(Bruno Moreno/InfoCatólica) –Usted ha hablado de cuatro crisis en las que está inmersa España: territorial, institucional, económica y moral. ¿Cree usted que el gobierno del PP es consciente de las mismas y que podrá sacar al país de ellas o al menos lo intentará?
No lo creo. El PP es un conglomerado de políticos de distintas ideologías, incluso sin ninguna otra idea que la economía, suponiendo que entiendan a esta algo bien. Lo ideal sería que se descompusiera en dos partidos con ideas claramente distinguibles. Pero les une la existencia del PSOE, que es el partido más nefasto del siglo XX español y lo que llevamos de este. Hay una especie de oposición/ complicidad entre los dos partidos, y el PP está interesado en mantener ese duopolio. Lo que más teme es el surgimiento de nuevos partidos con programa y liderazgo claro. Claro que hoy por hoy es un temor poco fundado, pues no sale nada apreciable por ninguna parte, aunque haya pequeños conatos.
–¿Qué cree que sucederá durante esta legislatura con la legislación sobre el aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia o la “memoria histórica”?
No creo nada, porque el futuro no está escrito. Pero juzgo por el tipo de oposición que ha hecho el PP y por las declaraciones de Rajoy y compañía. El PP no tiene un verdadero discurso político, y en cuanto el PSOE plantea su demagogia en esos terrenos es incapaz de rebatirle y de llegar a la gente con un mensaje distinto. Esto puede ocurrir por varias causas: por incapacidad política, porque piensa abordar tales cuestiones con más discreción y poco a poco, después de conseguir solucionar la crisis, o porque en el fondo hay corrientes muy fuertes, hoy dominantes en el PP, que están de acuerdo con las iniciativas socialistas.
–Una de las afirmaciones que más descalificaciones le han ganado es la referente al hecho, aparentemente evidente, de que la homosexualidad no puede equipararse a la heterosexualidad como tendencia normal. ¿Por qué esa reacción visceral contra usted?
Que la homosexualidad es un defecto es algo tan evidente que el simple hecho de tener que argumentarlo revela el laberinto mental al que ha conducido la demagogia “progresista”. Y no menos revelador es el hecho de que las réplicas hayan sido insultantes y despóticas, con la pretensión implícita o explícita de silenciar cualquier oposición. Una cosa es que no deba acosarse a un homosexual porque tenga ese defecto (¿quién no tiene defectos?) y otra la política de una serie de mafias homosexualistas, con apoyo feminista y “progresista” en general, que tratan de imponer sus absurdos en la sociedad y desde el poder. Su juego es doble: por una parte usurpan una representación que no tienen, pues muchos homosexuales, yo creo que la mayoría, no piensan como esas mafias; y por otra parte juegan constantemente al victimismo. Quien se cree víctima tiende a reaccionar con especial furia ante las críticas, y por otra parte presentar a alguien, a algún colectivo, como víctima, lo sea o no o en el grado que lo sea (¿quién no es o se siente víctima de algo?) te gana automáticamente la simpatía de muchas personas bienintencionadas y mal informadas. El homosexualismo y el feminismo están estrechamente relacionados con fenómenos de mala salud social o mala calidad de vida como el aborto y el fracaso familiar masivos, y consecuencias relacionadas como la droga, distintas formas de delincuencia, etc. He escrito en Libertad Digital una serie de artículos sobre todo ello bajo el epígrafe de “Salud social”.
–¿Qué ocasionó su salida de Libertad Digital? ¿Sus opiniones llegaron a ser demasiado libres para el medio?
Creo que LD ha cumplido un papel muy importante y necesario, y que sigue cumpliéndolo en líneas generales. Por ejemplo, César Vidal podía exponer sus puntos de vista (que últimamente degeneraban en absurdos, a mi juicio) y yo podía rebatirle. Esto me parece muy sano y muy bueno. También he sostenido debates con Jiménez Losantos y otros comentaristas de la casa, y no pasó nada. Y estos debates no ocurrían en ningún otro medio, que yo sepa. Sí percibí cierto disgusto y malestar en parte de LD por mis posiciones, o quizá por la dificultad que encontraban para rebatirlas racionalmente, y últimamente cierto ninguneo, como tratando de relegar mis artículos. Ello ha dado lugar a tensiones, que algún o algunos de los dirigentes han tomado como pretexto para echarme. Pero a decir verdad no conozco el intríngulis de todo ello. Queda el hecho de que me han expulsado, y que ello ha sido malo para mí y también para una empresa a la que sigo deseando viento próspero.
–¿Cree que Libertad Digital está perdiendo lectores y que el propio César Vidal está dañando su prestigio como historiador con su serie de artículos sobre la “desgracia” que ha sido para España ser católica?
