La homosexualidad se caracteriza por una propensión hacia otros del mismo sexo, lo que hace que a menudo su existencia sea difícil y conflictiva. Sin embargo, con frecuencia, los homosexuales que buscan terapia no quieren cambiar su orientación sexual, sino que lo que quieren es ayuda para poder afrontar sus problemas.
Para ello, muchos intentan adaptar al homosexual a su condición y liberarlo de los elementos neuróticos asociados a ella. Por ello hoy muchos psiquiatras y psicólogos no intentan cambiar la orientación sexual, lo que, por otra parte, se considera como muy problemático, dada la profunda resistencia de toda orientación sexual a dejarse modificar. Actualmente la actitud mayoritaria no intenta sacar de la homosexualidad a quien lo es. Aún así el tratamiento psiquiátrico puede en numerosas ocasiones hacer desaparecer los elementos neuróticos y las falsas culpabilidades.
Otros, sin embargo, insisten en la posibilidad del cambio. Afirman y demuestran con pruebas, que la tendencia sexual puede ser, y en algunos casos ha sido, modificada. Se requiere para ello un ambiente adecuado y apoyo. Es oportuno puntualizar que la sexualidad normal es el punto de llegada de un largo proceso de evolución, susceptible de paradas y regresiones, que pueden ser originadas por la imperfecta superación de algunas fases infantiles de relación con objetos y personas, influencias educativas erróneas o identificación con modelos equivocados.
La tradición psicoanalítica considera la orientación homosexual como una inmadurez en el proceso de la evolución personal, al no llegar a su final el proceso de desarrollo psicológico que comprende las etapas de descubrimiento de mí mismo, descubrimiento del otro de mi sexo, descubrimiento del otro del otro sexo. Por ello la homosexualidad rara vez se manifiesta durante la infancia, sino que normalmente se revela en la adolescencia. Se ha producido algo que ha impedido el desarrollo libre y total del dinamismo sexual.
Lo que en un tiempo se aprendió, puede desaprenderse, pues si se curan las heridas y las necesidades insatisfechas se ven realizadas, se experimenta la identificación de género y aparece el deseo heterosexual. Las terapias que buscan el cambio en los pensamientos, sentimientos y comportamientos de las personas homosexuales, se han mostrado, según bastantes terapeutas, científicamente eficaces en muchos casos, por lo que el cambio de homosexual a heterosexual es posible.
El proceso de cambio puede conducir a resultados bastante satisfactorios; sin embargo, el resultado final depende de muchos factores: el más importante y absolutamente imprescindible es la motivación del paciente para cambiar, su constancia, su religiosidad, su sinceridad consigo mismo, el aprender a afrontar las dificultades corrientes de la vida, el ánimo que le infunden los demás, el percibir progresos, si bien cuando se consigue un cambio real, éste suele ser consecuencia de un largo trabajo, normalmente de varios años. Una vez entendida la homosexualidad como un problema psicológico del que uno puede recuperarse, se le da al homosexual esperanza. El paciente debe tener muy claro que su objetivo es la heterosexualidad y que para ello necesita paciencia consigo mismo y la aceptación de la naturaleza evolutiva de la lucha que ha iniciado.
Es conveniente que el terapeuta sea del mismo sexo que el paciente y tenga con él auténtico contacto personal, a fin de ayudarle a superar los bloqueos de comportamiento referentes al padre del propio sexo y porque la identidad masculina se alcanza sólo a través de otros hombres.
El primer paso en el camino del cambio consiste en salir de la inclinación homosexual, lo que suele llevar varios años y es paralelo al decrecimiento gradual de sentimientos de inferioridad y de autocompasión egocéntrica, en el que el trabajo principal corresponde al paciente y el psicoterapeuta tiene una función parecida a un profesor o un entrenador deportivo. Es aconsejable suprimir los contactos homosexuales y que se den cuenta de que la fuerza negativa la llevan dentro de sí, siendo muy peligrosos los descorazonamientos y desilusiones, por lo que es conveniente practicar el humor sobre sí mismo, desarrollar la autoconfianza y autoestima por la aceptación de uno mismo, y contar con el apoyo y la amistad limpia de otras personas, especialmente del propio sexo. En concreto, es fundamental analizar su dinámica familiar, recuperar la relación con la figura paterna, y liberarse del sentido de culpa.
En muchos casos la persona pasará por una larga fase intermedia en la que la inclinación homosexual está casi extinguida, pero aún no ha despertado la heterosexualidad. El proceso total es una autorreeducación con alzas y recaídas ocasionales. Superarse a sí mismo y atacar hábitos egocéntricos no es fácil y hay que sobrepasar las dudas paralizantes sin obsesionarse por alcanzar el ciento por ciento de mejora, sino alegrándose por cada avance.
A cualquier edad es posible cambiar, si se tiene el convencimiento de ello y existe una gran motivación personal con un profundo deseo de hacerlo, pero sin un compromiso por el cambio profundamente asentado el proceso de curación es virtualmente imposible. Sobre todo si el paciente es joven, bisexual, de tendencias narcisísticas no demasiado exclusivas, hay buenas probabilidades de adaptación heterosexual, mientras que por el contrario un carácter débil, criterios morales poco arraigados y que ha tenido relaciones homosexuales durante un largo período de tiempo hace más difícil superar la homosexualidad.
En conclusión, diremos que no parece posible hablar de un resultado común del tratamiento. Sus resultados son probablemente tan numerosos como los individuos que lo solicitan, pero con la posibilidad siempre de un cambio a mejor e incluso de curación. El paciente determina cuándo el tratamiento le ha proporcionado una gran beneficio, incluso haciéndole llegar hasta la heterosexualidad, o, por el contrario, cuándo ha alcanzado el límite máximo que puede tolerar.
Pedro Trevijano, sacerdote