¿Conferencia Episcopal?¡Libertad de los Obispos!

¿Conferencia Episcopal?¡Libertad de los Obispos!

No se me oculta que lo que acabo de escribir puede molestar a muchos colegas. Deseo asegurar a todos mi recta intención, mi respeto y afecto colegial. No perderíamos nada si discutimos con objetividad, y paciencia, estos temas de máxima importancia para el hoy y el mañana de nuestra amada Iglesia.

En otras oportunidades he criticado la actual organización eclesiástica centralizada, cuya pieza clave es el protagonismo local de las Conferencias Episcopales. Éstas han asumido un papel político, imitado de los parlamentos seculares. Hay, por lo general, una Presidencia y dos Vice, elegidas por mayoría de votos de los miembros obligados de la Conferencia. No existen partidos episcopales formalmente constituidos, pero no faltan los grupos que reúnen a quienes comparten una determinada eclesiología, y la misma opinión tanto sobre cuestiones intraeclesiales como sobre temas sociales y políticos del país; vinculados sin duda con la moral católica y la Doctrina Social de la Iglesia.

En estos parlamentos episcopales se verifica un orden análogo a los de orden secular: hay voz y voto (los eméritos pueden hablar pero no deciden nada), se pide la palabra, se la concede o no según las circunstancias, hay también mayorías y minorías, etc. Estamos acostumbrados a esta organización; no solo los fieles católicos, sino todos los ciudadanos –por lo menos aquellos a quienes interesa el eventual poder y la influencia de la Iglesia- que se informan, o más bien se «desinforman», gracias a ciertos periodistas que se dicen «especializados en cuestiones religiosas». La organización reseñada favorece cierto tipo de ejercicio de la autoridad en el interior de la misma. La experiencia revela que existen, por ejemplo, oficialismos (todos sabemos qué significa este término: tendencia de apoyo al gobierno), y no faltan obispos de quienes se puede pensar –lo digo con todo respeto y aprecio- que, por su sencillez y carencia de un nítido y amplio pensamiento propio, se pliegan al «oficialismo» reinante. Quiero pensar que tampoco faltan quienes aprecian su libertad, intentan conservarla y ejercerla, sin desentonar en el conjunto, en el cual suele insistirse sobre la necesidad de la unidad. El «verso» de la unidad, típico de la poesía episcopal, puede recitarse con recta intención, sin prejuicios, y sin el mero propósito de mantener una cobertura, aunque ésta sea ajena a la realidad. Se esgrime muchas veces el ideal de la unidad para «correr con la vaina» y, así, «apretar» a los reticentes a apoyar cierta postura. Los eclesiásticos –pienso en los obispos- somos personas humanas, y cada uno es un mundo en el cual se entrechocan opiniones legítimas, defectos, posturas más o menos graves, cerriles e injustificadas, por supuesto, también auténticas virtudes, ¡faltaría más! Me atrevo a pensar que así ocurre «ut in pluribus»; entre los integrantes puede haber algún santo, por supuesto; ¡me imagino cuánto tendrá que sufrir! Podemos ser todos más o menos buenos, pero no es lo mismo que ser santos.

Una de las finalidades que se atribuyen a la acción de las Conferencias Episcopales es asegurar la pastoralidad en la vida de la Iglesia. De hecho, son los problemas pastorales los que suelen ventilarse en las Asambleas Plenarias. Puedo añadir a la visión de conjunto que he presentado, otras observaciones críticas que proceden de mi reflexión sobre la experiencia. Ante todo, lo que se me ocurre sobre los documentos y declaraciones. Por lo general, de toda reunión plenaria de la Conferencia Episcopal se esperan pronunciamientos; así especulan los periodistas, que en ocasiones abordan a este o aquel prelado para sonsacarle declaraciones para la prensa gráfica, radial o televisiva. La elaboración de los textos a los que he aludido, implica un proceso que es bastante complejo; así suele ser, y no me parece necesario ofrecer ahora detalles sobre el particular. Diré –eso sí- que a algunos de esos documentos se los considera «de fuste», concebidos como eco del magisterio universal, o para orientar la vida de la Iglesia local, en un período considerable. Lo más común es que una comisión ad hoc prepare un borrador; no resulta sencillo reorientar, si uno desea hacerlo porque no está de acuerdo, la línea argumental expuesta por la comisión. Las discusiones en el aula tienen un valor relativo, en orden al resultado. No deseo, de ningún modo, manifestar una opinión negativa; las situaciones, y los temas encarados son de lo más diversos.

