(ACI) La misiva, redactada el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, que en la asamblea sinodal ha desempeñado el cargo de presidente de la Comisión para el Mensaje.
“La Voz divina resuena en los orígenes de la creación", dice el texto, "dando origen a las maravillas del universo. Es una Voz que penetra después en la historia, herida por el pecado humano y atormentada por el dolor y por la muerte". "Es una Voz que desciende después a las páginas de las Sagradas Escrituras que ahora leemos en la Iglesia con la guía del Espíritu Santo".
“El Rostro: Es Jesucristo, que es Hijo de Dios, eterno e infinito, pero también hombre mortal, ligado a una época histórica, a un pueblo y a una tierra”.
“Es Él quien desvela el 'sentido pleno' y unitario de las Sagradas Escrituras, de modo que el cristianismo es una religión cuyo centro es una persona, Jesucristo, revelador del Padre. Él nos hace entender que también las Escrituras son 'carne', es decir palabras humanas que hay que comprender y estudiar en su modo de expresarse, pero que custodian la luz de la verdad divina que solo con el Espíritu Santo podemos vivir y contemplar”.
El tercer punto cardinal es "la Casa de la palabra divina, es decir la Iglesia", que "se asienta en cuatro columnas ideales: La enseñanza, es decir leer y comprender la Biblia en el anuncio efectuado a todos... la fracción del pan, o sea la Eucaristía, fuente y culminación de la vida y de la misión de la Iglesia", ya que "los fieles están invitados a nutrirse en la liturgia en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo"; las oraciones... "la Lectio divina, la lectura orante de las Sagradas Escrituras capaces de llevar, en la meditación, en la oración, en la contemplación, al encuentro con Cristo, palabra de Dios vivo; la comunión fraternal, porque para ser verdaderos cristianos no basta ser 'los que escuchan la palabra de Dios', sino también 'los que la cumplen'".
La última imagen del mapa espiritual es "el camino por el que se dirige la palabra de Dios".
"La palabra de Dios –dicen los padres sinodales– debe rodar por los caminos del mundo que hoy son también los de la comunicación informática, televisiva y virtual. La Biblia debe entrar en las familias, en las escuelas y en los ambientes culturales".
"Su riqueza simbólica, poética y narrativa hace de ella un baluarte de belleza tanto para la fe como para la cultura, en un mundo a menudo destrozado por la fealdad y la maldad", agrega el mensaje final.
"La Biblia también nos presenta el hálito de dolor que sube de la tierra, sale al encuentro de los oprimidos y del lamento de los infelices. Tiene como cumbre la Cruz donde Cristo, solo y abandonado vive la tragedia del sufrimiento más atroz y de la muerte. Precisamente por esa presencia del Hijo de Dios, la oscuridad del mal y de la muerte se ilumina con la luz pascual y la esperanza de la gloria".
Finalmente, dirigiéndose a los fieles del mundo, los padres sinodales dicen: "os confiamos a Dios y a la palabra de su gracia. Con la misma expresión de San Pablo en su discurso de adiós a los jefes de la Iglesia de Éfeso, también nosotros, los padres sinodales, confiamos a los fieles de las comunidades esparcidas por toda la faz de la tierra a la palabra divina, que es juicio pero sobre todo gracia".