(Jesuitas.es/InfoCatólica) Pedro Fabro nació en la Alta Saboya (Francia) en 1506 y murió en Roma (Italia) en 1546, cuando se dirigía a asistir al Concilio de Trento. En septiembre de 1872 fue proclamado beato por Pío IX.
Hijo de pastores de la Saboya, su gran capacidad intelectual y deseos de estudiar lo llevaron hasta París, donde entró en contacto con San Francisco Javier y con San Ignacio de Loyola, con los que compartió habitación. Ignacio le ayudó a superar sus dudas y a crecer espiritualmente. Ordenado sacerdote en 1534, forma parte del grupo de los seis primeros compañeros de San Ignacio que, ese mismo año en Montmartre hacen votos de pobreza, castidad y de trabajar en Tierra Santa.
De carácter tímido, se le reconoce una gran capacidad para consolar y animar, y se le considera un auténtico maestro en los ejercicios espirituales, hasta el punto que para San Ignacio era el mejor en la dirección de los ejercicios. Fue un jesuita ejemplar en su tiempo, uno de los más brillantes intelectualmente y al mismo tiempo, humilde y dispuesto a servir y ayudar a los demás.
Trabajador incansable, a lo largo de sus 40 años de vida, su actividad fue intensa y recorrió gran parte de Europa respondiendo a las misiones a las que fue enviado: profesor de Teología y Sagrada Escritura en Roma, en Worms y Ratisbona, participó en los diálogos entre católicos y protestantes, fue asistente del nuncio Papal en Alemania y profesor en la Universidad de Mainz y trabajó para la extensión de la Compañía de Jesús en Alemania, Países Bajos y España.
Fabro es considerado como un precursor del ecumenismo por el modo en cómo afrontó un tiempo en que la Iglesia sufrió grandes desafíos y disputas doctrinales. Su testimonio es el de un auténtico «contemplativo en acción», por su incansable actividad y su gran capacidad de comunicación espiritual con las personas. Todo ello se refleja en su Memorial o Diario Espiritual, escrito principalmente entre 1541 y 1545, y en el que recoge sus experiencias.
Un modelo de vida y de sacerdocio
El Papa Francisco, en la entrevista a diversas publicaciones de la Compañía de Jesús, se refirió a Pedro Fabro como uno de los jesuitas que más le han impresionado y que constituyen para él un verdadero modelo de vida. El Papa ha destacado de Fabro «el diálogo con todos, aun con los más lejanos y con los adversarios; su piedad sencilla, cierta probable ingenuidad, su disponibilidad inmediata, su atento discernimiento interior, el ser un hombre de grandes y fuertes decisiones que hacía compatible con el ser dulce».
Su testimonio es ejemplo de sacerdocio para hoy, el del sacerdote que no es funcionario sino pastor, como ha pedido recientemente el Papa Francisco: pastor al servicio de las personas; capaz de hallar a Dios en todas las cosas; y con capacidad de cercanía y de compresión hacia todas las personas, especialmente aquellas que sufren.
Biografía
Pedro Fabro (Pierre Favre) nació el 13 de abril de 1506 en Villaret, en la Alta Saboya (Francia) y murió el 1 de agosto de 1546 en Roma.
Fue el mayor de una familia de pastores. Era muy estudioso, y sus padres le permitieron estudiar primero en Thônes y más tarde en La Roche, con el sacerdote y maestro Pierre Velliard, hasta que se trasladó a París. En 1525 empezó sus estudios en la Universidad de París y se alojó en el Colegio de Santa Bárbara. Su compañero de habitación era Francisco Javier y poco después se sumó a ellos Ignacio de Loyola. Fabro se convertiría en su más avanzado discípulo. Pedro, de gran capacidad intelectual, ayudaba a Ignacio en sus estudios, mientras Ignacio guiaba a Pedro en materia espiritual, puesto que Pedro tenía dudas sobre su futuro y cómo debía orientar su vida.
En 1530 recibió el grado de bachiller y de licenciado en Artes, y empezó seis años de estudio intermitente de teología. A inicios de 1534 hizo los Ejercicios Espirituales completos, bajo la guía de Ignacio, lo que supuso para él una gran experiencia.
Se ordenó sacerdote en mayo. El 15 de agosto de aquél mismo año, como único sacerdote del grupo, celebró la Misa en la cripta de la capilla de San Dionisio de Montmartre en la que Ignacio y sus seis compañeros hicieron votos de pobreza, castidad y de trabajar apostólicamente en Tierra Santa. Era el origen del grupo del que más adelante surgiría formalmente la Compañía de Jesús.
Cuando Ignacio se trasladó a España en 1535, Fabro quedó de guía del grupo. En octubre de 1536 recibió el grado de maestro en Artes, y después, él y los otros compañeros se reunieron con Ignacio en Venecia, donde trabajaron atendiendo a pobres enfermos en hospitales de la ciudad mientras esperaban la oportunidad de partir a Tierra Santa.
