(InfoCatólica) Un grupo de 90 sacerdotes, académicos y autores católicos han publicado una súplica filial a cardenales y obispos pidiéndoles que prohíban aplicar en sus diócesis el documento «Fiducia Supplicans», con la bendición a parejas que viven en relaciones contrarias a la moral católica, incluídas las parejas del mismo sexo, y que pidan al Papa Francisco que «retire urgentemente» el documento.
En una declaración publicada hoy, fiesta de la Presentación del Señor, los firmantes afirman que la declaración, que aprueba la bendición, dentro de ciertos límites, de parejas del mismo sexo y de otras que vivan en relaciones no coherentes con la doctrina de la Iglesia, está en «oposición directa» con la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, a pesar de que en el documento mismo y en aclaraciones posteriores se hagan afirmaciones en sentido contrario.
Los firmantes destacan que numerosas conferencias episcopales, fraternidades sacerdotales y otras instituciones, así como destacados prelados y teólogos católicos se han opuesto públicamente a la declaración vaticana desde su publicación el 18 de diciembre, y afirman que «nunca en la historia de la Iglesia católica un documento del Magisterio romano ha experimentado un rechazo tan fuerte».
Tambien señalan que, por el contrario, el documento ha sido «acogido muy favorablemente por los pocos episcopados y prelados que desde hace décadas abogan abiertamente por un cambio en la doctrina sobre la moral sexual».
Los firmantes critican la declaración «Fiducia Supplicans» porque propone una pastoral que «no corresponde a la doctrina», dando lugar a que se enseñe una «doctrina diferente». La doctrina tradicional de la Iglesia, recuerdan, debe considerarse infalible e inmutable, ya que está «confirmada por la Escritura y la Tradición» y es una «doctrina de derecho natural, que no admite ningún cambio».
La bendición, prosiguen, es un «signo natural» de «aprobación de lo que se bendice». No puede aceptarse el intento de la declaración de diferenciar entre «pareja» y «unión», ya que una «pareja es pareja por la unión que le da existencia», afirman. Por otra parte, la insistencia de la declaración de que la bendición no sea una ceremonia litúrgica «no cambia la naturaleza del acto, ya que el gesto central y esencial permanece».
Tales bendiciones, advierten los firmantes, transmiten al mundo que estas relaciones inmorales son ahora «aceptables para Dios», y que la Iglesia católica «ha evolucionado finalmente, y ahora acepta las uniones homosexuales y, más en general, las uniones extramatrimoniales».
Por tanto, está justificado el rechazo generalizado del documento en la Iglesia, sostienen. Lo que «definitivamente no es justificable», añaden, es que cardenales y obispos «permanezcan en silencio», permitiendo así la amplificación de un escándalo que ya es «grave y público» y con un error que procede de la Santa Sede. Sobre todo, advierten, cuando se escandalizan «los pequeños, los simples fieles» «que no tienen cómo orientarse y defenderse de esta confusión.»
Por ello, «imploran fervientemente» dos acciones a los cardenales y obispos a quienes dirigen su filial súplica: «Prohibir inmediatamente la aplicación de este documento» en sus diócesis, y pedir «directamente» al Papa que «retire urgentemente este desafortunado documento» que «produce claramente un grave escándalo.»
El Papa, concluyen, «necesita urgentemente» una «corrección fraterna» con la esperanza de que «rescate su pontificado y su propia persona de una mancha que, de lo contrario, podría pesar sobre él de forma indeleble, no sólo en la historia, sino en la eternidad»
Entre los firmantes iniciales se encuentran escritores católicos y periodistas, además de académicos y sacerdotes.
Apelación filial: A todos los Cardenales y Obispos de la Iglesia Católica
Eminencias, Excelencias:
Los abajo firmantes, presbíteros, académicos y autores os escribimos con ocasión del último documento publicado por el Dicasterio de la Doctrina de la Fe, Fiducia supplicans, que ha causado tanto escándalo en la Iglesia durante la última Navidad.
Como es sabido, una parte importante del episcopado mundial lo ha rechazado en la práctica, debido a que evidentemente se aparta de la Biblia y de la Tradición de la Iglesia. Veinte conferencias episcopales, docenas de prelados y aun cardenales que han ocupado los cargos más prominentes, tales como los cardenales Müller y Sarah, han expresado su inequívoco juicio condenatorio. Así lo han hecho también las Confraternidades del clero católico británica, estadounidense y australiana.
Nunca en la historia de la Iglesia Católica un documento del Magisterio Romano ha suscitado un rechazo tan fuerte.
En verdad, a pesar de su explícita confirmación de la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, la práctica pastoral que el documento permite se encuentra en directa oposición a ella.
Tan es así que el documento ha sido recibido muy favorablemente por los pocos episcopados y prelados que durante décadas han venido abogando por un cambio en la doctrina sobre la moral sexual. Es evidente que el mensaje práctico que esta nueva declaración transmite se encuentra mucho más en línea con el programa y las ideas de los que quieren cambiar la doctrina que con la misma doctrina que el documento afirma querer conservar intacta.
