Ha pasado menos de un año desde el estreno de “Ágora”, una película financiada por el gobierno español, y que como otras muchas producciones subvencionadas, son gubernamentalmente adoctrinadoras. Esta en concreto sitúa al cristianismo como un retrogrado enemigo del avance de la cultura, y de la sociedad. Y esto no es un hecho aislado, pues existen otros muchos ejemplos de sectarismo, que han sido financiadas por la ampulosa economía estatalista, gracias a su descarado corte ideológico, como por ejemplo: “Camino” o “Mar adentro”, etc.
En el caso de Ágora, además de ser una película de corte ideológico, es un film notoriamente fantasioso y sectario, pues entre otros muchos errores históricos, es históricamente falso que los cristianos destruyeran la Biblioteca de Alejandría. En ella se narra muy noveladamente la vida de Hipatia de Alejandría, una maestra del siglo IV, con la que el gobierno socialista se ha permitido catequizar a nuestra indiferente y cómoda sociedad sobre las exclusivas virtudes del ateismo, que son según nos narra el film, la cultura, y la razón. Así también nos culturiza sobre la desconocidas bondades del feminismo. Y como conclusión nos deja la denodada y pacifica lucha de ambas contra el beligerante radicalismo y fanatismo del cristianismo.
Pero vayamos por partes: ¿Quién fue realmente Hipatia?
Muy a pesar de los datos que aparecen en Internet, la información sobre el tema ha sido desproporcionadamente valorados y ciertamente poco documentados, y todo gracias a una falsa propaganda acerca de su vida ejemplar, y su insigne cultura. Pues nuestra bella Hipatia no era más que una maestra que daba clases en su casa de matemáticas y astronomía a los hijos de algunos ricos y nobles de la ciudad, y es notorio que no tuvo ninguna importancia relevante ni para la ciencia, ni para la filosofía de la época, y menos aun para la ciencia o la filosofía universal.
¿De donde le viene entonces su insigne notoriedad?
El crecimiento de su figura se alza gracias a la falta de documentación, pues su figura ha permanecido oculta tras las brumas de los siglos. Esto le ha permitido aparecer ante nosotros como un “mirlo blanco”, pues lo poco que conocemos de ella podría resumirse en que pertenecía a la tradición neoplatónica alejandrina, que en aquel momento histórico estaba por completo entregada a la teurgia, y que debían estar más cerca de lo que ahora llamamos “astrología” que de la moderna “astronomía”. Que alguno de sus alumnos consiguió cierta notoriedad, como es el caso de Sinesio, elegido Obispo de Ptolemais justo seis años antes de la muerte de Hipatia en el 415 a manos de una turba de sectarios cristianos, en una de las múltiples las disputas por el poder que se dieron en aquellos años.
Pero la pregunta clave es: ¿Existe una notoria intencionalidad en la película?
Ciertamente sí, pues el mensaje es el siguiente: Ya en el siglo IV la ciencia, la razón, y la cultura, luchaban pacíficamente por abrirse paso contra la intolerancia, el radicalismo y la beligerancia religiosa cristiana. Esa guerra pacífica de los ateos se dirime hoy en nuestra sociedad, y a lo largo del film va situando al espectador frente a esta falsa perspectiva de sumarse a la lucha por defender a la ciencia de los ataques cristianos, incitándole a posicionarse no solo contra lo religioso, sino también contra los creyentes.
Pero lo irracional del planteamiento de la película queda al descubierto si miramos la historia con mayúsculas, la verdadera Historia de la humanidad. Al acercarnos a ella nos encontramos que mientras sobre la Iglesia Católica existe documentación fidedigna de cientos de miles de santos y mártires que han perdido su vida pacíficamente, sin resistirse al mal, siendo quemados vivos, amputados, ahorcados, fusilados, etc., y sin rebelarse ante infames injusticias por los llamados pacíficos y tolerantes ateos. Desde el bando ateo después de más de dos mil años de supuesta persecución no encontramos ni unos pocos mártires. Si preguntamos nos citan a Galileo, pero la mayoría desconoce que éste no sufrió martirio alguno, o se acusa a los cristianos de los muertos por Franco y Hitler, pero lo curioso es que estos no fueron jamás sacerdotes, ni obispos de la Iglesia, sino dictadores como lo fue Stalin, Mao, o lo son en la actualidad los hermanos Castro.
La falta de mártires ateos es tan grande que solo se exhibe públicamente la figura del “Che” dentro de los círculos culturales ateos. La lástima es que tampoco murió a manos de los cristianos, con lo que por esta parte, también se les fastidio el invento de la guerra entre la ciencia y la religión.
¿Pero dónde encontraremos una santa atea, virgen, mártir de la ciencia, y para colmo prototipo de feminista, se preguntaban nuestros dirigentes ateos con desazón?
Pues de las brumas del antiguo Egipto ha aparecido una nueva santa atea: “Hipatia de Alejandría”. Da igual si lo que nos cuentan es o no verdad como afirma John Thorp: Lo cierto es que si no hubiera existido la habrían inventado, como han hecho con acontecimientos y personajes de películas como “Camino”, o “Mar adentro”, etc., donde es notoriamente falsa una parte de los hechos que en ellas nos narran.
¿Por qué?
Porque necesitan nuevos modelos sociales para poder llevar a termino un impresionante cambio social. ¿Y cómo se podrá transformar la sociedad si ni tan siquiera tienen una mártir, un prototipo para enseñar al vulgo?
En fin, me alegro que por fin tanto el ateísmo, como el feminismo, gracias a la propaganda y la subvención estatal hayan conseguido subir a los altares de la fama a una joven “filosofa” atea. Lo que verdaderamente lamento es que tanto uno, como otro, hayan dejado en el olvido a las verdaderas científicas, a las verdaderas mujeres de carne y hueso, a los verdaderos ejemplos para cualquier mujer y para cualquier época, mujeres de la talla de Laura Bassi , o Edith Stein, , y ello simplemente por ser católicas.
A ambas, como a otras muchas mujeres científicas, filosofas, escritoras, pintoras, etc., con el vergonzoso silencio científico y cultural español -que ha sido impuesto desde el gobierno a todo lo que huela a católico-, las han convertido en autenticas desconocidas sociales, simplemente porque no representan su arquetipo laico y feminista, mientras tanto, en plena crisis se financian con millones de euros fantasiosas historias como la que nos narró Amenábar en “Agora”.
Quede claro que ellas si son las verdaderas mártires de este fanático ateismo acientífico, y del radical y trasnochado feminismo imperante, que lo único que denotan es una persecución inmoral hacia todo lo cristiano, y una vergonzosa falta de rigor y sectarismo en el tratamiento de las verdaderas mujeres científicas, filosofas, escritoras, etc.
Y me pregunto yo: ¿Quiénes son pues los verdaderos enemigos de la ciencia y la libertad?
Andrés Marín de Pedro