Testigos de la hora marcada

Admirar y reconocer a quienes conocen, viven y transmiten su fe con obras no puede permanecer en mera contemplación, debe mover a la imitación, a la acción. Sólo así seremos testigos y no espectadores.

Una palabra regalada con amor que ha quedado grabada con letras de oro en la conciencia. Un signo, un gesto, un ejemplo edificante que nace de quienes no sólo tienen fe sino que la viven con coherencia. El recuerdo de los años mozos en que esa misma fe se respiraba y se vivía en el clima de familia que la hacía más natural…

El reencuentro que muchos hombres y mujeres de hoy siguen teniendo con el cristianismo no deja de ser un aspecto sintomático de una sociedad que no parece resignarse a quedar sin Dios. En muchos casos el proceso de conversión (o reversión, que dirían en Estados Unidos) está motivado, más que por un discurso intelectual, por un testimonio de vida que se refuerza con la paz que produce el hacer el bien, y a cuyo culmen se llega a través del encuentro personal con Dios que sale al paso.

Han sido muchos los que se han regresado a la fe, los que la han conocido a últimas fechas y los que se han mantenido en ella. Unos son afamados personajes del mundo del deporte, el espectáculo o la política. La historia de otras tantas no deja de ser interesante y llamativa si bien se arropa en el anonimato del diario vivir y acontecer. Es verdad que varios de los casos que mencionaremos apenas si se pueden considerar conversiones (o reversiones), pero no dejan de llevar la huella de la acción de Dios que nos abre paso a un pensamiento lleno de esperanza. Otros más no dejan de ser comentarios aislados en momentos puntuales, pero aun así son significativos al provenir de quienes valoran la incidencia positiva del cristianismo en la vida pública.

Roberto Donadoni, entrenador de la selección italiano de fútbol, declaró a Radio Vaticana en noviembre de 2007 que Benedicto XVI y Juan Pablo II “son inspiradores de vida y comportamiento”, para luego comentar que, si fueran jugadores de fútbol, los ubicaría claramente del medio campo hacia adelante pues, hoy por hoy, no sólo hacen falta defensores sino también delanteros. “Ellos –los Papas– son inspiradores de la vida y el comportamiento”.

Julio González es jugador de fútbol y forma parte del equipo de primera división paraguayo, Tacuaray. Tenía 24 años cuando militaba en una escuadra italiana y fue convocado a la selección de su país para participar en el mundial de Alemania. Tuvo un accidente en el que perdió el brazo. El accidente le cambió la mente haciéndole valorar más su vida, su familia y su fe, como declaró al diario peruano El Comercio: “Dios me regaló el fútbol, una familia, hijos sanos, me regaló poder ir a Italia, el fútbol más importante de Europa, jugar en mi selección, y en todos esos momentos yo nunca le pregunté por qué. Estando en el hospital me dije a mí mismo: ¿por qué ahora le tengo que preguntar a Dios por qué? Debía aceptar las cosas que me estaban pasando y tomarlo todo en el aspecto más positivo”.

Otro deportista que ha dejado patidifusos a muchos ha sido el delantero del equipo Fenerbahce de fútbol turco, Mateja Kezman, de 28 años, declaró que ayuna regularmente los miércoles y viernes y que su fe es cada día mayor: “Intento pasar el mayor tiempo pensando en Dios y visito monasterios siempre que puedo. Estoy agradecido con Dios por haberme permitido conocer la fe y estar en compañía de la gente que le sirve”. El astro serbio recuperó su fe después de años de vida díscola y desenfadada. Ganador de la Bota de Plata 2003 y jugador más caro contratado por el equipo turco de Estambul, ahora dice abiertamente que “antes sentía pena por los monjes, pero ahora les envidio su estilo de vida y su servicio al Señor”.

El pueblo de Pesceana, en la comarca de Valcea, en Rumania, fue escenario de un suceso del todo peculiar. Todo empezó en 2002 cuando la madre del entonces sacerdote ortodoxo, Víctor Tudor, fue curada milagrosamente en Roma de un cáncer maligno en el pulmón, por intercesión del padre Pío. El padre Víctor es ahora sacerdote católico y sus parroquianos se han convertido al catolicismo en masa para seguir no sólo al santo sino al que hace a los santos.

El genio del ajedrez, Bobby Fischer, pidió ser enterrado como católico antes morir. Fischer, quien pasó a la historia al destronar al rey del ajedrez soviético, Boris Spassky, en 1972, falleció a la edad de 64 años en enero de 2008. Nacido en el seno de una familia judía en Nueva York, fue enterrado en Islandia bajo el ceremonial católico. Presidió el funeral el padre Jacob Rolland, de la diócesis de Reykiavik, capital del país.

El primer italiano a quien la reina Isabel II de Inglaterra hizo Caballero del Imperio Británico (2004), fue el director de cine Gianfranco Corsi, mejor conocido como Franco Zeffirelli. Autor de clásicos del cine como Jesús de Nazareth, antepone su fe a toda costa. No por nada escribió en su autobiografía: “Soy homosexual, pero no gay”, para luego manifestarse contrario a las uniones entre personas del mismo sexo y con ellas a las adopciones por parte de este tipo de parejas.

Otro caso sonado es el de Adriana Lima. Adriana es la imagen de Victoria´s Secret y una de las modelos brasileñas más cotizadas en las pasarelas mundiales. Con 26 años, y para pasmo de muchos, ha declarado que, además de católica practicante, es virgen y no probará el sexo sino hasta después de pasar por el altar: “El sexo es sólo para después del matrimonio […] He tenido tres novios en mi vida […] Ellos tienen que respetarme porque es mi elección. Si ellos no lo respetan es porque no me quieren”, dijo a la revista GQ. La actitud de la modelo brasileña ante la vida está en total sintonía con su fe cristiana. De ahí que también considere al aborto un crimen y se proponga la fidelidad y abstinencia como los mejores preservativos.

Podríamos mencionar muchos más casos. Afortunadamente los hay. Sin embargo, lo más importante no es el elenco que se pueda hacer, sino el hecho de reconocer que todos estamos llamados a ser testigos de esa fe recibida como don en la hora marcada a cada uno en su vida. Admirar y reconocer a quienes conocen, viven y transmiten su fe con obras no puede permanecer en mera contemplación, debe mover a la imitación, a la acción. Sólo así seremos testigos y no espectadores.

Jorge Enrique Mújica, LC

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