Una noche de tradición jacobea

Una noche de tradición jacobea

Muy pocos años después de la muerte del Señor y su Resurrección, acaecidas en Jerusalén, hace casi dos mil años, dice una leyenda, que un peregrino judío desembarcó en el puerto más importante de la Hispania romana: La antigua Tarraco. Este ilustre visitante, que tan desapercibido pasaba entre esas gentes de la Hispania tribal, es conocido en esta, como Sant Jaume, San Jaime o el más popular Santiago. Por Tarraco pasaba la vía Augusta, que conectaba con la vía norte de la península. Santiago, al que el Señor había denominado -junto a su hermano Juan- como «Hijo del trueno» por su carácter, buscaba cumplir con los deseos del Señor: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado.» Mc 16, 15-16

Santiago con la fuerza apostólica y su fuerte carácter, no podía más que intentar llegar a esas tierras, que albergaban el fin del mundo conocido hasta ese entonces. Cumplir los deseos del Señor, llevando el Evangelio hasta el fin de la civilización conocida. Por eso, escogió para su camino la Vía del norte romana, que conectaba con la vía Augusta que pasaba por Tarraco, y le conducía hasta Lugo, y de ahí al finis terrae.

Mientras iba adentrándose en el interior del territorio, descubrió que éramos gente muy tribal, cerrada a escuchar la Buena Nueva, corazones endurecidos. Pero también vio semejanzas con su carácter: Gentes muy pasionales, con nobleza de espíritu. El peregrino llegó a la primera gran cuidad de esa vía del norte romana; Ilerda, donde se alojó un día. Reemprendió su camino entre cierto desánimo que se iba acumulando, por la poca recepción del Evangelio que él traía consigo. Era de noche, cruzó la plaza mayor y se dirigió -dice la leyenda- dirección a Cesaraugusta, por la calle principal (vía del norte); con tan poca fortuna que en un cruce de caminos, que adentraba a la cuidad o dirigía hacia la noble Cesaraugusta, se pinchó una espina en el pie. Era noche cerrada, se sentó en una esquina, y no podía ver con claridad, para quitarse esa espina. Sus lamentos llegaron al Cielo, y unos ángeles con farolillos celestiales, fueron en su ayuda. Le alumbraron, y él pudo sacarse la espina para proseguir su viaje. Su camino siguió hasta Cesaraugusta, donde su abatimiento acumulado por la frialdad de las gentes, hizo que la Virgen, en carne mortal, fuera a consolarle aparecida encima de un pilar. En Lérida quedó este recuerdo, y cada año, los más inocentes (como los ángeles) de esta ciudad, que son los niños, la vigilia de la fiesta del Apóstol, salen en romería por esas calles con farolillos para acompañarle.

Todos tenemos momentos de desánimo. Pobre Santiago… Siempre hago la broma que en Lérida le dejamos tan desanimado, y que en Zaragoza se encontró más de lo mismo, y eso mereció el privilegio de que España se convirtiera en el único país que pisara María en carne mortal, y milagrosamente. Y a Hispania, aunque le cueste, una vez que acoge de corazón el mensaje de Cristo, lo lleva al mundo entero. Y ha dado la vida por Él.

Cuando uno pasa por la capillita que recuerda el suceso jacobeo leridano, ve en su interior la imponente imagen de Sant Jaume, con un angelito, que día y noche permanentemente le alumbra. Ese farolillo, es la fe de Cristo que brilla ya desde hace casi dos mil años. El día que se apague ese farolillo, es que esa fe, se habrá oscurecido del todo. Y le pido al Señor que, aunque sea con tantas dificultades, el farolillo brille hasta el día de su última venida.

Un hecho que, aunque se circunscribe a una tradición, es tan sencillo, que provocó que quedara en la retina de los leridanos. Creo que es la fiesta más simpática que tenemos. Atrae a familias enteras: abuelos, padres, hijos, tíos, primos… Preparan su farolillo, que ese día exhiben y con el que después alumbran el caminar de Santiago. Es una explosión de fiesta. Sí, resalta por su simpatía. Les puede parecer algo muy local. Los Sanfermines son locales, y se han hecho universales. Esta fiesta con tanto encanto, merece ser vivida en familia. Si pueden hagan por participar en ella alguna vez. El esfuerzo merece la pena y no se olvida.

Tenemos el inmenso trabajo de seguir alumbrando los rincones de esta Hispania, que llevó la luz de la fe a tantos lugares como nadie ha hecho. Poseemos el carácter del Apóstol, la luz de la fe y el consuelo de Nuestra Madre, que nos lo dio en primicia y no nos abandona. Sigamos al peregrino, hasta el fin del mundo, alumbrando a las almas en la sencillez de un corazón, que arde por amor.

 

Mn. Jaume Melcior Servat

 

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2 comentarios

Jose
Qué bonito , no conocía esa tradición, eso que tengo familia en Lérida. Gracias.
26/07/24 2:24 PM
javidaba
Encantadora tradición, muchas gracias, mosén, por difundirla.

Santo Jacobo Boanerges que intuiste
pequeño el caladero del mar de Galilea;
pasando el “Non Plus Ultra”, tus redes las tendiste
soñando el Finisterre que al occidente otea.
¡Qué sólido materno Pilar nos mereciste!
¡Qué egregio liderazgo el tuyo en la pelea!
Magnánima la forja que diste e infundiste
al noble temple hispano con tu alma jacobea.
Y cuando “Duc in altum” volvió a oírse un día
sonando cual clarín retando a la propuesta
del “Plus Ultra” embarcado en la Santa María,
Atlántico y Pacífico se abrieron a la gesta.

Santo y Bendito Patrón de las Españas:
¡Míranos tuyos! y ven por el Honor
del Nombre de Dios Vivo que en las puras entrañas
de Nuestra Santa Madre, con Él nos hermanó.
1/08/24 8:48 AM

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