Jesucristo, nuestra Ley

Jesucristo, nuestra Ley

El tema central del Reino de Dios está indudablemente unido a la liberación del hombre. Donde Dios reina pierden su influjo los poderes satánicos.

Jesús se nos presenta como un legislador que promulga para sus discípulos una ley nueva: ¿en qué sentido?.

El anuncio liberador de un orden moral nuevo caracteriza la predicación de Jesús contenida en los Evangelios, que intenta subrayar la consolante verdad del Dios con nosotros, del Reino de Dios que está próximo (Mt 4,19). Tanto Mateo como Lucas observan que Jesús habla y proclama su moral en presencia de sus discípulos y ante la masa del pueblo. Además la presencia de los habitantes de Tiro y Sidón nos subrayan el universalismo de las palabras de Jesús (Lc 6,17-18).

El tema central del Reino de Dios está indudablemente unido a la liberación del hombre. Donde Dios reina pierden su influjo los poderes satánicos. Los relatos de curaciones y expulsiones de demonios nos indican claramente el carácter liberador de la predicación de Jesús (cf. Mt 11,5). Libertad para Él es sobre todo estar fuera del influjo del mal y de los demonios. Jesús es más libre que los otros hombres porque ha unido su voluntad a la del Padre celestial, que quiere nuestra libertad. Es su especial relación con el Padre la que determina la libertad de Jesús. Llama a Dios «Padre» y nos invita a hacer lo mismo, siendo los conceptos de amor y filiación divina los que van a señalar a partir de ahora cómo son y cómo se desarrollan las relaciones entre Dios y los hombres, que dejan de ser siervos para convertirse en hijos, relaciones que además se ven influidas radicalmente por la esperanza que origina en nosotros la resurrección de Cristo, prenda y primicia de la nuestra.

Pero el aspecto más característico del mensaje moral de Cristo es que todo se centraen la misma persona de Cristo: Cristo se nos aparece no sólo como legislador, sino como referencia y término final de la conducta que inculca y exige. En efecto debemos apegarnos a Él como a una roca sólida (Mt 7,24-27; Lc 6,47-49), pronunciarnos sin vergüenza a su favor si queremos entrar en el Reino (Mt 10,31-33; Mc 8,38; Lc 9,26) e incluso nuestra caridad se medirá en relación suya (Mt 25,31-46).

«Es Jesús mismo quien toma la iniciativa y llama a seguirle. La llamada está dirigida sobre todo a aquéllos a quienes confía una misión particular, empezando por los Doce; pero también es cierto que la condición de todo creyente es ser discípulo de Cristo (cf. Hch 6,1). Por esto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana:. el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual lo atrae el mismo Padre (cf. Jn 6, 44). No se trata aquí solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de su obediencia libre amorosa a la voluntad del Padre» (San Juan Pablo II, Encíclica «Veritatis Splendor» 19).

Este imperativo de seguir a Cristo, tema propio de la predicación evangélica, nos indica que la regla de vida para los cristianos no es algo impersonal y abstracto, sino concreta y viva: Él en persona. Jesús es la norma viva de moral para los que creen en el Evangelio: «amaos los unos a los otros como yo os he amado»(Jn 15,12). Este seguimiento reconoce que Cristo es el único mediador (1 Tim 2,5), el único camino (Jn 14,6) y el único acceso al Padre (Ef 2,18; 3,12; Rom 5,2). Por la gracia se realiza nuestra incorporación a Cristo y nuestra unión existen­cial con Él, mediante los actos de amor y obediencia. La adhesión a Cristo es por supuesto algo más que la aceptación de su mensaje moral, ya que es una asimilación ontológica activa a Él, es decir una cristificación.

El Concilio Vaticano II nos recuerda: «en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado»...«Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación»(GS 22). Es decir gracias a la revelación de Cristo sobre Dios es como llegamos a conocer al propio hombre, lo que no debe extrañarnos, si tenemos en cuenta que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26) y llamamos a Dios «Padre»(Mt 6,19).

