitud mira a completar la cópula; y de lo contrario estaría expuesta a cometer muchos pecados.(...)"
Casi todos los moralistas modernos contestan afirmativamente sin el menor reparo alegando que la mujer tiene el mismo derecho que el varón. Pero olvidan que nadie tiene derecho a cometer un pecado. La Iglesia enseña claramente que el ejercicio de la facultad sexual solo es lícito DURANTE la cópula conyugal. La solución que ofrecen los salmanticenses es consecuencialista, se juzga la moralidad de la acción no por el objeto moral sino por las consecuencias que puedan derivarse.
Me parece que enfocar la cuestión partiendo de supuestos derechos es un craso error. No se trata de un derecho sino de una exigencia del amor esponsal. El marido tiene la grave responsabilidad de adaptarse al ritmo de su mujer y hacer lo que esté de su parte para que ella llegue al climax sexual sin necesidad de masturbarse. Cuando se trate de un problema de frigidez, es perfectamente válido acudir al médico para que sane la anormalidad, pidiendo también a Dios la sanidad.
En cualquier caso, si la mujer no llega al orgasmo y se masturba para alcanzarlo, habrá que juzgar el acto en la mayoría de los casos con indulgencia, pues dadas las circunstancias atenuantes, no se le puede imputar un pecado mortal subjetivo.
Como a Ud. le ha dado la razón deduzco que asume la posición gravemente errónea de que las caricias genitales se permiten como preparación al acto conyugal, lo cual he demostrado con documentos del Magisterio ser contraria a la enseñanza de la Iglesia. E insisto en una cosa, lo importante al final es el juicio de la Iglesia, no las opiniones teológicas.
Defino términos para que todo quede más claro.
Masturbación "imperfecta": Estimulación sexual manual que no llega al orgasmo. (Pecado grave)
Masturbación "perfecta": Excitación sexual manual que acaba en orgasmo. (Pecado grave)
Me parece que los teólogos los distinguen con el nombre de onanismo consumado y no consumado. El uso del término onanismo para referirse a la masturbación es sumamente desafortunado y solo causa confusión, pues acepta dos significados: 1º masturbación. 2º Interrupción del acto sexual antes de que se produzca la eyaculación.
Los fieles al leer estos manuales normalmente piensan en la segunda acepción no en la primera. En fin un caos mental de aúpa para cualquier lector.
Téngase en mente que para que haya pecado de masturbación no hace falta que el acto termine en polución (CEC 2352). Por lo tanto el vocablo masturbación implica ambas acepciones expuestas (perfecta e imperfecta).
Leyendo detenidamente el fragmento que ha traído el P. Miguel Angel del libro “La castidad ¿posible?” se nota claramente su reprobación de la masturbación "perfecta", no así de la "imperfecta", también gravemente pecaminosa.
Copio completo el texto que él mismo ha traido:
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“Otra ofensa al matrimonio proviene del uso deshonesto de su sexualidad. Entendámonos bien. A los esposos es lícito no sólo los actos sexuales COMPLETOS (la unión sexual PERFECTA) sino todos los actos que se ordenan a ella (actos preparatorios) y los actos que tienen como fin fomentar el amor conyugal (caricias, besos, abrazos, conversaciones, tactos, etc.). Los esposos no obran mal mientras se encuadren en estos actos y tengan como propósito algunos de los fines del matrimonio (la unión sexual o fomentar el mutuo amor). Es un abuso de su sexualidad, en cambio, los actos que sean PLENOS (o sea, que terminen en el placer sexual PLENO) sin implicar la unión sexual del modo natural. POR TANTO, se deben considerar ofensas a la castidad, la masturbación aunque sea practicada de común acuerdo, las relaciones sexuales PLENAS realizadas de modo innatural (los hoy en día tan mentados sexo anal y sexo oral), y las caricias que pueden ocasionar un orgasmo sin unión sexual” (Ed. Edive, 2006, p. 173).
Aunque es verdad que el texto se refiere una vez a la masturbación, el contexto de forma patente nos está diciendo que la palabra masturbación ahí solo puede significar masturbación "perfecta" pues va precedida de la locución adverbial "por tanto":
RAE: 1. loc. adv. Por lo que, en atención a lo cual. U. t. c. loc. conjunt.
