Espero no equivocarme al afirmar que el término «evangelizar» es de reciente factura; no procede de la tradición cristiana. Su fuente es la exhortación apostólica «Evangelii nuntiandi», del papa Pablo VI. El mandato de Jesús a los Apóstoles es --si me atengo al griego de los Evangelios- «vayan y hagan discípulos»; es decir, enseñen, mathēteusate. Actualizando la cuestión habría que decir, por ejemplo, difundan el catolicismo, conviertan a todas las naciones: panta ta ethnē, como lo ordenó el Señor. La Tradición eclesial lo entendió así: el mundo entero es el destinatario del mensaje, creer en Jesús, que es Dios, y aceptar su doctrina. La Resurrección --la Pascua- ocupa el centro, y no es solo palabra, sino realidad en el rito eucarístico.
El mandato apostólico fue heredado legítimamente por los sucesores de los Apóstoles, que son los obispos. En cada época la figura episcopal --como la Iglesia misma- adquirió una configuración específica. También en la actualidad, los obispos diocesanos son la cabeza de sus respectivas comunidades, lo cual fue reelaborado por el Concilio Vaticano II. No es fácil negar que los obispos se han multiplicado excesivamente. Hay, por ejemplo, diócesis en Argentina, que tienen más obispos que seminaristas. De hecho, este fenómeno, una especie de nuevo «episcopalismo», coincidió con la disminución del número de los sacerdotes. Las vocaciones al sacerdocio son escasas; especialmente en nuestro país, donde ello es un problema crónico. Esto constituye una tragedia para la misión de la Iglesia, ya que son los sacerdotes los directamente encargados de la «evangelización»; quiero decir de la predicación y la celebración de los sacramentos. El mensaje evangélico está destinado a cada persona en su situación concreta: familia, ocupación, vecindad. Esto es lo que se indica cuando se habla de la «evangelización de la cultura». El mandato de Jesús consiste en hacer la Iglesia, es decir reunir a los creyentes incorporando continuamente nuevos miembros. En realidad, no hay evangelización que no sea «evangelización de la cultura».
En el mundo de hoy el cumplimiento del mandato de Jesús es más urgente que nunca, a causa de una descristianización que afecta especialmente a países que fueron plenamente cristianos. Por ejemplo, la islamización de Medio Oriente y de Europa. La historia argentina atestigua nuestros orígenes nacionales como cristianos. El crecimiento poblacional fue debido, sobre todo, a la inmigración de gente que, como se ha dicho, «dejó la religión en el barco». Quizá el problema más grave ha sido siempre la indiferencia religiosa, lo que hizo posible la ausencia de una auténtica «evangelización de la cultura». ¿Cómo hacer ahora? Anunciar el Nombre de Jesús, Dios y hombre verdadero, y mostrar cómo la fe transforma la vida y nos hace más humanos. El grado de deshumanización se muestra especialmente en las guerras; que son una realidad terrible, por ejemplo, en Ucrania y en Gaza. La Iglesia debe invocar a la Virgen María, insistentemente, como una súplica, contemplándola como Reina de la Paz.
+ Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata.
Buenos Aires, lunes 3 de noviembre de 2025
San Martín de Porres, religioso. -