Pedro Trevijano

 

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7 comentarios

sofía
Una magnífica reflexión para esta semana santa. Son unas citas muy esclarecedoras y un buen resumen de todo en GS 22.
5/04/23 11:59 AM
Maximiliano
El amor a DIOS vence siempre, como CRISTO ha vencido, aún cuando en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas pueda parecerte impotente. Hay que recordar que CRISTO parecía impotente y abandonado en la CRUZ, pero ¡¡ DIOS SIEMPRE PUEDE MÁS ¡¡. Que nadie humano, ni el maligno, te confunda, y te susurre palabras de desanimo, ¡ no lo permitas ¡, sigue siempre - con esperanza - tu camino hacia la Eternidad, mantén tu alma limpia, como coraza contra los ataques de satanás y sus demonios.

Reza al ALTÍSIMO para que te conceda la gracia de la perseverancia - recuerda san Mateo (10,17-22) (:::) el que persevere hasta el final se salvará - , y mira hacia adelante, que la ETERNIDAD esta a un paso de tu alma que tanto te ama tu DIOS - un loco de amor -. Estamos en este mundo como la última oportunidad para salvarse y ninguna riqueza material nos llevaremos.

Y ello hasta el último aliento de tu vida. Amén
5/04/23 12:21 PM
Forestier
"Excelent" por su claridad conceptual y la buena articulación de lo narrado.Identificarse con su perosna que es lo mismo que identificarse con su "Ser": "Yo Soy" tal como reveló a Moisés al preguntarle por su nombre (que en lenguaje semitico es preguntarle "quien es"). Por tal motivo, se proclama como El verdadero Ser, Ser en acto "Actus Essendi" que es lo más real, y no sole es el único camino, sino que "es" el camino: "Yo soy el camino" "Yo soy la verdad", "Yo soy la vida". No solo de Él procede la Luz, sino que "es la luz: "Yo soy la luz". Si no fuera el Hijo de Dios, decir "Yo Soy", sería de una arrogancia intolerable, por ello ni Buda, ni Mahoma, ni Confucio ni nadie puede atreverse a decir "Yo Soy" en plenitud.
5/04/23 9:15 PM
Vicente
gracias.
6/04/23 12:10 AM
Teresa
El padre Luis Toro me ha ayudado a comprender algunos versos de las Sagradas Escrituras, porque sus debates con los protestantes que tienen un componente judaizante y por otro lado la lectura de la Biblia parcial y sin Magisterio les permite tener la moral subjetiva.

Un de los versículos qte nunca habia podido comprender era el del Monte de las Bienaventuranzas:



"17.«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

18.Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.

19.Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.


Entonces aquí habla Cristo de la Torah ( pentateuco, ) en el versículo 17 y en el 19 pienso que ya el Mesías nos habla de la Su Doctrina .


El Padre Luis Toro nos explica que Jesús se sometió a la Ley los Profetas, 'es necesario que cumpla toda justicia" le dijo al Juan Evangelista cuando se negaba a darle un bautismo del perdón de los pecados porque Jesús era inocente.
"he aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo " dijo el mayor profeta .

Entonces Jesús nunca trasgresdió la Ley, cumplía perfectamente mientras que el resto de los mortales pecaban contra la Ley (salvo María que también se sometió a
6/04/23 8:50 AM
Mariano
Gracias por esta buena reflexión.
6/04/23 9:24 PM
Mariano
Pedro, yo no tengo claro que la cristificación a la que te refieres sea necesariamente el sacrificio de los creyentes en la vida terrena. Cristo es nuestro Salvador (Lc 1,47; 2,11.30; Jn 4,42), no nuestro condenador necesariamente, pues no vino a juzgar sino a salvar al mundo (Jn 12,47), ni por tanto vino a condenar, aunque podría hacerlo (Jn 8,26). Su voluntad es que tengamos vida y vida abundante (Jn 10,10). Los que no se salvarán serán los que no crean (Mc 16,16). Jesús no condenó a la pecadora ni al ciego curado, sino que les mandó no pecar en adelante (Jn 5,14; 8,11). El príncipe de este mundo está condenado (Jn 16,11). En el día del juicio daremos cuenta de cualquier palabra inconsiderada que hayamos dicho, porque por tus palabras serás declarado justo o por tus palabras serás condenado (Mt 12,36-37). Paz y bien a los creyentes.
7/04/23 9:29 AM

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