Repasemos titulares: «Parejas abiertas: La fidelidad a una única persona está cada vez más cuestionada» (El País). «Estoy con tres hombres a la vez, y nunca me he sentido mejor» y «Las parejas estables y convencionales están pasando de moda» (El Confidencial).
Y respecto a los hijos «Hazte vegetariano y ten menos hijos» (El País); El Mundo titula un reportaje: «Antinatalistas: el movimiento que busca acabar con la especie humana». Y habla de maternofobia: para algunas mujeres tener hijos «es egoísta». Lo mejor es seguir soltero permanente (perma-singles) pero sin renunciar al sexo, como contaba XL Semanal, de ABC. Ilustraba el reportaje una foto de Candela Peña, protagonista de La boda de Rosa, sobre una mujer que decide casarse… con ella misma. Por no hablar del rechazo del varón: «¿Por qué hay mujeres que quieren borrar a los hombres?» (Yo Dona).
¿Está demodé el matrimonio?, ¿son tan maravillosas las alternativas? «El matrimonio no va a extinguirse» afirma María Calvo, profesora de Derecho y especialista en familia y sexualidad. Señala a La Antorcha que, de alguna manera, «todos buscan o anhelan el matrimonio». Precisamente esas nuevas fórmulas obedecen «a una sed de plenitud, de unión de hombre y mujer, que nunca acaba de satisfacerse, porque parte de premisas erróneas».
¿Cuáles son esas premisas? «La pérdida de la capacidad de asombro del hombre por la mujer y viceversa; y sin asombro no puede haber conocimiento. Y no se ama lo que no se conoce». Por otro lado, «el amor reducido a puro sentimiento, cuando debe ser un ejercicio de la razón y de la voluntad», y ese emotivismo «nos lleva a aceptar solo lo que me emociona y a rechazar los defectos del otro, por eso hay tantas rupturas». Cuando «lo maravilloso del matrimonio es amar al otro en su totalidad, con sus miserias y abrazarlas». Eso sí que es transgresor, y no los follamigos, apostilla. Finalmente, «no se tiene en cuenta que hombre y mujer somos distintos sexualmente, nos han hecho creer en una igualdad imposible, y eso explica muchos fracasos».
«Mientras seamos humanas, nunca podremos tener sexo como los hombres porque nunca seremos hombres» asegura, en este sentido, Teresa Giménez Barbat, en su libro Contra el feminismo.
La unión de hombre y mujer para tener hijos no es un invento moderno. «Sabemos que hay una naturaleza masculina y otra femenina» afirma Barbat en su libro. «Y que muchas de nuestras pautas de emparejamiento e instituciones familiares se hunden en la noche de los tiempos y vuelven y vuelven».
El matrimonio «está presente desde el principio de la historia y en todas las abundantes y variadas culturas documentadas por los antropólogos» se indica en el informe El matrimonio importa: veintiséis conclusiones de las ciencias sociales, (Center for the American Experiment). Uno de sus autores Brad Wilcox, que acaba de publicar Get married (Cásate), sostiene que «como idea humana prácticamente universal, el matrimonio es la regulación de la reproducción, de la familia y la sociedad».
El jurista Benigno Blanco, expresidente del Foro de la Familia, matiza a La Antorcha que «lo que es universal es la naturaleza humana, no un concepto filosófico o jurídico del matrimonio ni la familia». Está acreditado que «la especie humana se da de forma sexuada bipolar, en masculino y femenino, lo cual tiene que ver con la complementariedad reproductiva entre los individuos de ambos sexos. A ese dato constatable, tradicionalmente se le ha llamado matrimonio». Y cuando un hombre y una mujer comparten «su potencialidad sexual se crea el ambiente ecológico de la vida; las nuevas vidas son de alto interés social; y a esto se lo ha venido llamando familia». Además, las crías de la especie humana «nacen muy prematuras y necesitan el útero vital que constituyen papá y mamá para subsistir y eso durante mucho tiempo. A este dato responde la exigencia tradicional de estabilidad en el matrimonio como medida de protección de las nuevas vidas».
