(Stefania Falasca/Avvenire/InfoCatólica) Entrevista a Mons. Baldisseri:
- Monseñor Baldisseri, ¿qué impresión deja una lectura profunda de la Evangelii gaudium?
La Exhortación arroja una luz inmensa sobre la Iglesia y sobre la humanidad, hace sentir toda la fragancia de la Palabra anunciada que ilumina, indica, sugiere, abre.
- ¿Cuál es el rasgo que más caracteriza el texto papal?
El anuncio gozoso de la fe, como elemento dominante y caracterizador. El evangelio es alegría evangelizadora, como el Papa Francisco repite muchas veces (hasta 59) en la Exhortación, citando a Pablo VI. El último documento pontificio que llevaba en el título una referencia a la alegría fue la exhortación apostólica Gaudete in Domino, publicada por Pablo VI durante el Año Santo de 1975.
- No se puede decir, ciertamente, que la alegría brille por su ausencia en los documentos del magisterio…
Pero aquí la alegría del Evangelio no viene solo descrita, o recordada. Si la Iglesia tiene como razón propia de su existir el anuncio y comunicar la alegría de Cristo, que da sentido y asegura la vida y la felicidad de las personas –nos dice el Papa- esta realidad se convierte en fuente y criterio de medios operativos adecuados y concretos en la praxis eclesial, que pueden y deben lograr cambios también en determinadas estructuras. El criterio para cambiar la Iglesia no es aplicar concepciones ideológicas, sino partir de su naturaleza propia y del obrar que más le conviene para conseguir su fin, hacer que llegue el Mensaje. Forma parte de la naturaleza de la Iglesia salir de sí misma, no estar replegada sino des-centrada de sí misma. Y cuando sigue a Cristo la Iglesia no se repliega, como la mujer encorvada del Evangelio. Sólo en esta dinámica de «salida de sí» resplandece su belleza.
- ¿Qué novedades encuentra en la Exhortación?
Las referencias bíblicas y doctrinales son de la gran tradición de la Iglesia. Se citan, entre otros, a san Ireneo, san Agustín, santo Tomás, y numerosos textos magisteriales hasta el Vaticano II y los últimos Papas… La novedad está en la mirada, y también en el lenguaje. El texto tiene una concreción y un realismo únicos, contiene criterios que pueden ser inmediatamente aplicados a muchas cuestiones reales, en todos los níveles. Leyendo Evangelii gaudium todos los miembros de la Iglesia –verdaderamente todos- pueden captar los aspectos operativos. Las palabras entran directamente en el corazón desde la primera lectura, sin necesidad de mediaciones interpretativas. Es en verdad un documento programático que abraza amplios horizontes. También por esto ha perdido la calificación de Exhortación «post-sinodal», demasiado estrecha para un texto con este respiro.
Iglesia en misión
- El Papa invita a la Iglesia a ponerse «en estado de misión». ¿Qué quiere decir?
El dinamismo vital, el «biorritmo» propio de la Iglesia, es el misionero. La misión ya no es un asunto de misioneros sino que nos corresponde a todos. En cierto sentido, se ha acabado un modo de entender la misión como «missio ad gentes», una concepción detrás de la cual estaba la idea de que en algunas áreas del mundo la Iglesia representaría casi una entidad preconstituida, mientras en otras –las «tierras de misión»- entraba como un germen nuevo, necesitado de estrategias e instrumentos particulares. En cambio hoy muchos ni siquiera conocen el Evangelio aunque viven en países de tradición cristiana milenaria.
- ¿Cómo valora los pasajes sobre la relación entre Evangelio y culturas?
He estado en nunciaturas apostólicas durante 39 años, de los cuales 20 como nuncio y 36 fuera de Europa, y cuando volvía a Italia frecuentemente tenía la impresión de que la relación con nuestra herencia cultural, más que ser una ayuda, podía transformarse en un peso para el impulso misionero. El Papa Francisco repite que ninguna cultura puede considerarse como un instrumento exclusivo para transmitir la fe. Los obispos de Oceanía, citados en la Exhortación, han escrito: «querríamos una comprensión y una presentación de la verdad de Cristo que arranque de las tradiciones y culturas de la región». Es verdad que se trata de un trabajo enorme, pero son cuestiones que ahora ya no se pueden ignorar.
Conferencias Episcopales
- El Papa Francisco ha pedido que se verifique como pueden tener atribuciones concretas las Conferencias episcopales, incluyendo «alguna auténtica autoridad doctrinal». ¿Qué quiere decir?