Observamos que el enunciado después de ese "POR TANTO" es una consecuencia directa de lo que acaba de mencionarse. ¿Y qué es lo que se mencionó inmediatamente antes? Que es un abuso los actos sexuales plenos sin unión conyugal. Pero no se ha reprobado los actos sexuales incompletos. Por consiguiente, lo único que condena el texto es la masturbación "perfecta", dejando al lector con la duda de si la masturbación "imperfecta" será pecaminosa, o lo que es peor dando a suponer que la "imperfecta" es lícita. Por otro lado solamente se refiere al sexo oral y anal como actos plenamente realizados (masturbación perfecta).
Volvamos a la cita inicial del otro libro (Revestios):
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"Los actos íntimos fuera del acto conyugal, que suelen denominarse «intimidades o actos IMPERFECTOS»: su moralidad depende del riesgo de producir el orgasmo de modo independiente del acto sexual COMPLETO; por tanto, se pueden considerar lícitos mientras no encierren este peligro e ilícitos cuando hay peligro próximo de que el acto termine de modo innatural."
Ahora se ve mucho más claro, que estos actos imperfectos necesariamente tienen que aludir a la actividad sexual no-copulativa (masturbación imperfecta). Pues en el punto 1º como ya señale anteriormente, el P. Miguel Angel solo habla de "tactos, abrazos, besos, etc". Al hacer una separación de los puntos 1º y 3º, supone que la naturaleza de los actos tiene que ser esencialmente distinta. De lo contrario, la separación de los unos con los otros carecería de sentido. Además, en el punto 3º a diferencia del 1º se advierte de evitar el peligro de polución. ¿Qué actos podrían poner en peligro de polución sino los sexuales?¿Por qué en el punto 1º no se habla del peligro de polución? Porque muy difícilmente se acabará en polución con besos, abrazos, etc.
De paso traigo otro texto, que a pesar de no constituir propiamente Magisterio pontificio, confirma la enseñanza de la Iglesia sobre este punto y que es la que defiendo en mis comentarios:
"Todos y cada uno de los actos sexuales en el matrimonio necesitan estar abiertos a la posibilidad de concebir un hijo" (Catecismo Católico de los Estados Unidos para Adultos, pág. 434, versión española).
Nótese que no dice todos los actos conyugales, sino todos los actos sexuales, que es un concepto más genérico e implica cualquier tipo de actividad sexual. La estimulación sexual previa al coito es evidentemente un acto sexual, y como tal transgrede los significados unitivo y procreador, pues este acto sexual considerado en sí mismo ni es unitivo ni procreador.
Pablo VI, Humana Vitae 11-12:
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"La Iglesia, sin embargo, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet matrimonii usus) debe quedar abierto a la transmisión de la vida. Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador.
Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad."
En fin, siento la redundancia y la extensión, pero es que estas cuestiones si no se tratan con cierta amplitud es imposble explicarlas bien.
Yo no quiero entrar en polémica, menos en las interminables. Por eso:
1º De mi parte solo quiero dejar en claro que los textos aducidos por Fernando están mal usados. Solo cito uno. Fernando usa el texto de Pio XII (Idem): "Lo dicho hasta aquí sobre la intrínseca malicia del pleno uso de la potencia generativa fuera de la cópula conyugal natural, vale del mismo modo cuando se trate de los unidos en matrimonio o de los desligados del matrimonio, ya sea cuando el pleno ejercicio del aparato genital es efectuado por el hombre o por la mujer, o por otra parte también actuante, o el efectuado por TACTOS MANUALES o por interrupción de la cópula conyugal; estos actos son pues siempre contrarios a la naturaleza e intrínsecamente malos."
Pero enfatiza la palabra "tactos manuales" dejando de lado que el texto dice claramente que se refiere al "pleno uso de la potencia generativa" y del "pleno ejercicio". Se refiere a la masturbación independientemente del acto sexual pleno, no a los actos preparatorios o unidos al acto sexual naturalmente realizado. Así se usa todo el pensamiento en el artículo.
2º Dice Fernando que así piensan la mayoría de los autores modernos. ¿Podría indicar qué teólogos del presente o del pasado enseñan lo que él dice referido a los actos complementarios del matrimonio y no a la masturbación (necesitaría nombres y obras para poder corroborar la exactitud del pensamiento)? Todos los autores que yo he citado son los fieles al magisterio. El término "modernos", se usa en alguna literatura para referirse a los que son infieles. En este caso sería falso, puesto que los que no son fieles al matrimonio aceptan la anticoncepción, la masturbación, el uso de pornografía, etc. El P. Iraburu puede aportar una larga lista de ejemplos que ya ha aludido en sus obras.
