El Papa Francisco tiene el hábito, ya bien establecido, de decir cosas que dejan a los oyentes confundidos y esperando que haya querido decir algo diferente de lo que realmente dijo.
Al final de su reciente viaje a Singapur, el Papa dejó de lado sus comentarios preparados para un grupo interreligioso de jóvenes y ofreció algunas reflexiones generales sobre la religión. Dado que sus comentarios fueron improvisados, naturalmente carecieron de la precisión que normalmente tendría un texto preparado, y por tanto, esperemos que lo que dijo no sea exactamente lo que quiso decir.
Según los informes, el Papa Francisco sugirió que «[las religiones] son como diferentes lenguas para llegar a Dios, pero Dios es Dios para todos. Puesto que Dios es Dios para todos, entonces todos somos hijos de Dios». Continuó diciendo: «Si comienzas a pelear diciendo “mi religión es más importante que la tuya, la mía es verdadera y la tuya no lo es”, ¿a dónde nos llevará eso? Solo hay un Dios, y cada uno de nosotros tiene un lenguaje para llegar a Él. Algunos son sijs, musulmanes, hindúes, cristianos, y son caminos diferentes [hacia Dios]»[1]. La intención positiva del Santo Padre era obvia.
Francisco añadió entonces un llamado a entrar en el diálogo interreligioso. Habló del diálogo como si fuera un fin en sí mismo. «El diálogo interreligioso», dijo, «es algo que crea un camino». La pregunta es: ¿un camino hacia dónde?
La idea de que todas las religiones tienen el mismo peso es extraordinariamente errónea para que el Sucesor de Pedro parezca apoyarla. Es cierto que todas las grandes religiones expresan un anhelo humano —a menudo con belleza y sabiduría— por algo más allá de esta vida. Los seres humanos tienen una necesidad de adorar. Ese deseo parece estar codificado en nuestro ADN. Pero no todas las religiones son iguales en su contenido o consecuencias. Existen diferencias sustanciales entre las religiones que nombró el Papa. Tienen nociones muy diferentes de quién es Dios y lo que eso implica para la naturaleza de la persona humana y la sociedad. Como predicó San Pablo hace dos mil años, la búsqueda de Dios puede tomar muchas formas imperfectas, pero todas son una búsqueda imperfecta del único y verdadero Dios trino de la Sagrada Escritura. Pablo condena las religiones falsas y predica a Jesucristo como la realidad y el cumplimiento del Dios desconocido a quien los griegos adoraban (Hechos 17:22–31).
En pocas palabras: no todas las religiones buscan al mismo Dios, y algunas religiones son tanto erróneas como potencialmente peligrosas, material y espiritualmente.
Los católicos creemos que Jesucristo, de una vez y para siempre, reveló a toda la humanidad quién es Dios. Nos redimió con su muerte y resurrección, y nos dio la misión de llevar a toda la humanidad hacia Él. Como nuestra fe enseña muy claramente, solo Jesucristo salva. Cristo no es meramente uno entre otros grandes maestros o profetas. Para tomar prestada una idea de C. S. Lewis, si Jesús fuera solo uno entre muchos, también sería un mentiroso, porque afirmó enfáticamente: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6). Un Dios amoroso puede aceptar la adoración de cualquier corazón sincero y caritativo, pero la salvación viene solo a través de su único Hijo, Jesucristo.
Por eso Jesús no dijo: «Sigue en tu camino, y ya hablaremos de ello».
Nos llamamos cristianos porque creemos que Jesucristo es Dios, la segunda persona de la Trinidad. Desde los inicios de nuestra fe, los seguidores de Cristo eran únicos entre las religiones del mundo porque aceptaban como verdadera la extraordinaria afirmación de Cristo de que Él es Dios, en parte debido a sus milagros, en parte por su predicación, pero en última instancia por su muerte y resurrección corporal. Los cristianos siempre han creído que esta realidad hace que el cristianismo sea categóricamente distinto de todas las demás religiones y, a su vez, exige un compromiso total de nuestras vidas. (Para la cristología de la Iglesia, véase: el Nuevo Testamento, el Concilio de Nicea, el Concilio de Éfeso, el Concilio de Calcedonia, el Concilio de Trento, el Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica, y el documento del Vaticano *Dominus Iesus*, entre muchos otros, que enseñan claramente la divinidad de Cristo y su papel único en la historia de la salvación).
Sugerir, aunque sea de manera vaga, que los católicos caminan por un camino más o menos similar hacia Dios como el de otras religiones despoja de su significado al martirio. ¿Por qué dar la vida por Cristo si otros caminos también nos llevan al mismo Dios? Tal sacrificio sería insensato. Pero el testimonio de los mártires es tan importante hoy como siempre. Vivimos en una época en la que la religión dominante es cada vez más la adoración del yo. Necesitamos a los mártires, y a cada uno de nosotros como confesores de Jesucristo, para recordarle a un mundo incrédulo que el camino hacia una vida verdaderamente rica es entregarse plenamente a los demás, al otro.
El obispo de Roma es la cabeza espiritual e institucional de la Iglesia Católica en todo el mundo. Esto significa, entre otras cosas, que tiene el deber de enseñar la fe de manera clara y predicarla con espíritu evangelizador. Los comentarios imprecisos solo pueden generar confusión. Sin embargo, con demasiada frecuencia, la confusión infecta y socava la buena voluntad de este pontificado.
Los cristianos sostenemos que solo Jesús es el camino hacia Dios. Sugerir, insinuar o permitir que otros infieran lo contrario es una falta de amor, porque el amor genuino siempre busca el bien del otro, y el bien de todas las personas es conocer y amar a Jesucristo, y a través de Él, al Padre que nos creó.
+ Charles J. Chaput, O.F.M. Cap,
Arzobispo emérito de Filadelfia.
Publicado originalmente en First Things
[1] NdR. Durante un día la traducción al inglés difería de las palabras dichas por el Santo Padre, creando confusión entre los angloparlantes. Traducción que ya está corregida para reflejar lo dicho originalmente.
Una de las cosas que más me ha impresionado de ustedes, los jóvenes, que están aquí, es la capacidad de diálogo interreligioso. Y esto es muy importante, porque si empiezan a discutir —“mi religión es más importante que la tuya”, “La mía es la verdadera, en cambio la tuya no es verdadera”—. ¿Adónde lleva todo esto? ¿A dónde?, que alguien responda ¿a dónde? [alguien responde: “A la destrucción”]. Y así es. Todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Y, hago una comparación, son como diferentes lenguas, como distintos idiomas, para llegar allí. Porque Dios es Dios para todos. Y por eso, porque es Dios para todos, todos somos hijos de Dios. “¡Pero mi Dios es más importante que el tuyo!” ¿Eso es cierto? Sólo hay un Dios, y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios. Uno es sijs, otro, musulmán, hindú, cristiano; aunque son caminos diferentes. Understood? Sin embargo, para el diálogo interreligioso entre los jóvenes se requiere valentía. Porque la juventud es la edad de la valentía. Pero mientras podrías tener esa valentía para hacer cosas que no te ayudarían, sería mejor tener valentía para avanzar y para el diálogo.