Abordo ahora una cuestión antipática. ¡Sorry! Las autoridades de la Conferencia pueden manifestar una psicología de tipo estalinista; esta calificación designa una inclinación dictatorial. Esa actitud perjudica, daña, la necesaria libertad de los obispos en el gobierno de sus respectivas diócesis, ya que se pretende imponer una determinada manera de obrar, la que ha conseguido constituirse en oficialista. Un fenómeno colateral, que considero de máxima gravedad, es la murmuración, un típico defecto clerical, que se ejerce especialmente en «mundillos»; en los cuales una persona que es más bien cobarde, puede hablar entre dientes, y aun «irse de boca» deslealmente.

Algunos asuntos doctrinales y pastorales son de máxima importancia y actualidad en la Iglesia, e integran lo que corresponde a la responsabilidad personal de cada sucesor de los Apóstoles. Pienso, por ejemplo, en la normativa litúrgica, y en la formación de los nuevos sacerdotes. Sobre este segundo punto me atrevo a hablar con total claridad, e independencia: me ha tocado, hace ya muchos años, organizar un Seminario Diocesano, y luego ser su rector durante una década. Como arzobispo me dediqué expresamente a mi Seminario, y al trato con el medio centenar de jóvenes, a los que después ordené presbíteros. En este asunto, capital para el futuro de la Iglesia Católica, el «oficialismo estalinista» –por más disimulo que intente cubrirlo- me parece absolutamente inaceptable.

El problema que plantea a la Iglesia una organización centrada en la Conferencia Episcopal, se agrava porque además de las Nacionales existen las Regionales y Continentales; estructuras políticas todas ellas que multiplican las dificultades ya señaladas. Recordemos el influjo que han ejercido Medellín y Puebla. Un caso que, en mi opinión, muestra hasta dónde puede llegar una Conferencia Episcopal, es el desvío de la ortodoxia dogmática, moral y disciplinar que protagoniza la Conferencia Episcopal Alemana. Somos muchos los fieles que, azorados, no entendemos por qué Roma, la Santa Sede, no interviene y permite que se instale una lamentable confusión. Mi pensamiento se dirige a los sacerdotes y laicos alemanes, que no están de acuerdo con el camino que sus «popes» han abierto, y por el cual se precipitan al cisma; de hecho, a esta altura de las cosas puede hablarse de una especie de cisma inmanente, que solo puede producir frutos amargos y perdición.

Las situaciones que antes eran simplemente inconcebibles, en la actualidad se multiplican en todo el mundo. Las Conferencias Episcopales –exagero un tanto para que se perciba la gravedad del asunto- suelen reaccionar tarde, y al revés, de lo que corresponde. Presento unos pocos ejemplos: el caso de Mons. Daniel Fernández Torres, Obispo de Arecibo, resulta patético; ha sido desplazado, «cancelado», porque es un excelente obispo, y no ha querido plegarse a proyectos insensatos. ¿Dónde está la Conferencia Episcopal de Puerto Rico, integrada por seis o siete miembros? ¿En qué ha parado la fraternidad episcopal? Peor todavía, me atrevo a sospechar: ¿no habrán sido ellos quienes fueron con cuentos al Delegado Apostólico, o directamente a Roma? Debieron defender y acompañar al hermano, aclarando en diálogo confiado con él si había puntos a discutir, y servir de eficaces mediadores. Los obispos puertorriqueños le debían haber preguntado al Delegado Apostólico por qué lo sacaban a Mons. Daniel, y si había cometido algún delito. Solo se limitaron a sacar un comunicado en el que, tras anunciar la destitución, dicen que «por deferencia y respeto a los procesos canónicos internos de la Iglesia estas serán las únicas expresiones oficiales que se harán sobre este asunto». O sea, no han dicho nada. Pero, ¿cómo? ¿Qué proceso canónico se ha seguido? Roma no dice nada. Yo protesto. Y pido y sugiero al clero y al pueblo de Arecibo, que se manifieste delante del Delegado Apostólico. Y le pida que le devuelvan al Obispo. Aunque esto pueda parecer un poco excesivo es lo que corresponde hacer. Porque si uno se calla, consiente. El que calla otorga. Hay que pedirles que digan la verdad. Y que no engañen al pueblo cristiano.

