Epidemia limosnera

Si el centro de la vida cristiana es la Eucaristía y el centro de ésta es la colecta, como así pareciera al ver que la preocupación porque todos contribuyan con sus bienes es mayor, por ejemplo, que la de que comulgue una mayor cantidad de hermanos, entonces mejor suscribámonos todos a un envío automático de dinero desde nuestras cuentas bancarias, que así nos ahorramos el arreglarnos los Domingos por la mañana y el perder tiempo en ir a Misa, y vamos directamente a lo esencial

¿Se imaginan que comienza el Canto de Entrada en la Misa y una humilde señora de entre la asamblea empieza a recitar el Padre Nuestro una y otra vez en alta voz, impidiendo el correcto desarrollo de la celebración, durante todos los ritos iniciales, la liturgia de la palabra (haciendo, claro está, una pequeña pausa en el Evangelio porque se distingue de las otras lecturas y hay que tributarle suma veneración) y continúa hasta que se le venga en gana o se le canse la voz? ¿Y si además resulta que el sacerdote no sólo no la corrige sino que es quien le ha pedido que lo haga?

¿Se imaginan que en un generosísimo deseo de estar en paz con todo el pueblo de Dios un grupo de hermanos de la primera fila se dedicara por mandato del sacerdote a dar besitos y abrazos a toda la asamblea banca por banca, porque todos deben tener igual oportunidad de recibir cariño en el momento de la paz, y si los hermanos se demoran y llega el Cordero de Dios o la Comunión y ellos continúan dando besitos y abrazos por la asamblea, son defendidos por el Párroco porque lo más importante no es el orden y ritmo de la liturgia sino que todos tengan iguales cariños?

Yo supongo que en cualquiera de estos dos casos pegaríamos todos sin dudarlo el grito en el cielo, y por exceso de ingenuidad voy a suponer que a ningún Párroco se le ocurrirían realmente estas barbaridades. Entonces, ¿Por qué permitimos que esto mismo sí suceda con la colecta? No son pocas las parroquias en las que es absoluta costumbre que estos excesos se den. Si el Ofertorio concluye y la colecta va por la mitad de la asamblea, continúan sin temor ni temblor ¡Eso sí, cuando le llamas la atención al padre, se jacta de buen criterio al afirmar que si regresan al presbiterio a presentar la ofenda tan tarde es porque por respeto litúrgico, durante la Consagración, se detienen y arrodillan, pero claro, luego continúan! Y si se te ocurre comentarle sobre la importancia de respetar que cada cosa se haga en su momento adecuado, recurrirá al solicitadísimo derecho de igualdad de oportunidades, para que todos puedan ofrecer de su dinero lo que consideren oportuno. ¡Muy democrático, por supuesto!

Pero la Ordenación General del Misal Romano no opina así, gracias a Dios, en los números del 49 al 53, bajo el subtítulo «Preparación de los dones»:

Nº 49: «En primer lugar se prepara el altar (...) Se traen a continuación las ofrendas (...) También se pueden aportar dinero u otras donaciones para los pobres o para la iglesia, que los fieles mismos pueden presentar o que pueden ser recolectados en la nave de la Iglesia, y que se colocarán en el sitio oportuno, fuera de la mesa eucarística».

Es decir, es accesorio, no es lo primordial. En este momento litúrgico lo primero y únicamente necesario es preparar el altar y traer las ofrendas. Lo demás, se puede, ¡pero no es lo esencial ni lo prioritario! Y sí, la primera finalidad de la colecta es para los pobres y, en su defecto, para la iglesia. No dice «para la parroquia», aunque esto sea lo que la mayoría pudiera imparcialmente interpretar.

Nº 50: «Acompaña a esta procesión en que se llevan las ofrendas el canto del ofertorio, que se alarga por lo menos hasta que los dones han sido depositados sobre el altar».

Es decir, que si existiera la peculiarísima necesidad de que la colecta se alargara por razones de fuerza mayor unos cuantos segundos después de que el Presidente terminara la presentación de las ofrendas, el canto debería continuar para acompañar la colecta, pues si se detiene, es lógico que el Presidente continúe indebidamente con el «Orad, hermanos». En este último número se ve aun más claro:

Nº 53: «Terminada la colocación de las ofrendas y los ritos que la acompañan, se concluye la preparación de los dones con una invitación a orar juntamente con el sacerdote, y con la oración sobre las ofrendas, y así todo queda preparado para la Plegaria eucarística.»

Esto es clave. Dice «Terminada la colocación y los ritos que la acompañan.» Es decir, ¡que la colecta ha de terminar sí o sí, le parezca bien a quien le parezca, siempre antes del «Orad, hermanos»! Y «así todo queda preparado la Plegaria eucarística.» Aunque no nos parezca del todo grave que la colecta se alargue un poco, al ser parte del todo de la preparación de los dones, la colecta tiene como finalidad el ser una preparación para la Plegaria eucarística, ¡no una distracción durante la Plegaria eucarística! ¡En vez de preparar distraemos! Al realizar mal la colecta, no sólo dañamos la preparación de los dones, ¡sino también la misma Plegaria, a la que debería servir, no dañar!

