En estos momentos en que los católicos ante la situación actual, necesitamos tener ideas claras sobre cómo actuar en nuestra Sociedad y muy especialmente en el campo de la Política, me parece de especial interés recordar lo que decía sobre el asunto el Papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis». Dice así:
«83. Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado».
Como en las últimas líneas de este número hace referencia al papel de los Obispos y su deber de hablar voy a preguntar simplemente: ¿lo hacen?
Si preguntamos al pueblo fiel creo nos darían con mucho una respuesta negativa. ¿Pero eso es verdad? Para empezar hay que decir que hay un montón de documentos de la Conferencia Episcopal o sus Comisiones sobre muchísimos temas, indudablemente de valor desigual, pero entre ellos algunos muy buenos, si bien no llegan a nuestros fieles por varias razones: una, fallos clamorosos en la distribución, otra que tenemos en contra la mayor parte de los medios de comunicación, cosa que ya lamentaba León XIII cuando decía: «Prefiero perder una diócesis a un periódico católico» y otra que los sacerdotes no nos molestamos en leerlos y mucho menos en predicarlos, con lo que no llegan a la gente.
A mí personalmente, hay dos documentos que me encantan especialmente. Uno, del año 2002, titulado «Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias», que me pareció buenísimo, pero que pasó tan desapercibido que cuando en el 2012 le pregunté a la Presidenta de la Asociación de Víctimas del terrorismo, si lo conocía, me respondió: «Desde hace dos meses, que me lo dio el cardenal Rouco». El otro, es del 2012 y se titula «La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar». Y ahora les voy a hacer una pregunta: ¿Habían oído hablar de cualquiera de los dos?
En estos momentos lo que pretende el Gobierno es hacer una Ley sobre la Eutanasia. Hay ya varios documentos episcopales sobre el tema, pero uno puede preguntarse si hay alguno reciente. El último, lo tengo sobre mi mesa, se titula «Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de la vida». Su fecha es del uno de Noviembre del 2019, es decir bastante reciente. Vuelvo a hacer la pregunta anterior: ¿Sabían Ustedes de su existencia?
Por supuesto la eutanasia y el suicidio asistido tienen una dimensión religiosa, pero son también cuestiones médicos, siendo desde todos los tiempos clara su condena desde ambos puntos de vista. El mandamiento de «No matarás» y el juramento hipocrático van en la misma dirección, porque el deber de los médicos es tratar de curar, no matar a los enfermos. Pero creo es un tema que habrá que tratar más ampliamente.
Pedro Trevijano