Daba el P Tomás de la Torre la noticia de que la Diócesis de Alcalá ha decidido adelantar el Sacramento de la Confirmación al de la Comunión, de manera que los niños recibirán este sacramento con una edad de entre 8 y 9 años y no he podido evitar que esta noticia me llenara de alegría.
Hace ya algunos años escuchaba a algunos liturgistas católicos decir que era necesario recuperar el orden tradicional en los Sacramentos de la Iniciación Cristiana. La práctica en muchos lugares era retrasar la Confirmación hasta los 16 ó 17 años de manera que muchos bautizados se quedaban sin recibir la Confirmación y para los que la recibían se convertía en una “puesta de largo” que marcaba el fin de la asistencia regular a la Iglesia.
La práctica ortodoxa, como la de la Iglesia de los primeros siglos, mantiene la conexión íntima entre los tres Misterios o Sacramentos. Al que se hace miembro de Cristo se le conceden inmediatamente los plenos derechos de su adherencia. Los niños no sólo son bautizados, sino también son confirmados y reciben la comunión haciendo realidad las palabras del Señor: “Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos”.
En el Bautismo el niño es sumergido tres veces en nombre de la Santísima Trinidad en la pila Bautismal. Con la inmersión (baptizo) se guarda la correspondencia entre el signo externo (sumergir-emerger) y el interno (muerte-resurrección) por ello el catecúmeno, niño o adulto, es sepultado en las aguas, donde muere el hombre viejo, emergiendo después de ellas resucitado.
Es también muy apreciada la imagen de la pila bautismal o Baptisterio como el seno de la Iglesia del que mojado, sale el niño como del vientre de la madre, hecho hijo de Dios.
Recibe inmediatamente el Santo Miro (Myron). El sacerdote unge la frente, ojos, nariz, boca, orejas, pecho, manos, pies y espalda del neófito mientras dice las palabras “el sello del don del Espíritu Santo”. El niño incorporado en Cristo por el Bautismo, recibe el don del Espíritu Santo, convirtiéndose en laïcos, miembro pleno del laos (pueblo) de Dios, en profeta, y toma parte del sacerdocio real de Cristo.
Después, en la Divina Liturgia, el neófito es el primero en acercarse a recibir los Santísimos Dones de la divino Cuerpo y la preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Los primeros recuerdos que tendrá el niño acerca de su vida eclesial girarán en torno a ese momento de la Sagrada Comunión.
A partir de los nueve años comienza ya a prepararse con el Misterio de la Reconciliación antes de recibir los Dones. Nadie se acerca a la comunión sin haber hecho antes la confesión de los pecados.
Por este medio el niño recibe el torrente de la Gracia del Espíritu Santo que actúa en su alma inocente y se siente ya desde el principio miembro de pleno derecho de la santa Iglesia. Participando asiduamente en la Liturgia se ve inmerso en el misterio eclesial y en el misterio divino, asimilando progresivamente las realidades celestiales ayudado por las explicaciones de los padres y el sacerdote que según se van planteando las dudas las van respondiendo. Así mismo aprende las oraciones y la compostura en el templo.
No hay “Misa de niños” ni “Misas de jóvenes” Una sola es la Liturgia que se celebra en cada Iglesia Ortodoxa y a la que acuden todos los fieles. Acostumbrados desde pequeños, ellos participan, como niños que son, en la acción sagrada que puede durar varias horas, pero en rarísimas ocasiones he visto a un niño comportarse mal en los Divinos Misterios.
Me alegra enormemente esta recuperación, como decía antes, pues además de recuperar el orden tradicional, lo más importante es que a esos niños no se les priva de la gracia del Espíritu Santo que actuará como un torrente en sus corazones.
Nicolás Vera Illan, sacerdote ortodoxo