Entonces, ¿qué hacer aquí? ¿Qué soluciones encontramos? Dependerá de nuestras prioridades. Si lo más importante es atender al ritmo y a la sucesión lógica de la liturgia, las posibles soluciones pasarían por detener la colecta un poco antes de que el Presidente terminara la presentación de las ofrendas, aunque se esté a la mitad de la asamblea, para dar tiempo a los encargados del cesto de retornar al punto en que se dejara la colecta; o bien multiplicar el número de cestos para que en menor tiempo se pueda abarcar mayor espacio. Si en cambio para algunos otros lo más importante es que se recolecte la mayor cantidad de dinero posible, entonces conviene hacerlo lo más lento que se pueda, alargando el canto, haciendo una procesión de las ofrendas infinita y repitiendo la colecta por las primeras filas por las que ya se pasó, no sea que alguno se tardara en sacar la billetera y se quedara con la oblación en la mano. Aquí se atenta contra los tiempos que tiene la liturgia, pero al menos no se abusa y se continúa con la Plegaria eucarística en plena colecta. Y si ya tu prioridad es hacer la Misa como sea porque hasta ahora ninguno de tus fastidiosos feligreses se ha quejado de nada, entonces la solución es olvidarse de que se ha leído esto y seguir tan pancho.

Pero lo que sí ha de quedar claro es que este abuso litúrgico, que se encuentra sumamente expandido, no sólo afecta a la liturgia misma, sino que al afectar a ésta, que es la vida de la Iglesia, afecta a la Iglesia misma en toda su plenitud. Si el centro de la vida cristiana es la Eucaristía y el centro de ésta es la colecta, como así pareciera al ver que la preocupación porque todos contribuyan con sus bienes es mayor, por ejemplo, que la de que comulgue una mayor cantidad de hermanos, entonces mejor suscribámonos todos a un envío automático de dinero desde nuestras cuentas bancarias, que así nos ahorramos el arreglarnos los Domingos por la mañana y el perder tiempo en ir a Misa, y vamos directamente a lo esencial. Si sólo pudieran acceder a la colecta aquellos que se encontraran en estado de gracia, los confesionarios estarían todos disponibles dos horas antes de cada Misa, y las prédicas serían muy diferentes.

 

Javier Gutiérrez Fernández-Cuervo

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5 comentarios

Rosa María
Javier: Lo que dice en el segundo punto de su artículo yo no necesito imaginarlo. Lo he sufrido en primera persona. Este invierno he ido tres o cuatro domingos a misa a la iglesia de una conocida orden religiosa en Gandía y ocurría que las personas que ocupaban todo el banco de delante, siempre las mismas, hacían exáctamente lo que comentas y cuando se volvían a mí ya se había pasado con mucho el "Cordero de Dios" por lo que yo les decía que eso ya no tocaba porque eran todos a la vez vueltos hacia atrás con las manos extendidas y me distraían de la misa.
Pero es que el verano anterior, el religioso que celebraba bajaba a dar la paz a los que estaban en el primer sitio de los, un lado a la ida y otro a la vuelta. Para enfermar de los nervios. De los míos.

Laudetur Iesus Christus.
4/01/16 3:53 PM
Javier Gutiérrez Fernández-Cuervo
Rosa María, lamento grandemente tu experiencia. La cuestión es que la absolutización de la colecta es tan grave como lo que nos cuentas, sólo que se encuentra en muchas más parroquias, como una auténtica epidemia litúrgica.
4/01/16 7:45 PM
Muffin
Totalmente de acuerdo. A mi parroquia acude mucha gente y la colecta acaba normalmente después del rezo del Padrenuestro. Pero (siempre hay usb pero). Aunque lo lógico sería que los fieles hicieran su aportación en otro momento (al entrar en el templo por ejemplo, o por transferencia bancaria me da igual) tengo comprobado que no funciona. No te pasan la cestita? No hay colecta. Esto por lo menos en España. En otros países don de he visto que el pueblo fiel es mas consciente de que hay que ser generosos con la Iglesia, quizás es diferente.
5/01/16 8:46 AM
José Manuel Rodríguez Canales
Lo que hace la gente para no dar limosna, jajajaja, es una broma, totalmente de acuerdo contigo, además para los centavos que se recaudan sería más interesante recaudar dinero en otro momento porque otro aspecto a considerar es que se vea la Eucaristía como una sensibilización para la colecta... un fuerte abrazo Javier
6/01/16 12:05 AM
josé
Estimado amigo, hay muchos motivos para hacer la colecta: para cáritas (o los pobres), para la parroquia, para la Iglesia diocesána, para el seminario, etc. pues la Iglesia no tiene otra forma de conseguir dinero que las colectas de los fieles (o las aportaciones fijas por banco de los fieles más concienciados).

Si no se hace la colecta para el templo, ¿cómo va a funcionar este? Hay que pagar la luz, la calefacción, la limpieza, las reparaciones de mantenimiento, etc. Lo mismo para los otros motivos. Y hacer la colecta lleva un tiempo. ¿habría que detener la misa hasta terminarla? Pienso que sacas las cosas de quicio, Javier.

La colecta es algo silencioso que solo distrae un momento a la persona, cuando le pasan el cestillo.

Por cierto, debo decir que solemos ser unos tacaños porque la mayoría echa calderilla vergonzosa que no se atrevería a dar a nadie fuera de la iglesia.

Para mi es mucho más grave que mucha gente no se arrodille ni en la consagración y el sacerdote no diga nada, o que el sacerdote reparta la comunión a toda velocidad como si repartiera caramelos, o que la gente se ponga a hablar mientras espera el comienzo de la misa o durante la misma,...
8/01/16 9:51 PM

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