(InfoCatólica) Ayer domingo, con la misa al terminar el ViaCrucis desde Sangüesa, concluía la Primera Javierada 2024. Habían llegado a Javier unos 5.600 peregrinos, según las estimaciones de Policía Foral, a pie, en autobuses y en vehículos particulares, desde todas las comarcas de Navarra y otras provincias españolas, también desde el extranjero.
El arzobispo de Pamplona y Tudela concelebró su segunda misa en Javier con el arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano, el vicario general de la diócesis navarra, Carlos Ayerra, el delegado provincial de los Jesuitas, José Javier Pardo, y el rector de Javier, Vicente Marcuello. Además, con una treintena de sacerdotes, situados, como de costumbre, a los pies del altar, junto a la roca del Castillo y la Basílica de Javier.
D. Florencio, que también había celebrado la Eucaristía en la tarde del sábado, al llegar a Javier los peregrinos tras una marcha que este año se encontró con un tiempo desapacible, ventoso y con algunos aguaceros, sobre todo para los que llegaron de la Ribera, comenzó su homilía constatando que estaba en su «primera Javierada. En todos los sentidos, como creyente, como peregrino y como obispo. Y creedme que impresiona». Y añadió:
«Ya desde el día de mi ordenación episcopal, el pasado 27 de enero, me encomendé a S. Francisco Javier para que acompañase mi ministerio episcopal. Y hoy lo vuelvo a hacer también, delante de todos vosotros/as pido al santo que sea mi compañero de camino en mi peregrinar por esta diócesis».
El arzobispo puso a San Francisco Javier como paradigma de la unidad tan difícil de conseguir en la sociedad:
«El santo misionero consigue lo que muchas realidades de nuestra sociedad no consiguen. Por encima de sensibilidades, de opciones políticas, de procedencia, de sexo, inclusive de credo, por encima de filias y fobias, nos reunimos en Javier sin preguntarnos por tantas cuestiones que en la sociedad nos separan, muchas veces inútilmente. Javier nos une, nos hace iguales a todos ante Dios. En Javier nadie es más que nadie. Lo cual quiere decir que si aplicásemos el estilo Javier en nuestra sociedad todo nos iría mejor y llegaríamos a acuerdos, cuando a veces parece que es imposible.».
El santo navarro fue «un corazón ardiente en darlo todo y en dar a conocer a Jesús, por eso se puso en camino, en obediencia y disponibilidad a la Iglesia, para anunciar el evangelio hasta los confines de la tierra».
Mons. Roselló, tras mencionar el llamado del papa Francisco a ser una Iglesia en salida, lanzó un reto:
«La Iglesia de esta época, como la Iglesia de la época de San Francisco está llamada a ser misionera. No podemos permanecer en la comodidad de nuestros pequeños grupos de fe que se encierran en sí mismos y se dicen «qué bien se está en este grupo», «qué bien estamos en esta parroquia». O salimos, o somos misioneros, o el evangelio se apaga, la palabra de Dios se silencia y la Iglesia se empobrece.
Y añadió:
«Ante las dificultades, que son muchas, no podemos adoptar una actitud de queja, de lástima, de derrota. Hemos de ser una Iglesia peregrina, en salida, que sale de la parroquia, de la zona de confort y se arriesga por conocer la verdad. Y esa verdad es Jesús».
Comentando el evangelio del día, el pastor de la Iglesia en Navarra habló de la dificultad en aceptar la cruz:
«La respuesta de Jesús a Nicodemo es dura, porque le habla de que esa luz aparece en la cruz, y hoy en día, a nadie le gusta la cruz, siempre buscamos momentos fáciles, agradables, nada de cruz, nada de sacrificios ni sufrimientos. Y en cambio Jesús nos habla de que la luz que puede iluminar todo está en el crucificado. ¿Realmente hemos llegado a ver luz en nuestras vidas en la cruz, en el Cristo crucificado?».
Mons. Roselló advirtió que quien anda en las tinieblas del pecado, huye de la luz:
«Cuando vivimos de manera poco digna, evitamos la luz, porque nos sentimos mal ante Dios. No queremos mirar al Crucificado. La cruz de Jesús nos delata cuando nuestra vida no es conforme al evangelio. Por el contrario, «el que realiza la verdad se acerca a la luz». No huye a la oscuridad. No tiene nada que ocultar. Busca con su mirada al Crucificado. Él lo hace vivir en la luz».
Y llamó a la conversión:
«En este tiempo de cuaresma, tiempo de conversión y cambio, se nos invita a mirar a Jesús para estar en la luz y actuar en coherencia con su vida».
D. Florencio pidió a los peregrinos tener «más gestos con los pobres, con personas necesitadas, con inmigrantes sin rumbo ni techo fijo. Mirar a la cruz, que le dice Jesús a Nicodemo, es reconocer a nuestro lado los nuevos cristos crucificados que están demandando nuestra ayuda y solidaridad. Están pidiendo luz». Y afirmó:
«Es urgente salir de la pasividad ante la injusticia, del silencio ante las exclusiones, del conformismo ante la violencia, del desinterés frente a la suerte de los pobres, en otras palabras, de todo aquello que es contrario a los valores del Reino».
El arzobispo finalizó su homilía retomando la idea de la Iglesia en salida:
«Peregrinar a Javier, salir de nuestras iglesias, de nuestras parroquias, es descubrir los nuevos rostros necesitados en los que se encarna Jesús. Y es hacer sus causas nuestras causas».
Y terminó rogando
«Que San Francisco Javier nos colme de sus gracias por haber llegado hasta él, por haber peregrinado y por habernos comprometido a ser una Iglesia en salida que quiere llevar las cruces de tantos caídos que pueblan nuestras calles y que necesitan manos para ayudar a levantarles y a mostrarles el rostro amable y misericordioso de Dios».