Una llama muy brillante, por Michael Cook

Como Benedicto XVI, Joseph Ratzinger ha ardido con una «llama brillante como una gema» con una claridad intelectual importante y una dedicación total a sus responsabilidades que debería de avergonzar a sus críticos.

Tras una semana en Roma, llegué en el pasado a noviembre, a Londres en avión. La tarde estaba avanzada y el agente de inmigración del aeropuerto probablemente estaba soñando con insultar al árbitro en el partido de fútbol el día siguiente. Me miró de arriba abajo y dijo: «¿Y qué ha estado usted haciendo en Roma?» Yo no esperaba semejante interrogatorio al estilo de la Stasi, y le respondí un tanto desafiante: «Viendo al Papa».

«O sea que ¿al Papa?», replicó el agente. «¿Y tenía algo que decir en su favor?»

Tres meses después, esa es la pregunta que se está haciendo todo el mundo. Benedicto XVI ha anunciado que renuncia, el primer papa que lo hace en 600 años. ¿Tiene algo que decir en su favor?

Para muchos periodistas la respuesta es negativa. Grez Sheridan escribió en The Australian: «Benedicto XVI es un buen hombre, pero un pobre papa.»

La pregunta es: ¿cómo puede medirse el éxito de un Papa, líder espiritual de mil millones de católicos y una referencia de enseñanza cristiano de unos cuantos millones más? ¿Por sus seguidores en Twitter? BXVI sólo tiene 1.536.000 y Paris Hilton tiene 9.751.000. ¿Es una pensadora más influyente, un ejemplo más motivador o una mejor comunicadora?

La esencia del catolicismo es la evangelización, ayudar a la gente a enamorarse de Dios. Como @Pontifex dijo en uno de sus tweets más recientes: «Cada ser humano es amado por Dios Padre. Nadie debe sentirse olvidado, porque cada nombre está escrito en el corazón amoroso de Dios.»

Los monseñores que cotillean en voz baja sus pequeñas quejas a algún periodista bajo las columnas de la plaza de San Pedro, el mayordomo ladrón, la tinta roja en el libro del Vaticano… ninguna de estas cosas le importa mucho a un Papa. O, mejor dicho, sólo le importan como obstáculos a su misión. Los periodistas que se centran en estos procedimientos, no captan la verdadera crónica.

Y si se mira el desarrollo de los hechos, es probable que la Historia considere a Benedicto XVI como un éxito. Cuando visité la Plaza de San Pedro en noviembre pasado, allí había decenas de miles de personas para oírle hablar a mediodía desde su ventana: italianos, norteamericanos, rusos, coreanos, españoles, chinos. La mayoría bastante jóvenes, muchos eran evidentemente parejas en su luna de miel.

Esta mañana, cuando iba en tren a trabajar me saludó un amigo abogado y se sentó a mi lado. «¿Has oído la noticia?», me dijo. Charlamos sobre la renuncia del Papa. Me comentó: «¿Sabes? Él está en Roma, pero influyó mucho en mi entrada en la Iglesia Católica el año pasado. Es muy delicado y siempre está en oración; sus escritos demuestran una inteligencia penetrante. Es asombroso que tuviera tanta influencia en mí estando yo tan lejos, en Australia.»

A medida que pasen los años, se clarificará aún más el legado que nos deja Benedicto XVI. Quiero destacar seis contribuciones claves.

Benedicto XVI como defensor de la cultura cristiana: Como analista de la cultura occidental, no tiene igual. El siglo XXI está experimentando una ruptura radical con su pasado cristiano con el proceso de secularización que comenzó con la Revolución Francesa. Benedicto ha utilizado la superioridad que le da el púlpito para advertir a los políticos e intelectuales de que expulsar a Dios de la vida pública tendrá consecuencias desastrosas.

Ha pronunciado una serie de discursos profundos: París 2008, Londres 2010 y Berlín 2011. En ellos trata sobre las consecuencias de la descristianización. Así, djo a los intelectuales franceses: «Una cultura meramente positivista que circunscribiera al campo subjetivo como no científica la pregunta sobre Dios, sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus posibilidades más elevadas y consiguientemente una ruina del humanismo, cuyas consecuencias no podrían ser más graves.«

Benedicto como defensor de la Razón. En un discurso frecuentemente citado que tuvo justo antes de ser elegido, dijo: «Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos«*. Resulta paradójico que la cultura moderna muestra cada vez menos respeto por la Razón a medida que se va distanciando de la verdad.» Una y otra vez Benedicto ha señalado que el mundo circundante sólo res inteligible si procede de las manos de un Creador. Y sin verdad, la política se convierte en un juego de tronos y la ciencia pierde prestigio1.

