(VaticanNews/InfoCatólica) Renacer en la luz de la Vida, renovados por el Espíritu de Dios, eso pidió el Papa en latín, tras el canto del Gloria. Resonaron así las palabras pronunciadas en la Vigilia Pascual y canto del Aleluya, repetido por la Schola cantorum durante el canto de la secuencia del Surrexit al comienzo de la celebración de la Misa, mientras los diáconos abrían cerca del altar las puertas del impresionante icono del Santísimo Salvador con la imagen del Pantocrator, Cristo sacerdote, profeta y rey, sentado en su trono.
En la cuenta oficial en X del Santo Padre @pontifex su mensaje fue: "Levantemos nuestra mirada a Jesús". “Si nos dejamos llevar de la mano de Jesús, ninguna experiencia de fracaso y dolor, por mucho que nos duela, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestras vidas”
Si morimos con Él, resucitaremos con Él
La liturgia de la Palabra remitía a la experiencia narrada en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles (Hemos comido y bebido con él después de la resurrección de entre los muertos); a la aclamación del Salmo 117 (Este es el día que ha hecho el Señor: regocijémonos y alegrémonos); y de nuevo a la invitación de San Pablo dirigiéndose a los Colosenses (Buscad los bienes de arriba, donde está Cristo)
El Evangelio de Juan, proclamado primero en latín y luego en griego, correspondía al relato de María Magdalena que llega al sepulcro y encuentra la piedra retirada, de los apóstoles corriendo hacia él y de los lienzos que envolvían el cuerpo de Jesús "enrollados en un lugar aparte".
Cristo es nuestra Pascua, aleluya
La asamblea, que ocupaba toda la plaza de San Pedro y la Vía della Conciliazione, se había ido congregando en silencio. En primera fila, como de costumbre, fieles en sillas de ruedas flanqueados por religiosas. Se rezó luego también en latín el Credo y luego la Oración universal en esta ocasión en árabe, español, tamil, portugués y chino.
Las intenciones fueron por los nuevos bautizados (que crezcan en la escucha de la Palabra, en la oración asidua y en la caridad); por el don de la paz (que reine la concordia y la armonía y cesen los conflictos y las injusticias); por los cristianos perseguidos (que se fortalezcan en la fe y la perseverancia, que Dios ilumine para encontrar caminos de diálogo y reconciliación); por las familias (que sean luz para los padres en la educación de la fe y para los pequeños, para que respiren el buen perfume de Cristo).
“Cristo es nuestra Pascua, el cordero inmolado: celebremos, pues, la fiesta, aleluya, aleluya”. Esta fue la antífona de la comunión que se distribuyó a los fieles. El triduo pascual termina así sabiendo que la muerte no tiene la última palabra. A continuación el Papa realizó un amplio recorrido en el papamóvil por los diversos sectores de la plaza para saludar y bendecir a los jubilosos peregrinos y turistas.