¿Concurren (por fin) las «condiciones objetivas» para la irrupción de la causa pro-vida en el centro del debate político?
El movimiento pro-vida está dividido desde hace mucho tiempo. Esta es la triste realidad. Lo que separa a los colectivos pro-vida no son las ideas, sino las estrategias. Los principios elementales del movimiento son muy claros: protección de la vida en todas sus fases y defensa de la familia natural. Estos dos principios están anclados en la naturaleza humana, no en una u otra ideología. Por eso son transversales y pre-políticos: no es cuestión de izquierdas ni de derechas. Probablemente, aunque no siempre sea su principal factor movilizador del voto, más de diez millones de electores en España son simpatizantes de la causa pro-vida.
Todos los colectivos pro-vida coinciden en las ideas fuerza, pero históricamente les ha separado la estrategia para defenderlas. En particular, como ya hemos dicho anteriormente en este blog, la principal cuestión que les separaba era la oportunidad y conveniencia de criticar al PP. Y ello porque algunos consideraban que este partido era el único dique capaz de frenar el socialismo del PSOE, con su particular visión de la persona.
La retirada de la Ley Gallardón de «menos aborto» por cálculos electoralistas ha abierto una oportunidad política que el movimiento pro-vida no debe desaprovechar. La última traición del PP a los niños por nacer es demasiado clamorosa y resulta muy difícil de disfrazar por sus propagandistas habituales.
La espantá de Rajoy puede ser providencial porque evidencia que el desfondamiento ideológico del Partido Popular es irreversible. El movimiento táctico de Arriola, ese hombre que susurraba a los marianos, ha permitido que se caiga definitivamente la careta del PP. Ahora está a la vista de todos que la antropología del PP es la misma que la del PSOE. Eso permite identificar definitivamente al PP como el «enemigo principal». Como expuso Mao Zedong en su día, el principal adversario no es aquel al que más detestamos o aquel que es más distinto a nosotros. De todos los adversarios posibles, el principal es simplemente aquel que dispone de los medios más considerables para neutralizar nuestro proyecto e imponernos su voluntad. Es decir, aquel que tiene más poder.
Y este «enemigo principal», en el plano político y cultural, nunca ha sido el PSOE, ni siquiera Izquierda Unida o Podemos. Siempre ha sido (ya no hay duda) el Partido Popular. Desde que Aznar consolidó la ley del aborto de Felipe González y aprobó la pastilla del día después el Partido Popular es el que ha mantenido secuestrada la causa pro-vida. Es el que ha retirado del debate público la reivindicación del aborto cero. El que ha desmovilizado y domesticado el voto pro-vida. El que durante años ha vetado en los medios de comunicación a los partidos alternativos. El que ha orquestado una estrategia de miedo al lobo del socialismo para retener al votante de valores e inocular en él el síndrome de Estocolmo.
Rajoy es un político sin palabra ni principios que únicamente busca llegar al poder y perpetuarse en él. Arriola es un aprendiz de brujo convencido de que para ganar elecciones el Partido Popular debe asimilar el discurso cultural de la retro-progresía. Por eso, el actual tándem Rajoy-Arriola es un regalo para la causa pro-vida. Como decía Lenin, «cuanto peor, mejor». En su análisis político, esto significaba que, debido a las contradicciones inherentes del capitalismo, antagónicas con los intereses de las clases proletarias, era preferible la presencia de patronos altamente explotadores para provocar la sublevación obrera. Por el contrario, un patrón amable que no agravara las condiciones de vida de los proletarios podía mantener el estatus quo y retrasar la revolución. El último desprecio del Partido Popular a la causa pro-vida ha sido tan obsceno que ha provocado reacciones en personas y asociaciones que llevaban tiempo confiando en la reconversión del PP.
Todo lo expuesto hace que actualmente puedan estar cerca las «condiciones objetivas» para que la causa pro-vida emerja de nuevo. Para los marxistas las «condiciones objetivas» significan la madurez de la situación histórica en un país determinado para iniciar la revolución. La última maniobra genovesa del arriolismo ha dejado patente que la defensa de la vida del PP era simple postureo y que en el Parlamento existe un vacío de representación que nadie ocupa. Ha quedado claro que los pro-vida no tienen voz ni voto en el Congreso. Por eso, la unidad de acción y la irrupción en las Cortes de representantes verdaderamente pro-vida es ahora más posible que nunca.
La unidad de acción no significa unidad de pensamiento. La unidad de acción exige coordinación, generosidad y altura de miras. Exige anteponer los principios a los personalismos, las siglas y las rencillas del pasado. Familia y Vida, Alternativa Española y la CTC supieron dar un primer paso histórico al formar la coalición Impulso Social. Tras un inicio lleno de ambigüedades e incluso declaraciones claramente relativistas de alguno de sus líderes, VOX ha asumido en su última asamblea un claro compromiso con la vida, la maternidad y la familia. En este nuevo contexto, este partido puede tener mucho que ofrecer también en ese frente común.
El camino del entendimiento lo apuntaba Luis Fernando Pérez Bustamante, director de Infocatólica, en un artículo de septiembre: «Ni se puede dejar de lado a los que, con una escasez de medios evidente, llevan elección tras elección recogiendo apenas unos miles de votos, ni ellos pueden pretender que lo que surja a partir de ahora les tenga como el único o máximo referente.»
Es obvio que existen importantes diferencias ideológicas entre todos los partidos mencionados. Es incluso bueno que existan diferencias de pensamiento en las materias opinables. Pero, por desgracia, ahora mismo la lucha no está todavía en el campo político, sino en el pre-político. El derecho a la vida afecta a la antropología, es decir, a la visión de la persona. Existe una clara fractura entre la causa pro-vida y todos los partidos representados en el Congreso. Quienes están dentro asumen posicionamientos relativistas, en los que el derecho a la vida debe ponerse en una balanza junto con otros derechos. Quienes quieren entrar consideran la vida como un derecho absoluto y previo a los demás.
Ahora el principal objetivo de la causa pro-vida debería ser desgastar al «enemigo principal», hacer posible la irrupción de una alternativa a su proyecto y colocar de nuevo la defensa de los niños por nacer y la maternidad en el centro del debate político. Para ello, como bien saben los marxistas, debemos mantener nuestros ojos en el principal objetivo de la lucha y no golpear a ciegas en todas las direcciones.
Y, para que no quede ninguna duda, en este artículo utilizamos la dialéctica marxista porque en una cultura de la muerte los pro-vida somos revolucionarios.
Debemos aprovechar la actual coyuntura política para promover lo que algunas voces muy autorizadas han llamado «un nuevo inicio». Caminemos sin miedo.
Publicado originalmente en La Casa en el árbol