En todo país, la organización social incluye la institución del Estado, que ha de armonizarse con las diversas instituciones constituidas por los ciudadanos. La historia muestra cómo en todos los tiempos se ha verificado esa armonía o su contrario, lo cual identifica las características del Estado en las distintas épocas y regiones del mundo.
El Estado puede erigirse en una soberanía abusiva, que puede alcanzar la figura de la dictadura y aun la tiranía. Hay ejemplos históricos desde la antigüedad. En esos casos, las instituciones, familias e individuos quedan a merced de la omnipotencia estatal, la que puede ejercerse en diversos grados. Dentro de la estructura del Estado cabe el orden militar, las Fuerzas Armadas, cuyo designio principal es la defensa nacional, y que por la resolución del Estado asumen un rol ofensivo y se entrenan en el arte mortífero de la guerra. Esta es una de las posibilidades humanas. Guerra y paz jalonan la historia: en el ámbito interior de cada país, en las relaciones internacionales, y cuando estas son múltiples, en lo que se ha llamado «guerras mundiales». Así, por ejemplo, hablamos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Los medios de comunicación, desde los más elementales hasta los más sofisticados, y recientes, registran esas situaciones y muchas veces asumen una posición. Detrás de todo esto se mueven el dinero y los más diversos intereses.
Los sucesos mencionados pueden, asimismo, ser interpretados en términos religiosos, ser vistos desde el orden sobrenatural, y en su relación con la vida de la Iglesia. Iglesia y Estado: la relación de estas dos realidades constituye uno de los capítulos más interesantes de la Historia.
El liberalismo, desde sus orígenes modernos, que están en la Revolución Francesa de 1789, se caracteriza por su índole individualista; el individuo es una especie de Dios. El Estado, entonces, se ha visto siempre como opresivo. El liberalismo tiene su historia y sus matices. El siglo XIX conoció un supuesto «liberalismo católico», que es una contradicción en sus términos. La doctrina católica es un «tertium quid» por elevación, entre el estatismo --realizado duramente en los regímenes comunistas- y las diversas formas de liberalismo. En la concepción católica, entonces, el Estado ocupa su lugar en la organización de la sociedad. En cambio, el protestantismo en sus diversas formas y etapas, se encuentra más cerca del liberalismo. De allí el equívoco acerca de la libertad, una bandera agitada especialmente en las revoluciones. Un caso prototípico es la Revolución Rusa de 1917, de la que surgieron los diversos regímenes comunistas, en los que la libertad es menoscabada y hasta suprimida. El absolutismo estatista prepara, misteriosamente, la ruina de la libertad. En una recta organización social, el Estado y la persona cumplen con la respectiva función, y se asocian para constituir la prosperidad y la felicidad del pueblo. El liberalismo y su fórmula «neoliberal» pretenden liquidar al Estado. Una utopía dañina.
+ Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata.
Buenos Aires, miércoles 18 de junio de 2025.