El Santo Padre invita a profundizar el tema para encontrar nuevas vías. La referencia a la autoridad doctrinal no se ha de interpretar como autonomía de ejercicio independiente sobre las cuestiones doctrinales. Las Conferencias episcopales no son instituciones de derecho divino: sólo el Papa y los obispos, como sucesores de los Apóstoles, lo son, y constituyen juntos el Colegio episcopal. Sin embargo las Conferencias episcopales no son instituciones meramente burocráticas. El Papa Francisco evoca la experiencia de las antiguas Iglesias patriarcales, su sinodalidad. La Conferencia episcopal, por tanto, no puede estar por encima de cada obispo, es un organismo de comunión eclesial y de coordinación, que puede asumir una autoridad doctrinal, cuando permanece en comunión con las demás Iglesias locales y el Papa. En esta dimensión la Conferencia episcopal participa en el magisterio ordinario, tanto como cada obispo. El hecho de que el Papa haya citado varias veces documentos de episcopados o de conferencias episcopales indica que se les reconoce una «auténtica autoridad doctrinal», que se mide siempre con el sensus fidei de los fieles y con el consensus Ecclesiae, y esto no tiene que ver con iniciativas provocadoras, realizadas de manera aislada, con las que a veces algunos obispos individualmente o en grupo pueden lacerar la comunión eclesial.
- Las Conferencias episcopales y otros organismos, ¿cómo pueden favorecer la descentralización y la colegialidad?
El Papa Francisco está dando su impronta a los procesos decisionales en la Iglesia. Implica a todos –episcopados y grupos de cardenales, obispos, religiosos- en un diálogo abierto sobre las diversas cuestiones. Después siempre será él quien tome las decisiones, con resoluciones propias en las que se ve el propio convencimiento aunque se haya madurado con la aportación del discernimiento colegial. Así está funcionando también la consulta con vistas a los Sínodos sobre la familia. No se trata de un sondeo de opinión o un referendum, ni de la aplicación de métodos democráticos a la vida interna de la Iglesia. Es una encuesta que debe dar respuestas meditadas y propositivas. Se mira en esto también a la experiencia de las Iglesias orientales.
- En efecto el Papa ha sugerido mirar a los ortodoxos también para la práctica de la colegialidad…
Sí, es verdad. Las estructuras de comunión que ellos utilizan son antiguas. El factor que garantiza todo, a partir del funcionamiento, es la condivisión de la misma fe apostólica y la tradición de la Iglesia más allá de aspectos o sensibilidades eclesiales pertenecientes a la cultura de cada pueblo evangelizado. El Sínodo de los obispos o las Conferencias episcopales interactúan en esto siempre y son organismos que pueden ayudar a consolidar la comunión. Aquellas deben estudiar todavía más las culturas y los contextos sociales de la propia nación y del propio pueblo, para que el Evangelio entre en el corazón de la gente y llegue a ser propio. El primer milenio fue una época histórica interesante en este sentido y deberíamos volver a él para sacar enseñanzas, ideas e indicaciones preciosas para la evangelización de hoy.
- ¿Piensa en un Sínodo deliberativo, que tome decisiones pastorales concretas?
Se trata de una posibilidad prevista también en el Código de derecho canónico, pero hasta ahora, cincuenta años después de su institución, no ha habido intentos concretos de aplicar hasta ese punto el principio de la sinodalidad. El Concilio había pedido que se instituyera el Sínodo: se tenía la intuición, pero faltaba la experiencia. El Sínodo de los obispos, como lo vemos hoy, ha surgido sin parámetros ni modelos de referencia. Los obispos orientales, como el patriarca melquita Maximos IV, hicieron intervenciones fuertes también en virtud de su experiencia, pero en Occidente no había tradición del Sínodo salvo a nivel diocesano y provincial. Hoy, a cincuenta años del Concilio, hemos conseguido cierta experiencia, y queremos seguir adelante, porque así como es ahora el instituto del Sínodo parece insuficiente.
- También el Papa ha participado en vuestros trabajos de preparación del próximo Sínodo sobre la familia…
El Papa ya ha venido a nuestra oficina dos veces, ha ocupado un lugar entre nosotros, ha escuchado las intervenciones, ha ofrecido algunas sugerencias metodológicas de trabajo. Y nosotros hemos ido adelante. Un obispo me ha dicho: «En pocos días se ha hecho lo que se hace en un año y medio y más». Pero no es cuestión de eficientismo: cuenta la actitud. Es el signo de otro ritmo, por el que también una oficina «desenreda-papeles» puede transformarse en un organismo vivo, activo.