Conozco muy bien a Mons. Fernández Torres; quien tuvo la gentileza de invitarme a predicar los Ejercicios Espirituales, para su Clero, hace tres años. Los mismos fueron seguidos con gran atención y piedad, por parte de los sacerdotes. Y pude comprobar que es una diócesis magnífica, con plena actividad pastoral, y florecimiento de vocaciones. El Obispo destituido es un ejemplo de la «cancelación» que se verifica en la Iglesia. Tras la publicación, en «InfoCatólica» de «A los sacerdotes 'cancelados' », hace poco más de un mes, he recibido numerosas cartas, correos y mensajes de distintos sacerdotes, de diversas partes del mundo, que están padeciendo esta situación. ¿Por qué son despojados de sus cargos? Porque son ortodoxos, porque son buenos católicos. Y porque el progresismo reinante, el oficialismo progresista, es implacable; y no tolera que obispos y sacerdotes puedan dejarse guiar por la gran Tradición de la Iglesia, como la llamaba el Papa Benedicto XVI. Éste es el problema de la «cancelación». Te despiden, sin más; y arréglate como puedas. Conmueve escuchar y leer los testimonios de estos sacerdotes; que deben, incluso, ir a vivir con sus padres, para poder contar con un plato de comida, y con el cuidado y contención que desde la Jerarquía se les niega.

Otra historia de la que me he ocupado ya varias veces es la devastación universal de la Sagrada Liturgia, en contra de lo que el Concilio Vaticano II estableció con su propósito de prudente aggiornamento. En la Argentina hay casos insignes: hace unos pocos años un obispo celebró misa en la playa utilizando un mate como cáliz, y acabo de enterarme de otro hecho escandaloso: un sacerdote –del clero de una diócesis del centro del país- celebró la Santa Misa vestido de payaso. ¿Qué otro disparate se puede permitir? Si el diocesano que es directamente responsable no reaccionó, la Conferencia Episcopal, que cuenta con una Comisión de Liturgia, debió intervenir reprobando ese sacrilegio. No es digno callar una tropelía como esa. Se dice que «para muestra basta un botón». No me es posible prolongar este escrito consignando una lista de las calamidades eclesiales, que dejan perplejos a los fieles, y constituyen una pésima señal para los jóvenes. El Santo Padre ha dicho recientemente que los obispos debemos compartir nuestro carisma con los laicos. Estos no tienen que sufrir en silencio y quietud desafueros como los que he señalado.

La crítica que he presentado de la organización existente, pide que proponga una alternativa. La encuentro en la gran Tradición eclesial. Mencioné la necesaria libertad de los obispos diocesanos; esta postura no equivale a la anarquía, y a un individualismo solipsista en un Cuerpo cuya esencia es la comunión. La figura tradicional es la Provincia Eclesiástica, presidida por el Metropolitano (el palio no es un adorno); en ella se cumple, y puede vivirse, una auténtica sinodalidad, no metafórica o discursiva sino real. Por supuesto, el Espíritu Santo, y el mismo Jesús -que aseguró acompañar a los apóstoles todos los días, pasas tas hēmeras, Mt 28, 20- son quienes gobiernan soberanamente a la Iglesia. Al proponer la organización tradicional, entendemos que ella constituye lo que Aristóteles reconocía y denominaba como causas segundas. Corresponde a los hombres de Iglesia, comenzando por el Sumo Pontífice, Sucesor de Pedro, velar para que esas causas segundas se ordenen en una organización adecuada. El ordenamiento de las Provincias Eclesiásticas, coronado por la Asamblea de los Metropolitanos, es una posibilidad real que cuenta a su favor con la Tradición; y evita la intrusión de esquemas políticos seculares que son incapaces de asegurar una verdadera democracia –ni tiranía ni anarquía- a las repúblicas que los padecen.

No se me oculta que lo que acabo de escribir puede molestar a muchos colegas. Deseo asegurar a todos mi recta intención, mi respeto y afecto colegial. No perderíamos nada si discutimos con objetividad, y paciencia, estos temas de máxima importancia para el hoy y el mañana de nuestra amada Iglesia.

+ Héctor Aguer

Arzobispo Emérito de La Plata
Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Académico de Número de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro.
Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).

Buenos Aires, martes 19 de abril de 2022.
Octava de Pascua.-

 