3º Si este punto le causa problema moral al sr. Fernando, siempre tiene la posibilidad de consultar a la Congregación para la Doctrina de la Fe, o incluso, a través de un confesor de confianza, a la Sagrada Penitenciaría (esto último como caso de conciencia personal, porque, según el principio de la moral tradicional, incluso si lo que sostiene el sr. Fernando está equivocado, mientras él esté absolutamente convencido de que es así, debe seguirlo en conciencia, aunque no puede imponerlo a los demás como opinión teológica personal si no está avalado por serios y fieles autores; ésta es la praxis usada siempre por san Alfonso).
En Cristo y María
En cualquier caso, si Ud. no lo ve claro en ese documento, hay otros en los que no cabe género de duda ni posibilidades interpretativas:
"[A la masturbación] Le falta, en efecto, la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero. A esta relación correcta debe quedar reservada TODA actuación deliberada de la sexualidad." (CDF, Decl. Persona humana, 9)
Solo la cópula conyugal (relación sexual) "realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero".
Compendio del catecismo 496: "El acto conyugal tiene un doble significado: de unión (la mutua donación de los cónyuges), y de procreación (apertura a la transmisión de la vida). Nadie puede romper la conexión inseparable que Dios ha querido entre los dos significados del acto conyugal, excluyendo de la relación el uno o el otro."
Por lo tanto en la unión de los esposos cualquier otra actividad sexual realizada antes o después del coito, con independencia de la finalidad o intención, es intrínsecamente desordenada.
Para que una acción sea moralmente buena necesita tener al mismo tiempo tres fuentes buenas de moralidad: objeto, fin y circunstancias. Basta la maldad de una sola para convertir el acto en pecado. "La moralidad del acto humano depende sobre todo y fundamentalmente del objeto elegido racionalmente por la voluntad deliberada" (Veritatis Splendor 78)
El objeto moral del acto masturbatorio es siempre intrínsecamente malo, aun cuando se efectúe como preparación del acto conyugal, pues tal acto en sí mismo ni es unitivo (no hay verdadera unión) ni procreador (no está abierto a la vida) [ni marital en los solteros].
Cada vez me queda más claro que Ud. justifica en la unión conyugal lo que he calificado de masturbación "imperfecta". Pues dice en sus libros que mientras se evite el peligro de polución y se haga como preparación al acto conyugal es legítima. En sus obras no leo ninguna condena a la masturbación "imperfecta" (sin eyaculación) durante la unión marital. Entonces parece obvio que justifica el sexo manual, oral, anal, etc. como «intimidades o actos imperfectos» en cuanto no terminen en polución y "faciliten" el acto conyugal. Esto es lo que entiendo quiere expresar su "todo cuanto se haga en orden a" equivalente a "todo cuanto se haga con el fin de", que sinceramente para mi traducido significa "el fin justifica los medios".
Lo cual deduzco también del texto de Mausbach que trajo Ud. antes y evidentemente comparte, de lo contrario no lo hubiera citado:
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"Entre los actos incompletos se cuentan los que preparan la plena unión sexual o son como un eco posterior de la misma. Algunos cónyuges están en un error de conciencia respecto a estos actos. Los consideran moralmente ilícitos, cuando, en realidad, si no se realizan con el propósito deliberado de masturbación, están legitimados por el acto indudablemente lícito de la unión plena, a la cual tienden. Tales actos pueden ser reprochables desde un punto de vista estético, o perjudiciales desde un punto de vista psicológico, e incluso, si van contra el amor debido, moralmente ilícitos, por faltar a la caridad. Pero no son contrarios a la virtud de la castidad ni al orden moral del matrimonio"
Mausbach al igual que otros autores, expresa sus ideas desde la generalidad, intentando concretar lo menos posible. Pero cuando se analiza bien el texto se notan detalles que hacen sospechar las aberraciones sexuales que implícitamente transmite.
En primer lugar menciona los actos "incompletos". ¿Qué actos pueden considerarse incompletos? Solo los sexuales, pues un beso, una mirada, un abrazo... son expresiones de amor que castamente incluso pueden realizarse fuera del acto conyugal, es decir, en la vida cotidiana de los esposos. Sin embargo, el acto sexual no se completa mientras no se produzca la eyaculación.