Benedicto como defensor de la tradición: En el mundo católico, «tradición» no es sinónimo de conservadurismo irascible sino el legado fiel, de una generación a la siguiente, de las enseñanzas de su fundador en toda su integridad original. Uno de los puntos fuertes de Benedicto ha sido una enorme sensibilidad con respecto a los siglos de tradición en la Iglesia. Cada miércoles durante años, ha dado catequesis sobre las contribuciones hechas por los santos desde los primeros tiempos del Cristianismo. A diferencia de muchos teólogos radicales, se ha negado a interpretar el Concilio Vaticano II como una ruptura radical con el pasado. Al contrario, ha insistido en que nada de lo bueno del pasado quedaba realmente anticuado. Esto, él lo llamaba «hermeneútica de la continuidad», en contraposición con «hermeneútica de ruptura y reforma».

Benedicto como evangelizador. Las críticas aparecidas en los medios de comunicación se han centrado en los bancos vacíos de las iglesias y los seminarios vacíos en Europa. Son el resultado de una secularización corrosiva que remonta a muchísimos decenios antes de su elección, o incluso antes del Concilio Vaticano II. Pero, al igual que Juan Pablo II, Benedicto ve una nueva primavera para el Cristianismo bajo las nieves de una cultura secularizada. Él creó en el Vaticano un dicasterio nuevo dedicada a la nueva evangelización. La claridad de su mensaje y su aliento, ha dado un nuevo optimismo a los cristianos en todo el mundo.

Benedicto como eslabón de Occidente con el Islam: Los medios de comunicación están reciclando el mito de que Benedicto envenenó las relaciones con el Islam. Es superficial y desatinado. En todo caso, su llamamiento a favor de un frente unido contra la secularización, ha atraído a los musulmanes. Ciertamente su discurso de Regensburg en 2006 causó una gran consternación, pero puso el dedo en las diferencias entre el Islam y el Cristianismo: que el Dios del Islam es pura voluntad (puro voluntarismo), por encima y más allá de la razón, y que el Dios del Cristianismo es razón creativa, ordenando y guiando el mundo.

Pero pronunció el mismo mensaje – en palabras ligeramente distintas – en una mezquita en Jordania en 2009 y fue recibido con grandes aplausos. El compromiso de Occidente con el mundo islámico será una de los grandes retos del siglo XXI. Benedicto ha creado un marco para entender nuestras diferencias.

Benedicto como reformador: El Papa ha sido criticado implacablemente por los abusos sexuales dentro de la Iglesia. El tiempo demostrará que es absurdo. Mientras su predecesor yacía moribundo en el 2005, lamentó amargamente: «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él!»2 Era consciente de cuánto había por hacer, y como Papa fue implacable en el trato a los abusadores comprobados. Hizo una visita personal a Irlanda para castigar a los obispos y exigir reformas..

* * * * *

¿Un Papa pobre? Yo diría que se trata de un análisis pobre. Como Benedicto XVI, Joseph Ratzinger ha ardido con una «llama brillante como una gema» con una claridad intelectual importante y una dedicación total a sus responsabilidades que debería de avergonzar a sus críticos.

«Me dan pena el Papa y todos los sacerdotes católicos ancianos. Imagínate tener que contemplar una vida pasada malgastada y nada de sexo», decía en un tweet el charlatán del ateísmo Richard Dawkins.

La mejor respuesta que podemos dar a semejantes bobadas es citar al primer Papa: «Porque esa es la voluntad de Dios: que haciendo el bien tapéis la boca a la estupidez de los hombres ignorantes.» (1 Ped 2,15)

En ese sentido, Benedicto XVI ha sido lo que todos los católicos esperaban de él y más.

 

Michael Cook es el director de MercatorNet.

 

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2 comentarios

Raymundo Tristán
Bien dicho!!! Bendigamos a Dios por el gran regalo que nos hizo en este Papa, Doctor Humilis!!!
14/02/13 8:48 PM
Maria Solas
Que DIOS tenga misericordia de toda la gente que ha criticado, ofendido, burlado de la decision de su Santidad Benedicto XVI, no entienden que solo DIOS es el unico que juzga a los hombres. Nosotros pecadores no podemos votar la primera piedra a nadie porque siempre nos regresara cargada de nuestros pecados.
DIOS MIO TEN MISERICORDIA DE ESTE MUNDO
15/02/13 2:41 AM

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