22 comentarios

Juan Mariner
Las Conferencias Episcopales, que tenían como motivo facilitar las relaciones de la Iglesia Católica y el gobierno de cada Estado (antiguamente papel de los Primados), acabarán siendo un órgano de gobierno de la Iglesia Católica unipersonal en cada nación: la "tentación del poder" les puede a los jerarcas, unos obispos de grandes diócesis mandar sobre otros obispos de diócesis más modestas, a sus órdenes, es el deseo último. Si no se corta esa inercia acabará como una norma tradicional no escrita que acabará escribiéndose en el Derecho Canónico de escondidas cuando todos estemos preparados para no disentir..
20/04/22 1:09 PM
Carlos Dueñas
Durante una visita a España de Juan Pablo II, en un acto de un grupo de jóvenes en una plaza, una católica de una comunidad de base que me pareció bien informada, me contó cosas muy similares a las descritas en este artículo, con protagonistas de otra orientación eclesiástica.
20/04/22 2:16 PM
carlos saez Argentina
Me reconforto mi día a los 74 años, como ciudadano y Cristiano , la manera franca y valiente de un Obispo de tanta trayectoria, recuerdo su intervención en la Tv, pero todavía más de su peregrina aptitud para sorprender el íntimo sentido é interpretar las ocultas relaciones de las cosas, levantándolas de este modo a consideración de todos, en este especial momento de pandemia dificultades económica, guerras que mueren inocentes, niveles de pobreza inaceptables etc . Vivo en Moreno Pcia. de Bs.As. en un territorio políticamente africanizado. Cuando vamos a Misa, muchos buscamos en ese silencio previo a la proclamación del Evangelio, esa palabra rectora, valiente comprometida, que nos haga identificarnos con Cristo resucitado. En 4 años que vivo aquí advierto un acondicionamiento en la proclamación. la historia real de nuestro tiempo, tan honda y eficaz nos demuestra que solo trasciende lo valiente. Disculpen mis conceptos, pero tengo sed de Cristo
20/04/22 2:38 PM
esron ben fares
Claro el artículo.
Aunque pocos comentan, parece que muchos leen los artículos del obispo.


20/04/22 3:14 PM
Francisco
Entiendo el "enojo" de monseñor Aguer. Comparto esa postura "oficialista" de la Conferencia episcopal. Pero mas allá de todos los "manejos" que los hombres (en éste caso obispos, ni más ni menos!!) creen hacer, nada podemos hacer ¡¡gracias a Dios!! contra los planes de Dios. Por más que creamos que podemos influenciar poniendo a éste o aquel otro más "acorde" a nuestro pensamiento, Dios "se las arregla" para conducir a su amada y Santa Iglesia. Sigamos rezando para ser fieles a las inspiraciones del Espíritu Santo, especialmente por toda nuestra jerarquía católica apostólica romana. Amén
20/04/22 5:49 PM
jrca
Enhorabuena Monseñor por todo lo que dice claro claro. Necesitamos pastores como usted.

Un saludo y Feliz Pascua de Resurrección
20/04/22 8:34 PM
PdB
"Muchos sacerdotes, obispos y cardenales caminan por el camino de la perdición y llevan con ellos a muchas almas"

