No siempre habla en nombre del Papa.
El periódico publicado por el Vaticano, el Osservatore Romano, ha causado bastantes problemas últimamente, recogiendo artículos de periodistas europeos mal informados que creen entender la historia norteamericana, la política estadounidense y los graves dilemas morales que se discuten en los Estados Unidos. Los periodistas y activistas norteamericanos favorables al Presidente actual no esconden la alegría que les han causado varios desafortunados artículos de este tipo y sostienen que dichos artículos demuestran que “el Vaticano” cree que los obispos católicos estadounidenses han reaccionado exageradamente ante el hecho de que la Universidad de Notre Dame concediera un Doctorado en Derecho honoris causa al Presidente Obama. También consideran que la actitud del “Vaticano” consiste en esperar para ver cómo va evolucionando la situación y en pensar que Obama no está tan mal después de los horrores del malvado Bush.
Sobre este tema, es necesario realizar varias puntualizaciones.
1. Lo primero que uno aprende con respecto al Vaticano es que no existe algo llamado “el Vaticano”. La Santa Sede es una burocracia tan compleja y confusa como la de cualquier gobierno nacional. Dentro de los muros del Vaticano coexisten muchos puntos de vista diferentes y hay bastantes miembros de la curia que gustan de charlar con los periodistas. Muy pocos de estos miembros son verdaderamente relevantes, en términos de expresar el parecer de los principales responsables de la Iglesia Católica. Cuando dichos responsables desean realizar una afirmación pública, lo hacen a través de un personaje principal y no a través de burócratas insignificantes o artículos en un periódico que, si bien es publicado por la Santa Sede, no se toma muy en serio en la misma. Esto último es una pena, porque sugiere otro aspecto más de los problemas de comunicación de la Santa Sede. Sin embargo, así son las cosas. En cuanto a la autoridad magisterial de la Iglesia Católica, lo que cuenta es lo que dice el Obispo de Roma, que no ejerce su magisterio a través de una institución genérica llamada “el Vaticano”, sino con su propia voz inconfundible. Y cuando lo hace, lo deja muy claro.
2. Normalmente, el Osservatore Romano no habla con la autoridad de la Iglesia en temas de fe, moral o posturas públicas en temas concretos. La excepción a esta regla se produce cuando un alto dignatario eclesiástico ofrece un comentario sobre un documento papal reciente (como, por ejemplo, una encíclica) o las rarísimas ocasiones en las que un editorial del periódico está seguido por tres puntos, una forma tradicional de indicar que la opinión expresada corresponde a una “alta autoridad”. Ningún analista responsable y bien informado de los asuntos vaticanos consideraría que los artículos del Osservatore Romano, aunque aparezcan en la portada, reflejen de algún modo una opinión refrendada por la autoridad de la Santa Sede ni del Papa. Lo mismo se puede decir de las declaraciones de los editores del periódico o de editoriales sin los puntos.
En otras palabras, sin esos puntos lo único que se ofrece es una opinión, que deberá evaluarse como cualquier otra opinión, según su vinculación a los hechos y su argumentación. Por desgracia, varios artículos recientes del Osservatore Romano sobre la Administración del Presidente Obama contenían hechos cuestionables y unas deducciones muy dudosas. Eso es un problema del que deben encargarse los mas altos cargos de la Santa Sede, y deberían hacerlo pronto. Cualquier intento por parte de un comentarista americano de presentar interesadamente estos artículos como una forma que tiene “el Vaticano” de decir a los obispos de los Estados Unidos que “se tranquilicen” (como dijo Amy Sullivan, de la revista Time, en un artículo con una interpretación sesgada similar a la de E. J. Dionne, del Washington Post) tiene, en realidad, una clara intención política.
3. Es cierto, sin embargo, que las oficinas de la Santa Sede están repletas de eclesiásticos de nivel alto y medio que están encantados con Barack Obama. ¿Por qué? Generalmente, porque se trata de europeos contagiados por la típica Obamafilia europea, cuyas fuentes de información y análisis están claramente sesgadas. Por otra parte, nadie que tenga un puesto con autoridad real en el Vaticano puede dudar que la presidencia de Obama constituye el mayor desafío a las posturas de la Santa Sede con respecto a la defensa de la vida desde que Clinton intentó, pero no consiguió, que el aborto libre fuera declarado internacionalmente un derecho humano fundamental. La administración de Obama también se enfrentará con la Santa Sede cuando la defensa del matrimonio bien entendido sea combatida en las instituciones internacionales.
Además, varios dignatarios de muy alto nivel, personas que les puedo asegurar que no hablan con E. J. Dionne, Amy Sullivan o grupos vendidos a la administración del Presidente Obama como Catholics in Alliance for the Common Good, hablaron conmigo en otoño del año pasado sobre lo mucho que apreciaban las posturas de la administración Bush con respecto a la defensa de la vida, la prevención del SIDA en África, la lucha contra el SIDA y la malaria y la libertad religiosa. De hecho, un alto dignatario eclesiástico me dijo que, a su nivel, se entendía que no era probable que ninguna administración estadounidense del futuro inmediato apoyase tanto las posturas de la Santa Sede como la administración Bush, y esto a pesar del grave y evidente desacuerdo sobre la decisión de dicha administración en el año 2003 de hacer cumplir las resoluciones de las Naciones Unidas y deponer a Saddam Hussein por la fuerza.
Por supuesto, ayudaría mucho que el periódico publicado por la Santa Sede no mostrase una triste ignorancia de la historia reciente de los Estados Unidos de América (incluyendo la historia del movimiento por los derechos civiles) y una credulidad ingenua en la magia de Barack Obama. Suponer que el Papa y sus asesores más importantes se han tragado la pócima mágica de Obama y quieren que los obispos americanos se tranquilicen es algo totalmente distinto… y no muy creíble, al margen de las tonterías que puedan introducirse en las páginas del Osservatore Romano.
George Weigel, conocido escritor y articulista católico norteamericano, es Catedrático de Estudios Católicos en el Centro de Ética y Política Pública de Washington, D.C.
© Traducción de Bruno Moreno, traductor jurado.