En el evangelio de Lucas 18,1-8, se nos narra la parábola del juez injusto y de la viuda que le reclama justicia. Ésta insiste ante el juez «hazme justicia frente a mi adversario» y aunque el juez no desea hacérsela, acaba por concedérsela, ya que «como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme». Está claro que en esta parábola lo que más nos interesa es cómo debemos comportarnos en situaciones parecidas. Jesús nos aconseja que no nos callemos y: protestemos contra la injusticia.
Cierta persona que había sido pisoteada en sus derechos en varias ocasiones me decía: «Si te pisan chilla. Lo mínimo que vas a sacar es que esa persona, antes de pisar a otro, se lo piense dos veces». En estos momentos muchísimos españoles nos sentimos pisoteados en nuestros derechos, en nuestras libertades y en nuestra dignidad por el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, y no quiero llamarle Gobierno de España porque se apoya en los enemigos de España, separatistas y terroristas, sin olvidar que es un gobierno socialcomunista y que los comunistas para el Parlamento europeo son equiparables a los nazis con una Resolución votada y aprobada con una mayoría de más del ochenta por ciento el 19 de Septiembre de 1919 y que entre otras cosas dice: «Recuerda que los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad; recuerda, asimismo, los atroces crímenes del Holocausto perpetrado por el régimen nazi; condena en los términos más enérgicos los actos de agresión, los crímenes contra la humanidad y las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios».
En este tema sobre la política y los derechos humanos, hay un texto de la Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis» de Benedicto XVI, que me parece muy acertado. Dice así un fragmento del número 83: «En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables».
Resulta impresionante darse cuenta que ninguno de los valores citados por Benedicto XVI es respetado por el Gobierno de Sánchez. El respeto y defensa de la vida humana desde su concepción se opone radicalmente a la Ley del aborto, que considera éste como un derecho. El derecho a la vida hasta su fin natural tampoco es tenido en cuenta cuando se negocia y se llega a acuerdos con los terroristas de ETA y sus representantes políticos o cuando se trata de legalizar la eutanasia, que es una grave violación de la Ley de Dios. La familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer no es protegida con el llamado matrimonio homosexual y otras seudoformas de familia, sin olvidar leyes como la del divorcio exprés, que atentan contra la necesaria estabilidad de la familia. La libertad de educación de los hijos va a ser burlada con la Ley Celaá, En cuanto a la promoción del bien común en todas sus formas, está claro que la amistad con dictaduras como la cubana, la iraní y la venezolana, tomando a ésta además como modelo, lo que va a llevarnos a un desastre económico y a un gran empobrecimiento.
Ante esta situación, ¿qué podemos hacer? Como creyente que soy creo en el valor de la oración. Pero también creo que ante una situación como la que nos ha creado el Gobierno hay que hacer lo que nos dice Jesús de no callarnos y de protestar contra las injusticias creando opinión pública y ésta tiene que movilizarse utilizando los medios legales y no violentos, y uno que está a nuestro alcance en estos momentos es, si todavía no lo hemos hecho, firmar una carta de protesta contra este atropello de la Ley Celaá, a fin que el Gobierno se dé cuenta que sus despropósitos no le van a salir gratis.
Pedro Trevijano, sacerdote