(Bruno Moreno/InfoCatólica) La semana pasada publicábamos la noticia de que Norma Jean Coon, una norteamericana que fue “ordenada” como “diaconisa católica” en 2007, había renunciado públicamente a ese simulacro de ordenación, realizado bajo los auspicios de la asociación denominada Roman Catholic Women Priests. En una carta abierta publicada en su web, Norma Jean aceptaba la doctrina de la Iglesia sobre el orden sacerdotal y pedía perdón por los daños que hubiera podido causar. Además, rompía cualquier relación con Roman Catholic Women Priests y agradecía su labor al obispo de su diócesis y a los sacerdotes que habían contribuido a su reconciliación con la Iglesia.
Según publica el blog Rorate Caeli, se sabe ahora que Norma Jean Coon acude regularmente a la Misa en latín según la forma extraordinaria del rito romano. La parroquia de Santa Ana en la que se celebra esta Misa, situada en San Diego, California, está regentada por sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP), un grupo tradicionalista procedente en origen del movimiento lefebvriano pero en plena comunión con la Iglesia. Por supuesto, la Sra. Coon no recibía hasta ahora la comunión, al encontrarse en situación de excomunión latae sententiae, por su participación en un simulacro de ordenación sacerdotal.
No resulta aventurado concluir que este caso es un fruto excepcional del Motu Proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI, que restableció la posibilidad de celebrar libremente la Misa según la liturgia anterior al Concilio Vaticano II en toda la Iglesia. En efecto, la liturgia según el Misal del Beato Juan XXIII resalta de forma especial el hecho de que el sacerdote no es un simple animador litúrgico o pastoral, sino alguien consagrado y transformado de forma especial por el sacramento del orden. De hecho, la misma Norma Jean incluye en la página de su retractación una oración a San Miguel Arcángel que forma parte de las llamadas preces leoninas, unas oraciones para el final de la Misa instituidas por León XIII y especialmente apreciadas por los grupos de sensibilidad tradicional.
La historia de Norma Jean, unida a la de los numerosos conversos atraídos al seno de la Iglesia por los diversos grupos y monasterios vinculados a la liturgia antigua, y al número de vocaciones tradicionalistas (que, en algunas diócesis se acerca al número del resto de seminaristas o incluso lo supera) muestran que, contra lo que suponen algunos críticos, el Motu Proprio Summorum Pontificum no es un mero guiño a los tradicionalistas ni una treta para acabar con el quasicisma lefebvriano, sino un verdadero enriquecimiento para toda la Iglesia. En este sentido, el Papa Benedicto XVI, en la carta a los obispos como acompañamiento del Motu Proprio, mostró su convencimiento de que “las dos formas del uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente”. Y parece que los hechos le van dando la razón.