Creo que César Vidal tiene tanto derecho a exponer sus ideas como yo a replicarle, y que ello no debiera hacer perder prestigio a LD, más bien al contrario. Sí le hace perder prestigio, y probablemente lectores, cuando nadie le replica y sus tesis aparecen implícitamente como el sello de la casa. Precisamente yo le contestaba para evitar esto último, pues LD nunca fue un órgano protestante ni amparador de la Leyenda Negra, aunque allí escribieran quienes sostenían tales o cuales tesis de ese tipo. Lo que no me parece mal siempre que, repito, pueda replicárseles. Porque la búsqueda de la verdad exige el contraste y un ejercicio permanente.
–Como estudioso de la última guerra civil española, ¿cree que podría decirse que fue principalmente el catolicismo lo que impidió que España se convirtiera en un régimen comunista como los de Europa del Este?
El catolicismo y el patriotismo jugaron el papel principal en el plano ideológico. El marxismo, el anarquismo y los separatismos, que componían el grueso del bando “rojo” e iban unidos y no por casualidad, aunque entre ellos se pelearan y se asesinaran a menudo, necesitaron encubrirse con la pretensión, absolutamente falaz, de que eran demócratas y luchaban “por la libertad”. Precisamente fueron ellos quienes arruinaron la posibilidad de que la república se desarrollara como una democracia normal, con la sublevación guerracivilista del 34 y luego con el Frente Popular, como creo haber demostrado en mi trilogía sobre la república y la guerra y en Los mitos de la guerra civil. En todo caso nadie ha sido capaz de refutarme hasta ahora. El marxismo y los separatismos llevan la guerra civil y el despotismo en su propia esencia ideológica.
–Usted ha buscado la verdad durante su vida, incluso cuando eso implicaba aceptar que había estado equivocado. Durante mucho tiempo, defendió una ideología anticristiana. ¿Qué piensa ahora del cristianismo y de la Iglesia?
El cristianismo representa la base, o una base esencial, de la cultura que identificamos como occidental y concretamente española. No soy creyente y creo que no hace falta serlo para entender ese hecho clave. Me considero un cristiano cultural, por decirlo así, y opino que la herencia cristiana tiene muchísimo más de positivo que de negativo, y que los intentos de sustituirla por ideologías que prometen el cielo en la tierra han provocado ya bastantes desastres como para adoptar una postura ingenua hacia ellas.
–¿Qué es lo que más le atrae de la fe católica? ¿Y lo que más difícil le resulta aceptar?
Digamos que no soy hombre de fe, sobre todo después de ciertas experiencias, porque también las ideologías antirreligiosas implican una fe. Una de las ventajas de la cultura occidental ha sido la separación entre el poder religioso y el político, separación relativa y conflictiva, por otra parte, pero beneficiosa en conjunto. Creo que la Iglesia ha cometido en España serios errores políticos en los últimos decenios, y el estilo y mentalidad eclesial nunca fueron de acuerdo con mi carácter, aunque les reconozco pleno derecho a existir, por supuesto. Una asignatura pendiente para mí es el estudio de la religión en la configuración de las culturas. La sociedad humana no puede subsistir sin moral, pero la moral remite siempre a ideas religiosas, difíciles de entender racionalmente. En cierto modo, una definición del hombre sería, mucho más que como animal racional, como animal religioso. Tengo intención de explorar esa hipótesis en algún momento.
–Usted ha señalado que muchos políticos tienen una obsesión por atacar la civilización occidental y el cristianismo, aunque sea aliándose con las “civilizaciones" que con mayor virulencia niegan las ideas que ellos afirman defender. ¿Por qué ese odio tan singular contra el cristianismo y la civilización construida sobre él?
Viene de la Ilustración, que tuvo sus luces y sus sombras, y ya Voltaire llamaba a aplastar a la Iglesia. Porque creían poder sustituir la fe por la razón, a pesar de que el uso de la razón no da lugar, como implícitamente suponían, a soluciones radicales y unívocas, sino a conclusiones diferentes e incluso opuestas. Me he referido a ello en Nueva historia de España. Lo que queda al final es el común rechazo a la Iglesia y la conversión de la razón en una fe trivial. En nuestra guerra civil se dio ese fenómeno: las izquierdas y los separatismos, en general, representaban distintos usos y conclusiones de la razón, se mataban entre ellos y no es casual que la guerra terminara con una guerra civil entre las propias izquierdas. Lo único que les daba cierta unidad y cohesión aparentes era la común oposición radical a los nacionales, que suponía también oposición al cristianismo.
–¿Está preparando algún libro actualmente? ¿Sobre qué temas le gustaría escribir un día si tuviera tiempo?
Para abril saldrá, si todo va bien, una novela ambientada en la época de 1936 a 1946. No será una novela histórica propiamente hablando, sino lo que se entiende normalmente por novela sin más, si bien el ambiente y el desarrollo de la historia real de la época están presentes en ella con plena fuerza.