Siendo imposible el viaje, en 1537 Ignacio y los demás se dirigieron a Roma para ofrecer sus servicios al Papa. Durante este viaje Fabro fue testigo privilegiado, junto con Diego Laínez, de la experiencia mística que Ignacio tuvo a pocos kilómetros de Roma («la visión de la Storta»).
En Roma ejerció como profesor de Teología y Sagrada Escritura en la Universidad de la Sapienza hasta mayo de 1539, cuando fue enviado por el Papa Pablo III a Parma y Piacenza, donde predicó, oyó confesiones, y dio Ejercicios Espirituales durante dieciséis meses.
A partir de este momento empieza a viajar sin descanso por gran parte de Europa, para responder a las misiones que le son encomendadas por el Papa o por Ignacio. Así, Fabro pasará por Italia, Alemania, Países Bajos, Francia, Portugal y España, desplazándose a pie en varias ocasiones de un país a otro.
Allí donde iba, además de sus ocupaciones, procuraba ayudar y acompañar espiritualmente a las personas que lo necesitaran, de toda condición, desde teólogos o gobernantes como el duque de Gandía, que sería después san Francisco de Borja, a gente sencilla del pueblo, pobres o moribundos.
Fue enviado por el Papa a los coloquios con los jefes protestantes en Worms y Ratisbona, como compañero del Dr. Pedro Ortiz, representante del emperador Carlos V. En sus cartas, Fabro recoge las consecuencias del protestantismo en Alemania y la situación del catolicismo. Para él, la solución no pasa tanto por las discusiones, sino por la reforma radical de los fieles, y en especial del clero. Por este motivo, emplea su tiempo en conversaciones espirituales y en dar Ejercicios a católicos que más pueden influir en la reforma.
Estando Fabro en Ratisbona, en 1541, es aprobada la Compañía de Jesús e Ignacio es elegido como Superior General. Acompañó, después, a Ortiz a España, estableciendo una red de amigos, y contactos para la nueva Compañía de Jesús en Barcelona, Zaragoza, Medinaceli, Madrid, Ocaña y Toledo.
A principios de 1542 recibió el nombramiento de asistente del cardenal Giovanni Morone, nuncio papal en Alemania, por lo que una vez más tuvo que cruzar Europa a pie. Pronto se trasladó a Maguncia, donde predicó y dio Ejercicios, entre otros, a San Pedro Canisio. Después de cortos períodos de trabajos apostólicos en Colonia, Amberes y Lovaina, haciendo como siempre amigos, Fabro fue enviado por Pablo III a visitar la corte de Portugal y Évora. Logró reunirse con los escolares jesuitas en Coimbra antes de tener que partir para la corte de España en Valladolid en 1545. Fundó comunidades jesuitas en Valladolid y Alcalá.
En 1546, el Papa Pablo III lo nombró uno de los teólogos papales en el Concilio Ecuménico que se celebró en Trento. El padre Fabro volvió a viajar, pero su salud estaba muy deteriorada por los frecuentes ataques de fiebre que había sufrido en los últimos años. Quería visitar a Ignacio antes de ir a Trento en el norte de Italia, por lo que partió de Barcelona hacia a Roma, a donde llegó el 17 de julio. Antes de que tuviera la oportunidad de prepararse para ir a Trento, la fiebre lo atacó nuevamente. Murió a los 40 años, acompañado por Ignacio.
Fue enterrado en la Iglesia de nuestra Señora del Camino en Roma pero cuando se erigió en el mismo lugar la Iglesia del Gesù en 1569, sus restos, al igual que los de otros primeros jesuitas, fueron reubicados.
En su Memorial o Diario Espiritual dejó descritos sus rasgos más humanos y sus experiencias místicas.
El 5 de septiembre de 1872, el Papa Pío IX, reconociendo el culto que se le venía dando en su nativa Saboya, lo declaró beato. Su memoria se celebra el 2 de agosto.
Bibliografía sobre Pedro Fabro
Varios Autores: Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (Sal Terrae, 2007)
GARCIA DE CASTRO, José: Pedro Fabro, la Cuarta Dimensión: Orar y vivir (Sal Terrae, 2006)
LEITNER, Severin: Fisonomía Espiritual de Pedro Fabro (Artículo en la Revista de Espiritualidad Ignaciana, 2005). Disponible on-line aquí.
ECHANIZ, Ignacio: Los Tres Primeros Jesuitas (Mensajero, 2006)
RANDLE, Guillermo. Geografía espiritual de dos compañeros de Ignacio de Loyola (Desclée de Brouwer, 2001)
ALBURQUERQUE, Antonio: En el corazón de la reforma: recuerdos espirituales del Beato Pedro Fabro, S.J. (Sal Terrae, 2000)
CERTEAU, M. de: Bienhereux Pierre Favre. Mémorial (DDB, 1960)