Efectivamente, el documento pretende introducir una separación entre la doctrina y la liturgia, por una parte, y la práctica pastoral, por otra. Pero esto es imposible. De hecho, el cuidado pastoral, como toda acción, siempre presupone una teoría y, por tanto, si el cuidado pastoral realiza algo que no está en armonía con la doctrina, lo que se está proponiendo es una doctrina diferente.
La bendición de una pareja (ya sea «litúrgica» o «pastoral») es, por así decirlo, un signo natural. El gesto concreto dice algo naturalmente y, por tanto, tiene un efecto comunicativo natural, inmediato, que no puede ser cambiado artificialmente por medio de los caveat del documento. Y una bendición como tal, en el lenguaje universal de la humanidad, siempre implica una aprobación de lo que es está bendiciendo.
Luego, el signo concreto que se da con tal bendición, ante el mundo entero, es que las «parejas irregulares», extramaritales y homosexuales por igual, ahora serían, según la Iglesia Católica, aceptables ante Dios, precisamente en el tipo de unión que las configura como parejas. Tampoco tiene sentido separar «pareja» y «unión», como ha intentado hacerlo el cardenal Fernández, puesto que la pareja es una pareja debido a la unión que le da existencia.
El hecho de que se excluya del acto otras circunstancias significativas accidentales (como el tiempo, el lugar, o los adornos –tales como flores, vestidos de boda y otros) no cambia la naturaleza del acto, puesto que persiste el gesto esencial y central. Además, todos conocemos por experiencia el valor que tienen «restricciones» de ese tipo, y cuánto duran.
El hecho es que un sacerdote está dando su bendición a dos personas que se presentan como una pareja sexual, y precisamente una pareja definida por su relación objetivamente pecaminosa.
Luego (al margen de las intenciones e interpretaciones del documento, o de las explicaciones que el sacerdote intente dar), esta acción será el signo visible y tangible de una doctrina diferente, que contradice la doctrina tradicional.
Recordemos que la doctrina tradicional sobre esta materia debe ser considerada infalible, puesto que es confirmada inequívocamente por la Escritura y la Tradición, una tradición universal e ininterrumpida, ubique et semper. Y debe recordarse así mismo que esta doctrina es de ley natural, que no admite cambio.
En la práctica, los fieles ni siquiera se enterarán de las sutiles justificaciones teóricas introducidas por la Declaración, y mucho menos de las que fueron añadidas posteriormente en la aclaración de la Declaración.
El mensaje que efectivamente se ha lanzado y que el pueblo de Dios y el mundo entero inevitablemente va a recibir y está ya efectivamente recibiendo es que:
La Iglesia Católica ha finalmente evolucionado y ahora acepta las uniones homosexuales y, más generalmente, las uniones extramatrimoniales.
Tal situación justifica plenamente el rechazo decidido de tantas conferencias episcopales y de tantos prelados, tantos teólogos y tantos laicos.
En este contexto, definitivamente no se justifica, especialmente para un cardenal o un obispo, permanecer callado, puesto que el escándalo que ya ha tenido lugar es serio y público, y, si no se le pone freno, inevitablemente se tornará más vasto y más hondo. La amenaza no es menor, sino mayor y más seria, por provenir el error de la Sede Romana. Dicho error está destinado a escandalizar a los fieles, y sobre todo a los pequeños, los fieles ordinarios que no tienen manera de orientarse y defenderse de la confusión: «A quienquiera que escandalice a uno de estos pequeños que creen en Mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino de asno y lo arrojaran al mar» (Mt 18,6).
Los pastores y todos los que tienen alguna responsabilidad en la Iglesia han sido constituidos como centinelas: «Si el atalaya, viendo llegar la espada no toca el cuerno para avisar a la gente, y llegando la espada hiere a alguno de ellos, éste quedará preso en su propia iniquidad, pero yo demandaré su sangre al atalaya» (Ez 33,6).
A la luz de todo esto, fervientemente os suplicamos:
- Seguir el valiente ejemplo de tantos hermanos obispos en todo el mundo: por favor, prohíban de inmediato la aplicación de este documento en sus respectivas diócesis.
- Además, soliciten directamente al Papa revocar urgentemente este desafortunado documento, que se halla en contradicción tanto con la Escritura como con la ininterrumpida Tradición de la Iglesia, y que claramente produce serio escándalo.
En este momento difícil, una clara palabra de verdad sería el mejor ejemplo de vuestra dedicación valiente y fiel al pueblo de Dios que se os ha encomendado, un signo de fidelidad a la verdadera misión del papado y al mismo tiempo la mejor manera de colaborar con el papa mismo, una elocuente «corrección fraterna», que él necesita con urgencia en este último y más crítico período de su pontificado y de su vida.
Si reaccionáis prontamente, hay todavía alguna esperanza de rescatar este pontificado y la propia persona del papa de la mancha que de otra manera podría pesar sobre él de manera indeleble, no sólo en la historia, sino también en la eternidad.