El Parlamento español acaba de aprobar, por una muy amplia mayoría, (todos menos el PP y UPN), el inicio de tramitación del Proyecto de Ley que concluirá con la legalización de la eutanasia. ¿Qué pensar de ello?
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice sobre ella: «es moralmente inaceptable… es un acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre» (nº 2277) y «la eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y motivos, constituye un homicidio. Es gravemente contraria a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador» (nº 2324). Para mí el problema está en que «donde ya no se adora a Dios, donde Él ya no es reconocido como el Señor de la vida y de la muerte, otros usurpan su lugar y ponen en peligro la dignidad humana» (YouCat nº 353). Esto lo entendí cuando en cierta ocasión una mujer me dijo: «soy sin religión, pero como el ser humano necesita creer en algo, yo en lo que creo es en los horóscopos». No pude por menos de pensar que cambiar Jesucristo por los horóscopos, no es precisamente una opción afortunada. Y es que, como decía Chesterton, cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa.
Pero la falta de sentido común y, con frecuencia, como consecuencia la presencia de la maldad, no es sólo a nivel individual, sino también colectivo. Así vemos como en nuestra Sociedad la ideología relativista no distingue el Bien del Mal, la Verdad de la Mentira, a la que llamamos post-verdad y nos quedamos tan anchos; lo que ayer era malo, hoy puede ser bueno y al revés. Al fin y al cabo no hay ningún Ser Supremo por encima del hombre y quien determina lo que ha de hacerse es el Poder. Ya en las tentaciones de Jesucristo una de ellas es la del Poder (Mt 4,8-9; Lc 4,5-8), tentación que actualmente se expresa cuando se lo busca a través del Partido y estamos dispuestos a obedecerle incluso cuando nos pide algo inmoral que va contra la conciencia y el sentido común, como sucede actualmente y no una vez sino muchas.
Recordemos la Ley del aborto, que convierte en derecho lo que, indudablemente, como nos dice la Ciencia y las ecografías, lo que se mata son seres humanas; las leyes de ideología de género, que se oponen directamente al sentido común diciéndonos que soy yo el que decide libremente si quiero ser varón o mujer, la pretensión de destruir el matrimonio y la familia, sin olvidar las aberraciones morales de fomentar el todo vale y la promiscuidad como si ello no tuviese consecuencias en el plano afectivo e incluso de la salud.
De momento lo último es la legalización en fechas próximas de la eutanasia. En este punto es necesario recordar que, como dicen en un reciente documento, nuestros Obispos de la Subcomisión de Familia y Vida y de la Comisión Permanente «nadie es dueño absoluto de la vida. No existe un derecho a disponer arbitrariamente de la propia vida. Por otro lado, no es posible entender la eutanasia y el suicidio asistido como algo que se refiera exclusivamente a la autonomía del individuo, ya que tales acciones implican la participación de otros, en este caso, del personal sanitario. Ya el juramento hipocrático afirma: «no daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un tal uso». La eutanasia es ajena al ejercicio de la Medicina y a las profesiones sanitarias, que siempre se rigen por el axioma de «curar, al menos aliviar y siempre acompañar y consolar». El artículo 36.3 del Código de Ética y Deontología Médica de la Organización Médica Colegial española afirma que «el médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste».
Aunque la eutanasia en sí es ya un homicidio, la situación se agrava si tenemos en cuenta que en los países donde ya es legal, con frecuencia se practica, como es el caso holandés, con personas que no la desean e incluso están en contra de ella. El decirnos que va a estar sujeta a controles estrictísimos, es una milonga que no se la cree nadie, y menos teniendo en cuenta los precedentes. Donde se aprueba la eutanasia, la vida de las personas mayores en los hospitales corre serio peligro.
Aquí en España puede pasarnos, mejor dicho, nos va a pasar lo mismo. Si voy a un hospital de la Seguridad Social, quiero estar seguro que se va a intentar curarme, no matarme. Si esta ley se aprueba y con la tendencia que hay al deslizamiento estoy seguro que, en poco tiempo, estaremos como en Holanda. Y no tengo ninguna gana de tener que llevar en mi cartera, como tantos ancianos holandeses, un documento que diga que en caso de enfermedad, no me lleven a un hospital. Personalmente lucharé con todas mis fuerzas contra la eutanasia y no tendré reparo en llamar presuntos criminales a todos los políticos que voten a favor de la eutanasia, porque aunque ellos digan que no es lo que pretenden, de hecho están favoreciendo objetivamente y dando facilidades a mi asesinato y al de los demás ancianos.
Por cierto, Jesucristo llama hijos del diablo a quienes no creen en Él, son homicidas y no hay verdad en ellos (cf. Jn 8, 39-44). ¿Les suena alguien que cumpla las tres condiciones?
Pedro Trevijano, sacerdote