Tribunal Europeo de Derechos Humanos, una vez más: NO existe derecho al gaymonio
Como contaba hace unos días en Finlandia no existe el gaymonio. Sí una ley de unión civil pero que protege a la infancia. Con una rocambolesca demanda ante el Tribunal de Estrasburgo, apoyada por Amnistía Internacional, el lobby homosexualista ha intentado torcerle el brazo a los finlandeses.
En 1996 se casó como hombre «la ahora» Heli Hämälainen. En 2006 adoptó nombre femenino, pero no obtuvo un reconocimiento de su nueva condición en el documento de identificación, porque supondría reconocer el «matrimonio» entre dos personas del mismo sexo. Se le propuso como solución que se divorciase y se acogiese a una unión civil. En 2009 Heli se sometió a una operación de cambio de sexo. Pero el acuerdo que se ofreció fue exactamente el mismo: tú cámbiate de sexo, pero no me obligues a mí a cambiar el matrimonio.
Hämälainen argüía que se vulneraba el Convenio Europeo de Derechos Humanos en los artículos 14 (derecho a no ser discriminado), 8 (respeto a la vida privada y familiar) y 12, el derecho a contraer matrimonio. y a fundar una familia según las leyes nacionales que rijan el ejercicio de este derecho.
La sentencia ha servido para recordar que como ya había sentenciado en 2012 a favor de Francia o en 2010 a favor de Austria, el gaymonio no es un derecho humano, que lo que se garantiza como derecho fundamental es el matrimonio entre un hombre y una mujer. Y por lo tanto, «el Tribunal reitera que la convención no pude imponer a los Estados la obligación de permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo»
Así que resulta verdaderamente cansino oír a los homosexualistas el mantra de que se conculca o no se reconoce «el derecho a contraer gaymonio». Ese derecho no existe.
5 comentarios
Entonces nuestra declaración de voluntad no sería incongruente y contraria en el ámbito estatal y eclesial, y además nuestro status familiae sería evidentemente distinto que el que tienen los LGBT en sus relaciones. Es decir, un padre o madre de familia no sería lo mismo para la ley que un travesti o una lesbiana. Tedríamos nuestro propio estatuto legal. Nuestra institución tal como es y queremos que sea. Y para nuestros hijos es toda una lección y hasta una catequesis.
Lo interesante es que los que más se oponen a esto son los mismos clérigos: "la gente no se casaría más por Iglesia", alegan. Lo digo por experiencia directa.
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