Dice después que algunos cónyuges los consideran ilícitos. No tiene sentido pensar que dichos cónyuges juzguen los besos, abrazos... como ilegítimos. El autor se refiere evidentemente a las estimulaciones sexuales.
A continuación afirma que si los actos "incompletos" no se hacen con propósito masturbatorio, el acto de la unión plena los legitima. ¿Desde cuando el propósito de no masturbarse convierte una masturbación en una acción lícita?¿Desde cuando una masturbación queda legitimada por otra acción de suyo buena?
Y finalmente declara que esos actos pueden ser estéticamente reprochables y hasta psicologicamente nocivos. Características propias de alguna perversión sexual, siempre "incompleta" por supuesto, para que se respete "la virtud de la castidad y el orden moral del matrimonio".
Me queda por responder los puntos 2 y 3 de su comentario, pero como me he alagado demasiado, prefiero acabar con una petición. Ponga por favor algún ejemplo de lo que Ud. denomina como "intimidades o actos imperfectos". Explicite y sea lo más claro posible.
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JMI.-Efectivamente, se ha alargado demasiado.
La discusión se va haciendo interminable.
Ya está bien. Ya han expuesto cada uno lo que piensa.
Uds. tienen especial responsabilidad ante Dios de exponer la doctrina tal como la enseña la Iglesia. Piensen que Dios nos juzgará por nuestra fidelidad al Magisterio de la Iglesia, no al magisterio de los teólogos.
Y sí, gracias a Dios hay autores que defienden la verdad católica, por ejemplo:
www.catechism.cc/articles/QA.htm
www.catechism.cc/articles/marital-foreplay.htm
La masturbación, igual que la blasfemia, el aborto, el genocidio, etc. no admite excepciones de legitimidad. Esto no es opinión personal mía. ES MAGISTERIO INFALIBLE DE LA IGLESIA.
Lo prometo, este es mi ultimo comentario en este articulo. Aunque responda el P. Miguel Angel no voy a contestar porque ni siquiera voy a volver a revisar lo que aqui se pueda decir. En manos de Jesucristo y su Stma. Madre lo dejo.
Adiós.
Según he leído en este articulo escrito por un teólogo católico:
ronconte.wordpress.com/2015/11/21/saint-alphonsus-liguori-on-marital-chastity/
en la obra de Teología moral de San Alfonso María de Ligorio el santo responde negativamente a la pregunta de si es lícito a la mujer que no ha llegado a tiempo al orgasmo procurárselo manualmente inmediatamente después de que el marido se ha retirado. La razón que alega es que el orgasmo no es necesario para la procreación y también que en este acto, hecho separadamente, no es una sola carne con el esposo.
En otro texto el santo responde afirmativamente a la pregunta de si es pecado mortal que el marido empiece la copula en un lugar no natural para después consumarlo en su lugar natural. La razón que presenta es que tal acto es verdaderamente sodomitico, se consuma o no, al igual que un acto de copula en el lugar natural de otra mujer es fornicación aunque no haya seminación.
O sea que Fernando tenía razón en sus argumentos al decir que la Iglesia reprueba la masturbación aun no consumada durante la union conyugal así como la masturbación de la esposa para alcanzar el orgasmo con posterioridad al coito. No entiendo como un teólogo especialista en Teologia moral como es el P. Miguel Angel Fuentes no condena la masturabación en esos casos. Dice el P. Miguel Angel en su ultimo comentario: "Se refiere a la masturbación independientemente del acto sexual pleno, no a los actos preparatorios o unidos al acto sexual naturalmente realizado.". O sea, que, cuando hay acto sexual pleno, es decir, cuando la masturbación no se realiza con independencia del acto sexual pleno y va unida a él estaría justificada. Esta doctrina no es católica se mire por donde se la mire. Una lástima que estos errores en materia moral tan grave estén tan difundidos aun entre los teólogos "buenos".
Un saludo en la paz de Cristo.
Me parece que parte de las confusiones vienen también porque hay un libro : "sexo como Dios Manda" de un fraile polaco que contiene todos estos errores afirmando además que ya la Virgen María no es el único modelo para la mujer cristiana.
Gracias Padre Iraburu por devolverme la confianza en que todavía hay sacerdotes santos que conocen y hablan de santidad, de pureza en el matrimonio y no aconsejan a las mujeres como si fueran objetos de placer y animalidad. Las mujeres somos responsables de conducir a los hombres al cielo...
