En el año 2009 una serie de científicos españoles, encabezados por Nicolás Jouve y César Nombela, publicaron el llamado Manifiesto de Madrid en el que afirman: «Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación. Los conocimientos actuales así lo demuestra». Por su parte el Papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis» nº 83 incluye entre los valores fundamentales no negociables: «el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural».
Ante los medicamentos que intentan evitar la fecundación moralmente hay que tener en cuenta que la búsqueda de unos menores efectos secundarios mediante la reducción de la dosis hormonal ha ocasionado que estos preparados sean cada vez menos anticonceptivos y más abortivos. Desde el punto de vista moral si tan solo se impide la ovulación o el encuentro de los espermatozoides con el óvulo, estamos ante un medicamento anticonceptivo, sobre cuya moralidad no vamos a hablar ahora, pero si se modifica la motilidad del oviducto de tal modo que el embrión, óvulo ya fecundado, no puede descender hacia el útero, aunque también sea propio del medicamento hacer más difícil la concepción, o si se produce una alteración del endometrio que haga que ya no puede el embrión anidar en él, nos encontramos delante de medicamentos abortivos.
Y así no es un método simplemente anticonceptivo el dispositivo intrauterino (D.I.U.), generalmente un cuerpo de plástico o de metal flexible (cobre o plata) y dos hilos, que sirven para asegurar que sigue en su sitio, y se coloca en el útero, donde actúa como un cuerpo extraño que dificulta el paso de los espermatozoos hacia el óvulo, pero sobre todo impide la anidación del óvulo fecundado, al convertir el endometrio en un medio inhóspito para la implantación. En consecuencia, no sería un anticonceptivo, sino un abortivo. El DIU lo coloca un médico y se suele dejar dentro del organismo femenino de tres a cinco años, aunque requiere revisiones y tiene algunas contraindicaciones.
Sobre este tema me escribió una psicóloga argentina:
«En este punto hay que recordar que todo proceso biológico tiene su registro psicológico. La mujer registra en su inconsciente tanto el embarazo cuanto su impedida anidación y posterior pérdida.
Si es normal en la mujer vivir la menstruación como un fracaso de la procreatividad, si bien en forma inconsciente, por lo cual se registran en un buen porcentaje microdepresiones, bajadas del estado anímico, mayor sensibilización, cuánto más vivirá como pérdida significativa o duelo la caída de la célula huevo a la que se ha impedido anidar.
En psicoterapia se observa muchas veces en tratamientos con mujeres que van bien en su proceso terapéutico, que de pronto éstas manifiestan una significativa caída anímica. Estos microduelos o pequeñas depresiones aparentemente sin motivo tenían a los terapeutas desconcertados hasta que se comenzó a interrogar qué método anticonceptivo usaban, la fecha de la última menstruación etc., siendo en su casi totalidad el método utilizado el DIU, pues la mujer registra su aborto y ello le provoca un daño psíquico.
Además, la presencia constante de un elemento extraño en el interior del propio cuerpo, en el centro de la gestación, tan central en la constitución del ser de la mujer, inclinada por su misma naturaleza a la vida, a darla y a cuidarla, a alojarla y a protegerla, le genera una contradicción vital que le provoca una tensión, una irritación difusa constante, un subterráneo enojo con la pareja, un sentimiento de culpa y muchas veces depresión. Esto le provoca un rechazo del matrimonio que parece colocarla en una situación de objeto para un uso determinado, en favor del cual, como objeto, debe clausurar mecánicamente parte de su dinámica biológica, no teniendo en cuenta la unidad de su ser y que lo biológico y lo psicológico no pueden ir cada uno por su lado, con una dinámica totalmente separada.
Por lo dicho, porque el ser humano es una unidad, esto ocasiona también no pocos problemas físicos: dolor, hemorragias, contracciones (el útero quiere expulsar el cuerpo extraño) y hasta infecciones» (I. Moreira, psicóloga).
Pedro Trevijano