(Regió7/InfoCatólica) El pasado 3 de noviembre se hizo público el nombramiento por parte de Benedicto XVI de Mons. Xavier Novell como nuevo obispo de la diócesis española y catalana de Solsona. Cuando sea ordenado, pasará a ser el obispo más joven de España. Dolores Pujols lo entrevista para Regió7:
–¿Cuáles son las prioridades de su episcopado?
No he tenido aún mucho tiempo para fijarme prioridades y objetivos, y hasta el día de la ordenación [12 de diciembre] todavía hay tiempo para pensar. El trabajo que tenemos entre manos es tan grande que no podemos pretender hacerlo los primeros 15 días. Pero lo que sí quiero hacer ya es encontrarme con todos y cada uno de los sacerdotes. Conocer su situación personal, sus ilusiones y dificultades y pedirles que cuento con ellos y necesito su ayuda por que la tarea es de todos, no sólo es mía. En segundo lugar, también quiero encontrarme con los consagrados, los religiosos, y después con los numerosos laicos que están comprometidos con la diócesis.
–Parece, sin embargo, que desde el final del mandato del obispo Deig hay una cierta desunión o malestar en un sector de los sacerdotes. ¿Tiene la voluntad de resolverlo?
Conozco bien cuál era el estado del clero, al menos los últimos cuatro años del obispo Deig. Y os puedo asegurar que una parte de quienes en estos momentos piensan que el pontificado del obispo Traserra ha sido un tiempo de desunión, tenían la guerra declarada al obispo Deig. Estaban enfadados con él y le reprochaban algunas decisiones que había tomado. Reitero que no eran todos pero los hay que no compartían muchas decisiones pastorales del obispo Antonio, aunque quizá compartían con él otras sensibilidades. Por tanto, yo diría que ni el pontificado de Antoni Deig fue una balsa de aceite ni el del obispo Jaime ha sido un divorcio entre dos generaciones.
–¿Pero no es cierto que el obispo Traserra ha confiado más en unas personas que en otras?
Esto es verdad y, a veces, este hecho, ya sea por el perfil que tienen, por la edad o por la sensibilidad eclesial, puede ayudar a gustar más o menos a otras personas. Yo recuerdo mosén Jordi Orobitg. Cuando había sido secretario del obispo Deig, la gente se quejaba de él porque decían que lo barajaba todo y era la mano derecha del señor obispo. Por tanto, si haces memoria, siempre te das cuenta que si vas delante siempre eres objeto de críticas porque no siempre haces lo que quiere todo el mundo. En conclusión, yo quiero intentar que todos los sacerdotes se sientan valorados, que el presbiterio esté unido y contento (no sé si lo conseguiré, pero Dios lo quiera).
–Hay más de un modelo de Iglesia ya usted se le ha encasillado dentro de la ortodoxia del Vaticano. ¿Cree que es este el perfil de obispo que tendrá Solsona?
Más que modelos de Iglesia lo que sí hay son sensibilidades o líneas diferentes. Eso es verdad. A mí me han hecho obispo de todos los fieles de la diócesis y el obispo tiene una función importante, la comunión. Porque, gracias a Dios, en la Iglesia católica no cabe todo, pero cabe mucho. En lo fundamental tenemos que estar todos de acuerdo, y en lo accidental, todo el mundo puede tener libertad (esto lo decía San Agustín). Evidentemente reconozco al Papa como nuestro jefe, aquel que debemos escuchar, en comunión con todos los obispos. ¿Esto es ser conservador? Pues encantado de la vida de serlo. Si ser conservador es querer hacer lo que Jesús quiere en su iglesia, pues ... ¡alegría, soy conservador! Pero también me gusta ver la realidad, escuchar a las personas e imaginar nuevas fórmulas. Si esto es ser innovador, progresista, amante de cambios ... pues perfecto. En esta diócesis se ha contratado a personas laicas a tiempo completo pero con una remuneración que permite que una parte de la dedicación sea voluntaria para dedicarse a la catequesis, a trabajar para llegar a las personas que no creen, a ayudar con la liturgia ... He promovido que estas personas puedan llegar a hacernos este gran servicio y remuneradas. Si esto es ser progresista, contentísimo de serlo.
–La Iglesia católica no está pasando su mejor momento en Cataluña ni en Europa en general. ¿Cree que temas como el celibato o la presencia de las mujeres se han de afrontar?