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JMI.-Una de las mayores tentaciones del cristiano actual es
"configurar su vida según el mundo presente" (Rom 12,1-2)
Cristo y sus apóstoles lo prohiben, pero algunos creen que es una virtud.
Afortunadamente siempre quedará el Tesoro de los tesoros, la oración, que proporciona al alma verdaderamente devota un instinto sobrenatural para conocer la voluntad del Señor y le impedirá caer en prácticas indignas de un cristiano.
Oración, oración, oración es lo que necesita la Iglesia ahora y siempre.
Un cordial saludo.
Imagino que, por ejemplo, en este caso, siempre que la convivencia se haga con prudencia -durmiendo obviamente en piezas separadas, poco contacto, evitar familiaridad, etc- , incluso no habría ni tentaciones -más allá de alguna excepción a la regla-, pero pregunto más por el escándalo que pueda o no acarrear esto a los de fuera de la casa.
Y, derivado de esto, los católicos que se han vuelto a casar y que viven en continencia, a pesar de esto, ¿no son un continuo escándalo para el pueblo fiel? Porque conviven juntos, y cualquiera puede pensar fácilmente que tienen vida conyugal.
Desde ya le agradezco profundamente por sacarme de las tinieblas a la luz, pater.
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JMI.- No sé responderle, porque se trata de una apreciación prudencial, que ha de ejercitar la prudencia considerando un conjunto de circunstancias (de él, de ella, de la familia de él, de ella, de los vecinos, del lugar donde viven, de etc.etc) que desconozco totalmente.
Una pena que todavía existan muchos moralistas católicos que aún apoyen sentencias de autores de renombre sin verdadero fundamento magisterial ni teológico.
Hay que dejarlo claro. El Padre Royo Marín, Miguel Ángel Fuentes, y tantos otros, han realizado excelentes manuales de moral catolica, pero con respecto a los actos complementarios, todos ellos han contradicho la doctrina moral de la Iglesia sin ser conscientes de ello y basándose en una interpretación errónea de todos los autores clásicos sin partir de que los argumentos hay que esgrimirlos desarrollando la doctrina fundamental de la Moral en su más recto sentido.
Es curioso que Ud Padre Iraburu haya criticado con tanta sensatez y rigor “científico” algunos manuales de teología de la BAC que se oponen frontalmente al Magisterio de la Iglesia con doctrinas heréticas, y sin embargo, acepte de tan bien grado la tesis equivocada del Padre Miguel Ángel Fuentes que representa por desgracia la de la inmensa mayoría de moralistas de la actualidad.
Aparte de San Alfonso María de Ligorio en la actualidad, sólo sigue a este santo doctor en relación a los actos complementarios el Padre Ronald L. Conte en su obra “The Catholic Marriage Bed”.
catholicplanet.com/CCSE/marriage-bed.pdf
Yo mismo hace unos años planteé el problema de los actos complementarios al obispo D. Ignacio Munilla para el programa Sexto Continente y me contestó por correo muy brevemente cayendo en el error sudodicho.
En fin.
Menos mal que aún quedan teólogos que enseñan la verdadera doctrina de Jesucristo para iluminar nuestra conciencia a la luz de la fe catolica.
Puede una persona por voluntad propia, sin la Gracia, solo con la fuerza natural que le ha dado Dios, y conociendo que la lujuria es un mal vicio que puede hacerle mal, dejarla por completo? Y con dejarla me refiero a sin pensamientos impuros y sin actos impuros ya sea en solitario o con el sexo opuesto. De ser así en qué le ayudaría la Gracia? Correría el riesgo del orgullo si lo consigue?
Y otra:
Que opina de los pedófilos, homosexuales y demás transtornos sexuales? Son causados por no estar en Gracia?
San Felipe Neri cuando decía: Señor no me sueltes que te traiciono..., ¿contemplaba también la opción de caer en perversidades?
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JMI.-Poca afición tengo yo a plantearme preguntas complejas sobre las que no hay ni Revelación ni Magisterio apostólico claro.
1.-Todo bien que una persona con fe o sin fe, sin acción de la gracia sobrenatural, hacer el bien, pero siempre será con el auxilio de Dios, causa primera de todo bien que haga el hombre.
2.-Pedófilos y demás puede caer en su miseria estando en gracia, perdiéndola. O no estando en gracia ni en fe.
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