Mártires de nuestro tiempo

Nuestra época es fecunda en mártires por todas las latitudes del orbe católico. El siglo XX es el siglo de los mártires. Y a día de hoy, la religión cristiana continúa siendo la más perseguida en todo el mundo.

Cuando uno oye hablar de mártires cristianos se imagina que está en los tiempos de Calígula o de Diocleciano, cuando tantos discípulos de Cristo morían arrojados a las fieras o descoyuntados sus huesos, por el simple hecho de ser cristianos. Los mártires han sido siempre considerados por la Iglesia los testigos valientes de la fe, que han rubricado con su sangre un amor más fuerte que la muerte. Cómo emociona profundamente la lectura de las actas de los mártires.

Sin embargo, a lo largo de la historia no ha dejado de haber mártires continuamente, es decir, personas dispuestas a jugarse la vida por Jesucristo y su Evangelio. Y al jugarse la vida, la han perdido, la han entregado voluntariamente, ganando de esta manera la vida eterna que Cristo nos ha prometido. «Si alguno quiere venir en pos de mi, que se niegue a sí mismo, tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera salvará su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mi causa la salvará» (Lc 9,23-24).

Más aún, nuestra época es fecunda en mártires por todas las latitudes del orbe católico. El siglo XX es el siglo de los mártires. Y a día de hoy, la religión cristiana continúa siendo la más perseguida en todo el mundo. Considerada en su conjunto la historia de la Iglesia y contabilizando el número de mártires, el siglo XX ha generado tres de cada cuatro mártires del total. Es decir, el 75% de los mártires de toda la historia de la Iglesia son de nuestro tiempo. La ideología marxista, que pretende borrar a Dios de los corazones y de la historia, las posturas totalitarias de cualquier signo, los fundamentalismos religiosos, el aplastamiento de las minorías religiosas por parte del poder, etc. han generado muchedumbre de testigos de Cristo hasta el extremo de sellar ese amor con su propia sangre.

También en España, también en nuestra diócesis de Córdoba, la muchedumbre de mártires es incontable. Córdoba cuenta entre sus mejores hijos con una legión de mártires de todos los tiempos. En la época romana, en la visigótica, en la época musulmana, en todas las épocas ha habido cristianos cordobeses que se han jugado la vida por Jesucristo y la han perdido, ganándola para la vida eterna. El recuerdo emocionado de estas vidas es un estímulo permanente para los discípulos de Cristo de todos los tiempos.

No queremos olvidar estos preciosos testimonios. Cuando la Iglesia, después de detenido y minucioso examen histórico, proclama mártir por la suprema autoridad del Papa a uno de sus hijos, no se fija en el verdugo, sino que proclama que el amor del testigo es más fuerte que el odio del verdugo, que el poder de la fe y del amor a Cristo triunfa sobre la muerte, que el perdón ha prevalecido sobre la ofensa. La última palabra la tiene el amor, que vencerá todas las miserias humanas.

Los mártires que la Iglesia nos propone como ejemplo no son caídos de la guerra. No estaban en el frente, y una bala les alcanzó produciéndoles la muerte en la contienda bélica. No. Fueron buscados en sus casas y en sus conventos, en la parroquia o el círculo católico sencillamente porque eran curas, seminaristas, monjas o seglares de Acción Católica o de la Adoración Nocturna. Fueron buscados por ser cristianos, para arrancar a Dios del corazón y de la historia de los hombres, y ellos resistieron firmes en la fe. Todos estos mártires han muerto dando la cara, bendiciendo y perdonando a quienes los ejecutaban, como hizo Cristo desde la Cruz: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Los mártires, por tanto, son factores de reconciliación y de paz para la convivencia. No reivindican ningún partidismo, sino que vienen a ofrecernos el testimonio limpio de su fe. Ellos nos enseñan lo más puro del Evangelio: el perdón a los enemigos, por encima de los colores políticos y de las barbaridades inventadas para hacerlos claudicar.

La diócesis de Córdoba clausura el 15 de septiembre de 2012 la fase diocesana del proceso de canonización de 132 mártires cordobeses de la persecución religiosa del siglo XX: 83 sacerdotes, 6 seminaristas, 4 religiosos, 38 seglares (2 matrimonios). La investigación ha sido casi exhaustiva, miles y miles de folios recogen para la historia un material impresionante. Ahora lo ponemos todo en manos de la suprema autoridad apostólica de la Iglesia para que en su día emita su juicio definitivo después de un atento y minucioso examen en Roma. Por esos miles de folios corre sangre de mártires, en esas cajas selladas se guarda el perfume de un amor que la muerte no ha destruido. En esas actas está relatado un capítulo importante de la historia de nuestra diócesis de Córdoba. Y por todo ello damos gracias a Dios, porque «la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos» (Tertuliano). Ellos son el mejor preludio para el Año de la fe que vamos a celebrar en los próximos meses.

Recibid mi afecto y mi bendición:

 

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

 

2 comentarios

Gregory
Es absurdo pensar que al reconocer un martirio se reivindican banderas politicas, se pone de manifiesto la gracia de Cristo en la vida de una persona en concreta que fue fiel en medio de la persecución. Es muy cierto las ideologías han dado diversidad de martires durante esta siglo una verdadd estremecedora a la vez que edificante ellos nos eneseñan que morir por Cristo es vivir a la vez que nos reprochan nuestra comodidad.
18/09/12 1:54 AM
almudena
Gracias a Don Demetrio por sus artículos y por su fe, hacen falta muchos cristianos como él. Le doy gracias a Dios por él y su testimonio.
20/09/12 12:04 PM

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