La Iglesia ha dejado muy claro los últimos años que la vida célibe para los sacerdotes latinos es un valor a preservar. Ha hecho un gran bien a la Iglesia y ha dado grandes frutos de santidad. A pesar de que en estos momentos hay pocas vocaciones, sigue habiendo muchos hombres que se sienten llamados a una vida célibe para dedicarse completamente a Dios. Yo estoy de acuerdo con lo que dice la Iglesia y, además, pienso que no saldríamos ganando si los sacerdotes, dicho coloquialmente, se pudieran casar: no tendríamos más sacerdotes y no tendríamos un perfil sacerdotal tan receloso, libre, pobre o tan evangélico. Así pues, primero por identificarse más con Jesús, que era célibe, pero también porque los sacerdotes que estaban casados a menudo se aprovechaban de los beneficios eclesiásticos para sus necesidades familiares, defiendo el celibato.
–¿Y el papel que deben jugar las mujeres en la Iglesia?
Las mujeres en la Iglesia católica han tenido tantas posibilidades y han sido tan valoradas que han podido hacer obras extraordinarias. Es una equivocación pensar que el valor de la mujer en la Iglesia depende si accede al ministerio ordenado o no. Hay mujeres que sin ser sacerdotes han hecho cosas extraordinarias a la Iglesia y ni han sido sacerdotes, ni lo querían ser, ni lo necesitaban, como la madre Teresa de Calcuta o tantas santas que ni han sido sacerdotes ni lo querían ser ni seguramente habrían podido hacer lo que han hecho si lo hubieran sido.
–Antes ha hablado de pocas vocaciones. Hay quien ha optado por llevar sacerdotes de otros continentes, ¿se ha planteado hacerlo?
No lo descarto, pero no tengo una afición particular para hacerlo. Respeto todos los obispos que lo han buscado, pienso que ante la pobreza vocacional, por qué no podemos aceptar sacerdotes o seminaristas que vengan a hacer el retorno de la misión que hicimos hace años nosotros. Pero debe haber un discernimiento muy acotado. Cuando los misioneros de aquí marchaban hacia América o en África no había nadie que fuera a vivir mejor, conseguir una posición social o poner un pie en Europa para luego pudiera vivir la familia. Esto, cuando alguien viene de África hoy, no digo que sea pero podría ser una tentación fuerte. Conozco sacerdotes colombianos del obispado de Urgell que son majísimos pero también me consta que hay no pocos de los que vinieron que lo han acabado dejando.
–¿Cree que se puede hablar de una Iglesia catalana?
La polémica proviene de una cuestión teológica que no es fácil de explicar. Iglesia hay una sola: la de Cristo, que se hace presente en cada territorio y se encarna en las iglesias locales, que son las diócesis. Por tanto, este “de”, sólo se puede aplicar a la Iglesia de Cristo, y cuando ésta se hace presente en los territorios podemos hablar de la Iglesia de Solsona o la de Tarragona. Por tanto, no podemos hablar de la Iglesia de Cataluña como tampoco de la Iglesia de España porque no son diócesis. Ahora bien, hay un conjunto de iglesias locales que culturalmente y sociológicamente tienen una identidad y en este sentido se puede hablar de Iglesia en Cataluña, en España o Europa.
–¿Cómo se siente conviviendo con otras religiones en el obispado?
No he vivido otra Iglesia que la que se hace a propuesta de la gente que libremente quiera creer en Jesús. Por lo tanto, para mí no es extraño convivir con los que no creen. La persona que en estos momentos está sirviendo la casa episcopal es musulmana. Es la que reunía las mejores características para hacer el trabajo. Estoy bien dispuesto al diálogo con otras religiones, sobre todo con otras confesiones cristianas para intentar caminar hacia la unidad desde nuestra pequeña realidad. Ahora bien, estoy convencidísimo que Cristo es el único salvador y es la verdad. Por tanto, en todo este diálogo, hay que intentar ayudar a las personas que no conocen ni reconocen a Jesucristo como salvador de la Humanidad, que le descubran y por tanto se conviertan al catolicismo. ¿Es difícil? Sí. ¿Es fundamentalista? No. Si yo tengo en las manos lo que creo honestamente que es la verdad que da respuesta a toda persona, tengo que ofrecer a todos. Y que esa persona, libremente, haga lo que quiera. Nunca ninguna religión debe acallar nadie, estamos para dar vida a las personas.