Los defensores de las nuevas formas de familia suelen rechazar el matrimonio porque lo asocian con prejuicio religioso. Mas «no es un concepto religioso –objeta Ignacio Sánchez Cámara, catedrático de Filosofía del Derecho–. El matrimonio monógamo y estable viene de la tradición jurídica de Roma». También de esa tradición viene la familia, constituida por padre, madre e hijos. «En tanto que ahora se considera familia, cualquier cosa, lo que cada uno quiera» añade. Y eso sí que es un prejuicio, un «prejuicio emotivista, propio de la cultura dominante que rehúye el compromiso, cuando este es fundamental en el matrimonio y la familia».
De suerte que «no es una familia», añade Sánchez Cámara, «la unión de dos personas del mismo sexo» –por respetables que sean– aunque ahora, por ley, se le llame matrimonio: «lo que se pretende con el matrimonio homosexual es borrar toda diferencia con el constituido por hombre y mujer, como si este fuera una forma superada de familia». Benigno Blanco considera que «las uniones no abiertas a la vida o incapaces estructuralmente de ella, así como las inestables o promiscuas, son manifestación de la libertad digna de respeto; pero no crean el ambiente idóneo y digno de protección estructural por su compromiso con el valor social de las nuevas vidas, que es lo que aporta al bien común».
En España hemos pasado de 7,10 matrimonios por cada mil habitantes en 1966 a 3,74 en 2022; y se han triplicado las parejas de hecho en los últimos veinte años. Pero, significativamente, el matrimonio monógamo y estable sigue siendo valorado, al menos como un ideal. Según una encuesta del CIS, de 2021, una mayoría de españoles se consideran monógamos y rehúyen las nuevas formas relacionales como el poliamor. En un sondeo de El Confidencial el 60,9% opina que no se puede estar enamorado de varias personas al mismo tiempo; y el 81,5% cree que para que exista una relación verdadera la pareja debe ser siempre fiel.
De hecho, la Sociedad para el Estudio Científico de la Sexualidad, (www.science.org) constata que de ciento noventa y dos personas con follamigo, al año solo 26% lo seguían siendo, y el 15% se había convertido en pareja estable. «El happy flowers es mentira» afirma Pep Borrell, autor de Bailar en la cocina. El secreto de los matrimonios que disfrutan. «Irse con la rubia puede ser una tentación fácil –señala en Aceprensa–. Pero no llena nuestra necesidad de amar, que tiene mucho que ver con nuestras ansias sanas de eternidad. La estabilidad personal y familiar es un bien de primera necesidad».
Diversos estudios científicos confirman los efectos negativos de las uniones libres. «Las personas con múltiples parejas sexuales suelen reportar mayores niveles de ansiedad y depresión», según Archives of Sexual Behavior. Y la gran perdedora es, con frecuencia, la mujer. «Son más altos los índices de asesinato entre las mujeres que viven en uniones de hecho que en aquellas casadas legalmente» indica Teresa Giménez Barbat en Contra el feminismo.
Por no hablar de los hijos. Según un estudio del sociólogo Paul Amato, si volviéramos al nivel de estabilidad matrimonial de antes de la revolución sexual de los años sesenta-setenta, en EE.UU. se reduciría en casi un millón, el número de niños con fracaso escolar; en casi doscientos mil, los jóvenes delincuentes; en doscientos cincuenta mil, los niños que reciben terapia psicológica; en casi ochenta mil, los niños que se plantean el suicidio y en veintiocho mil, los que lo intentan. Tal como consta en The Impact of Family Formation Change on the Cognitive, Social, and Emotional Well-Being of the Next Generation. The Future of Children.
Y, sensu contrario, dos exhaustivos estudios hallan una relación causa-efecto entre el matrimonio estable y el bienestar en diversos niveles. Por un lado, el informe Estructuras de familia y bienestar de niños y adultos (2017), dirigido por Fernando Pliego (Universidad Nacional Autónoma de México) concluye que «las personas casadas (hombre y mujer) tienen mejores niveles de bienestar en educación, seguridad física, relaciones padres-hijos, funcionamiento de la pareja, salud sexual y reproductiva, salud mental, salud física, ingresos y trabajo, vivienda, adicciones y bienestar subjetivo». En tanto que «en los demás tipos de familia y estado civil, hay un riesgo significativamente mayor de que presenten problemas en todos los temas analizados».
El otro estudio es el mencionado El matrimonio importa. Veintiséis conclusiones de las ciencias sociales. «¿El mejor predictor de la felicidad? El matrimonio» concluye Brad Wilcox. «Somos animales sociales –añade–. Y como dijo Aristóteles, estamos programados para conectarnos».
Publicado originalmente en La Antorcha.