Gracias por el escrito monseñor, valiente reflexión en estos tiempos dificiles
20/04/22 11:28 PM
Angeles Wernicke
Sì, muchos leen y agradecen a Monseñor Aguer sus aportes... Un obispo segùn el corazòn de Cristo...
21/04/22 12:27 AM
Ricardo de Argentina
Bien Monseñor, ha estado usted magnífico con este artículo.
Que se queda cortísimo, y usted lo sabe.
Porque el "modo estalinista" también está instalado en Roma.
Porque antes del obispo de Arecibo, muchos (¿muchísimos?) otros tan o más meritorios que él han visto injustamente tronchada su carrera.
Dios lo bendiga y guarde, Monseñor.
Con varios más como usted, otro gallo cantaría en la desolada Iglesia actual.
21/04/22 3:17 AM
AJ
Las conferencias episcopales no sirvan más que para liar mas
21/04/22 10:52 AM
Eliana
En las reuniones de la Conferencia se aprueba lo que quiere el oficialismo todas las veces. No casualmente, ni una vez, la propuesta de un miembro del montón.
Entonces no es para conferenciar, es para implementar el mecanismo de aprobación y legitimación por el cuerpo de todo lo que despache el vocero oficial o el que manda.
Los obispos no son tales, son meros representantes del órgano mayor. ¿Quién es obispo? En teoría, la CE hace de obispo en cada diócesis vía su virrey.
Muy importante recordar la anticristiana destitución sin proceso ni causal de Mons.Fernández Torres.
La imposición por la violencia del pensamiento único peligra la Iglesia en manos de un tirano.
21/04/22 11:21 AM
Juan Caballero
Si el estalinismo existe en las Conferencias Episcopales, existen en las dióceses de la mano de los mismos dictadores. Yo tengo un amigo sacerdote que fue ordenado para una diócesis en EEUU. Le iba muy bien con el obispo que lo ordenó y lo nombró su Maestro de Ceremonia. Tenía mucho amor por la misa tradicional. Luego le dio una enfermedad de la tiroides y a partir de allí, e incluso cuando todavía no había recuperado, el obispo y un delegado del clero le cayeron encima con falsas acusaciones.
Parece que el Delegado o Vicario del Clero tenía sus favoritas (probablemente atracción al mismo sexo) y trataban mall a los normales.. Era Administrador de una Parroquia, y le dijeron que no podía contratar a un jardinero ni a una señora para la casa, estando todavía enfermo. Luego lo echaron de allí y fue a vivir en la paroquia de un sacerdote amigo. Lo echaron de allí. Dejaron de pagarle y tenía una deuda por por la compra de su coche y una deuda de sus estudios universidades. Recurrió a la Congregación del Clero en contra del obispo. No le dieron la razón sino sugieron que fuera a buscar otro obispo. Intentó hacerlo pero los mandamases de esa diócesis le dieron un informe malo y tuvo que volver a su diócesis, donde el obispo dictador le había hecho tanto mal. Quiso ir a Ecuador de misionero pero rehuzaron pagar el tratamiento de su enfermedad. Posteriormente, perdí contacto con el y escribí una carta a la casa de sus padres, porque parecía que vivía allí pero no contestó. Este es
21/04/22 12:25 PM
maru
Ciertamente , Monseñor Aguer, hay cada Conf. Episcopal..... de pena. Qué el Señor ayude a su Iglesia, porque buena falta le hace
21/04/22 2:16 PM
Benjamín Gálvez
Monseñor. Muchas gracias por su reflexión, muy eclesial y, por desgracia, bastante ajustada a una realidad eclesial penosa en sus jerarquías... Desde España, nuevo país de misión y antaño evangelizador..., ruego y doy las gracias al Señor por Usted.
21/04/22 10:08 PM
Oscar Alejandro Campillay Paz
"887: Las Iglesias particulares vecinas y de cultura homogénea forman provincias eclesiásticas o conjuntos más vastos llamados patriarcados o regiones (cf. Canon de los Apóstoles 34). Los obispos de estos territorios pueden reunirse en sínodos o concilios provinciales. "De igual manera, hoy día, las Conferencias Episcopales pueden prestar una ayuda múltiple y fecunda para que el afecto colegial se traduzca concretamente en la práctica" (LG 23)"
(Catecismo de la Iglesia Católica)
21/04/22 10:45 PM
Néstor
Excelente, Monseñor, para encuadrar y dar a conocer. Cómo pudieron hacer San Agustín, Santo Tomás, San Francisco y Santo Domingo, y tantos otros, sin Conferencias Episcopales !!

Hemos pecado mucho, sin duda.

Felices Pascuas.
22/04/22 1:41 AM
Pablo Mesa
Totalmente de acuerdo. Muchos fieles nos hemos dado cuenta de esa situación; menos mal que no existían las conferencias episcopales en la época Arriana por que le hubieran dado la razón al hereje.
23/04/22 4:09 PM
Gregory
Lo importante es saber trabajar unidos aunque se tengan diferencias de criterio.
25/04/22 3:55 PM
María Estela López
Muy real la nota de Monseñor Aguer. Conozco el caso de la "cancelación" de un excelente sacerdote que lo han dejado sin Parroquia y por eso me atrevo a decir que los Obispos no velan por el cuidado de sus sacerdotes ni tampoco son Padres Obispos como les agrada ser llamados.
26/04/22 5:28 AM
Marisol
Las Conferencias Episcopales suelen estar para lo que no deben y no estan cuando deberían estar. Se que suena a trabalenguas pero tristemente es asi, lo digo con profunda tristeza.
Estoy de acuerdo en que las provincias eclesiásticas deberían bastarse, en la mayoría de los casos, para el gobierno de las iglesias locales. Las Conferencias Episcopales deberían pronunciarse cuando debe ser defencida la Iglesia, (no solo de los de afuera, por desgracía tambien de los de dentro) pero en esos casos la respuesta que da, si es que la dan, suele ser desde la cobardía.
30/04/22 12:08 AM
Iñaky López
Monseñor Aguer, como siempre impecable, dando con coraje luz y guiando a su rebaño. Fuerzas, adelante!! Que Dios no nos abandona.
7/05/22 1:17 PM
Juan
Publiqué un comentario, y el administrador de la página, pero parece (videtur) que solamente recoge los aplausos y pleiitesías hacia Monseñor Aguer.

Linda verdad persiguen aquí, y linda permisividad para la cuestiones disputadas.

Los progresistas tienen más espaldas que Uds. Publican cualquier cosa que se les diga.
7/05/22 8:21 PM

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