(Asia News/InfoCatólica) Hubo tres obispos católicos entre los delegados del 13ro Congreso Nacional del Pueblo (NPC) que el 11 de marzo pasado adoptó la histórica decisión de acoger las 21 enmiendas a la Constitución china, incluyendo aquella que permite una duración ilimitada para el cargo de Jefe de Estado, y la de agregar en el Preámbulo el denominado «Pensamiento de Xi Jinping».
El cambio más significativo en la historia de la Constitución china es aquél de la quinta enmienda: el «sanweiyiti», (tres cargos en una sola persona) que consiste en unificar los tres roles principales: Secretario general del Partido, Jefe de Estado y Presidente de la Comisión militar central, sin fijar límites de tiempo en ningún caso.
Antes de dicha modificación, para el cargo de Jefe de Estado se fijaba un límite máximo de dos mandatos de 5 años.
Si bien se desconocen sus intenciones de voto, la aparición de tres obispos-delegados, de hecho, ha contribuido a inscribir en la historia el cambio constitucional más importante de los últimos 36 años.
Uno de los tres es el obispo de Shantou, Joseph Huang Bingzhang, que fue excomulgado públicamente por la Santa Sede en el año 2011. Se trata del obispo nombrado por el gobierno y por el cual -en octubre y diciembre pasados- la Santa Sede solicitó al obispo ordinario de la diócesis, Zhuang Jianjian, que presentase su renuncia.
El segundo obispo es Guo Jincai de Chengde, que fue ordenado ilegítimamente, sin el mandato papal, en el 2010. En ese entonces, cuando se anunció su ordenación episcopal, el Vaticano afirmó que no había una diócesis de Chengde en la jerarquía católica, y que por ende, no podían reconocerlo como obispo. Guo, secretario general de la conferencia episcopal controlada por el gobierno, aún espera que la Santa Sede lo reconozca junto a la diócesis de Chengde.
El tercero en cuestión es el obispo Fang Jianping, que fue ordenado ilícitamente en el año 2000 y luego fue perdonado por la Santa Sede. Muchos católicos chinos han criticado un perdón que llegó demasiado pronto, visto que Fang no ha mostrado ningún remordimiento y tras haber recibido el perdón, ha participado en tres ordenaciones episcopales ilícitas como consagrante o como con-celebrante.
Antes la ciudadanía que la fe
Hace días, cuando hablaba con los periodistas al margen de la asamblea, ante la pregunta de si los católicos chinos debían apoyar a Xi Jinping, la respuesta del obispo Fang fue «naturalmente que sí», subrayando que «siendo ciudadanos de una país, la ciudadanía debiera estar antes de una religión y de un credo». Cuando le preguntaron qué era más importante, si Dios o el Partido comunista, Mons. Fang, vicepresidente de la conferencia episcopal cismática, declaró que «lo que es de Dios pertenece a Dios, y lo del país, al país».
Las palabras de sumisión plena a la dictadura comunista por parte del obispo cismático están en la línea del pensamiento de Mons. Sánchez Sorondo, Presidente de la Pontificia Academia para las Ciencias, que mostró su entusiasmo hacia el comunismo chino en unas recientes declaraciones.
Roma quiere pactar con los comunistas y los cismáticos
El posible acuerdo entre la dictadura china y la Santa Sede, de cara a regularizar la situación de los obispos cismáticos fieles al partido comunista chino está causando un profundo escándalo en multitud de fieles de todo el mundo, y está siendo puesto en cuestión por la clara denuncia profética del cardenal Zen.